Determinaciones concretas de la cosmovisión filosófica educativa de

Justo Sierra

por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal

Generalmente se comprenden las determinaciones concretas como las aplicaciones prácticas y los proyectos y modelos que emanan de una teoría, pero son eso, y mucho más, pues si tenemos en cuenta las ideas de Marx, lo concreto es la síntesis de muchas determinaciones.”[1]

Es difícil exponer en toda su magnitud y significación las determinaciones concretas de la cosmovisión filosófico - educativa de Justo Sierra, pues están presentes en todo el contenido  de la tesis. Ahora, en este nivel de la investigación, se trata de un balance sintético, que más que generalizar teóricamente, pues eso corresponde a las conclusiones,  aborda algunas de las aristas específicas que  más se distinguen (determinaciones concretas)  y que son discernibles en función del futuro, porque miran el porvenir, poseen vigencia, actualidad y su fuerza trascendente es visible.

La obra filosófico - educativa  de Justo Sierra, en pleno siglo XXI,  es útil, si se asume con espíritu crítico y no se olvida el contexto. Existen nuevas teorías filosóficas educativas, pero las ideas profundas, nacidas de ricas realidades concretas y con fuerza de altura por su racionalidad humana, nunca fenecen. Continúan guiando pensamientos y proyectos.

La educación contemporánea presenta grados de desarrollo que impulsan a investigadores, docentes y epistemólogos a su conocimiento, comprensión y valoración en condiciones diferentes a las del pasado reciente. En efecto, hoy es posible apreciar que una teoría educativa tiene una vigencia relativamente breve. Un ejemplo lo constituye el perennialismo que tuvo un desarrollo de escasa influencia y no pudo superar la expansión del progresivismo, igualmente algunas teorías postmodernistas fueron efímeras por su debilidad epistemológica, metodológica y práctica.

Hubo épocas en que una teoría educativa respondía a los requerimientos sociales y a las exigencias del desarrollo científico por espacio de casi doscientos años, sin que surgieran teorías que la confrontaran o negaran. En ese caso se halla el empirismo, proyectado entre los siglos XVII y XVIII, mucho más allá del campo filosófico en que surgió. Su difusión está vinculada al desarrollo de la teoría del conocimiento extendida hasta hundir sus raíces en el positivismo y, en el siglo XX, en el pragmatismo. En esa misma época Europa había visto surgir la educación pública con la escuela primaria como institución fundamental, impulsora del Estado docente. Esa condición autónoma del Estado fue gestándose al impulso de las ideas del liberalismo burgués, enfrentado ideológicamente al fuerte control que el cristianismo había ejercido sobre la educación. Una situación de mayor independencia se vivió en la educación superior. La universidad europea en los momentos en que Durkheim formulaba los fundamentos filosóficos de una teoría positivista del conocimiento, a comienzos del siglo XX, era ya una institución que cumplía casi mil años desde que se fundara la primera en Bologna en el siglo XI.

La mayoría de países de nuestro continente empiezan sus procesos de emancipación política a comienzos de 1810. Es difícil pensar en la aparición y confrontación de teorías educativas en medio de tanta inestabilidad social y política. Hacia mediados del siglo y, consolidados los Estados en su organización republicana independiente, la educación alcanza relevancia con la creación de escuelas religiosas, las primeras escuelas públicas y, muy significativamente, con la creación de las primeras universidades en Santo Domingo, Lima, Caracas y Santiago de Chile. Los métodos didácticos, la concepción del rol docente, la disciplina y otros aspectos del currículo seguían fielmente la tradición de las prácticas educativas heredadas de las concepciones escolásticas.

Ningún estudio de teoría educativa puede alcanzar plena relevancia y pertinencia, si no se vincula su pasado con el presente y éste permite vislumbrar las acciones que el hombre imagina, piensa y crea para enfrentar los desafíos del futuro. La mayor aceptación de una teoría surge cuando ésta responde al rigor científico y los resultados de su aplicación en la realidad determinan aportes significativos al bienestar social y espiritual de la humanidad. Esta visión de la educación constituye un credo en la obra de Justo Sierra, a veces llena de razón utópica y romántica, pero necesaria para realizar los proyectos educativos que se planteó.

Al comenzar un nuevo siglo lo afirmado cobra plena vigencia. Los dos informes más recientes de la UNESCO: La educación encierra un tesoro, estudio coordinado por Jacques Delors, exministro de educación de Francia en 1998, y el más reciente Informe sobre el estado de la educación en el mundo, confirman la importancia ineludible de invertir en investigaciones que permitan detectar el estado actual de la teoría educativa y estimular la creación de nuevas teorías que consideren el desarrollo de los mass medias y los aportes de la tecnología de la comunicación. Hacia esa misma dirección deberá sostenerse el esfuerzo internacional y la solidaridad para una amplia discusión que incentive la imaginación en una redefinición del humanismo.

En ese contexto es legítimo formularse preguntas que apuntan a las expectativas del desarrollo teórico, la producción de nuevos conocimientos, la superación cualitativa de los recursos didácticos, una reconceptualización de la función docente, una nueva percepción y valoración del currículo que centre el éxito del proceso educativo en quien aprende y no en quien enseña. Esos son, entre otros, los asuntos relevantes que deberá considerar la discusión sobre teoría educativa en el futuro inmediato y, que de alguna manera, el maestro mexicano profetizó sobre ellas y aportó ideas de mucho valor.

En una teoría, las observaciones tienen carácter sistemático y predictivo. Una teoría constituye un sistema estructurado de enunciados que se vinculan entre sí y aun cuando los objetos de la observación, los de la experimentación, son elementos importantes de la teoría, no deben confundirse con ella. El mismo autor ha enfatizado los componentes de una teoría poniendo de relieve cómo en ella se articulan un sistema explicativo, que actúa como esqueleto, las nociones básicas del sistema de esa teoría, las reglas que conducen a los resultados empíricos y la interpretación final.

  Sin pretender que el discurso sobre la teoría en las ciencias, y en la educación en particular, asuma el carácter de una síntesis acabada, puede destacarse que una teoría, es una percepción de un fenómeno en cuyo centro se percibe una anomalía. El fenómeno por sí solo no dice ni explica nada; es la detección de un problema o de un conjunto de problemas. Es un modo de interpretar las relaciones entre esos problemas; es una anticipación de lo que el mundo es en el campo en que existe el problema y que deberá ser confrontado empíricamente. Esto lo comprendió Justo Sierra en la organización de la ciencia, la educación y la cultura mexicanas.

De la obra de Justo Sierra, se puede deducir  una teoría educativa[2], con sustrato cultural, como un sistema descriptivo/explicativo que incluye, entre otros, aspectos fundamentales de la realidad:

  • Un concepto del hombre, asunto de las ciencias humanas.

  • Una concepción definida de la cultura, es decir, una visión más que filosófica sea ecosófica, en correspondencia con el contexto actual.

  • Una respuesta a la pregunta qué es el conocimiento, que da origen a las especulaciones gnoseológicas.

  • Una proposición sobre los fines de la educación, tarea filosófica que recoge la teleología.

  • Una respuesta acerca de los valores que dan relevancia a los problemas axiológicos.

  • Una respuesta acerca de la conducta del hombre en sociedad, tarea que recae en la ética, la educación, y la filosofía en general.

  • Una declaración de las relaciones entre la ciencia de la educación y sus posibles desarrollos teóricos, que abra paso a la reflexión epistemológica[3].

Hay, finalmente, otros elementos de la teoría educativa serrana que cualifican sus posibilidades y que en otras ciencias no parecen tener la incidencia que se observa en los resultados de la actividad educativa, en sí. Esos son los aspectos que suelen calificarse como curriculares y que merecen consideración. Algunos son: cuestiones prácticas derivadas de la tradición y la innovación didáctica, la planificación, las técnicas de planificación, supervisión y evaluación, las exigencias de los espacios físicos en que sucede el proceso educativo, etc. Estos temas son recurrentes en las preocupaciones pedagógicas del Maestro Sierra.

Justo Sierra, fue el faro educativo levantado en el centro de la República, con la luz siempre encendida y derramando destellos, cuya torre creció constantemente aumentando en altura, siempre hacia arriba, para iluminar más ampliamente el espacio. Su ideario pedagógico, con visión filosófico – cultural, planteó ideas que aún orientan horizontes. Según Zea, “con Sierra habían aprendido que el problema de México era un problema de educación. Esta fue una de sus principales preocupaciones: la de llevar a las clases populares la educación. La Universidad popular fundada por ellos tuvo esa finalidad; más tarde, uno de sus más destacados miembros, José Vasconcelos, llevaría la educación a los hasta entonces despreciados indígenas estableciendo las escuelas rurales. No ofrecieron una nueva filosofía, ningún nuevo sistema, simplemente abrieron las puertas de la cultura mexicana para que por ellas penetrasen todas las inquietudes”[4].

Su inspiración de poeta[5]. ¡Cuántos discursos dijo en verso!, su atildada prosa, su elocuente oratoria. Sus estudios históricos, su siempre avanzado pensamiento filosófico, su suave ironía, todo esto encerrado en el ánfora de la bondad y de amor  que fue el Maestro con mayúscula. Sierra, también contribuyó a encender  otros tantos rayos de la intensa luz con que iluminó esta Patria Mexicana.

Los materiales que los nuevos descubrimientos científicos, las últimas tendencias filosóficas, las recientes experiencias de la vida en sociedad, las más avanzadas exploraciones arqueológicas y las más novedosas lecturas le brindaban; servían para seguir escalando la altura, con la luz irradiando siempre. La muerte cortó el crecimiento; pero la torre perdura, así como su ejemplo sigue derramando su claridad sobre los problemas  sociales del pueblo de México. 

“Sierra, -señalan las investigadoras cubanas Daysi Rivero e Iliana Rojas- (…) imprimió a las concepciones positivistas un sello personal de interpretación. Esto puede comprobarse, por ejemplo, en sus reflexiones  acerca del papel del Estado y su relación con la libertad y autogestión de los individuos; su negativa a hiperbolizar en la educación superior la concepción positivista  como doctrina filosófica, lo que él llamó “exclusivismo positivista” en detrimento de otras filosofías; su negativa a coronar el sistema del plan  de los estudios secundarios  con la sociología a la manera del sistema comtiano, y su criterio de desplazar a esa ciencia por la historia, ‘cátedra por excelencia’, que no sólo permite reconocer los hitos fundamentales  del devenir histórico; su aceptación del método del sistema, pero no de su cuerpo doctrinario y su rescate del conocimiento propiamente filosófico”.[6]

Finaliza su vida siendo un defensor de la educación popular, de la universidad pública, por lo que se le considera  un ideólogo de la Revolución Mexicana.  Su  pensamiento fue cada vez más revolucionario y progresista[7]. 

Un estudio crítico exhaustivo de las tendencias teóricas de la educación contemporánea de mayor relevancia debería incluir a aquellas corrientes que han dado impulso a reformas educativas, han impulsado las políticas educacionales de los Estados y han propiciado el estudio científico y filosófico de la educación. Ese estudio destacaría cómo teorías antagónicas luchan –en ese espacio de las comunidades científicas de que habla Kuhn– por permanecer o por abrirse paso como el paradigma que la sociedad siempre está esperando para incrementar la calidad de la educación. Véase, por ejemplo, sin que el enunciado agote incluir a todas ellas, lo que ha sucedido con filosofías de la educación como el idealismo, en sus expresiones históricas platónico-socráticas, hegelianas, kantianas, etc. De pronto, no parece tratarse de una teoría del pasado cuando se escucha decir que las ideas están en cada quien y que las condiciones naturales y sociales son irrelevantes. Las influencias del escolasticismo reaparecen cada tanto tiempo en movimientos neoescolásticos que siempre parecen tener seguidores dispuestos a desafiar el tiempo... y los avances de la ciencia y la tecnología.

El progresismo o progresivismo abrió un cauce hacia una renovación que afectó sensiblemente la educación en los Estados Unidos y de allí se extendió, especialmente, a América Latina y a México, particularmente. Posibilitó el sólido apoyo de la psicología que reconoció la necesidad de considerar los intereses del niño y contribuyó de manera significativa a su éxito. No sucedió lo mismo con movimientos que resistieron la acción del progresismo pero tuvieron escasa repercusión como el perennialismo, el esencialismo, entre otros. Mayor entusiasmo despertó el pragmatismo con la sólida aportación de Peirce, Dewey y William James; el esporádico fulgor del recontruccionismo, y las resistencias del existencialismo por elaborar un discurso teórico de la educación, tarea que sus principales filósofos no asumieron a plenitud. En otras tendencias de la educación contemporánea parecen observarse las raíces del pensamiento de Heidegger o de Sartre.

A partir de la segunda mitad del siglo XX adquieren importancia movimientos de distinta procedencia y de variada influencia, especialmente en el continente. El materialismo dialéctico logró extender su discurso desde el centro de operaciones en la Unión Soviética. El Círculo de Viena, cuyas preocupaciones fundamentales estaban centradas en negar la validez de la metafísica en toda discusión epistemológica y destacar la importancia de las ciencias como soporte de la verdad, al tiempo que desplegaba una inusitada defensa del lenguaje con que deberían expresarse las proposiciones, no consolidó una teoría de la educación original y por lo mismo, sus resultados prácticos parecen diluirse como se diluyó el mismo Círculo tras la Segunda Guerra Mundial, a pesar de los esfuerzos especialmente encomiables de A. J. Ayer.

Desde la década de los sesenta, relevante en la historia reciente de las teorías educativas del continente, se destaca la aparición de los movimientos llamados “contra la escuela” o anarquistas, especialmente preocupados por negar la vigencia de la escuela. Para inconformidad de Iván Illich, Reimer o A.S. Neill, los esfuerzos no fructificaron, a pesar de sus agudas críticas y los intentos por demostrar la viabilidad de una educación liberadora, como la impulsada por Neill.

La educación no directiva permite reconocer cómo los esfuerzos teóricos de Maslow y Rogers se encuentran en una teoría de fundamentos en los avances de la psicología. Sus empeños no parecen haber caído en el olvido. La experiencia de Paulo Freire, iniciada en campañas de alfabetización en Brasil y continuadas en Chile, logró extender toda una estructuración teórica reconocida como educación liberadora. La muerte relativamente reciente de este educador no significa la obsolescencia de sus ideas, muchas de las cuales fueron perfiladas o prefigurada por  Justo Sierra.

Justo Sierra siempre abogó por la libertad de pensamiento y la actitud filosófica inclusiva y no exclusivista epistemológica. Le horrorizaba el “exclusivismo positivista” en la filosofía y la educación, pues como hombre humanista de larga vista, creía en la necesidad del pluralismo en la ciencia y en la cultura en general. No creía en una ciencia o filosofía absoluta, capaz de poder explicarlo todo. Para algunos esto es expresión de su filosofía ecléctica, pero tal suposición, en mi criterio, es errónea, pues más que ecléctico, fue electivista, dando continuidad a la rica tradición latinoamericana del siglo XIX, que sin mezclar incoherentemente las influencias europeas, con conciencia ecuménica asumían todo lo valioso y lo integraban a su propio sistema con  legítima identidad y entidad creativas, porque no obviaban el contexto latinoamericano.

Con razón el ecuatoriano Germán Rodas, señala: “El legado de Sierra (…) está en haber dejado una huella importante después de que asumiera, -en la teoría y en la práctica-, una actitud crítica al doctrinarismo, así como en su reclamo patriótico, -cuando concibió la necesidad de "nacionalizar la ciencia y mexicanizar el saber"-, al haber propuesto una confrontación esencialmente antimperialista en la perspectiva de favorecer lo que este talentoso mexicano llamaría "la búsqueda del alma nacional", aquella que hoy debe ser entendida en "nuestra América" como la construcción del Estado Nacional a partir de comprender que es inaceptable la sumisión a cualquier interés que rasga la conciencia, anula la dignidad, lacera la soberanía y ofende a la Patria”[8]. 

Si se tratara de sintetizar las determinaciones concretas de la filosofía de la educación de Justo Sierra y sus infinitas posibilidades de trascendencia, podrían resumirse en: la elaboración orgánica de un sistema nacional de educación que incluye todas las enseñanzas para la formación del hombre mexicano, con visión de futuro. Una visión educativa integral que vincula estrechamente la filosofía, las ciencias y el arte con la vida de la nación. Tales concreciones aparecen orgánicamente desarrolladas en el cuerpo de la tesis y dan cuenta del espíritu cultural y democrático que le es inmanente a su filosofía de la educación. Ideas, que sin perder el sentido del contexto y el momento histórico en que se desarrollaron, y fertilizadas por los saberes contemporáneos, pueden aportar  bases esenciales para la elaboración de un modelo educativo flexible y acorde a la realidad mexicana actual. He ahí la trascendencia y actualidad de las concepciones educativas del Maestro Justo Sierra Méndez.

Referencia s: 

[1] Lo concreto es concreto, porque  aúna numerosas definiciones y constituye la unidad de lo múltiple. Por ello, aparece en el pensamiento como un proceso de unión, como un resultado y no como un punto de partida, aunque en la realidad si lo es y, debido a ello, también lo es de la contemplación y de la representación. En el pensamiento teórico  la representación completa se desvanece hasta el grado de la definición abstracta; en la contemplación y la representación, las definiciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por medio del pensamiento” (Marx, C. Contribución a la crítica de la Economía política, Gospolitizdat, 1963, p. 213)

[2] Por supuesto, en la actualidad existen interesantes comprensiones de la filosofía de la educación, que ya Martí anunció con fuerza. La filosofía de la educación es un sistema teórico cosmovisivo sobre la formación humana, fundada en la cultura. Su importancia radica en que aborda la educación en su analogía con la vida, desde una perspectiva ecosófica, es decir, sin separar al ser humano y su formación, de la tierra, de su hábitat. Está constituida por un rico sistema de principio, leyes y categorías que guían y alumbran el proceso enseñanza – aprendizaje, desde un enfoque dialéctico, cultural y complejo, donde los conocimientos y los valores se conciben en estrecha unidad dialéctica. Creo que Martí nos da la clave, cuando dice: “Hay un sistema de educación que consiste en convertir a los hombres en mulos, en ovejas, en descombrarlos, en vez de ahombrarlos más. Una buena educación, ni en corceles siquiera, en cebras ha de convertirlos. Vale más un rebelde que un manso”. (21: 142).  Y continúa Martí con su excelente filosofía de la educación, en muchos momentos con plena coincidencia con las ideas de Justo Sierra: “La educación ha de ir donde la vida. Es insensato que la educación ocupe el único tiempo de preparación que tiene el hombre, en no prepararlo. La educación ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida a de presentar. Los grandes problemas humanos son: La conservación de la existencia, y el logro de los medios de hacerla grata y pacífica. (22:308). Y esta idea que lo resume todo: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es prepara al hombre para la vida”. (8: 281).

[3] En la determinación de las bases de la educación mexicana estas ideas y otras le sirvieron de paradigma.

[4] Zea, L.  Resumen del libro “El positivismo en México” de Leopoldo Zea. Htm (aparece en el anexo IV de la presente tesis)

[5] Ver  anexo II

[6] Caso, A. El concepto de la historia universal y la filosofía de los valores.  Ediciones Botas. México. 1933. p. 33.

[7] Ver anexo III

[8] Rodas, Germán. Justo Sierra: un pensador ilustre. grodas@uasb.edu.ec 

 

por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal

 

 

Ver, además:

 

 

                      Justo Sierra  en Letras Uruguay

 

 

                                                  Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal en Letras Uruguay

 

 

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