El hombre que perdió la paciencia, de Carolina de Grinbaum. Bs. As., El Grillo, 2007. 200 p.

por Miryam E. Gover de Nasatsky

Como el título lo indica, el eje narrativo de esta novela plantea los avatares que le suceden a un hombre común por tener excesiva paciencia. Ya en las Palabras preliminares la autora establece un paralelismo con el Ulises de Homero y aclara: “Las mismas historias se reiteran, cambian sólo los protagonistas de intensidad y de intenciones”.

En la narración asistimos a la crisis psicológica de Edmundo Estrada, el personaje principal. Su proceder marca una curva desde una actitud sumisa y paciente frente a las contingencias negativas, hasta que toma conciencia de su vida rutinaria, sin sentido, y retoma la fe en sí mismo para superar tal estado. Sus amigos lo ayudan a encontrar un nuevo camino.

En forma retrospectiva evoca el barrio de Villa del Parque donde vivió y pasa revista a su existencia destacando cuántas veces recurrió a la resignación sin rebelarse en las circunstancias adversas y en su trabajo en una fábrica textil de Villa Lynch.

Al final, la paciencia se integra a la trama como un personaje más. Está decepcionada porque entiende que debe jubilarse y no sabe qué será de sí misma. Puja por mantenerse vigente aunque nadie la reclama. Expresa: “Voy a extrañar mi parsimonia, mi morosidad, ya  muertas y enterradas que no sirven más en estos tiempos que vuelan, que corren...” Ella deberá adaptarse a una época distinta y a los hombres de acción.  Por lo tanto, decide cederle el lugar a la perseverancia para no sucumbir “ante la selva en que se ha convertido el mundo”.

El hombre que perdió la paciecia pone en evidencia cómo el cambio de perspectiva de la propia imagen genera la fuerza suficiente para seguir adelante en un mundo complejo y difícil.

La intertextualidad en forma de epígrafes sintetiza conceptualmente la intención del sujeto de la enunciación. Corresponden a autores de distintas épocas y países que han reflexionado sobre la vida. Entre otros, el marqués de Vauvenargues, moralista, y el escritor Charles Montesquieu, ambos franceses del siglo XVIII; los poetas latinos, Marco Marcial (s.I-II), autor de epigramas y Ovidio (s. – I); Antonio Porchia (s. XIX-XX), con sus famosos aforismos; el pensador armenio Georges Gurdjieff (s. XIX) o William Shakespeare con una cita de su “Enrique IV”. Todos ellos connotan una actitud afirmación existencial y refuerzan el sentido global de la narración.

La ilustración de la tapa evoca la historia del Holandés errante, antigua leyenda del mar. Simboliza la lucha del ser humano que no se rinde frente a situaciones desfavorables. Igual tema inspiró a Richard Wagner la obra homónima.

Carolina de Grinbaum, es autora de La confesión de la piedra, La dignidad escamoteada y La jaula de los pájaros, entre otras novelas. En El hombre que perdió la paciencia desarrolla en forma ágil e interesante un profundo conflicto vital.   

 

Sra. Miryam E. Gover de Nasatsky - Argentina

 

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