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Idalis Ramírez: “Yo soy india”
Grupo Kaweiro
gkweiro@gmail.com

 
 

Mujer alegre y con una gran fuerza espiritual, Idalis Ramírez es una cubana de cepa indígena, así lo siente y lo vive. Nos conocimos una noche guantanamera en casa de su hija Mariulki, en pleno apagón eléctrico, iluminados tan solo, y de sobra, por la luz de una luna llena. “Esta es la luz de verdad, la de la luna, así se alumbran los indios”. Nos saludó como si nos conociera de toda la vida. Montó todos nuestros bultos en el camión de su esposo y nos llevó a su casa para que nos instalásemos. A falta de corriente para cocinar puso a andar una hornilla de carbón en el patio. Preparó dos ollas, una con yuca y otra con carne. Peló col y tomates y nos dijo: “Pronto vamos a comer”. “Pero Idalis, ya comimos en casa de tu hija” ­ contestamos. “No, que va, eso fue una merienda, ahora vamos a comer”. Así que nos rendimos ante su hospitalidad.

El siguiente día comenzó tan rutinariamente como cualquier otro. Nos fuimos a comprar algunos víveres y poco después del mediodía ya degustábamos un suculento almuerzo. El pollo de Ingrid La terrible, la pequeña hija de Idalis, había desaparecido del corral. Una vez más, haciendo gala de sus raíces, nos daba lo mejor que tenía. Comimos todos, ella de última. Entonces comenzó a contarnos de su orgullo de ser india, de su amor a sus padres y a La Ranchería, el pueblo de montañas donde ella nació. No logró recordar qué motivó sus palabras, si fue la costumbre de la sobremesa o acaso uno de nosotros la provocó a hablar. Lo que sí puedo asegurar es que nos conmovió a todos.

Yo salí de allá [de La Ranchería] cuando tenía 19 años. Mi papá y mi mamá se casaron jovencitos y nunca se han separado. Ahora estoy aquí abajo [en la ciudad] porque tengo mi casita, que es pa’ cuando ellos vengan, que tengan donde parar, quedarse. No vienen mucho, no les gusta venir mucho aquí. Yo quisiera estar allá pero... ya tengo la niña aquí en la escuela, mi nieto es asmático, Alí. Y a veces he ido a estarme dos o tres días y no he podido, si no, yo estuviera con ellos dos ahí, porque ahora en La Ranchería no hay escuela, si hubiera escuela... a lo mejor ni el Guajiro [su esposo] me conociera. A mí me gusta mucho el campo. Como dice mi papá, a él no le gusta la belleza, le gusta la riqueza porque aunque no tenga nada, allí él está feliz.

Idalis adora el aire natural de su Ranchería natal, los frijoles que comen, la yuca, la vianda… porque sale del trabajo diario de la familia. No hay que ir al mercado a comprarlos. “Allá tienes que trabajar pero lo tienes y cuando lo vas a comer lo sacas fresquecito. Toda una vida mi papá ha sido campesino. Nos crío a nosotros siendo campesinos”. Campesinos indocubanos, a los que el amor y el respeto a la tierra les corre por las venas. Por eso, a pesar de haber ido a estudiar la secundaria básica en el otro extremos del país, terminó el 9no grado y regresó a su comunidad. En aquella época su familia comenzaba a ser conocida como descendientes de aborígenes y eran invitados a diferentes eventos culturales.

Por la cultura siempre yo he salido. Desde el ‘83 yo empecé. Por primera vez fui a Baracoa a un evento provincial. Ahí fue donde empezamos a conocernos porque ya antes de eso iban los rusos allá. No me acuerdo mucho pero sí me acuerdo que a mi me picaron pelo, me midieron la boca, los dientes, me sacaron sangre para hacerme análisis, de eso sí me acuerdo, que fue una guagua y... no eran cubanos… no se qué países eran pero hicieron pruebas. Y ya en la escuela yo decía: “¿Por qué nos van a picar un pedacito de pelo?”. “Pa’ ver si eres india”. Digo: “Si yo soy india, así no me saquen sangre, yo soy india. Dicen que más china que india pero yo soy india... y mi mamá y mi papá”.

Siguiendo la tradición familiar aprendió a hacer el casabe, los turrones de coco, el pudín de boniato, los collares de semillas de Santamaría. Sabe santiguar un enfermo y le pide con devoción al Sol, a la Luna y a la Madre Tierra. Te brinda su ayuda sin conocerte y defiende con valor su origen. Aun la historia más triste la hace con una sonrisa en los labios y no hay quien, ni con el trato más humillante, logre hacer bajar su frente.

Yo soy una sola raza y me hizo mi mamá y mi papá. A mí no me pintaron en un cartel... y donde esté, soy india y a toda honra. Si tu me llamas yo te invito a mi casa, lo que tenga te lo doy como si yo te conociera. No sé quién tú eres pero tú eres un ser humano igual que yo y por eso todo el que quisiera venir a La Ranchería que se le abra el camino y que se le dé la oportunidad y nos conozcan, porque todos nosotros somos de aquí. Y no tendré nada pero tengo la puerta abierta y puedo coger tan siquiera un vasito de agua y decirte: “Tú tienes esto, tómate este traguito de agua que te vas a aliviar”. Si yo soy india, no tengo que tratarte a ti mal porque eres blanco. Si tú sangre es roja igual que la mía. Te digo, si tengo un pan y somos 10 vamos a compartirlo que vamos a comer todos, si no nos llenamos... pero nos vamos a sostener.

A la india Idalis debemos nuestra feliz estancia en la ciudad de Guantánamo, todas sus atenciones. Pero por encima de todo, le agradecemos que siga conservando y luchando por la memoria de nuestras raíces primigenias, fundamento de lo que somos hoy: cubanos. Cuando dejamos su casa nos despidió en la puerta. Nos abrazamos. “Fuerza y concentración” ­nos dijo­ “que todo saldrá bien”. Y así fue.

Grupo Kaweiro
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Publicado, originalmente, el viernes 1 de marzo de 2013
http://www.grupokweiro.netai.net/index.php/19-art-idalis-ramirez-soy-india-es

 

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