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“Mi enemigo” el capturista
Dr. Agenor González Valencia

Yo soy gente de paz.  Soy enemigo de tener enemigos.  No me gustan las discusiones.  Si alguien me interpela jamás le hago caso.  No siempre el que calla otorga: a boca necia, oídos sordos.

 

Sin embargo, cuando escribo, trato de hacerlo con el mejor ánimo posible, con el cuidado en el texto, en la ortografía, en la sintaxis y en el respeto que me merecen mis pocos lectores.

 

Escribir se torna vicio.  Se comienza por pergeñar algunas ideas a la semana.  Luego la costumbre nos hace manifestarnos a través de la letra impresa con mayor frecuencia.  Yo escribo a diario.  En mi casa todos escribimos.  Nos une el amor por la literatura, por el periodismo y por el análisis cotidiano de los problemas políticos y sociales.

 

Cuando envío un artículo a mi periódico es porque antes lo he revisado con el más amoroso de los cuidados.  Lo presento a la redacción, impecable.  Trato de que no haya errores de redacción, de cacofonía, de faltas de ortografía, de sintaxis o de lógica.  Mis escritos los rehago varias veces hasta que apruebo su publicación.

 

Sin embargo, día con día me llevo crueles decepciones al leer ya impreso el texto que pulcramente había enviado, totalmente cambiado en su contenido.  “Mi enemigo” el capturista me ha hecho decir cosas ilógicas o me inserta palabras “nuevas” hasta entonces para mí desconocidas por “mala fe” me hace incurrir en faltas de ortografía.

 

Por eso, “viejo lobo de mar” evito palabras que puedan ser sustituidas por otras y que den al traste con el contenido del texto.  Desde hace mucho tiempo no uso, por ejemplo: exuberante (el capturista siempre escribe “exhuberante”), desmedrado (callo por respeto a lo que el capturista me obliga a decir), pináculo, fallo (él escribe “falo”), algas, envergadura y otras que por el estilo ya me han ocasionado serios problemas de reclamo.

 

Carlos Pellicer, nuestro gran poeta termina “El canto del Usumacinta” con una metáfora admirable:

 

                                                      “Porque del fondo del río

                                                      he sacado la mano

                                                      y la he puesto a cantar

 

Al capturista se le hizo fácil cambiar el texto y olvidando la lógica poética se fue por la lógica natural y escribió:

 

                                                      “Porque del fondo del río

                                                      he sacado la mano

                                                      y la he puesto a secar

 

Al poeta, al leerlo, por poco le da un infarto.

 

Acabo de leer el texto de un poema mío impreso en una revista, donde una sola palabra cambia totalmente el contenido del poema.  Yo digo:

 

                                                      “La calle es chica en el silencio.  Y sola

                                                      se conmueve la altura estremecida

 

El capturista escribió, porque así se le pegó su real y regalada gana:

 

“La calle es chica en el silencio.  Y sola

se conmueve la altura entrometida

 

No cabe duda de que de que los hay, los hay.  Caso concreto: “Mi enemigo” el capturista.

Dr. Agenor González Valencia
http://agenortabasco.blogspot.com/  
agenor15@hotmail.com  

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