El
suicidio de Salvador Allende: ¿ficción o realidad?
La
versión más difundida, expresada por Fidel Castro en un discurso el 28
de Septiembre de 1973 y adoptada por los colaboradores cercanos de
Allende, es que el Presidente de Chile murió como un héroe luchando
contra los golpistas. Pero, como veremos a continuación, poco a poco han
ido apareciendo versiones que difieren radicalmente de esa versión
inicial de los hechos.
No obstante, aún entre los colaboradores cercanos al Presidente, que se
hallaban en La Moneda en los momentos en que ocurrieron los hechos, las
versiones son contradictorias.
Por ejemplo, en su libro Las muertes de Allende, Hermes Benítez expone
varias hipótesis sobre la forma en que murió Salvador Allende. Por
ejemplo, existe la versión del doctor Patricio Guijón, de que Allende se
suicidó con el propio fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro.
Esta versión fue aceptada y difundida por los militares golpistas.
Sin embargo la única persona que atestiguó que Allende se había
suicidado fue el doctor Guijón, quien formaba parte del equipo médico
presidencial. El Dr. Guijón declaró que Allende se había suicidado,
porque cuando él bajaba del segundo piso de La Moneda, a poco de que los
golpistas ocuparan el edificio, escuchó un disparo, volvió a subir las
escaleras, y encontró a Allende en un charco de sangre.
Es bueno aclarar que Guijón no fue testigo presencial de la muerte de
Allende, por tanto no lo vio suicidarse. Es más, hasta el momento no
existe ni un solo testigo presencial de este supuesto suicidio.
Desde el comienzo, la izquierda chilena no aceptó la versión del
suicidio. Según éstos, Allende murió heroicamente en el combate de La
Moneda, disparando su fusil contra los asaltantes hasta el último
momento. Esta fue la versión ofrecida por su hija Beatriz “Tati”
Allende y por Fidel Castro.
Sin entrar en detalles, pues la mayor parte de esta información es del
dominio público y está al alcance de todos en la Internet, hay varias
versiones sobre cuántos disparos se escucharon.
Algunos aseguran que el cadáver de Allende fue colocado en un divan, con
el fusil entre las piernas, después de su muerte. También se mencionan
varios impactos de bala en el gobelino que tapizaba la pared detrás del
diván.
En un artículo titulado “El sacrificio de un ciudadano de América
Latina”, publicado en La Fogata el 11 de Septiembre del 2003,
Hugo Guzmán ofrece interesantes detalles sobre lo sucedido en los últimos
momentos del asalto a La Moneda.
"Nosotros,
como escoltas, no podemos dar fe de que Allende se autoeliminó.”
"Al lugar donde estaba el cuerpo de Allende, los primeros que
entran son un reportero supuestamente de El Mercurio que, por lo que
sabemos, era agente de la CIA. Fue el único que sacó todas las
fotos. También entra el oficial Fernández Larios, de Inteligencia
del Ejército, que ahora está en Estados Unidos como testigo
protegido porque les ayudó para culpar al DINA del asesinato del
canciller Orlando Letelier en Washington. Es un hombre de la CIA. Y
entró el general Pedro Espinoza, jefe de Inteligencia. En las dos únicas
fotos que se han podido ver, aparece Allende con la camisa
completamente limpia. El cuello de la camisa también aparece blanco,
limpio, sin manchas. Una persona que se dispara en la cabeza, lo que
sangra es mucho. El tenía limpio el cuello y la camisa. Esa es una
cosa que se contradice con la versión de la autoinmolación con el
fusil AK".
Por
cierto, hay informes de que los soldados, además de sacar las fotos,
pusieron el cadáver en el piso, lo desnudaron, lo revisaron y luego
volvieron a vestirlo con sus ropas.
Manuel Cortés, escolta de Allende, dice que las dos fotos testimonian aún
más confusiones:
"En
una aparece medio recostado con el fusil AK arriba de las piernas, y
en la otra foto está sentado en el sillón, no recostado, y con el AK
parado en el suelo, entre las piernas, con la culata apoyada en el
suelo. De partida, ahí hubo un montaje".
"Nosotros contradecimos que Allende estaba absolutamente solo.
Por razones de seguridad, y por razones de deformación profesional si
se quiere llamar así, el Dispositivo de Seguridad jamás dejaba solo
a Allende, jamás. ... en las conversaciones más íntimas, siempre
había uno o dos de la seguridad con él, gente que era de extrema
confianza de él. Prácticamente las 24 horas del día estábamos con
él, mínimo uno al lado de él, incluso durante toda la noche cuando
él dormía. Por lo tanto es imposible que Allende se haya quedado
solo, imposible, imposible".
Lo
anterior coincide con versiones publicadas en los años 1974 y 1975, que
señalaban que Allende había combatido después de despedir a sus
colaboradores, junto a integrantes de la escolta, hasta que una ráfaga lo
derribó. Dos escoltas lo habrían cargado hasta el sillón presidencial y
ahí lo dejaron después de colocar el fusil sobre sus piernas. Esos podrían
haber sido algunos de los miembros de la seguridad personal de Allende,
heridos y asesinados posteriormente.
Continúa Cortés:
"Todas
las personas que estuvieron al lado de él, todos los escoltas,
murieron, los mataron posteriormente. Salieron vivos de La Moneda y
posteriormente fueron desaparecidos. No tenemos testigos de lo que pasó".
Por
otra parte, la autopsia realizada a Allende dista mucho de ser definitiva.
Todo indica que el informe de los médicos forenses se realizó bajo
coacción. A Hortensia Bussi, la viuda de Allende, no le permitieron ver
el cuerpo. Menos de 24 horas después de haber muerto, Allende ya había
sido sepultado en un cementerio en Viña del Mar.
En un artículo publicado el 11 de Septiembre del 2003, “La Moneda,
nuestro brutal 11 de Septiembre”, Jorge Timossi narra como en Febrero de
1986 Hortensia Bussi le confesó que,
"Hasta el día de hoy yo no sé si en el féretro que me presentaron
los militares estaba o no el cadáver de Allende. … Vi nada más que un
lienzo blanco, debajo del cual se suponía que había un cuerpo, y un
militar me agarró por la muñeca y me obligó a cerrar. Yo no sé, nunca
supe, si ése era Allende."
Como si todo esto fuera poco, en el 2005, Juan Vivés, pseudónimo de Andrés
Alfaya, un ex-oficial de la inteligencia castrista que vive exiliado en
Francia, dio al mundo una nueva versión diametralmente distinta de los
hechos. Según Vivés, el Presidente chileno no se suicidó ni murió en
combate, sino que fue asesinado por el general de las Tropas Especiales
cubanas Patricio de la Guardia, quien en la práctica era el verdadero
jefe de la seguridad personal de Allende.
Vivés afirma que esto lo oyó de boca de su tío, el ex-presidente cubano
Osvaldo Dorticós, quien a su vez lo había oído comentar a los más
altos niveles del gobierno cubano. Aunque sorprendente, la afirmación de
Vivés simplemente le añadió veracidad a un persistente rumor que ha
circulado en Cuba por muchos años.
Según otras fuentes en Chile, la historia de que Allende se suicidó con
el fusil Kalashnikov que le había regalado Castro, simplemente no puede
ser cierta. En primer lugar, porque el cuerpo de Allende presentaba cuatro
heridas de bala: dos en el abdomen, una en el tórax, y otra en la cabeza,
que penetró por un ojo y al salir le destruyó gran parte de la parte
posterior del cráneo. Esto niega totalmente la posibilidad de un
suicidio.
En segundo lugar, porque los proyectiles hallados en el cadáver de
Allende eran de 9 mm,, un calibre diferente al que usa el AK-47. Sin
embargo, se sabe que Patricio de la Guardia usualmente portaba una sub-ametralladora
UZI, que dispara balas 9 mm.
Algunos de los presentes en La Moneda niegan que Patricio de la Guardia
estuviese allí cuando murió el Presidente. Pero otros aseguran que ambos
hermanos de la Guardia, Tony y Patricio, estaban allí cuando murió
Allende. De hecho, ha comenzado a rodar una especie de teoría
conspiratoria en la que se alega que el resto de las fotos que tomó el
fotógrafo se hicieron desaparecer porque en algunas de ellas aparecía
Patricio de la Guardia.
En una entrevista realizada algo después, Vivés abundó sobre el tema.
Según Vives, varias semanas después del golpe, se hallaba en el bar Las
Cañas, del Hotel Habana Libre (antiguo Havana Hilton), donde se encontró
con Patricio de la Guardia y el jefe de la escolta de Fidel, conocido como
“el Chino”. Durante la conversación, el Chino le preguntó a Patricio
cómo se habían comportado los hombres de la escolta de Allende que él
[el Chino] había entrenado. Vivés asegura que la respuesta de Patricio
fue tajante: “Le me metí un ramalazo y lo maté por pendejo. Abajo tuve
que matar a un periodista que se apodaba “el Perro”.
Por supuesto, que aunque no se debe descartar de antemano, no sería
prudente confiar a ciegas en la información suministrada por un ex-agente
de un servicio inteligencia que se haya vuelto en contra de sus
empleadores. El supuesto ex-agente pudiera ser en realidad un agente de
desinformación, todavía al servicio de sus antiguos amos, o simplemente
un oportunista que exagera o inventa información para acrecentar su valor
como fuente.
Vale aclarar que lo anterior no es sólo aplicable a Vivés, sino a
cualquier otro ex-agente de un servicio de inteligencia que haya roto con
sus antiguos empleadores y desertado. Sin embargo, basándome en información
que he leído en otros de sus artículos y en su libro Los amos de Cuba, a
mí en particular Vivés me parece una fuente de información digna de crédito.
Pero, para ser imparcial, al final de este artículo, después de que haya
presentado la evidencia, haré un análisis exhaustivo de esta información.
Para ello le voy a aplicar el sistema convencional que, con ligeras
variantes, usan los analistas de inteligencia en todo el mundo para
determinar el valor de toda información.
Por el momento, tan sólo pido al lector que acepte tentativamente la
información suministrada por Vivés, si no como probable o cierta, al
menos como posible
Por otra parte, lo único que explica que Castro no haya fusilado a
Patricio de la Guardia cuando fusiló a su hermano Tony, es que Patricio
posea información que, si se divulgara, sería altamente perjudicial para
Castro. De hecho, cuando leí la primera información sobre el libro El
Magnífico de Vivés, en el que se mencionaba lo de Patricio, recuerdo que
llamé a un amigo y le dije que ahora me explicaba la razón por la cual
Castro no había fusilado a Patricio. Poco después, durante una
entrevista, Vivés abundó en el tema, y menciono lo de los documentos de
Patricio en un banco de Panamá, lo que confirmó mis sospechas.
El hecho de que yo haya sospechado la estrategia de Patricio que le salvó
la vida, se debe a que esa es una práctica común entre los oficiales de
los servicios de inteligencia -- al menos los inteligentes.
Todo oficial de inteligencia descubre, tarde o temprano, que trabaja para
una organización corrupta, cuyo único fin es el beneficio material y la
supervivencia de sus líderes. Cuando se dan cuenta de esto, los oficiales
de inteligencia inteligentes se preparan para sobrevivir a una traición
proveniente de su propia organización y ponen a buen recaudo documentos
comprometedores que, en caso de emergencia, puedan usar en contra de sus
empleadores. Estos son por lo general los oficiales de inteligencia que
logran retirarse y mueren en su lecho. Muchos de los que no lo hacen
sufren las consecuencias, algunos pagando con sus propias vidas. Si este
es el caso, Patricio ha demostrado ser mucho más inteligente que su
hermano gemelo Tony.
En todo crimen, lo primero que hace un investigador es comprobar si el
supuesto autor del mismo tenía el motivo, la habilidad, los medios, y la
oportunidad para cometerlo, así como que era reincidente; es decir, si
tiene la tendencia a cometer ese tipo de crimen en particular.
Un somero análisis de los hechos demuestra que Fidel Castro tenía el
motivo. Son muchos los que afirman que el triunfo de Allende echaba por
tierra la teoría castrista de la lucha armada como única vía para
implementar el socialismo en un país de América Latina. Por
consiguiente, Castro tenía motivos sobrados para descarrilar el proceso
democrático en Chile y deshacerse de Allende. Además, y esto es muy
importante, como veremos más adelante, Castro debe haberse sentido muy
ofendido cuando, a sus ojos, Allende lo humilló.
Castro también tenía la habilidad, es decir, era diestro en asesinatos
políticos. Desde que ingresó a la Universidad de La Habana, se sumó a
los grupos gangsteriles que por esa época pululaban. Allí Castro
descubrió que existía una vía rápida de deshacerse de sus enemigos.
También Castro poseía los medios. En los meses posteriores a la toma del
poder por Allende, Castro logró infiltrar en Chile a miles de sus
agentes, muchos de ellos miembros de sus fuerzas especiales. Algunos de
estos agente terminaron engrosando las filas del GAP (Grupo de Amigos del
Presidente). Por las valijas diplomáticas que enviaba a la embajada de
Cuba en Santiago, Castro logró ilegalmente introducir al país miles de
armas y municiones de varios tipos.
Castro también tuvo la oportunidad para cometer el asesinato de Allende.
Esta oportunidad se la proporcionó el propio golpe militar. El caos
imperante en La Moneda en los momentos en que los atacantes se disponían
al asalto final creó las condiciones propicias para cometer el asesinato
de Allende y encubrirlo tras una falsa muerte en combate o un falso
suicidio.
Pero Castro no sólo tenía el motivo, la habilidad, los medios y la
oportunidad, sino que también era reincidente, es decir, tenía una
fuerte tendencia a cometer ese tipo particular de crimen, el magnicidio.
Existe abundante evidencia en el dominio público de que Fidel Castro ha
participado activamente en el planeamiento y ejecución del asesinato de más
de una docena de jefes de estado -- algunos de ellos exitosos. Más aún,
tal parece que asesinar jefes de estado es una de las obsesiones que han
caracterizado la vida de Fidel Castro desde muy temprana edad.
El
Magnicida Caribeño
Desde que ingresó a la Universidad de La Habana para estudiar la carrera
de Derecho, Fidel Castro demostró una gran habilidad en la eliminación
de sus enemigos políticos.
El primero que asesinó por la espalda en, 1947, fue Leonel Gómez, su
rival en las elecciones para presidente de la Facultad de Derecho. En
1948, participó en el asesinato de Manolo Castro. Ese mismo año asesinó
a Oscar Fernández Caral, sargento de la policía universitaria. En 1949
asesinó a Justo Fuentes y a Miguel Sáez.
Pero si Castro demostró ser hábil eliminando a sus enemigos, lo ha sido
aún más deshaciéndose de sus amigos cuando dejan de serle útiles.
Entre los que perdieron sus vidas debido a Fidel Castro están: Frank País,
líder principal del Movimiento 26 de Julio; Comandante Camilo Cienfuegos,
primera figura en importancia en el Ejército Rebelde; Rafael del Pino
Siero, su amigo de juventud; Osvaldo Sánchez, líder del Partido
Comunista tradicional; Comandante Manuel Piñeiro “Barbarroja”, Jefe
del Departamento América de los servicios de inteligencia; Comandante René
Rodríguez, Director del Instituto de Amistad con los Pueblos; Comandante
Arnaldo Ochoa, héroe de la guerra en Angola; Coronel Antonio “Tony”
de la Guardia, su hombre de confianza y asesino personal; Comandante José
Abrahantes, ex-Director de los servicios de inteligencia, y muchos más,
incluyendo “Che” Guevara, que harían esta lista interminable.
Sin embargo, en lo que Fidel Castro más se ha destacado en su larga
carrera criminal es en asesinar jefes de estado.
Es posible, y su vida ulterior parece confirmarlo, que los preceptores
jesuitas familiarizaran a su alumno predilecto con la Teología del padre
L’Amy, en la que se expone el principio por el que la Orden concede a
sus miembros el derecho de eliminar físicamente a sus adversarios. También
es probable que, como alumno de los jesuitas en el Colegio de Belén en La
Habana, el joven Fidel haya escuchado de boca de sus preceptores de la
Compañía el principio de la legitimidad del asesinato de los tiranos, así
como de “cometer, sin pecado, actos considerados criminales por las
masas ignorantes.”
Prueba de lo anterior es que, en su apasionada autodefensa durante el
juicio por el ataque al cuartel Moncada, Castro mencionó la teoría del
jesuita español Juan Mariana, quien, en su libro De Rege et Regis
Institutione, comenta que cuando un gobernante usurpa el poder, aún si ha
sido electo democráticamente, pero gobierna en forma tiránica, es lícito
que un ciudadano ejerza el tiranicidio, ya sea directa o indirectamente,
usando un subterfugio.
A pesar de que algunos de los preceptores jesuitas de Castro aún profesan
una gran admiración por su ex-alumno, sería injusto culparlos totalmente
por la conducta ulterior de éste. No obstante, por alguna razón
desconocida, asesinar jefes de estado se convirtió en una de las muchas
obsesiones de Fidel Castro, que comenzó a llevar a cabo desde muy joven.
El propio Hugh Thomas se percató del aparente deseo de Castro de
perpetuar “una tradición estudiantil de tiranicidio.”
Desafortunadamente, como expondré a continuación, el profundo odio de
Castro hacia presidentes democráticamente electos se sobrepuso a
cualquier impulso tiranicida que hubiese tenido.
Veamos.
En 1947, cuando tenía tan sólo 21 años, Castro se unió a un grupo de
estudiantes universitarios que visitaban al Presidente Ramón Grau San
Martín en el Palacio Presidencial. Grau era un político que había sido
democráticamente electo por el voto popular. Durante la visita, el
Presidente y los estudiantes se acercaron a uno de los grandes ventanales
del segundo piso del Palacio. En ese momento Castro le sugirió a uno de
ellos que asesinaran al Presidente. “Tengo la fórmula,” le susurró,
“para tomar el poder ahora mismo y deshacernos para siempre de este hijo
de puta. Lo agarramos y lo tiramos por el balcón. Cuando esté muerto, le
hablaremos al pueblo por la radio y proclamaremos el triunfo de la
revolución estudiantil.”
En el verano de ese mismo año, Castro se unió a un grupo de aventureros
que planeaban invadir la República Dominicana, asesinar al presidente
Rafael L. Trujillo, y dar un golpe de estado para tomar el poder. Castro
participó en el entrenamiento militar, que se llevó a cabo en Cayo
Confites, un pequeño islote al norte de la provincia de Oriente. Pero las
autoridades descubrieron el complot y arrestaron a la mayoría de los
participantes. Castro logró escapar.
En Abril de 1948, durante la celebración de la Novena Conferencia
Panamericana, estallaron en Colombia unos violentos disturbios que
destruyeron gran parte de la ciudad de Bogotá y causaron más de 5,000
muertos y miles de heridos. Fidel Castro, que se hallaba de visita en la
ciudad, se unió a la turba. Testigos presenciales afirman que, poco después
de las 4 de la tarde de ese día, vieron a Castro al frente de una turba
que gritaba “A palacio”. Según los testigos Castro portaba un rifle y
gritaba histéricamente que iban al palacio a matar al presidente
colombiano Mariano Ospina Pérez.
En Agosto de 1951, el ataúd que contenía los restos mortales del líder
populista cubano Eduardo “Eddy” Chibás fueron conducidos a la
Universidad de La Habana para que los estudiantes le rindieran homenaje.
José Pardo Llada, a la sazón amigo de Castro, cuenta que Fidel se le
acercó y le dijo, “Pepe, llevemos el muerto a Palacio y tomemos el
poder. Tú serás el Presidente y yo el Jefe del Ejército.” El
Presidente de Cuba en ese momento era Carlos Prío Socarrás, electo por
el voto popular.
Pardo Llada no menciona si Castro le dijo cómo pensaba deshacerse del
Presidente Prío, pero un incidente ocurrido anteriormente tal vez nos dé
una idea de lo que Fidel tenía en mente.
En 1949, mientras Castro hacía los preparativos para un viaje que pensaba
hacer a los Estados Unidos, visitaba casi diariamente el apartamento de su
amigo Max Lesnick, situado en la calle Morro, muy cerca del Palacio
Presidencial. Lesnick le contó a Tad Szulck que un día, mientras miraba
desde el balcón hacia el Palacio, Fidel tomó una escoba y, apuntándola
como si fuese un rifle, le dijo a la abuela de Lesnick: “Mire, si Prío
sale a la terraza del Palacio a echar un discurso, lo mato desde aquí con
una sola bala de un rifle con mira telescópica . . .”
En Marzo de 1953 Fidel Castro y un grupo de conspiradores se confabularon
para asesinar al Presidente Fulgencio Batista. La oportunidad se les
presentó cuando Batista decidió asistir a una reunión de veteranos de
la Guerra de Independencia, que se celebraría en el mes de Julio en
Santiago de Cuba, en la provincia de Oriente. Castro y algunos de los
conspiradores obtuvieron documentación falsa, uniformes del ejército, y
placas de auto oficiales y viajaron a Santiago para hacerle un atentado a
Batista. Pero al parecer Batista sospechó que algo andaba mal, y canceló
la visita. La policía tuvo sospechas de que Castro tramaba algo y lo
detuvo. Pero poco después lo dejaron en libertad por falta de pruebas.
Existen rumores de que el ataque al Cuartel Moncada, que Castro y su grupo
realizaron unos meses después, el 26 de Julio de 1953, iba a coincidir
con una visita que Batista iba a hacer al cuartel. Pero de nuevo Batista
canceló la visita en el último momento. Puede que los rumores tengan
algo de cierto, porque la estratagema que Castro y sus hombres usaron para
que los guardas abrieran la puerta de entrada fue gritar: “¡Abran la
puerta. Llegó el General [Batista]!”
La obsesión de Castro por asesinar presidentes no terminó cuando tomó
el poder en Cuba en 1959. El 26 de Abril de ese mismo año, Castro infiltró
en Panamá un grupo de 84 cubanos y panameños residentes en Cuba. El
objetivo de este grupo era asesinar al presidente Ernesto de la Guardia y
encender la chispa de una revolución en ese país. Pero las fuerzas
militares panameñas neutralizaron la fuerza invasora pocas horas después
de haber desembarcado.
Poco después de la frustrada aventura panameña, otro grupo militar partió
secretamente de Cuba el primero de Junio de 1959 con destino a Costa Rica,
desde donde pensaban infiltrarse en Nicaragua para ultimar al
presidente/dictador Luis Somoza, enemigo jurado de Castro. La invasión
fracasó y, por supuesto, Castro negó su participación en la misma.
Menos de dos semanas más tarde, el 14 de Junio de 1959, Castro envió un
grupo similar a la República Dominicana, con la misión de asesinar al
Presidente Rafael L. Trujillo. La animadversión de Castro hacia el
dictador dominicano se remontaba a sus días en la Universidad de La
Habana, cuando, en 1947, se unió a un grupo de cubanos que se entrenaba
en Cayo Confites para invadir la República Dominicana y asesinar a
Trujillo.
Ambas operaciones, en Nicaragua y la República Dominicana fracasaron, y
Castro se apresuró a negar que él personalmente las hubiese ordenado.
Pero, dada su afinidad por tal tipo de hechos, todo indica que fue Castro
quien las ordenó.
Tan sólo un par de meses más tarde, a mediados de Agosto de 1959, Castro
envió una grupo militar a Haití. Su misión consistía en asesinar a
François “Papa Doc” Duvalier, el dictador haitiano. El grupo se
componía de 30 cubanos, había sido organizado por Che Guevara, y lo
comandaba un argelino que había luchado en las fuerzas de Castro en la
Sierra Maestra. Pero, tal como había sucedido con las operaciones contra
Panamá y República Dominicana, esta también resultó en un desastre, y
la mayoría de los atacantes perecieron. Castro nunca respondió a las
acusaciones del gobierno de Duvalier de su complicidad en la operación.
En 1962, Castro intentó asesinar al presidente democráticamente electo
de Panamá, Roberto Chiari. Según un informe del FBI, fechado el 25 de
Octubre de 1962, Humberto Rodríguez Díaz, uno de los asesinos enviado
por Castro, en complicidad con un ex-embajador cubano en Panamá, trató
de atentar contra la vida del Presidente panameño.
El próximo año, en la primavera de 1963, Castro envió varias toneladas
de armas y municiones a un grupo revolucionario, para que asesinaran al
presidente de Venezuela Rómulo Betancourt. La obsesión de Castro con
asesinar al Presidente Betancourt, quien inicialmente lo apoyaba, ha sido
ampliamente documentada.
Ese mismo año, los periódicos colombianos publicaron reportajes
informando que los aviones que habían transportado a un grupo de asesinos
desde Cuba a la península de La Guajira, en Colombia, habían sido
proporcionados por Fidel Castro. La misión de este grupo era asesinar al
presidente León Valencia y derrocar su gobierno. Esta información fue
corroborada el 17 de Octubre de 1963 por el propio Presidente Valencia, en
una nota que envió a todas las misiones diplomáticas en Bogotá en la
que acusaba a Castro de ser responsable por la operación.
Unos pocos meses después, el 26 de Febrero de 1964, un nuevo complot fue
descubierto con motivo de la visita que Valencia pensaba hacer a Cali. El
próximo año, Valencia señaló a Castro como el instigador de ambos
intentos de asesinato.
En Julio de 1979, el dictador nicaragüense Luis Somoza fue derrocado por
efectivos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que contaba con
el apoyo de Castro, y escapó del país para convertirse en un exiliado
político en el Paraguay. Unos pocos meses después Somoza y sus
guardaespaldas fueron asesinados en una calle de Asunción por un grupo
Sandinista que usó ametralladoras y bazucas. Algunos miembros de la
inteligencia castrista se jactaron públicamente de que el equipo de
asesinos había sido entrenado en Cuba.
En el documental “Fidel”, dirigido por Estela Bravo, Castro cuenta una
anécdota sobre lo que sucedió cuando en 1963 hizo una visita a la Unión
Soviética invitado por Nikita Jrushchov. El Premier soviético deseaba
limar asperezas con Castro después de los sucesos de la crisis de los
cohetes de 1962, en los que había llegado a un acuerdo con el Presidente
Kennedy a espaldas de Castro.
Según Castro, Jrushchov lo invitó a ir de cacería y, durante ésta, un
animal saltó a pocos metros enfrente del Premier Soviético y Castro le
disparó con su escopeta. Los proyectiles cruzaron peligrosamente cerca de
la cara de Jrushchov. “¿Y sabe lo que me pasó por la mente en ese
momento?”, le pregunta Castro en el documental a su interlocutora, “¿Qué
pasa si en una cacería, en un accidente de estos, yo le doy un tiro a
Jrushchov?”
El sólo hecho de que Castro haya recordado tan vívidamente el hecho, y
que lo haya contado con lujo de detalles, incluyendo lo que pensó, indica
que tiene una mente patológicamente enrevesada. Pero, conociendo a Castro
y su afinidad por tal tipo de crimen, lo más probable es que en realidad
lo que le haya pasado por la mente fue asesinar a Nikita Jrushchov quien,
según Castro, lo había traicionado y humillado durante la crisis de los
cohetes.
Todo indica que Jrushchov nunca se percató de lo cerca que estuvo de ser
una víctima más en la larga lista de jefes de estado asesinados por el
magnicida caribeño.
Aunque la mayoría de los iniciales intentos magnicidas de Castro
fracasaron, sería erróneo pensar que tan sólo fueron elucubraciones
producto de una afiebrada mente juvenil. Por el contrario, Fidel Castro ha
tenido una larga experiencia en la profesión de asesino, tanto directa
como indirectamente, y la evidencia indica que algunas veces ha tenido éxito
en su empeño -- no sólo en cometer el asesinato, sino en hacerlo
impunemente. La mayor prueba de su habilidad en ese campo probablemente
sea el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy.
Fidel
Castro, ¿asesino de Kennedy?
Poco antes de asumir la presidencia en 1963, el presidente Lyndon Baynes
Johnson descubrió que, tal como lo expresó gráficamente con gran
disgusto, “Habíamos estado operando un Murder Inc. en el Caribe.” Según
lo que le contó a algunos amigos cercanos, Johnson sospechaba que el
asesinato de Kennedy había sido llevado a cabo por Castro como venganza.
Johnson sospechaba que el asesino del presidente John F. Kennedy había
sido “influido o dirigido” por Fidel Castro, y sus sospechas crecieron
con el tiempo. Unos pocos años después del asesinato de Kennedy, Johnson
le confesó a su amigo Howard K. Smith, “Te voy a decir algo que te hará
tambalear: Kennedy estaba tratando de asesinar a Castro, pero Castro lo
asesinó a él primero.”
Parece que Robert Kennedy, el hermano del Presidente, albergaba sospechas
similares. Cuando en Enero de 1971 el periodista Jack Anderson reportó la
historia de los planes de los hermanos Kennedy para asesinar a Fidel
Castro, también reportó que Robert Kennedy había quedado devastado
emocionalmente después de la muerte de su hermano. Robert creía que sus
intentos de asesinar a Castro habían provocado el asesinato de su
hermano.
Pero el President Johnson y Robert Kennedy no eran los únicos que
albergaban sospechas sobre la participación de Castro en el asesinato del
Presidente Kennedy. Otro que tenía las mismas sospechas era el juez del
Tribunal Supremo Earl Warren. Warren le contó en privado a unos amigos
que “uno de los principales sospechosos” en el asesinato de Kennedy
era Fidel Castro.
También tenía las mismas sospechas el ex-embajador norteamericano en México
Thomas Mann. Según lo expresó,
Castro
es el tipo de persona que se vengaría de esta forma. El es el tipo de
extremista que reacciona emocional en vez de intelectualmente, y sin
preocuparse mucho por los riesgos. La historia de su vida lo demuestra.
El
Senador Robert Morgan, miembro del Comité Senatorial de Inteligencia
(también llamado “Church Committee”), fue aún más categórico. No sólo
tenía sospechas, sino que estaba totalmente convencido de Castro había
sido el asesino del Presidente Kennedy. Según afirmó, “No me cabe la
menor duda de que Fidel Castro, o alguien siguiendo sus órdenes, asesinó
a John F. Kennedy como venganza por nuestros intentos de asesinarlo a él.”
El Presidente Johnson y el resto de los que, como él, tenían sospechas
del papel de Castro en el asesinato de Kennedy tal vez no estaban lejos de
la verdad, porque Castro tenía sobradas razones para vengarse. El mismo día
que Kennedy fue asesinado en Dallas, Desmond Fitzgerald, un alto oficial
de inteligencia de la CIA y amigo personal del Fiscal General Robert
Kennedy, sostuvo una entrevista secreta con Rolando Cubela para planear el
asesinato de Fidel Castro.
Tal como sus colaboradores cercanos pueden atestiguar, Castro es una
persona muy vengativa. Nunca perdona una ofensa, real o imaginaria, en
particular cuando cree que alguien lo ha humillado. Y no cabe duda de que
Castro se sintió muy humillado con el resultado de la crisis de los
cohetes de 1962. Algunos testigos presenciales han narrado con lujo de
detalles la perreta que cogió cuando le dieron la noticia de que
Jrushchov y Kennedy habían resuelto la crisis a sus espaldas, ignorándolo
por completo. Según contó Che Guevara, Castro pateó una pared con tal
fuerza que el impacto desprendió un espejo que se rompió en mil pedazos.
Yo mismo fui testigo presencial de una de las explosiones de ira de Castro
cuando, pocos días después de terminada la crisis, nos dijo a un grupo
de estudiantes en la Universidad de La Habana que Nikita Jrushchov era
“un maricón”, y John F. Kennedy “un millonario comemierda y un hijo
de puta”.
En honor a la verdad, Castro tenía razones suficientes para sentirse
humillado. Theodor Sorensen señaló que algunas de las medidas que los
asesores del Ex-Comm le sugirieron a Kennedy que tomara durante la crisis,
tales como los vuelos de reconocimiento a baja altura sobre Cuba, no sólo
tenían por objetivo un mejor reconocimiento aéreo, sino también
hostigar y humillar a Castro.
No voy a adentrarme aquí en una explicación detallada, que sería
demasiado larga, de los indicios que apuntan hacia Fidel Castro como partícipe
en el asesinato de John F, Kennedy. Baste decir que ya hay autores que han
señalado esa posibilidad y brindado pruebas. Véase, por ejemplo, el
libro de Gus Russo Live by the Sword, el documental de Wilfried Huismann
Rendezvous with Death, y mi propio libro The Secret Fidel Castro, en el
que dedico todo un capítulo a ese tema.
Pero, como verán más adelante, en mi caso he avanzado un paso más, y
ahora estoy convencido de que tanto el asesinato de Kennedy, como el Gaitán
y el de Allende, fueron operaciones conjuntas ejecutadas por Castro y la
CIA siguiendo órdenes de los banqueros de Wall Street.
La
evaluación de la información
Después de leer los argumentos expuestos más arriba, sólo cabe una
pregunta: ¿Fue Castro el autor intelectual del asesinato de Salvador
Allende? ¿Es cierto lo que afirma Juan Vivés de que Fidel Castro ordenó
el asesinato del Presidente de Chile?
La mayor dificultad en llegar a una conclusión reside en que Vivés no
fue testigo presencial de los hechos, y lo que afirma lo oyó de segunda
mano. Además, Vivés es un ex-agente de inteligencia, y éstos son
siempre considerados como fuentes cuestionables. La razón de esto se debe
a que, en primer lugar, siempre existe la duda de si la ruptura con su
servicio de inteligencia fue verdadera o falsa. En segundo lugar, porque
los ex-agentes de inteligencia en el exilio, en un esfuerzo por
sobrevalorarse, tienden a exagerar sus conocimientos sobre los hechos.
En el campo de la inteligencia y el espionaje, inteligencia es por
definición “información que ha sido evaluada y validada”. Pero esta
información es casi siempre fragmentaria, casi nunca totalmente
documentada, y, por tanto, imposible de validar directamente. Por ejemplo,
una prueba irrefutable de que Vivés dice la verdad sería obtener los
documentos que, según él, Patricio de la Guardia mantiene secretos en la
caja de seguridad de un banco. Pero esto es casi imposible que ocurra, al
menos mientras Castro esté vivo.
Lo anterior podría llevarnos a pensar que, como en Rashomon, es
imposible dilucidar quién dice la verdad. Sin embargo, a pesar de la
carencia de pruebas directas documentales, existen otros métodos que
permiten evaluar la información en forma indirecta. Confrontados con
casos similares, los servicios de inteligencia han creado metodologías
que permiten determinar la probabilidad de que determinada información
sea cierta con un alto porcentaje de éxito. Esta evaluación de la
información se clasifica con un sistema convencional de letras y números.
A continuación usaré al sistema usado por la CIA, pero los sistemas
empleados por la KGB, Mossad, MI6 y otros servicios de inteligencia son
muy similares.
Evaluación
de la Información
|
Confiabilidad
de la fuente
|
Certeza
de la información
|
A.
Altamente confiable
|
1.
Altamente cierta (Confirmada por otras fuentes altamente
confiables)
|
B.
Generalmente confiable
|
2.
Probablemente cierta (Concuerda con otras informaciones de
certeza verificada)
|
C.
Algo confiable
|
3.
Posiblemente cierta
|
D.
Poco confiable
|
4.
Dudosa.
|
C.
Imposible de determinar
|
5.
Imposible de determinar
|
Como
se puede apreciar, la evaluación de la información tiene que ver tanto
con la confiabilidad de la fuente que provee la información, como con la
información en sí misma, es decir, su credibilidad -- un proceso que
incluye el contrastar la nueva información con información existente ya
validada. Estos dos aspectos están íntimamente ligados, y no pueden
separarse el uno del otro.
Sin embargo, hay de destacar que ambas evaluaciones son independientes una
de otra, y se denotan mediante un sistema de letras y números similar al
indicado más arriba. De modo que, según este sistema, una información
considerada posiblemente cierta proveniente de una fuente poco confiable
se denotaría como “D3”.
Por otra parte, no hay que olvidar que, a pesar de todos los intentos de
objetivizar el sistema, las personas que analizan una información,
incluso los analistas de inteligencia, tienden a creer lo que de antemano
sospechan sea cierto. Por tanto, este elemento subjetivo distorsionador de
la realidad siempre estará presente en toda evaluación de la información.
Veamos a qué resultado llegaría un analista de inteligencia si aplicara
este sistema a la evaluación de la información suministrada por Vivés
de que el General Patricio de la Guardia ultimó al presidente de Chile,
Salvador Allende.
En mi caso, después de haber leído algunos artículos de Vivés, además
de su libro Los amos de Cuba, considero que Vivés es una fuente
generalmente confiable, o sea, una B. Sin embargo, para evitar cualquier
tipo de prejuicio personal positivo hacia Vivés, le voy a dar tan sólo
una C, o sea, una fuente algo confiable.
Otro elemento que le añade credibilidad a lo expresado por Vivés es que,
poco después de haber hecho sus declaraciones sobre lo de Patricio de la
Guardia, varios presuntos agentes de influencia castristas en el exilio se
dieron al unísono a la tarea de desacreditar a Vivés, tildándolo de
cuentista, mentiroso, etc. El hecho de que los servicios de inteligencia
castrista se hayan arriesgado a “quemar” a algunos de sus agentes en
el exilio para restarle veracidad a las declaraciones de Vivés indica la
magnitud del daño que estas declaraciones les producían. Si la información
aportada por Vivés hubiera sido falsa, lo más probable es que el
gobierno de Castro la hubiese negado rotundamente, aportando pruebas sólidas.
Sin embargo el gobierno castrista no sólo no refutó las acusaciones de
Vivés, sino que puso en acción a sus agentes para desacreditar la
fuente.
Ahora pasaremos al análisis de la información en sí misma. Como vimos más
arriba, Castro no sólo tuvo el motivo, la habilidad, los medios, y la
oportunidad para cometer ese crimen, sino que también tiene una
extraordinaria tendencia a cometer tal tipo de crimen, pues ya los había
cometido con anterioridad y los ha seguido cometiendo después de la
muerte de Allende.
Más aún, también hay que recordar que, tal como expuse más arriba, la
información de que Patricio de la Guardia asesinó a Allende ha sido
confirmada por Dariel “Benigno” Alarcón, una fuente considerada
generalmente confiable.
También existen otras informaciones confirmadas que apuntan hacia Castro
como el autor intelectual del asesinato de Allende a manos de Patricio de
la Guardia.
Es sabido que los fusilamientos del General Arnaldo Ochoa y el coronel
Antonio “Tony” de la Guardia no tuvieron absolutamente nada que ver
con los motivos alegados de que estaban involucrados en el tráfico de
drogas a espaldas de Castro. En Cuba es muy difícil, si no imposible,
hacer algode esa envergadura a espaldas de Castro. El motivo principal por
el que Castro quería deshacerse de ellos era porque sabían demasiado.
Por tanto, no tiene lógica que Castro le haya perdonado la vida a
Patricio y haya fusilado a su hermano Tony. Lo único que lo explica es
que Patricio haya puesto a buen recaudo documentos comprometedores que se
revelarían en caso de su muerte prematura. Según Vives, este ha sido
precisamente el motivo por el que Patricio de la Guardía aún esté con
vida.
Más aún, si creemos más en lo que la gente hace que en lo que dice, hay
indicios de que la izquierda chilena pro-Allende también tenía sus
sospechas respecto a Castro. Me refiero al hecho de que, antes de que
Allende tomara el poder en Chile, los izquierdas chilenos pululaban en la
Isla. Algunos de ellos hasta lograron ocupar puestos de importancia en
organizaciones como el Ministerio del Comercio Exterior y la Junta Central
de Planificación.
A la muerte de Allende y el comienzo de la represión del régimen de
Pinochet, lo más lógico era que los chilenos hubiesen elegido la Cuba
castrista, con su hospitalidad y su agradable calor tropical, como el país
que mejor los habría acogido en el exilio. Sin embargo, no fue así. Los
chilenos prefirieron los fríos de Francia y otros países, incluidos los
Estados Unidos, antes que arriesgarse a sufrir el abrazo de Castro. Dos
que lo hicieron, la hija de Allende, “Tati”, y la hermana, Laura, se
suicidaron en extrañas circunstancias.
Por consiguiente, dados los hechos expuestos anteriormente, que confirman
la información brindada por Vivés directamente por fuentes confiables,
así como indirectamente, por fuertes indicios, considero que la certeza
de esta información debe ser considerada 2, es decir, probablemente
cierta, pues concuerda con otras informaciones de certeza verificada. Esto
nos daría una evaluación C-2, lo cual se considera entre los analistas
de inteligencia como un alto índice de probabilidad de que una información
sea cierta.
Finalmente,
es necesario tener en consideración lo siguiente. En primer lugar,
Patricio de la Guardia era el general al mando de la División de Tropas
Especiales del ejército de Cuba. Esta División es una especie de mini-ejército
que depende directamente de Fidel Castro.
Las aguerridas y bien equipadas Tropas Especiales no sólo son el ejército
privado de Castro y constituyen su último círculo protector, sino también
su brazo militar secreto a cargo de la subversión en todo el mundo. Un
oficial de las Tropas Especiales que hubiera tomado por sí mismo una
decisión como la de matar a Allende sin recibir una orden directa de
Fidel Castro, habría sufrido inmediatamente graves consecuencias.
Pero tenemos el hecho de que, inmediatamente después de los sucesos de La
Moneda, Patricio de la Guardia no fue detenido, ni removido de su cargo,
ni sufrido las consecuencias que le habrían acarreado cometer semejante
error. Por el contrario, tras su regreso a Cuba su prestigio y sus
privilegios se acrecentaron. Por tanto, hay que llegar a la conclusión
ineludible de que, si Patricio de la Guardia ultimó a Salvador Allende,
como cabe a todo militar disciplinado lo hizo en cumplimiento de su misión
de combate, cumpliendo órdenes expresas de su jefe superior directo,
Fidel Castro.
El
asesinato de Allende: ¿una operación conjunta Castro-CIA?
La prensa liberal e izquierdista norteamericana ha informado en gran
detalle cómo la Agencia Central de Inteligencia norteamericana conspiró
para desestabilizar el gobierno de Allende. La principal prueba que se
aporta es que los militares chilenos no habrían podido llevar a cabo el
golpe militar sin el apoyo directo de la CIA y el gobierno norteamericano.
También se menciona el llamado “período de inestabilidad” del
gobierno de la Unidad Popular entre 1970-1973, causado por una serie de
operaciones secretas de la CIA para desestabilizar el país, entre las que
se incluyen el asesinato del general Schneider y la huelga nacional de
camioneros.
En Octubre de 1972, la agrupación de camioneros declaró un paro
nacional, lo que agravó aún más los problemas de distribución. Poco
después, impulsados por la grave situación económica y el miedo a que
sus propiedades fueran nacionalizadas, muchos otros sectores de la economía
chilena se sumaron al paro. Este paro fue provocado y financiado en más
de dos millones de dólares por oficiales de la CIA en Chile, quienes
conspiraban para derrocar el gobierno de Allende. La CIA también entregó
dinero a varios periódicos opositores, principalmente a El Mercurio.
El abundante barrage propagandístico contribuyó a que el resto de la
oposición se uniera al paro, que pronto incluyó ingenieros, abogados,
dentistas, médicos, profesores, estudiantes y muchos más profesionales.
Muy pronto el país quedó virtualmente paralizado.
Algunos opositores al gobierno manifestaron frente a los cuarteles, y les
arrojaron trigo y maíz a los soldados, insinuándoles que eran gallinas
que no tenían el valor de derrocar el gobierno. Se sospecha que muchas de
estas acciones encaminadas a derribar el gobierno de Allende fueron
directamente financiadas por la CIA.
Pero, en contraste, la prensa norteamericana y latinoamericana ha
mantenido un profundo silencio sobre los esfuerzos de Castro con el mismo
fin. En realidad, la desestabilización del gobierno del Presidente
Allende no comenzó con el llamado “período de inestabilidad”, sino
mucho antes, cuando Allende vaciló en seguir los consejos de Castro de
darse a sí mismo un golpe de estado y transformar la democracia chilena
por la vía violenta en una dictadura totalitaria tipo castrista.
Fue entonces cuando Castro comenzó a enviar en secreto grandes cantidades
de armamentos a los grupos radicales izquierdistas chilenos. Colaboradores
cercanos a Castro han contado sus explosiones de ira y sus comentarios
despectivos sobre Allende. El ex-oficial de la inteligencia castrista
Jorge Masetti ha informado en detalle sobre el desprecio que Castro sentía
por Allende. Según Castro, Allende no duraría mucho en el poder, porque
era un cobarde.
Lo anterior no significa que fuera Castro, no la CIA, el único
responsable por el derrocamiento del democráticamente electo presidente
de Chile. Por el contrario, todo indica que el derrocamiento de Allende
fue una operación conjunta Castro-CIA -- que no fue ni la primera ni la
última.
La prensa liberal norteamericana no le ha informado esto al público
porque, tal como corresponde a la imagen implantada en el cerebro de los
norteamericanos por los lavadores de cerebro de la prensa al servicio de
los banqueros de Wall Street, tanto Allende como Castro han sido víctimas
de la malvada CIA -- a la que siempre usan como chivo expiatorio. La
noticia de que tanto la CIA como Castro han sido socios cercanos por mucho
tiempo en el negocio del asesinato político destruiría este mito
cuidadosamente elaborado.
Como dato interesante es bueno señalar que, a pesar de que el gobierno
norteamericano generalmente culpa a la CIA por sus “errores”, nunca un
alto funcionario de la CIA ha sido castigado, y mucho menos despedido. La
única excepción a la regla ocurrió cuando el Presidente Kennedy despidió
a Allen Dulles por el “fracaso” de la invasión de Bahía de Cochinos,
pero ya sabemos cómo pagó el Presidente por su error.
Lo anterior explica la razón por la cual la CIA, que ha demostrado una
extraordinaria eficiencia en asesinar líderes políticos en el extranjero
-- y también en los propios Estados Unidos -- ha sido sido tan
incompetente en sus esfuerzos por asesinar a Castro.
Desafortunadamente, tanto Castro como la CIA han encontrado aliados a su
conspiración de silencio entre quienes debía ser sus más acérrimos
enemigos. Enfrentados con la posibilidad de que el presidente Allende no
se suicidó, sino que fue ultimado por un agente castrista, los
izquierdistas del mundo, incluídos los chilenos, han adoptados dos
posturas diferentes: ignorar el hecho, o inventar una excusa plausible.
La teoría de la excusa es más o menos esta: Castro ordenó el asesinato
de Allende, pero lo hizo por motivos nobles. Castro no quería que Allende
pasara a la historia como un cobarde que se entregó a las tropas
golpistas, o que se suicidó porque no tuvo la valentía de enfrentarlos
con las armas en la mano. De modo que Castro ordenó a su agente Patricio
de la Guardia que, caso de que viera a Allende titubear, lo ultimara, para
que pasara la historia, si nó como un héroe, al menos como un mártir;
como un símbolo de la lucha antiimperialista mundial.
Pero existe abundante información que apunta hacia una explicación
totalmente diferente. Según esta nueva evaluación de los hechos, los
motivos de Castro fueron bien lejos de ser nobles y no fueron totalmente
motivados por rencillas personales. Castro no trató de salvar la memoria
de Allende para la posteridad, sino que, como acostumbra a hacer con sus
amigos, cometió una vil traición.
Todo indica que, que los asesinatos de Salvador Allende y de John F.
Kennedy, así como la captura y muerte de Che Guevara en Bolivia, han sido
operaciones conjuntas Castro-CIA. Pero la CIA no es sino el brazo armado
de los banqueros de Wall Street y las corporaciones transnacionales. De
modo que lo más probable es que las órdenes de asesinar a Kennedy, a
Guevara, y a Allende hayan partido de la Pratt House en Manhattan, sede
del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), la organización donde reside
la jefatura central de los banqueros.
Fidel
Castro, ¿agente de la CIA?
En los últimos meses han aumentado en la internet los artículos y
comentarios en los blogs, en los que se comenta la posibilidad de que
Fidel Castro en realidad sea un agente de la CIA. En uno de los más
recientes aparece una serie de preguntas sobre cosas inexplicables en la
conducta de Fidel Castro y de sus supuestos enemigos, que sólo podrían
explicarse si Fidel Castro en realidad no fuera quien dice ser. La
conclusión del autor: Fidel Castro tiene que ser un agente al servicio de
la CIA.
Sin embargo, los artículos contienen una serie de inexactitudes que es
preciso señalar. Esto no implica una crítica a los autores de estos artículos,
que esencialmente apuntan a la respuesta correcta. Por el contrario, yo
mismo, que por muchos años me consideré pionero en la formulación de
esa teoría (Véase mi libro Historia herética de la revolución
fidelista, publicado en 1986 y mi largo artículo “Fidel Castro
Supermole”, publicado en la Internet inicialmente en 1995, así como mi
libro The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol, donde
también menciono el tema), al igual que los autores de estos artículos,
también cometí el error de pensar que Fidel Castro no sólo había sido
reclutado por la CIA, sino que también había estado trabajando para los
norteamericanos todo este tiempo -- lo cual es verdad hasta cierto punto,
pero no toda la verdad. La causa del error reside en que, para poder
entender a cabalidad la relación Castro-CIA hay que conocer mejor a esta
última.
Contrariamente a lo que piensa la mayoría de la gente, la CIA nunca ha
sido una organización al servicio de los intereses del pueblo
norteamericano, sino de los banqueros de Wall Street y los magnates
petroleros que la crearon -- todos ellos nucleados alrededor de una
organización llamada Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign
Relations, CFR). Esto explica el por qué tanto los éxitos como los
llamados "fracasos" de la CIA, siempre han redundado en
beneficio de sus verdaderos amos.
En estos momentos existe abundante evidencia testimonial y circunstancial
que indica que los verdaderos amos de la CIA reclutaron a Fidel Castro a
través de su recién creada Agencia a comienzos del 1948 y lo enviaron a
Bogotá, Colombia como agente provocador en una misión importante. El
reclutamiento se llevó a cabo en la residencia de Mario Lazo, un abogado
cubano educado en los E.U., que tenía estrechos nexos con la embajada
norteamericana en Cuba.
La
misión de Castro consistía en asesinar al líder populista y candidato
presidencial Jorge Eliécer Gaitán y participar en los disturbios luego
conocidos como el Bogotazo. Estos violentos disturbios comenzaron al
mediodía del 9 de Abril, poco después del asesinato de Gaitán por Juan
Roa Sierra, un pobre diablo perturbado de sus facultades mentales -- o tal
vez un ejemplo temprano de “candidato de la Manchuria”, predecesor de
Oswald y de Sirham.
Por tanto, no fue una coincidencia que Fidel Castro y su amigo Rafael del
Pino Siero, se hallaran de visita en Bogotá desde comienzos de Abril con
el pretexto de asistir a una reunión internacional de estudiantes. Los
gastos del viaje habían sido pagados por Juan Domingo Perón, el
presidente argentino. Perón era amigo personal de Allen Dulles, y tuvo un
papel importante en dar refugio a nazis que escaparon de Alemania a la caída
del nazismo. Muchos de éstos luego fueron a dar a los Estados Unidos y
algunos de ellos, como el General Reinhard Gehlen, terminaron trabajando
para la CIA.
Castro y del Pino tenían concertada una entrevista con Gaitán para esa
misma tarde, una hora después de que fuese asesinado. En el momento en
que Gaitán fue asesinado, ambos se hallaban en un café situado casi
frente al lugar en que ocurrieron los hechos. Más aún, luego se supo que
Castro y del Pino habían estado en contacto con el asesino en varias
oportunidades.
No fue por casualidad que los disturbios coincidieran con la celebración
en Bogotá de la Novena Conferencia Panamericana que presidía el
secretario de estado norteamericano George Marshall, también miembro del
CFR y agente secreto de los banqueros. Tampoco es casualidad que muchos de
quienes estaban presentes en casa de Mario Lazo cuando Castro fue
reclutado, tales como Willard Beulac y William Pawley, también
aparecieran como por arte de magia en Bogotá cuando ocurrieron los
hechos.
También estaba allí el misterioso personaje William Wieland (también
conocido como Arturo Montenegro), quien junto con Roy Rubbotom (también
en Bogotá) luego jugara un papel importante en apuntalar a Castro en el
poder después de 1959. Ambos, Wieland y Rubbotom eran funcionarios del
Departamento de Estado, una dependencia del gobierno norteamericano que
desde comienzos del siglo pasado ya había caído bajo el control de los
banqueros.
La participación real de Castro y la CIA en el Bogotazo tal vez sea uno
de los secretos mejor guardados por los banqueros del CFR. Aunque casi
todo el mundo ha oído mencionar la participación de la CIA en los
derrocamientos de Arbenz en Guatemala y Mossadegh en Irán, dos
operaciones iniciales de la CIA en beneficio de sus amos, muy pocos
relacionan a esta agencia de inteligencia con el Bogotazo.
El Bogotazo fue en realidad una operación de guerra psicológica
perpetrada contra los pueblos norteamericano y latinoamericanos. Esta
consiste esencialmente en crear un gran peligro imaginario, para que los
amenazados acepten el verdadero peligro como un mal menor. El verdero
motivo del Bogotazo fue que, tras la desaparición de la Alemania nazi que
ellos mismos habían creado, los conspiradores del CFR necesitaban crear
un nuevo enemigo. El objetivo del Bogotazo fue implantar en las mentes de
los pueblos del continente americano el miedo al nuevo enemigo: el
comunismo soviético -- que los mismos conspiradores del CFR también habían
contribuido a crear.
De modo que, de acuerdo a lo planeado, al siguiente día de haber
comenzado los disturbios, y sin preocuparse por obtener pruebas, Marshall
culpó a los comunistas por los sucesos. Poco más tarde, los aterrados
cancilleres, que antes habían manifestado sus dudas acerca de los
objetivos de la Conferencia, firmaron sin protestar una resolución
condenando el comunismo y luego aprobaron la creación de la Organización
de Estados Americanos -- la tristemente célebre OEA. Acto seguido, el
gobierno colombiano rompió sus relaciones diplomáticas con la Unión
Soviética. Poco después, otros países de América Latina siguieron su
ejemplo.
Pero quienes investigaron los sucesos del Bogotazo nunca pudieron hallar
evidencia alguna de que los comunistas hubieran creado, participado, o se
beneficiaran con en el incidente. Por el contrario, muchos partidos
comunistas del área fueron declarados ilegales, y la Unión Soviética
sufrió un revés en su intento de profundizar sus relaciones diplomáticas
y comerciales con América Latina.
La mayor parte de la evidencia que se alega en favor de que el Bogotazo
fue instigado por los comunistas son las pistas falsas que aportó el
propio agente provocador, Fidel Castro, tales como lanzar volantes con
literatura comunista en el teatro Colón unos días antes de los
disturbios, dejar libros marxistas en su habitación del hotel Claridge, y
hacer un llamado por una estación de radio, que supuestamente controlaban
los comunistas, en el que incitaba a las turbas a ir a Palacio y tomar el
poder.
Este último detalle, aportado por William Pawley durante un testimonio
ante el Congreso de los E.U. probablemente sea falso. La razón de mi
sospecha se debe a que Pawley, quien afirma que lo oyó en la radio del
automóvil en que viajaba durante los disturbios, no sólo estaba presente
en casa de Lazo durante el reclutamiento de Castro, sino que era amigo
cercano de Allen Dulles y, como éste, agente secreto de los conspiradores
del CFR.
Pocas semanas después de los sangrientos sucesos, el primer Director de
la CIA, Almirante Roscoe Hillenkoetter, declaró ante un comité
senatorial que Roa Sierra había sido el asesino de Gaitán y que había
actuado por motivos puramente personales. Este es posiblemente el primer
caso en el que un “error” de la CIA -- tanto en identificar al
verdadero asesino como en predecir los disturbios -- benefició
directamente a sus verdaderos amos. La operación Bogotazo fue un éxito
total para los banqueros, pues marcó el comienzo de la Guerra Fría en el
continente Americano. Demás está decir que la Guerra Fría fue altamente
lucrativa para los banqueros, los magnates petroleros, y las corporaciones
transnacionales -- lo que el Presidente Roosevelt después llamó el
“complejo militar-industrial” norteamericano.
Es interesante notar que los conspiradores han venido repitiendo casi
exactamente una y otra vez con gran éxito este tipo de operación de
guerra psicológica, cuyo objetivo es implantar el miedo en las mentes de
los ciudadanos para que acepten cosas que de otra forma nunca aceptarían.
Una de las más recientes lo fue los sucesos del 11 de Septiembre del
2001, encaminados a implantar el nuevo miedo necesario después de la
desaparición de la Unión Soviética: el miedo al terrorismo.
Como dato curioso, en la operación 11 de Septiembre también el agente
Alex jugó su papel de agente provocador reclutando incautos en el mundo
musulmán. Véase mi artículo “A Sad Day For Fidel Castro?” que ha
sido publicado en varios sitios en la Internet.
Unos años después del éxito de la operación Bogotazo, los
conspiradores del CFR confrontaron un nuevo problema: Nikita Jrushchov
sorpresivamente expuso al mundo su política de la coexistencia pacífica,
la cual implicaba la continuación de la lucha comunismo VS. capitalismo,
pero sólo en el plano comercial y cultural, no en el militar. Esto
preocupó mucho a los banqueros y las corporaciones, pues la nueva política
de Jrushchov amenazaba terminar con la lucrativa Guerra Fría. Y de nuevo
recurrieron los banqueros de Wall Street a su eficiente agente secreto
Alex, quien tanto éxito había tenido durante el Bogotazo. Por eso le
facilitaron, con la complicidad de su títere Batista, la toma del poder
en Cuba, para que luego se les infiltrara a los soviéticos y los incitara
a calentar la Guerra Fría.
Después que Castro tomó el poder en Cuba, y de que comenzara a metérsele
por los ojos a los soviéticos, el Premier soviético Nikita Jrushchov
comenzó a tener serias dudas sobre el “comunismo” de Fidel Castro.
Según afirmó el hijo de Nikita, Serguei Jrushchov, en un discurso que
pronunció en la Universidad de Tulsa en Oklahoma, cuando Castro tomó el
poder en Cuba en 1959, su padre y otros líderes soviéticos estaban
convencidos de que éste trabajaba para la CIA (lo cual me demostró que
no había sido yo el primero en sospecharlo, sino que Jrushchov se me había
adelantado por varios años). Pero los banqueros usaron de nuevo a su CIA
para facilitarle en bandeja de plata a Castro la victoria de Bahía de
Cochinos.
Esta es una técnica que en la terminología de la inteligencia y el
espionaje se conoce como la “cimentación de la bona fides” de un topo
que ha logrado infiltrarse en una organización enemiga. Esto se logra
facilitándole al topo éxitos artificiales que prueben su valía para la
organización en la que ha logrado infiltrarse. La inesperada victoria en
la Bahía de Cochinos convenció a los líderes soviéticos de que Castro
era lo que decía ser, y no un agente al servicio de los norteamericanos.
Craso error.
Por otra parte, siempre he tenido la sospecha de que algunos de los líderes
soviéticos (e.g. Ponomarev, Suslov, y posiblemente Mikoyan) habían sido
reclutados por los conspiradores del CFR, y fueron estos quienes a su vez
convencieron a Jrushchov de las buenas intenciones del “marxista”
Fidel. Prueba de la influencia del los banqueros de Wall Street en el
Kremlin es que, a mediados de Agosto de 1964, después de la crisis de los
cohetes en la que Jrushchov hizo cosas que no debía, David Rockefeller
viajó a Moscú y tuvo una larga entrevista secreta con Jrushchov. Menos
de un mes más tarde el líder soviético fue depuesto.
Earl E. T. Smith, el último embajador norteamericano en Cuba hasta la caída
de Batista, escribió El Cuarto Piso, un libro revelador en el
que acusa directamente a la CIA y a funcionarios del Departamento de
Estado norteamericano por haber facilitado la toma del poder en Cuba por
Fidel Castro. Lo que el embajador Smith ignoraba cuando escribió su libro
era que tanto el Departamento de Estado como la CIA estaban bajo el
control de los banqueros de Wall Street.
Desde fines de la década de los sesenta, los banqueros de Wall Street y
las transnacionales aglutinados en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR)
se valieron de su nuevo agente secreto, Fidel Castro, para infiltrar y
destruir los grupos insurgentes en América Latina que el mismo Castro y
la CIA habían fomentado. También el agente secreto de los banqueros,
Henry Kissinger, en estrecha colaboración con Castro y la CIA, tuvo un
papel cardinal en el derrocamiento de gobiernos democráticamente electos
y la toma del poder por dictaduras militares en África y América Latina.
Es interesante notar que casi todos los nombres mencionados en relación
con el derrocamiento de Allende (e.g., Henry Kissinger, Robert McNamara,
Paul Volcker, William Colby) , eran miembros del CFR, es decir, agentes
secretos de los banqueros infiltrados en el gobierno norteamericano.
Actualmente, los mismos banqueros del CFR que ordenaron el derrocamiento
de Allende se esfuerzan en imponer a los pueblos de América Latina varios
acuerdos de “libre comercio”. Si el actual Tratado de Libre Comercio
-- un proyecto mediante el cual los únicos beneficiados son los dueños
de multinacionales extranjeras, que tienen el poder de destruir la pequeña
y mediana industria latinoamericana -- sirve de ejemplo, ya podemos
imaginarnos lo que les espera a los pueblos latinoamericanos.
En esta nueva operación de guerra psicológica para facilitar la agresión
económica y política de los banqueros juegan un papel cardinal el Agente
Castro y su sub-agente Hugo Chávez. Las clases dominantes de América
Latina tienen sobradas razones de temer la penetración norteamericana,
pero temen aún más el supuesto comunismo del Castrochavismo. De modo que
aceptan a regañadientes como un mal menor los tratados con el gobierno
norteamericano impuestos por los conspiradores del CFR. Cualquier parecido
con la operación Bogotazo no es pura coincidencia.
La globalización, la apertura económica y los tratados de libre comercio
que los banqueros y las transnacionales quieren implantar en todo el
continente americano, van en detrimento de las libertades de los pueblos.
Todo estos tratados de libre comercio (que es libre tan sólo para las
transnacionales), la protección del medio ambiente (que en realidad abren
el camino para que las transnacionales lo destruyan aún más), el
desarrollo sostenido y el calentamiento global (que en realidad implican
una vuelta de los pueblos a niveles de consumo pre-industriales), así
como el darwinismo, y la evolución (que no son sino teorías sin base
científica para justificar las medidas eugenésicas de eliminación
masiva de la población), son parte del llamado Nuevo Orden Mundial (que
no es sino un totalitarismo comuno-fascista a nivel global).
Estas medidas, tratados y teorías tan sólo encubren las intenciones
secretas de una minoría de banqueros y magnates de transnacionales cuyo
objetivo final es eliminar el 85 porciento de la población del planeta y
reducir los sobrevivientes a la condición de siervos feudales.
Desafortunadamente esta minoría ha logrado infiltrarse en el gobierno de
los Estados Unidos y ahora lo controla totalmente, y en estos momentos está
en proceso de infiltrarse y controlar los gobiernos de los países de América
Latina. (Véase, por ejemplo, mi artículo “México en la
encrucijada”.)
Castro
y el asesinato del Presidente Allende
Los conspiradores de Wall Street siempre han buscado crear enemigos de los
Estados Unidos que justifiquen la carrera armamentista de ese país, de la
cual cual son ellos los únicos que se benefician, no el pueblo
norteamericano. La tarea de Castro consistía en hacer de Allende otro
enemigo más de los Estados Unidos -- tal como ha hecho ahora con el sub-agente
Hugo Chávez. Pero el presidente chileno no era un gorila inculto como Chávez,
sino una persona educada, inteligente, y amante de las leyes de su país,
y al parecer tenía una idea bien diferente de la de Castro.
Según comentarios hechos a sus colaboradores cercanos, algunos expresados
durante el vuelo de regreso a Cuba, durante su larga visita a Chile Castro
llegó a la conclusión de que Allende no iba a ser un dócil instrumento
para sus fines. Por otra parte, Allende también parece haber llegado a la
conclusión de que la amistad con Fidel Castro no lo beneficiaba. Prueba
de esto es su negativa a presentarse en el acto final de despedida a
Castro y el hecho de que, tal como acostumbra el protocolo, no firmara una
declaración conjunta con Castro al final de su viaje.
Cuando Castro le comunicó a sus amos de Wall Street el fracaso de sus
intentos de incitar a Allende a tomar el camino de la revolución
violenta, éstos decidieron que había que deshacerse del presidente de
Chile. Para ello se valieron de su departamento especializado en subversión
y guerra psicológica, la CIA, y de dos de sus más valiosos agentes:
Henry Kissinger y Fidel Castro.
La experiencia que obtuvo Kissinger con el asesinato de Allende le sirvió
de mucho al planear el asesinato del Primer Ministro Aldo Moro en 1978.
Por cierto, es probable que algunos de los miembros de las Brigadas Rojas
que asesinaron a Moro siguiendo órdenes de la CIA hayan sido entrenados
en Cuba.
En cuanto a Castro, no sólo cumplió la orden a cabalidad, sino que lo
hizo con gusto. En primer lugar por su odio irracional hacia todo jefe de
estado. En segundo lugar, por la humillación a que lo sometió Allende
cuando se negó a asistir al acto en el estadio. No hay que olvidar que
Castro es una persona que nunca perdona una humillación, real o
imaginaria.
Fidel Castro tuvo un papel decisivo en minar el gobierno de Allende. En
primer lugar, porque organizó, financió y armó al Movimiento de
Izquierda Revolucionaria, MIR, un grupo izquierdista radical que trataba
de implantar el socialismo en Chile por medio de actividades criminales
violentas, tales como el terrorismo, asaltos a bancos, y asesinatos. En
segundo lugar, porque Castro también colaboró y dio entrenamiento
militar y armas a los miembros de extrema izquierda del propio partido de
Allende.
Al momento del golpe, había en Chile cerca de 13,000 extranjeros, la
mayor de ellos cubanos, que habían entrado ilegalmente al país. Estos
extranjeros estaban creando un ejército paralelo que pudiera oponerse a
las fuerzas regulares chilenas. Muchos de estos cubanos lograron ocupar
posiciones administrativas importantes en oficinas del estado chileno.
Al momento del golpe, la embajada cubana en Santiago había acreditado 42
diplomáticos, en contraste con sólo seis en la embajada de Chile en La
Habana. Durante el año del golpe, 987 cubanos visitaron Chile en misiones
diplomáticas o comerciales. Se sabe que muchos de ellos intervinieron en
actividades políticas y económicas del gobierno chileno, particularmente
las relacionadas con la presidencia de la república. La mayor parte de
los instructores y líderes de los grupos paramilitares eran cubanos o habían
sido entrenados en Cuba.
Más tarde, con su visita oficial a Chile de una semana que prolongó por
21 días, precisamente en el momento crítico en que el gobierno de la
Unidad Popular enfrentaba una fuerte oposición de la centroderecha, el huésped
inoportuno e injerencista causó aún más problemas. Durante tres
semanas, en un esfuerzo por causar el mayor daño posible al gobierno de
Allende, Castro se paseó por Chile alabando en concentraciones populares
las medidas radicales de su propio régimen, criticando la democracia
parlamentaria, enseñando cómo se hace una revolución marxista, y ganándose
la animadversión de los conservadores y los militares.
Al despedirse del pueblo chileno durante su discurso en el acto del
Estadio Nacional -- al que Allende como muestra de su disgusto no asisitió
--, Castro declaró, en una evidente crítica a Allende, que regresaba a
Cuba “… más revolucionario y extremista de lo que vine.” La
respuesta a la provocación de Castro -- tal vez en estrecha coordinación
con la CIA -- no se hizo esperar. Ese mismo día miles de mujeres de la
oposición se lanzaron a las calles haciendo sonar sus cazuelas como
protesta por la carestía de alimentos.
En realidad Castro estaba haciendo lo que siempre ha hecho con gran éxito
en favor de sus amos del CFR: actuar como agente provocador, impulsando a
otros por caminos no deseados. Mientras expresaba en público su apoyo a
Allende, tras bastidores manipulaba a militantes extremistas entrenados en
Cuba para que presionaran a Allende desde la extrema izquierda.
No conforme con haber hostigado y conspirado contra Allende en vida,
Castro también trató de manipularlo para sus fines ocultos después de
muerto. En un discurso que pronunció en La Habana el 28 de Septiembre de
1973, Castro le contó al mundo la falsa historia de que Allende había caído
en La Moneda combatiendo con el fusil que él mismo le había regalado.
Pero tal parece que el odio de Fidel Castro hacia los Allende no se limitó
al Presidente. Poco tiempo despues se dio a conocer que Beatriz “Tati”
Allende se había suicidado pegándose un tiro con la pistola de su
esposo, Luis Fernández de Oña, oficial de la Seguridad cubana. No pasó
mucho tiempo antes de que Laura, la hermana de Allende, también se
suicidara al lanzarse del piso 16 del apartamento donde vivía en la
barriada del Vedado.
Un hecho que pone de manifiesto el verdadero lado malvado de Fidel Castro
es su conducta en relación con “Tati” Allende.
Beatriz Allende ,“Tati”, era la colaboradora más próxima al
presidente, y dirigía el equipo de la secretaría privada en el Palacio
de La Moneda. A fin de usarla para sus fines, Fidel Castro designó al
apuesto cubano Luis Fernández de Oña (alias “Demid”) para que se
pasara por diplomático, la sedujera y se casara con ella para controlarla
y obtener información. Después del golpe militar, Beatriz marchó al
exilio en Cuba con su esposo. Pero, una vez allí, Fernández de Oña
volvió con su primera esposa, y le explicó a Beatriz que nunca la había
querido y que se había casado con ella siguiendo órdenes superiores.
Como se puede apreciar, el tratamiento de Castro hacia la hija de Allende,
que se inició mucho antes de las primeras diferencias entre Castro y
Allende, más que amistoso fue traicionero y hostil. Sin embargo, esto no
es sorprendente, sino que marca un estilo de comportamiento típico de
Fidel Castro. Muchos que lo han conocido de cerca afirman que Castro no
tiene amigos, y que usa a los que lo rodean como fichas en su juego
secreto, y luego las descarta cuando le conviene sin siquiera un asomo de
escrúpulos.
Después de concer el papel cardinal que jugó Fidel Castro en la
desestabilización, el derrocamiento, y posiblemente en la eliminación física
de Salvador Allende, sería un error pensar que sus motivos fueron tan sólo
personales. Es cierto que el modelo chileno del socialismo estaba en
contradicción con el castrista de la vía violenta. También es cierto
que Allende humilló a Castro, y éste no perdona las humillaciones.
Más
aún, en los primeros momentos del ataque a La Moneda, Castro se comunicó
con Allende y le sugirió que distribuyera armas a la población para
crear un alzamiento nacional en contra de los militares. Pero Allende,
consciente de que esto sumiría el país en un baño de sangre, se negó a
seguir el consejo de Castro.
Pero
lo más probable es que las órdenes de eliminar a Allende las haya
recibido Fidel Castro directamene de sus verdaderos amos: los banqueros de
Wall Street.
En realidad el derrocamiento y asesinato de Allende fue dictado el 16 de
Septiembre de 1970, tan sólo 12 días después que Allende ganó las
elecciones y esperaba por la confirmación del Congreso chileno. La orden
la comunicó el agente criminal internacional Henry Kissinger, portavoz de
los banqueros, en una conferencia de prensa que ofreció en Chicago como
asistente especial de la Casa Blanca en asuntos de seguridad nacional. Según
Kissinger, si Allende era confirmado, un régimen comunista surgiría en
Chile, y pronto Argentina, Bolivia y Perú seguirían el ejemplo.
Por supuesto, que no hay que dejarse engañar con el lenguaje de Kissinger.
La creación de un régimen “comunista” en Chile, y que el ejemplo
cundiera en América Latina, era precisamente el sueño dorado de los
banqueros y del complejo militar-industrial norteamericano, siempre en
busca de enemigos.
Desgraciadamente para los banqueros, y a pesar de los esfuerzos de su
agente Fidel Castro, Allende se negó a implementar en Chile el régimen
comunista con el que soñaban los amos de Castro. Se sospecha que las
operaciones desestabilizadoras de la CIA en Chile fueron autorizadas por
el super-secreto “Comité de los 40”, que dirigía Kissinger en el
Consejo de Seguridad Nacional.
Es
bueno recordar que el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y la CIA fueron
creados en 1947 por los banqueros para sus propios fines secretos. Al
tener en sus manos el control de la CIA, del NSC, y del Departamento de
Estado -- del cual ya se habían apoderado desde hacía muchos años --
los banqueros lograron establecer un control casi total sobre el gobierno
de los estados Unidos.
Después de los dramáticos sucesos del 11 de Septiembre del 2001, muchos
ciudadanos de los Estados Unidos han comenzado a preguntarse, “¿Por qué
nos odian tanto a nosotros?” La respuesta de los liberales e
izquierdistas es “porque los Estados Unidos es un país imperialista y
agresor”, la de los conservadores y derechistas, “porque nos
envidian”. Pero ambas respuestas son erróneas, debido a que la pregunta
en sí misma ha sido erróneamente formulada. La pregunta correcta debía
ser algo así como, “¿Por qué nos odian tanto a nosotros en
vez de odiarlos a ellos?
Porque el imperialismo norteamericano y las guerras de agresión en todo
el mundo no son el resultado de la voluntad del pueblo norteamericano,
sino de lactividad de ellos, los banqueros de Wall Street y las
transnacionales. Ellos son los que han usurpado el gobierno de
los Estados Unidos y lo usan para sus propios fines. Si el mundo ha
sufrido las nefastas consecuencias del imperialismo norteamericano
controlado por ellos, no es menos cierto que el pueblo
norteamericano también los ha sufrido, y los sufrirá aún más en el
futuro cercano. Si de algo es culpable el pueblo norteamericano no es de
esos actos de agresión instigados por ellos, sino de haber
permitido que los conspiradores se hayan apropiado ilegítimamente del
gobierno de su país.
Por tanto, siguiendo el consejo de Sun Tzu, una investigación de quiénes
son nuestros verdaderos enemigos se impone, tanto para los norteamericanos
como para los latinoamericanos.
Epílogo
Hace algunos mese se difundió en la internet la noticia de que algunos de
los personeros castristas, como ratas asustadas, han comenzado a abandonar
el barco que indudablemente se irá a pique poco después de que se
anuncie la muerte de Fidel Castro. Uno de los primeros en partir
sigilosamente ha sido Silvio Rodríguez, el más conocido exponente de la
cancion protesta en Cuba sociolista, que ahora, convertido en millonario
capitalista que no protesta, ha comenzado su mudada a Chile.
Pero Silvio no es el único. Alguien ha publicado en la Internet una larga
lista de altas figuras de la nomenklatura castrista que también
han comenzado a poner en práctica su plan de escape. A ese fin, han
comprado fastuosas residencias y otras propiedades en el extranjero. Entre
ellos se encuentran el propio Raúl Castro, así como la mujer de Fidel,
Dalia Soto del Valle, y gran parte de su familia. El país escogido por
este grupo de delincuentes comunes que han saqueado al pueblo cubano y
destruido Cuba ha resultado ser Chile.
En las manos de todos los chilenos, sean de derecha o de izquierda, que
quieran a su país, cae la responsibilidad de hallar la verdad, por
desagradable que ésta sea, sobre la muerte del presidente Salvador
Allende. Sería un grave error, que las futuras generaciones de chilenos
jamás perdonarían, que, debido a intereses sectarios, se ocultara la
verdad y los cómpliceds del asesinato de Allende fueran recibidos y
acogidos en el seno del pueblo que traicionaron.
Cualquiera que hallan sido los errores que cometió Salvador Allende, no
me cabe duda de que sus sentimientos eran de buscar lo mejor para su país.
Contrariamente a Castro, no creo que Allende persiguiera la destrucción
de Chile y su pueblo. Lamentablemente, cuando no siguió el consejo de
Castro de convertir su gobierno en un émulo del totalitarismo castrista,
y luego, cuando intuyó que Fidel Castro no era quien pretendía ser y no
asistió al acto en el Estadio Nacional, Salvador Allende marcó su
destino, pero ya era demasiado tarde y pagó con su vida su error.
Como en medios izquierdistas y progresistas chilenos Fidel Castro aún
continúa siendo una figura venerada, sería una buena idea reabrir una
investigación imparcial sobre la muerte de Salvador Allende, en la que
todas las tendencias políticas chilenas estén representadas,. El pueblo
chileno debe saber la verdad sobre quiénes fueron los que contribuyeron
directamente a la muerte de su presidente. Si la evidencia indica que
Fidel Castro, la CIA, y los banqueros de Wall Street atrincherados en el
Consejo de Relaciones Exteriores fueron quienes conspiraron activamente
para cometer el magnicidio, es bueno que los chilenos lo sepan y saquen
sus propias conclusiones.
Sería bueno que los latinoamericanos que sinceramente se oponen a la
penetración y el control en América Latina del llamado imperialismo
norteamericano -- que no es sino el imperialismo de los banqueros de Wall
Street y las transnacionales que ilegalmente controlan el gobierno
norteamericano -- leyeran y estudiaran en detalle a Sun Tzu. Tal vez así
lleguen a la conclusión de que, si bien es cierto que el enemigo de
nuestro enemigo es nuestro amigo, no es menos cierto que el falso enemigo
de nuestro enemigo es peor que nuestro enemigo.
Como bien dijera Marco Tulio Cicerón,
Una
nación puede sobrevivir a sus tontos, e incluso a sus ambiciosos. Pero
no puede sobrevivir a la traición desde adentro. . . . Un asesino es
menos de temer. El traidor es la plaga.
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Servando González es un historiador, semiólogo y analista de inteligencia norteamericano nacido en Cuba. Servando es el autor de
Observando, Historia herética de la revolución fidelista,
The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol, The Nuclear Deception: Nikita Khrushchev and the Cuban Missile Crisis y
La madre de todas las conspiraciones: una novela de ideas
subversivas, así como de los documentales Treason in America: The Council on Foreign Relations y
Partners in Treason: The CFR-CIA-Castro Connection.
Su último libro, Psychological Warfare and the New World Order: The Secret War Against the American People acaba de ser publicado y puede adquirirse en
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http://www.psywarandnwo.com . |