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Los santos, Obama y los inmigrantes
Eduardo González Viaña
egonzalezviana@yahoo.com

 
 
 
 

El año pasado, conocí a un santo mexicano cuyo nombre es San Jesús Malverde. Después de asaltar y robar en los caminos y luego de haber sido colgado por las autoridades, Malverde subió al cielo, y de allí baja continuamente armado de una pistola para ayudar a quienes lo necesitan. Es un protector de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos, y se le reconoce porque su bigote, sus cejas y su sombrero lo hacen una mezcla de Pedro Infante y Jorge Negrete.

También abogan por los ilegales, Teresita Urrea que murió en 1906, pero suele aparecerse y asustar a los guardias fronterizos, y el Niño Fidencio, a quien parece interesarle mucho la política porque debeló un golpe de estado y curó de hemorroides a un presidente de México. No lejos de ellos, se desliza la Santa Muerte. Quienes desean un servicio suyo dejan en la mesa de noche una vela prendida, un vaso de vino tinto seco, si es posible un Cabernet Sauvignon, y una carta que leerán con agrado sus ojos soñolientos.

No los he conocido como Dante debido a haber transitado por la otra vida, sino porque entrevisté a decenas de inmigrantes ilegales quienes me relataron las formas en que habían logrado entrar en Estados Unidos. La mayoría me aseguró haber recibido el apoyo de algún amigo del cielo para cumplir su jornada.

Es cierto que el cruce reserva terribles pruebas a quienes lo intentan y hay que contar con un ángel para sobrepasarlos. En promedio, uno de los viajeros murió cada día durante todo el año pasado por causas entre las que se mencionan la violencia del río Bravo, el asalto por parte de bandidos carniceros, las tormentas de viento que extravían al caminante y las arenas infernales del desierto de Arizona donde no es posible hallar agua en varios centenares de kilómetros y el sol quema e incinera hasta los sueños.

Regresarse a casa representa, sin embargo, para ellos la falta de puestos de trabajo, el hacinamiento miserable, la perversidad de la pobreza, la escasez de amor. No es raro que, en estas condiciones, vacíos de cualquier apoyo en esta tierra, los inmigrantes reclamen el amparo del cielo, y hasta diseñen santos con quienes pueden hablar de igual a igual porque se les parecen en todo.

En esas latitudes, encontré a Sarita Colonia, mi paisana y vieja amiga. Había escrito una novela acerca de ella, pero no imaginaba cuando lo hice que su fama y sus milagros traspasarían tantas fronteras y ofrecerían alguna vez tanta ilusión y tanta confianza.

Ahora, esos santos van a tener un trabajo terrible: las leyes racistas están dando sus frutos.

El Pew Hispanic Center, un grupo privado de Washington que registra los movimientos migratorios, informa que se ha detenido el flujo migratorio y que miles de campesinos mexicanos están volviendo a casa. Las leyes racistas de Alabama y Arizona están dando frutos.

Eso era previsible. No lo era, sin embargo, la actitud del Presidente Obama. A pesar de haberse comprometido a realizar una reforma migratoria integral, todo lo que ha hecho es militarizar la frontera con una “Operación Guardián” en la que miles de superarmadas y tecnificados agentes enfrentan al inmigrante o lo empujan hacia la candente sentencia de muerte en el desierto.

A estas horas, los santos informales van a dividirse el trabajo. Algunos de ellos se encargarán de dar ayuda a las familias que regresan. Los otros tratarán de ayudar al político que al llegar a la presidencia gracias al voto latino no supo cumplir con su palabra. Esos santos harán el trabajo más difícil.

Eduardo González Viaña
egonzalezviana@yahoo.com
gentileza de El Correo de Salem
http://www.elcorreodesalem.com/

29 abril 2012

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