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Fidel Castro: ¿asesino de Allende?
por Servando González

Cada día que pasa, la muerte del presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, ocurrida el 11 de Septiembre de 1973, recuerda más y más Rashomon, la famosa novela de Riunosuke Akutagawa, luego inmortalizada en el cine por Akira Kurosawa. Como en Rashomon, los supuestos testigos presenciales dan versiones diferentes y contradictorias de los hechos, las cuales son negadas a su vez por otros que alegan conocer la verdad.

El suicidio de Salvador Allende: ¿ficción o realidad?

La versión más difundida, expresada por Fidel Castro en un discurso el 28 de Septiembre de 1973 y adoptada por los colaboradores cercanos de Allende, es que el Presidente de Chile murió como un héroe luchando contra los golpistas. Pero, como veremos a continuación, poco a poco han ido apareciendo versiones que difieren radicalmente de esa versión inicial de los hechos.

No obstante, aún entre los colaboradores cercanos al Presidente, que se hallaban en La Moneda en los momentos en que ocurrieron los hechos, las versiones son contradictorias.

Por ejemplo, en su libro Las muertes de Allende, Hermes Benítez expone varias hipótesis sobre la forma en que murió Salvador Allende. Por ejemplo, existe la versión del doctor Patricio Guijón, de que Allende se suicidó con el propio fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro. Esta versión fue aceptada y difundida por los militares golpistas.

Sin embargo la única persona que atestiguó que Allende se había suicidado fue el doctor Guijón, quien formaba parte del equipo médico presidencial. El Dr. Guijón declaró que Allende se había suicidado, porque cuando él bajaba del segundo piso de La Moneda, a poco de que los golpistas ocuparan el edificio, escuchó un disparo, volvió a subir las escaleras, y encontró a Allende en un charco de sangre.

Es bueno aclarar que Guijón no fue testigo presencial de la muerte de Allende, por tanto no lo vio suicidarse. Es más, hasta el momento no existe ni un solo testigo presencial de este supuesto suicidio.

Desde el comienzo, la izquierda chilena no aceptó la versión del suicidio. Según éstos, Allende murió heroicamente en el combate de La Moneda, disparando su fusil contra los asaltantes hasta el último momento. Esta fue la versión ofrecida por su hija Beatriz “Tati” Allende y por Fidel Castro.
Sin entrar en detalles, pues la mayor parte de esta información es del dominio público y está al alcance de todos en la Internet, hay varias versiones sobre cuántos disparos se escucharon.

Algunos aseguran que el cadáver de Allende fue colocado en un divan, con el fusil entre las piernas, después de su muerte. También se mencionan varios impactos de bala en el gobelino que tapizaba la pared detrás del diván.

En un artículo titulado “El sacrificio de un ciudadano de América Latina”, publicado en La Fogata el 11 de Septiembre del 2003, Hugo Guzmán ofrece interesantes detalles sobre lo sucedido en los últimos momentos del asalto a La Moneda.

"Nosotros, como escoltas, no podemos dar fe de que Allende se autoeliminó.”

"Al lugar donde estaba el cuerpo de Allende, los primeros que entran son un reportero supuestamente de El Mercurio que, por lo que sabemos, era agente de la CIA. Fue el único que sacó todas las fotos. También entra el oficial Fernández Larios, de Inteligencia del Ejército, que ahora está en Estados Unidos como testigo protegido porque les ayudó para culpar al DINA del asesinato del canciller Orlando Letelier en Washington. Es un hombre de la CIA. Y entró el general Pedro Espinoza, jefe de Inteligencia. En las dos únicas fotos que se han podido ver, aparece Allende con la camisa completamente limpia. El cuello de la camisa también aparece blanco, limpio, sin manchas. Una persona que se dispara en la cabeza, lo que sangra es mucho. El tenía limpio el cuello y la camisa. Esa es una cosa que se contradice con la versión de la autoinmolación con el fusil AK".

Por cierto, hay informes de que los soldados, además de sacar las fotos, pusieron el cadáver en el piso, lo desnudaron, lo revisaron y luego volvieron a vestirlo con sus ropas.

Manuel Cortés, escolta de Allende, dice que las dos fotos testimonian aún más confusiones:

"En una aparece medio recostado con el fusil AK arriba de las piernas, y en la otra foto está sentado en el sillón, no recostado, y con el AK parado en el suelo, entre las piernas, con la culata apoyada en el suelo. De partida, ahí hubo un montaje".

"Nosotros contradecimos que Allende estaba absolutamente solo. Por razones de seguridad, y por razones de deformación profesional si se quiere llamar así, el Dispositivo de Seguridad jamás dejaba solo a Allende, jamás. ... en las conversaciones más íntimas, siempre había uno o dos de la seguridad con él, gente que era de extrema confianza de él. Prácticamente las 24 horas del día estábamos con él, mínimo uno al lado de él, incluso durante toda la noche cuando él dormía. Por lo tanto es imposible que Allende se haya quedado solo, imposible, imposible".

Lo anterior coincide con versiones publicadas en los años 1974 y 1975, que señalaban que Allende había combatido después de despedir a sus colaboradores, junto a integrantes de la escolta, hasta que una ráfaga lo derribó. Dos escoltas lo habrían cargado hasta el sillón presidencial y ahí lo dejaron después de colocar el fusil sobre sus piernas. Esos podrían haber sido algunos de los miembros de la seguridad personal de Allende, heridos y asesinados posteriormente.
Continúa Cortés:

"Todas las personas que estuvieron al lado de él, todos los escoltas, murieron, los mataron posteriormente. Salieron vivos de La Moneda y posteriormente fueron desaparecidos. No tenemos testigos de lo que pasó".

 

Por otra parte, la autopsia realizada a Allende dista mucho de ser definitiva. Todo indica que el informe de los médicos forenses se realizó bajo coacción. A Hortensia Bussi, la viuda de Allende, no le permitieron ver el cuerpo. Menos de 24 horas después de haber muerto, Allende ya había sido sepultado en un cementerio en Viña del Mar.

En un artículo publicado el 11 de Septiembre del 2003, “La Moneda, nuestro brutal 11 de Septiembre”, Jorge Timossi narra como en Febrero de 1986 Hortensia Bussi le confesó que,
"Hasta el día de hoy yo no sé si en el féretro que me presentaron los militares estaba o no el cadáver de Allende. … Vi nada más que un lienzo blanco, debajo del cual se suponía que había un cuerpo, y un militar me agarró por la muñeca y me obligó a cerrar. Yo no sé, nunca supe, si ése era Allende."

Como si todo esto fuera poco, en el 2005, Juan Vivés, pseudónimo de Andrés Alfaya, un ex-oficial de la inteligencia castrista que vive exiliado en Francia, dio al mundo una nueva versión diametralmente distinta de los hechos. Según Vivés, el Presidente chileno no se suicidó ni murió en combate, sino que fue asesinado por el general de las Tropas Especiales cubanas Patricio de la Guardia, quien en la práctica era el verdadero jefe de la seguridad personal de Allende.

Vivés afirma que esto lo oyó de boca de su tío, el ex-presidente cubano Osvaldo Dorticós, quien a su vez lo había oído comentar a los más altos niveles del gobierno cubano. Aunque sorprendente, la afirmación de Vivés simplemente le añadió veracidad a un persistente rumor que ha circulado en Cuba por muchos años.

Según otras fuentes en Chile, la historia de que Allende se suicidó con el fusil Kalashnikov que le había regalado Castro, simplemente no puede ser cierta. En primer lugar, porque el cuerpo de Allende presentaba cuatro heridas de bala: dos en el abdomen, una en el tórax, y otra en la cabeza, que penetró por un ojo y al salir le destruyó gran parte de la parte posterior del cráneo. Esto niega totalmente la posibilidad de un suicidio.

En segundo lugar, porque los proyectiles hallados en el cadáver de Allende eran de 9 mm,, un calibre diferente al que usa el AK-47. Sin embargo, se sabe que Patricio de la Guardia usualmente portaba una sub-ametralladora UZI, que dispara balas 9 mm.

Algunos de los presentes en La Moneda niegan que Patricio de la Guardia estuviese allí cuando murió el Presidente. Pero otros aseguran que ambos hermanos de la Guardia, Tony y Patricio, estaban allí cuando murió Allende. De hecho, ha comenzado a rodar una especie de teoría conspiratoria en la que se alega que el resto de las fotos que tomó el fotógrafo se hicieron desaparecer porque en algunas de ellas aparecía Patricio de la Guardia.

En una entrevista realizada algo después, Vivés abundó sobre el tema. Según Vives, varias semanas después del golpe, se hallaba en el bar Las Cañas, del Hotel Habana Libre (antiguo Havana Hilton), donde se encontró con Patricio de la Guardia y el jefe de la escolta de Fidel, conocido como “el Chino”. Durante la conversación, el Chino le preguntó a Patricio cómo se habían comportado los hombres de la escolta de Allende que él [el Chino] había entrenado. Vivés asegura que la respuesta de Patricio fue tajante: “Le me metí un ramalazo y lo maté por pendejo. Abajo tuve que matar a un periodista que se apodaba “el Perro”.

Por supuesto, que aunque no se debe descartar de antemano, no sería prudente confiar a ciegas en la información suministrada por un ex-agente de un servicio inteligencia que se haya vuelto en contra de sus empleadores. El supuesto ex-agente pudiera ser en realidad un agente de desinformación, todavía al servicio de sus antiguos amos, o simplemente un oportunista que exagera o inventa información para acrecentar su valor como fuente.

Vale aclarar que lo anterior no es sólo aplicable a Vivés, sino a cualquier otro ex-agente de un servicio de inteligencia que haya roto con sus antiguos empleadores y desertado. Sin embargo, basándome en información que he leído en otros de sus artículos y en su libro Los amos de Cuba, a mí en particular Vivés me parece una fuente de información digna de crédito. Pero, para ser imparcial, al final de este artículo, después de que haya presentado la evidencia, haré un análisis exhaustivo de esta información. Para ello le voy a aplicar el sistema convencional que, con ligeras variantes, usan los analistas de inteligencia en todo el mundo para determinar el valor de toda información.

Por el momento, tan sólo pido al lector que acepte tentativamente la información suministrada por Vivés, si no como probable o cierta, al menos como posible

Por otra parte, lo único que explica que Castro no haya fusilado a Patricio de la Guardia cuando fusiló a su hermano Tony, es que Patricio posea información que, si se divulgara, sería altamente perjudicial para Castro. De hecho, cuando leí la primera información sobre el libro El Magnífico de Vivés, en el que se mencionaba lo de Patricio, recuerdo que llamé a un amigo y le dije que ahora me explicaba la razón por la cual Castro no había fusilado a Patricio. Poco después, durante una entrevista, Vivés abundó en el tema, y menciono lo de los documentos de Patricio en un banco de Panamá, lo que confirmó mis sospechas.

El hecho de que yo haya sospechado la estrategia de Patricio que le salvó la vida, se debe a que esa es una práctica común entre los oficiales de los servicios de inteligencia -- al menos los inteligentes.

Todo oficial de inteligencia descubre, tarde o temprano, que trabaja para una organización corrupta, cuyo único fin es el beneficio material y la supervivencia de sus líderes. Cuando se dan cuenta de esto, los oficiales de inteligencia inteligentes se preparan para sobrevivir a una traición proveniente de su propia organización y ponen a buen recaudo documentos comprometedores que, en caso de emergencia, puedan usar en contra de sus empleadores. Estos son por lo general los oficiales de inteligencia que logran retirarse y mueren en su lecho. Muchos de los que no lo hacen sufren las consecuencias, algunos pagando con sus propias vidas. Si este es el caso, Patricio ha demostrado ser mucho más inteligente que su hermano gemelo Tony.

En todo crimen, lo primero que hace un investigador es comprobar si el supuesto autor del mismo tenía el motivo, la habilidad, los medios, y la oportunidad para cometerlo, así como que era reincidente; es decir, si tiene la tendencia a cometer ese tipo de crimen en particular.

Un somero análisis de los hechos demuestra que Fidel Castro tenía el motivo. Son muchos los que afirman que el triunfo de Allende echaba por tierra la teoría castrista de la lucha armada como única vía para implementar el socialismo en un país de América Latina. Por consiguiente, Castro tenía motivos sobrados para descarrilar el proceso democrático en Chile y deshacerse de Allende. Además, y esto es muy importante, como veremos más adelante, Castro debe haberse sentido muy ofendido cuando, a sus ojos, Allende lo humilló.

Castro también tenía la habilidad, es decir, era diestro en asesinatos políticos. Desde que ingresó a la Universidad de La Habana, se sumó a los grupos gangsteriles que por esa época pululaban. Allí Castro descubrió que existía una vía rápida de deshacerse de sus enemigos.

También Castro poseía los medios. En los meses posteriores a la toma del poder por Allende, Castro logró infiltrar en Chile a miles de sus agentes, muchos de ellos miembros de sus fuerzas especiales. Algunos de estos agente terminaron engrosando las filas del GAP (Grupo de Amigos del Presidente). Por las valijas diplomáticas que enviaba a la embajada de Cuba en Santiago, Castro logró ilegalmente introducir al país miles de armas y municiones de varios tipos.

Castro también tuvo la oportunidad para cometer el asesinato de Allende. Esta oportunidad se la proporcionó el propio golpe militar. El caos imperante en La Moneda en los momentos en que los atacantes se disponían al asalto final creó las condiciones propicias para cometer el asesinato de Allende y encubrirlo tras una falsa muerte en combate o un falso suicidio.

Pero Castro no sólo tenía el motivo, la habilidad, los medios y la oportunidad, sino que también era reincidente, es decir, tenía una fuerte tendencia a cometer ese tipo particular de crimen, el magnicidio. Existe abundante evidencia en el dominio público de que Fidel Castro ha participado activamente en el planeamiento y ejecución del asesinato de más de una docena de jefes de estado -- algunos de ellos exitosos. Más aún, tal parece que asesinar jefes de estado es una de las obsesiones que han caracterizado la vida de Fidel Castro desde muy temprana edad.

El Magnicida Caribeño

Desde que ingresó a la Universidad de La Habana para estudiar la carrera de Derecho, Fidel Castro demostró una gran habilidad en la eliminación de sus enemigos políticos.

El primero que asesinó por la espalda en, 1947, fue Leonel Gómez, su rival en las elecciones para presidente de la Facultad de Derecho. En 1948, participó en el asesinato de Manolo Castro. Ese mismo año asesinó a Oscar Fernández Caral, sargento de la policía universitaria. En 1949 asesinó a Justo Fuentes y a Miguel Sáez.

Pero si Castro demostró ser hábil eliminando a sus enemigos, lo ha sido aún más deshaciéndose de sus amigos cuando dejan de serle útiles. Entre los que perdieron sus vidas debido a Fidel Castro están: Frank País, líder principal del Movimiento 26 de Julio; Comandante Camilo Cienfuegos, primera figura en importancia en el Ejército Rebelde; Rafael del Pino Siero, su amigo de juventud; Osvaldo Sánchez, líder del Partido Comunista tradicional; Comandante Manuel Piñeiro “Barbarroja”, Jefe del Departamento América de los servicios de inteligencia; Comandante René Rodríguez, Director del Instituto de Amistad con los Pueblos; Comandante Arnaldo Ochoa, héroe de la guerra en Angola; Coronel Antonio “Tony” de la Guardia, su hombre de confianza y asesino personal; Comandante José Abrahantes, ex-Director de los servicios de inteligencia, y muchos más, incluyendo “Che” Guevara, que harían esta lista interminable.

Sin embargo, en lo que Fidel Castro más se ha destacado en su larga carrera criminal es en asesinar jefes de estado.

Es posible, y su vida ulterior parece confirmarlo, que los preceptores jesuitas familiarizaran a su alumno predilecto con la Teología del padre L’Amy, en la que se expone el principio por el que la Orden concede a sus miembros el derecho de eliminar físicamente a sus adversarios. También es probable que, como alumno de los jesuitas en el Colegio de Belén en La Habana, el joven Fidel haya escuchado de boca de sus preceptores de la Compañía el principio de la legitimidad del asesinato de los tiranos, así como de “cometer, sin pecado, actos considerados criminales por las masas ignorantes.”

Prueba de lo anterior es que, en su apasionada autodefensa durante el juicio por el ataque al cuartel Moncada, Castro mencionó la teoría del jesuita español Juan Mariana, quien, en su libro De Rege et Regis Institutione, comenta que cuando un gobernante usurpa el poder, aún si ha sido electo democráticamente, pero gobierna en forma tiránica, es lícito que un ciudadano ejerza el tiranicidio, ya sea directa o indirectamente, usando un subterfugio.

A pesar de que algunos de los preceptores jesuitas de Castro aún profesan una gran admiración por su ex-alumno, sería injusto culparlos totalmente por la conducta ulterior de éste. No obstante, por alguna razón desconocida, asesinar jefes de estado se convirtió en una de las muchas obsesiones de Fidel Castro, que comenzó a llevar a cabo desde muy joven. El propio Hugh Thomas se percató del aparente deseo de Castro de perpetuar “una tradición estudiantil de tiranicidio.”

Desafortunadamente, como expondré a continuación, el profundo odio de Castro hacia presidentes democráticamente electos se sobrepuso a cualquier impulso tiranicida que hubiese tenido.

Veamos.

En 1947, cuando tenía tan sólo 21 años, Castro se unió a un grupo de estudiantes universitarios que visitaban al Presidente Ramón Grau San Martín en el Palacio Presidencial. Grau era un político que había sido democráticamente electo por el voto popular. Durante la visita, el Presidente y los estudiantes se acercaron a uno de los grandes ventanales del segundo piso del Palacio. En ese momento Castro le sugirió a uno de ellos que asesinaran al Presidente. “Tengo la fórmula,” le susurró, “para tomar el poder ahora mismo y deshacernos para siempre de este hijo de puta. Lo agarramos y lo tiramos por el balcón. Cuando esté muerto, le hablaremos al pueblo por la radio y proclamaremos el triunfo de la revolución estudiantil.”

En el verano de ese mismo año, Castro se unió a un grupo de aventureros que planeaban invadir la República Dominicana, asesinar al presidente Rafael L. Trujillo, y dar un golpe de estado para tomar el poder. Castro participó en el entrenamiento militar, que se llevó a cabo en Cayo Confites, un pequeño islote al norte de la provincia de Oriente. Pero las autoridades descubrieron el complot y arrestaron a la mayoría de los participantes. Castro logró escapar.

En Abril de 1948, durante la celebración de la Novena Conferencia Panamericana, estallaron en Colombia unos violentos disturbios que destruyeron gran parte de la ciudad de Bogotá y causaron más de 5,000 muertos y miles de heridos. Fidel Castro, que se hallaba de visita en la ciudad, se unió a la turba. Testigos presenciales afirman que, poco después de las 4 de la tarde de ese día, vieron a Castro al frente de una turba que gritaba “A palacio”. Según los testigos Castro portaba un rifle y gritaba histéricamente que iban al palacio a matar al presidente colombiano Mariano Ospina Pérez.

En Agosto de 1951, el ataúd que contenía los restos mortales del líder populista cubano Eduardo “Eddy” Chibás fueron conducidos a la Universidad de La Habana para que los estudiantes le rindieran homenaje. José Pardo Llada, a la sazón amigo de Castro, cuenta que Fidel se le acercó y le dijo, “Pepe, llevemos el muerto a Palacio y tomemos el poder. Tú serás el Presidente y yo el Jefe del Ejército.” El Presidente de Cuba en ese momento era Carlos Prío Socarrás, electo por el voto popular.

Pardo Llada no menciona si Castro le dijo cómo pensaba deshacerse del Presidente Prío, pero un incidente ocurrido anteriormente tal vez nos dé una idea de lo que Fidel tenía en mente.

En 1949, mientras Castro hacía los preparativos para un viaje que pensaba hacer a los Estados Unidos, visitaba casi diariamente el apartamento de su amigo Max Lesnick, situado en la calle Morro, muy cerca del Palacio Presidencial. Lesnick le contó a Tad Szulck que un día, mientras miraba desde el balcón hacia el Palacio, Fidel tomó una escoba y, apuntándola como si fuese un rifle, le dijo a la abuela de Lesnick: “Mire, si Prío sale a la terraza del Palacio a echar un discurso, lo mato desde aquí con una sola bala de un rifle con mira telescópica . . .”

En Marzo de 1953 Fidel Castro y un grupo de conspiradores se confabularon para asesinar al Presidente Fulgencio Batista. La oportunidad se les presentó cuando Batista decidió asistir a una reunión de veteranos de la Guerra de Independencia, que se celebraría en el mes de Julio en Santiago de Cuba, en la provincia de Oriente. Castro y algunos de los conspiradores obtuvieron documentación falsa, uniformes del ejército, y placas de auto oficiales y viajaron a Santiago para hacerle un atentado a Batista. Pero al parecer Batista sospechó que algo andaba mal, y canceló la visita. La policía tuvo sospechas de que Castro tramaba algo y lo detuvo. Pero poco después lo dejaron en libertad por falta de pruebas.

Existen rumores de que el ataque al Cuartel Moncada, que Castro y su grupo realizaron unos meses después, el 26 de Julio de 1953, iba a coincidir con una visita que Batista iba a hacer al cuartel. Pero de nuevo Batista canceló la visita en el último momento. Puede que los rumores tengan algo de cierto, porque la estratagema que Castro y sus hombres usaron para que los guardas abrieran la puerta de entrada fue gritar: “¡Abran la puerta. Llegó el General [Batista]!”

La obsesión de Castro por asesinar presidentes no terminó cuando tomó el poder en Cuba en 1959. El 26 de Abril de ese mismo año, Castro infiltró en Panamá un grupo de 84 cubanos y panameños residentes en Cuba. El objetivo de este grupo era asesinar al presidente Ernesto de la Guardia y encender la chispa de una revolución en ese país. Pero las fuerzas militares panameñas neutralizaron la fuerza invasora pocas horas después de haber desembarcado.

Poco después de la frustrada aventura panameña, otro grupo militar partió secretamente de Cuba el primero de Junio de 1959 con destino a Costa Rica, desde donde pensaban infiltrarse en Nicaragua para ultimar al presidente/dictador Luis Somoza, enemigo jurado de Castro. La invasión fracasó y, por supuesto, Castro negó su participación en la misma.

Menos de dos semanas más tarde, el 14 de Junio de 1959, Castro envió un grupo similar a la República Dominicana, con la misión de asesinar al Presidente Rafael L. Trujillo. La animadversión de Castro hacia el dictador dominicano se remontaba a sus días en la Universidad de La Habana, cuando, en 1947, se unió a un grupo de cubanos que se entrenaba en Cayo Confites para invadir la República Dominicana y asesinar a Trujillo.

Ambas operaciones, en Nicaragua y la República Dominicana fracasaron, y Castro se apresuró a negar que él personalmente las hubiese ordenado. Pero, dada su afinidad por tal tipo de hechos, todo indica que fue Castro quien las ordenó.

Tan sólo un par de meses más tarde, a mediados de Agosto de 1959, Castro envió una grupo militar a Haití. Su misión consistía en asesinar a François “Papa Doc” Duvalier, el dictador haitiano. El grupo se componía de 30 cubanos, había sido organizado por Che Guevara, y lo comandaba un argelino que había luchado en las fuerzas de Castro en la Sierra Maestra. Pero, tal como había sucedido con las operaciones contra Panamá y República Dominicana, esta también resultó en un desastre, y la mayoría de los atacantes perecieron. Castro nunca respondió a las acusaciones del gobierno de Duvalier de su complicidad en la operación.

En 1962, Castro intentó asesinar al presidente democráticamente electo de Panamá, Roberto Chiari. Según un informe del FBI, fechado el 25 de Octubre de 1962, Humberto Rodríguez Díaz, uno de los asesinos enviado por Castro, en complicidad con un ex-embajador cubano en Panamá, trató de atentar contra la vida del Presidente panameño.

El próximo año, en la primavera de 1963, Castro envió varias toneladas de armas y municiones a un grupo revolucionario, para que asesinaran al presidente de Venezuela Rómulo Betancourt. La obsesión de Castro con asesinar al Presidente Betancourt, quien inicialmente lo apoyaba, ha sido ampliamente documentada.

Ese mismo año, los periódicos colombianos publicaron reportajes informando que los aviones que habían transportado a un grupo de asesinos desde Cuba a la península de La Guajira, en Colombia, habían sido proporcionados por Fidel Castro. La misión de este grupo era asesinar al presidente León Valencia y derrocar su gobierno. Esta información fue corroborada el 17 de Octubre de 1963 por el propio Presidente Valencia, en una nota que envió a todas las misiones diplomáticas en Bogotá en la que acusaba a Castro de ser responsable por la operación.
Unos pocos meses después, el 26 de Febrero de 1964, un nuevo complot fue descubierto con motivo de la visita que Valencia pensaba hacer a Cali. El próximo año, Valencia señaló a Castro como el instigador de ambos intentos de asesinato.

En Julio de 1979, el dictador nicaragüense Luis Somoza fue derrocado por efectivos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que contaba con el apoyo de Castro, y escapó del país para convertirse en un exiliado político en el Paraguay. Unos pocos meses después Somoza y sus guardaespaldas fueron asesinados en una calle de Asunción por un grupo Sandinista que usó ametralladoras y bazucas. Algunos miembros de la inteligencia castrista se jactaron públicamente de que el equipo de asesinos había sido entrenado en Cuba.

En el documental “Fidel”, dirigido por Estela Bravo, Castro cuenta una anécdota sobre lo que sucedió cuando en 1963 hizo una visita a la Unión Soviética invitado por Nikita Jrushchov. El Premier soviético deseaba limar asperezas con Castro después de los sucesos de la crisis de los cohetes de 1962, en los que había llegado a un acuerdo con el Presidente Kennedy a espaldas de Castro.

Según Castro, Jrushchov lo invitó a ir de cacería y, durante ésta, un animal saltó a pocos metros enfrente del Premier Soviético y Castro le disparó con su escopeta. Los proyectiles cruzaron peligrosamente cerca de la cara de Jrushchov. “¿Y sabe lo que me pasó por la mente en ese momento?”, le pregunta Castro en el documental a su interlocutora, “¿Qué pasa si en una cacería, en un accidente de estos, yo le doy un tiro a Jrushchov?”

El sólo hecho de que Castro haya recordado tan vívidamente el hecho, y que lo haya contado con lujo de detalles, incluyendo lo que pensó, indica que tiene una mente patológicamente enrevesada. Pero, conociendo a Castro y su afinidad por tal tipo de crimen, lo más probable es que en realidad lo que le haya pasado por la mente fue asesinar a Nikita Jrushchov quien, según Castro, lo había traicionado y humillado durante la crisis de los cohetes.

Todo indica que Jrushchov nunca se percató de lo cerca que estuvo de ser una víctima más en la larga lista de jefes de estado asesinados por el magnicida caribeño.

Aunque la mayoría de los iniciales intentos magnicidas de Castro fracasaron, sería erróneo pensar que tan sólo fueron elucubraciones producto de una afiebrada mente juvenil. Por el contrario, Fidel Castro ha tenido una larga experiencia en la profesión de asesino, tanto directa como indirectamente, y la evidencia indica que algunas veces ha tenido éxito en su empeño -- no sólo en cometer el asesinato, sino en hacerlo impunemente. La mayor prueba de su habilidad en ese campo probablemente sea el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy.

Fidel Castro, ¿asesino de Kennedy?

Poco antes de asumir la presidencia en 1963, el presidente Lyndon Baynes Johnson descubrió que, tal como lo expresó gráficamente con gran disgusto, “Habíamos estado operando un Murder Inc. en el Caribe.” Según lo que le contó a algunos amigos cercanos, Johnson sospechaba que el asesinato de Kennedy había sido llevado a cabo por Castro como venganza.

Johnson sospechaba que el asesino del presidente John F. Kennedy había sido “influido o dirigido” por Fidel Castro, y sus sospechas crecieron con el tiempo. Unos pocos años después del asesinato de Kennedy, Johnson le confesó a su amigo Howard K. Smith, “Te voy a decir algo que te hará tambalear: Kennedy estaba tratando de asesinar a Castro, pero Castro lo asesinó a él primero.”

Parece que Robert Kennedy, el hermano del Presidente, albergaba sospechas similares. Cuando en Enero de 1971 el periodista Jack Anderson reportó la historia de los planes de los hermanos Kennedy para asesinar a Fidel Castro, también reportó que Robert Kennedy había quedado devastado emocionalmente después de la muerte de su hermano. Robert creía que sus intentos de asesinar a Castro habían provocado el asesinato de su hermano.

Pero el President Johnson y Robert Kennedy no eran los únicos que albergaban sospechas sobre la participación de Castro en el asesinato del Presidente Kennedy. Otro que tenía las mismas sospechas era el juez del Tribunal Supremo Earl Warren. Warren le contó en privado a unos amigos que “uno de los principales sospechosos” en el asesinato de Kennedy era Fidel Castro.

También tenía las mismas sospechas el ex-embajador norteamericano en México Thomas Mann. Según lo expresó,

Castro es el tipo de persona que se vengaría de esta forma. El es el tipo de extremista que reacciona emocional en vez de intelectualmente, y sin preocuparse mucho por los riesgos. La historia de su vida lo demuestra.

El Senador Robert Morgan, miembro del Comité Senatorial de Inteligencia (también llamado “Church Committee”), fue aún más categórico. No sólo tenía sospechas, sino que estaba totalmente convencido de Castro había sido el asesino del Presidente Kennedy. Según afirmó, “No me cabe la menor duda de que Fidel Castro, o alguien siguiendo sus órdenes, asesinó a John F. Kennedy como venganza por nuestros intentos de asesinarlo a él.”

El Presidente Johnson y el resto de los que, como él, tenían sospechas del papel de Castro en el asesinato de Kennedy tal vez no estaban lejos de la verdad, porque Castro tenía sobradas razones para vengarse. El mismo día que Kennedy fue asesinado en Dallas, Desmond Fitzgerald, un alto oficial de inteligencia de la CIA y amigo personal del Fiscal General Robert Kennedy, sostuvo una entrevista secreta con Rolando Cubela para planear el asesinato de Fidel Castro.

Tal como sus colaboradores cercanos pueden atestiguar, Castro es una persona muy vengativa. Nunca perdona una ofensa, real o imaginaria, en particular cuando cree que alguien lo ha humillado. Y no cabe duda de que Castro se sintió muy humillado con el resultado de la crisis de los cohetes de 1962. Algunos testigos presenciales han narrado con lujo de detalles la perreta que cogió cuando le dieron la noticia de que Jrushchov y Kennedy habían resuelto la crisis a sus espaldas, ignorándolo por completo. Según contó Che Guevara, Castro pateó una pared con tal fuerza que el impacto desprendió un espejo que se rompió en mil pedazos.

Yo mismo fui testigo presencial de una de las explosiones de ira de Castro cuando, pocos días después de terminada la crisis, nos dijo a un grupo de estudiantes en la Universidad de La Habana que Nikita Jrushchov era “un maricón”, y John F. Kennedy “un millonario comemierda y un hijo de puta”.

En honor a la verdad, Castro tenía razones suficientes para sentirse humillado. Theodor Sorensen señaló que algunas de las medidas que los asesores del Ex-Comm le sugirieron a Kennedy que tomara durante la crisis, tales como los vuelos de reconocimiento a baja altura sobre Cuba, no sólo tenían por objetivo un mejor reconocimiento aéreo, sino también hostigar y humillar a Castro.

No voy a adentrarme aquí en una explicación detallada, que sería demasiado larga, de los indicios que apuntan hacia Fidel Castro como partícipe en el asesinato de John F, Kennedy. Baste decir que ya hay autores que han señalado esa posibilidad y brindado pruebas. Véase, por ejemplo, el libro de Gus Russo Live by the Sword, el documental de Wilfried Huismann Rendezvous with Death, y mi propio libro The Secret Fidel Castro, en el que dedico todo un capítulo a ese tema.

Pero, como verán más adelante, en mi caso he avanzado un paso más, y ahora estoy convencido de que tanto el asesinato de Kennedy, como el Gaitán y el de Allende, fueron operaciones conjuntas ejecutadas por Castro y la CIA siguiendo órdenes de los banqueros de Wall Street.

La evaluación de la información

Después de leer los argumentos expuestos más arriba, sólo cabe una pregunta: ¿Fue Castro el autor intelectual del asesinato de Salvador Allende? ¿Es cierto lo que afirma Juan Vivés de que Fidel Castro ordenó el asesinato del Presidente de Chile?

La mayor dificultad en llegar a una conclusión reside en que Vivés no fue testigo presencial de los hechos, y lo que afirma lo oyó de segunda mano. Además, Vivés es un ex-agente de inteligencia, y éstos son siempre considerados como fuentes cuestionables. La razón de esto se debe a que, en primer lugar, siempre existe la duda de si la ruptura con su servicio de inteligencia fue verdadera o falsa. En segundo lugar, porque los ex-agentes de inteligencia en el exilio, en un esfuerzo por sobrevalorarse, tienden a exagerar sus conocimientos sobre los hechos.

En el campo de la inteligencia y el espionaje, inteligencia es por definición “información que ha sido evaluada y validada”. Pero esta información es casi siempre fragmentaria, casi nunca totalmente documentada, y, por tanto, imposible de validar directamente. Por ejemplo, una prueba irrefutable de que Vivés dice la verdad sería obtener los documentos que, según él, Patricio de la Guardia mantiene secretos en la caja de seguridad de un banco. Pero esto es casi imposible que ocurra, al menos mientras Castro esté vivo.

Lo anterior podría llevarnos a pensar que, como en Rashomon, es imposible dilucidar quién dice la verdad. Sin embargo, a pesar de la carencia de pruebas directas documentales, existen otros métodos que permiten evaluar la información en forma indirecta. Confrontados con casos similares, los servicios de inteligencia han creado metodologías que permiten determinar la probabilidad de que determinada información sea cierta con un alto porcentaje de éxito. Esta evaluación de la información se clasifica con un sistema convencional de letras y números.

A continuación usaré al sistema usado por la CIA, pero los sistemas empleados por la KGB, Mossad, MI6 y otros servicios de inteligencia son muy similares.

Evaluación de la Información

Confiabilidad de la fuente

Certeza de la información

A. Altamente confiable

1. Altamente cierta (Confirmada por otras fuentes altamente confiables)

B. Generalmente confiable

2. Probablemente cierta (Concuerda con otras informaciones de certeza verificada)

C. Algo confiable

3. Posiblemente cierta

D. Poco confiable

4. Dudosa.

C. Imposible de determinar

5. Imposible de determinar

Como se puede apreciar, la evaluación de la información tiene que ver tanto con la confiabilidad de la fuente que provee la información, como con la información en sí misma, es decir, su credibilidad -- un proceso que incluye el contrastar la nueva información con información existente ya validada. Estos dos aspectos están íntimamente ligados, y no pueden separarse el uno del otro.

Sin embargo, hay de destacar que ambas evaluaciones son independientes una de otra, y se denotan mediante un sistema de letras y números similar al indicado más arriba. De modo que, según este sistema, una información considerada posiblemente cierta proveniente de una fuente poco confiable se denotaría como “D3”.

Por otra parte, no hay que olvidar que, a pesar de todos los intentos de objetivizar el sistema, las personas que analizan una información, incluso los analistas de inteligencia, tienden a creer lo que de antemano sospechan sea cierto. Por tanto, este elemento subjetivo distorsionador de la realidad siempre estará presente en toda evaluación de la información.

Veamos a qué resultado llegaría un analista de inteligencia si aplicara este sistema a la evaluación de la información suministrada por Vivés de que el General Patricio de la Guardia ultimó al presidente de Chile, Salvador Allende.

En mi caso, después de haber leído algunos artículos de Vivés, además de su libro Los amos de Cuba, considero que Vivés es una fuente generalmente confiable, o sea, una B. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de prejuicio personal positivo hacia Vivés, le voy a dar tan sólo una C, o sea, una fuente algo confiable.

Otro elemento que le añade credibilidad a lo expresado por Vivés es que, poco después de haber hecho sus declaraciones sobre lo de Patricio de la Guardia, varios presuntos agentes de influencia castristas en el exilio se dieron al unísono a la tarea de desacreditar a Vivés, tildándolo de cuentista, mentiroso, etc. El hecho de que los servicios de inteligencia castrista se hayan arriesgado a “quemar” a algunos de sus agentes en el exilio para restarle veracidad a las declaraciones de Vivés indica la magnitud del daño que estas declaraciones les producían. Si la información aportada por Vivés hubiera sido falsa, lo más probable es que el gobierno de Castro la hubiese negado rotundamente, aportando pruebas sólidas. Sin embargo el gobierno castrista no sólo no refutó las acusaciones de Vivés, sino que puso en acción a sus agentes para desacreditar la fuente.

Ahora pasaremos al análisis de la información en sí misma. Como vimos más arriba, Castro no sólo tuvo el motivo, la habilidad, los medios, y la oportunidad para cometer ese crimen, sino que también tiene una extraordinaria tendencia a cometer tal tipo de crimen, pues ya los había cometido con anterioridad y los ha seguido cometiendo después de la muerte de Allende.

Más aún, también hay que recordar que, tal como expuse más arriba, la información de que Patricio de la Guardia asesinó a Allende ha sido confirmada por Dariel “Benigno” Alarcón, una fuente considerada generalmente confiable.

También existen otras informaciones confirmadas que apuntan hacia Castro como el autor intelectual del asesinato de Allende a manos de Patricio de la Guardia.

Es sabido que los fusilamientos del General Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio “Tony” de la Guardia no tuvieron absolutamente nada que ver con los motivos alegados de que estaban involucrados en el tráfico de drogas a espaldas de Castro. En Cuba es muy difícil, si no imposible, hacer algode esa envergadura a espaldas de Castro. El motivo principal por el que Castro quería deshacerse de ellos era porque sabían demasiado.

Por tanto, no tiene lógica que Castro le haya perdonado la vida a Patricio y haya fusilado a su hermano Tony. Lo único que lo explica es que Patricio haya puesto a buen recaudo documentos comprometedores que se revelarían en caso de su muerte prematura. Según Vives, este ha sido precisamente el motivo por el que Patricio de la Guardía aún esté con vida.

Más aún, si creemos más en lo que la gente hace que en lo que dice, hay indicios de que la izquierda chilena pro-Allende también tenía sus sospechas respecto a Castro. Me refiero al hecho de que, antes de que Allende tomara el poder en Chile, los izquierdas chilenos pululaban en la Isla. Algunos de ellos hasta lograron ocupar puestos de importancia en organizaciones como el Ministerio del Comercio Exterior y la Junta Central de Planificación.

A la muerte de Allende y el comienzo de la represión del régimen de Pinochet, lo más lógico era que los chilenos hubiesen elegido la Cuba castrista, con su hospitalidad y su agradable calor tropical, como el país que mejor los habría acogido en el exilio. Sin embargo, no fue así. Los chilenos prefirieron los fríos de Francia y otros países, incluidos los Estados Unidos, antes que arriesgarse a sufrir el abrazo de Castro. Dos que lo hicieron, la hija de Allende, “Tati”, y la hermana, Laura, se suicidaron en extrañas circunstancias.

Por consiguiente, dados los hechos expuestos anteriormente, que confirman la información brindada por Vivés directamente por fuentes confiables, así como indirectamente, por fuertes indicios, considero que la certeza de esta información debe ser considerada 2, es decir, probablemente cierta, pues concuerda con otras informaciones de certeza verificada. Esto nos daría una evaluación C-2, lo cual se considera entre los analistas de inteligencia como un alto índice de probabilidad de que una información sea cierta.

Finalmente, es necesario tener en consideración lo siguiente. En primer lugar, Patricio de la Guardia era el general al mando de la División de Tropas Especiales del ejército de Cuba. Esta División es una especie de mini-ejército que depende directamente de Fidel Castro.

Las aguerridas y bien equipadas Tropas Especiales no sólo son el ejército privado de Castro y constituyen su último círculo protector, sino también su brazo militar secreto a cargo de la subversión en todo el mundo. Un oficial de las Tropas Especiales que hubiera tomado por sí mismo una decisión como la de matar a Allende sin recibir una orden directa de Fidel Castro, habría sufrido inmediatamente graves consecuencias.

Pero tenemos el hecho de que, inmediatamente después de los sucesos de La Moneda, Patricio de la Guardia no fue detenido, ni removido de su cargo, ni sufrido las consecuencias que le habrían acarreado cometer semejante error. Por el contrario, tras su regreso a Cuba su prestigio y sus privilegios se acrecentaron. Por tanto, hay que llegar a la conclusión ineludible de que, si Patricio de la Guardia ultimó a Salvador Allende, como cabe a todo militar disciplinado lo hizo en cumplimiento de su misión de combate, cumpliendo órdenes expresas de su jefe superior directo, Fidel Castro.

El asesinato de Allende: ¿una operación conjunta Castro-CIA?

La prensa liberal e izquierdista norteamericana ha informado en gran detalle cómo la Agencia Central de Inteligencia norteamericana conspiró para desestabilizar el gobierno de Allende. La principal prueba que se aporta es que los militares chilenos no habrían podido llevar a cabo el golpe militar sin el apoyo directo de la CIA y el gobierno norteamericano. También se menciona el llamado “período de inestabilidad” del gobierno de la Unidad Popular entre 1970-1973, causado por una serie de operaciones secretas de la CIA para desestabilizar el país, entre las que se incluyen el asesinato del general Schneider y la huelga nacional de camioneros.

En Octubre de 1972, la agrupación de camioneros declaró un paro nacional, lo que agravó aún más los problemas de distribución. Poco después, impulsados por la grave situación económica y el miedo a que sus propiedades fueran nacionalizadas, muchos otros sectores de la economía chilena se sumaron al paro. Este paro fue provocado y financiado en más de dos millones de dólares por oficiales de la CIA en Chile, quienes conspiraban para derrocar el gobierno de Allende. La CIA también entregó dinero a varios periódicos opositores, principalmente a El Mercurio. El abundante barrage propagandístico contribuyó a que el resto de la oposición se uniera al paro, que pronto incluyó ingenieros, abogados, dentistas, médicos, profesores, estudiantes y muchos más profesionales. Muy pronto el país quedó virtualmente paralizado.

Algunos opositores al gobierno manifestaron frente a los cuarteles, y les arrojaron trigo y maíz a los soldados, insinuándoles que eran gallinas que no tenían el valor de derrocar el gobierno. Se sospecha que muchas de estas acciones encaminadas a derribar el gobierno de Allende fueron directamente financiadas por la CIA.

Pero, en contraste, la prensa norteamericana y latinoamericana ha mantenido un profundo silencio sobre los esfuerzos de Castro con el mismo fin. En realidad, la desestabilización del gobierno del Presidente Allende no comenzó con el llamado “período de inestabilidad”, sino mucho antes, cuando Allende vaciló en seguir los consejos de Castro de darse a sí mismo un golpe de estado y transformar la democracia chilena por la vía violenta en una dictadura totalitaria tipo castrista.

Fue entonces cuando Castro comenzó a enviar en secreto grandes cantidades de armamentos a los grupos radicales izquierdistas chilenos. Colaboradores cercanos a Castro han contado sus explosiones de ira y sus comentarios despectivos sobre Allende. El ex-oficial de la inteligencia castrista Jorge Masetti ha informado en detalle sobre el desprecio que Castro sentía por Allende. Según Castro, Allende no duraría mucho en el poder, porque era un cobarde.

Lo anterior no significa que fuera Castro, no la CIA, el único responsable por el derrocamiento del democráticamente electo presidente de Chile. Por el contrario, todo indica que el derrocamiento de Allende fue una operación conjunta Castro-CIA -- que no fue ni la primera ni la última.

La prensa liberal norteamericana no le ha informado esto al público porque, tal como corresponde a la imagen implantada en el cerebro de los norteamericanos por los lavadores de cerebro de la prensa al servicio de los banqueros de Wall Street, tanto Allende como Castro han sido víctimas de la malvada CIA -- a la que siempre usan como chivo expiatorio. La noticia de que tanto la CIA como Castro han sido socios cercanos por mucho tiempo en el negocio del asesinato político destruiría este mito cuidadosamente elaborado.

Como dato interesante es bueno señalar que, a pesar de que el gobierno norteamericano generalmente culpa a la CIA por sus “errores”, nunca un alto funcionario de la CIA ha sido castigado, y mucho menos despedido. La única excepción a la regla ocurrió cuando el Presidente Kennedy despidió a Allen Dulles por el “fracaso” de la invasión de Bahía de Cochinos, pero ya sabemos cómo pagó el Presidente por su error.

Lo anterior explica la razón por la cual la CIA, que ha demostrado una extraordinaria eficiencia en asesinar líderes políticos en el extranjero -- y también en los propios Estados Unidos -- ha sido sido tan incompetente en sus esfuerzos por asesinar a Castro.

Desafortunadamente, tanto Castro como la CIA han encontrado aliados a su conspiración de silencio entre quienes debía ser sus más acérrimos enemigos. Enfrentados con la posibilidad de que el presidente Allende no se suicidó, sino que fue ultimado por un agente castrista, los izquierdistas del mundo, incluídos los chilenos, han adoptados dos posturas diferentes: ignorar el hecho, o inventar una excusa plausible.

La teoría de la excusa es más o menos esta: Castro ordenó el asesinato de Allende, pero lo hizo por motivos nobles. Castro no quería que Allende pasara a la historia como un cobarde que se entregó a las tropas golpistas, o que se suicidó porque no tuvo la valentía de enfrentarlos con las armas en la mano. De modo que Castro ordenó a su agente Patricio de la Guardia que, caso de que viera a Allende titubear, lo ultimara, para que pasara la historia, si nó como un héroe, al menos como un mártir; como un símbolo de la lucha antiimperialista mundial.

Pero existe abundante información que apunta hacia una explicación totalmente diferente. Según esta nueva evaluación de los hechos, los motivos de Castro fueron bien lejos de ser nobles y no fueron totalmente motivados por rencillas personales. Castro no trató de salvar la memoria de Allende para la posteridad, sino que, como acostumbra a hacer con sus amigos, cometió una vil traición.

Todo indica que, que los asesinatos de Salvador Allende y de John F. Kennedy, así como la captura y muerte de Che Guevara en Bolivia, han sido operaciones conjuntas Castro-CIA. Pero la CIA no es sino el brazo armado de los banqueros de Wall Street y las corporaciones transnacionales. De modo que lo más probable es que las órdenes de asesinar a Kennedy, a Guevara, y a Allende hayan partido de la Pratt House en Manhattan, sede del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), la organización donde reside la jefatura central de los banqueros.

Fidel Castro, ¿agente de la CIA?

En los últimos meses han aumentado en la internet los artículos y comentarios en los blogs, en los que se comenta la posibilidad de que Fidel Castro en realidad sea un agente de la CIA. En uno de los más recientes aparece una serie de preguntas sobre cosas inexplicables en la conducta de Fidel Castro y de sus supuestos enemigos, que sólo podrían explicarse si Fidel Castro en realidad no fuera quien dice ser. La conclusión del autor: Fidel Castro tiene que ser un agente al servicio de la CIA.

Sin embargo, los artículos contienen una serie de inexactitudes que es preciso señalar. Esto no implica una crítica a los autores de estos artículos, que esencialmente apuntan a la respuesta correcta. Por el contrario, yo mismo, que por muchos años me consideré pionero en la formulación de esa teoría (Véase mi libro Historia herética de la revolución fidelista, publicado en 1986 y mi largo artículo “Fidel Castro Supermole”, publicado en la Internet inicialmente en 1995, así como mi libro The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol, donde también menciono el tema), al igual que los autores de estos artículos, también cometí el error de pensar que Fidel Castro no sólo había sido reclutado por la CIA, sino que también había estado trabajando para los norteamericanos todo este tiempo -- lo cual es verdad hasta cierto punto, pero no toda la verdad. La causa del error reside en que, para poder entender a cabalidad la relación Castro-CIA hay que conocer mejor a esta última.

Contrariamente a lo que piensa la mayoría de la gente, la CIA nunca ha sido una organización al servicio de los intereses del pueblo norteamericano, sino de los banqueros de Wall Street y los magnates petroleros que la crearon -- todos ellos nucleados alrededor de una organización llamada Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations, CFR). Esto explica el por qué tanto los éxitos como los llamados "fracasos" de la CIA, siempre han redundado en beneficio de sus verdaderos amos.

En estos momentos existe abundante evidencia testimonial y circunstancial que indica que los verdaderos amos de la CIA reclutaron a Fidel Castro a través de su recién creada Agencia a comienzos del 1948 y lo enviaron a Bogotá, Colombia como agente provocador en una misión importante. El reclutamiento se llevó a cabo en la residencia de Mario Lazo, un abogado cubano educado en los E.U., que tenía estrechos nexos con la embajada norteamericana en Cuba.

La misión de Castro consistía en asesinar al líder populista y candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán y participar en los disturbios luego conocidos como el Bogotazo. Estos violentos disturbios comenzaron al mediodía del 9 de Abril, poco después del asesinato de Gaitán por Juan Roa Sierra, un pobre diablo perturbado de sus facultades mentales -- o tal vez un ejemplo temprano de “candidato de la Manchuria”, predecesor de Oswald y de Sirham.

Por tanto, no fue una coincidencia que Fidel Castro y su amigo Rafael del Pino Siero, se hallaran de visita en Bogotá desde comienzos de Abril con el pretexto de asistir a una reunión internacional de estudiantes. Los gastos del viaje habían sido pagados por Juan Domingo Perón, el presidente argentino. Perón era amigo personal de Allen Dulles, y tuvo un papel importante en dar refugio a nazis que escaparon de Alemania a la caída del nazismo. Muchos de éstos luego fueron a dar a los Estados Unidos y algunos de ellos, como el General Reinhard Gehlen, terminaron trabajando para la CIA.

Castro y del Pino tenían concertada una entrevista con Gaitán para esa misma tarde, una hora después de que fuese asesinado. En el momento en que Gaitán fue asesinado, ambos se hallaban en un café situado casi frente al lugar en que ocurrieron los hechos. Más aún, luego se supo que Castro y del Pino habían estado en contacto con el asesino en varias oportunidades.

No fue por casualidad que los disturbios coincidieran con la celebración en Bogotá de la Novena Conferencia Panamericana que presidía el secretario de estado norteamericano George Marshall, también miembro del CFR y agente secreto de los banqueros. Tampoco es casualidad que muchos de quienes estaban presentes en casa de Mario Lazo cuando Castro fue reclutado, tales como Willard Beulac y William Pawley, también aparecieran como por arte de magia en Bogotá cuando ocurrieron los hechos.

También estaba allí el misterioso personaje William Wieland (también conocido como Arturo Montenegro), quien junto con Roy Rubbotom (también en Bogotá) luego jugara un papel importante en apuntalar a Castro en el poder después de 1959. Ambos, Wieland y Rubbotom eran funcionarios del Departamento de Estado, una dependencia del gobierno norteamericano que desde comienzos del siglo pasado ya había caído bajo el control de los banqueros.

La participación real de Castro y la CIA en el Bogotazo tal vez sea uno de los secretos mejor guardados por los banqueros del CFR. Aunque casi todo el mundo ha oído mencionar la participación de la CIA en los derrocamientos de Arbenz en Guatemala y Mossadegh en Irán, dos operaciones iniciales de la CIA en beneficio de sus amos, muy pocos relacionan a esta agencia de inteligencia con el Bogotazo.

El Bogotazo fue en realidad una operación de guerra psicológica perpetrada contra los pueblos norteamericano y latinoamericanos. Esta consiste esencialmente en crear un gran peligro imaginario, para que los amenazados acepten el verdadero peligro como un mal menor. El verdero motivo del Bogotazo fue que, tras la desaparición de la Alemania nazi que ellos mismos habían creado, los conspiradores del CFR necesitaban crear un nuevo enemigo. El objetivo del Bogotazo fue implantar en las mentes de los pueblos del continente americano el miedo al nuevo enemigo: el comunismo soviético -- que los mismos conspiradores del CFR también habían contribuido a crear.

De modo que, de acuerdo a lo planeado, al siguiente día de haber comenzado los disturbios, y sin preocuparse por obtener pruebas, Marshall culpó a los comunistas por los sucesos. Poco más tarde, los aterrados cancilleres, que antes habían manifestado sus dudas acerca de los objetivos de la Conferencia, firmaron sin protestar una resolución condenando el comunismo y luego aprobaron la creación de la Organización de Estados Americanos -- la tristemente célebre OEA. Acto seguido, el gobierno colombiano rompió sus relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Poco después, otros países de América Latina siguieron su ejemplo.

Pero quienes investigaron los sucesos del Bogotazo nunca pudieron hallar evidencia alguna de que los comunistas hubieran creado, participado, o se beneficiaran con en el incidente. Por el contrario, muchos partidos comunistas del área fueron declarados ilegales, y la Unión Soviética sufrió un revés en su intento de profundizar sus relaciones diplomáticas y comerciales con América Latina.

La mayor parte de la evidencia que se alega en favor de que el Bogotazo fue instigado por los comunistas son las pistas falsas que aportó el propio agente provocador, Fidel Castro, tales como lanzar volantes con literatura comunista en el teatro Colón unos días antes de los disturbios, dejar libros marxistas en su habitación del hotel Claridge, y hacer un llamado por una estación de radio, que supuestamente controlaban los comunistas, en el que incitaba a las turbas a ir a Palacio y tomar el poder.

Este último detalle, aportado por William Pawley durante un testimonio ante el Congreso de los E.U. probablemente sea falso. La razón de mi sospecha se debe a que Pawley, quien afirma que lo oyó en la radio del automóvil en que viajaba durante los disturbios, no sólo estaba presente en casa de Lazo durante el reclutamiento de Castro, sino que era amigo cercano de Allen Dulles y, como éste, agente secreto de los conspiradores del CFR.

Pocas semanas después de los sangrientos sucesos, el primer Director de la CIA, Almirante Roscoe Hillenkoetter, declaró ante un comité senatorial que Roa Sierra había sido el asesino de Gaitán y que había actuado por motivos puramente personales. Este es posiblemente el primer caso en el que un “error” de la CIA -- tanto en identificar al verdadero asesino como en predecir los disturbios -- benefició directamente a sus verdaderos amos. La operación Bogotazo fue un éxito total para los banqueros, pues marcó el comienzo de la Guerra Fría en el continente Americano. Demás está decir que la Guerra Fría fue altamente lucrativa para los banqueros, los magnates petroleros, y las corporaciones transnacionales -- lo que el Presidente Roosevelt después llamó el “complejo militar-industrial” norteamericano.

Es interesante notar que los conspiradores han venido repitiendo casi exactamente una y otra vez con gran éxito este tipo de operación de guerra psicológica, cuyo objetivo es implantar el miedo en las mentes de los ciudadanos para que acepten cosas que de otra forma nunca aceptarían. Una de las más recientes lo fue los sucesos del 11 de Septiembre del 2001, encaminados a implantar el nuevo miedo necesario después de la desaparición de la Unión Soviética: el miedo al terrorismo.
Como dato curioso, en la operación 11 de Septiembre también el agente Alex jugó su papel de agente provocador reclutando incautos en el mundo musulmán. Véase mi artículo “A Sad Day For Fidel Castro?” que ha sido publicado en varios sitios en la Internet.

Unos años después del éxito de la operación Bogotazo, los conspiradores del CFR confrontaron un nuevo problema: Nikita Jrushchov sorpresivamente expuso al mundo su política de la coexistencia pacífica, la cual implicaba la continuación de la lucha comunismo VS. capitalismo, pero sólo en el plano comercial y cultural, no en el militar. Esto preocupó mucho a los banqueros y las corporaciones, pues la nueva política de Jrushchov amenazaba terminar con la lucrativa Guerra Fría. Y de nuevo recurrieron los banqueros de Wall Street a su eficiente agente secreto Alex, quien tanto éxito había tenido durante el Bogotazo. Por eso le facilitaron, con la complicidad de su títere Batista, la toma del poder en Cuba, para que luego se les infiltrara a los soviéticos y los incitara a calentar la Guerra Fría.

Después que Castro tomó el poder en Cuba, y de que comenzara a metérsele por los ojos a los soviéticos, el Premier soviético Nikita Jrushchov comenzó a tener serias dudas sobre el “comunismo” de Fidel Castro. Según afirmó el hijo de Nikita, Serguei Jrushchov, en un discurso que pronunció en la Universidad de Tulsa en Oklahoma, cuando Castro tomó el poder en Cuba en 1959, su padre y otros líderes soviéticos estaban convencidos de que éste trabajaba para la CIA (lo cual me demostró que no había sido yo el primero en sospecharlo, sino que Jrushchov se me había adelantado por varios años). Pero los banqueros usaron de nuevo a su CIA para facilitarle en bandeja de plata a Castro la victoria de Bahía de Cochinos.

Esta es una técnica que en la terminología de la inteligencia y el espionaje se conoce como la “cimentación de la bona fides” de un topo que ha logrado infiltrarse en una organización enemiga. Esto se logra facilitándole al topo éxitos artificiales que prueben su valía para la organización en la que ha logrado infiltrarse. La inesperada victoria en la Bahía de Cochinos convenció a los líderes soviéticos de que Castro era lo que decía ser, y no un agente al servicio de los norteamericanos. Craso error.

Por otra parte, siempre he tenido la sospecha de que algunos de los líderes soviéticos (e.g. Ponomarev, Suslov, y posiblemente Mikoyan) habían sido reclutados por los conspiradores del CFR, y fueron estos quienes a su vez convencieron a Jrushchov de las buenas intenciones del “marxista” Fidel. Prueba de la influencia del los banqueros de Wall Street en el Kremlin es que, a mediados de Agosto de 1964, después de la crisis de los cohetes en la que Jrushchov hizo cosas que no debía, David Rockefeller viajó a Moscú y tuvo una larga entrevista secreta con Jrushchov. Menos de un mes más tarde el líder soviético fue depuesto.

Earl E. T. Smith, el último embajador norteamericano en Cuba hasta la caída de Batista, escribió El Cuarto Piso, un libro revelador en el que acusa directamente a la CIA y a funcionarios del Departamento de Estado norteamericano por haber facilitado la toma del poder en Cuba por Fidel Castro. Lo que el embajador Smith ignoraba cuando escribió su libro era que tanto el Departamento de Estado como la CIA estaban bajo el control de los banqueros de Wall Street.

Desde fines de la década de los sesenta, los banqueros de Wall Street y las transnacionales aglutinados en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) se valieron de su nuevo agente secreto, Fidel Castro, para infiltrar y destruir los grupos insurgentes en América Latina que el mismo Castro y la CIA habían fomentado. También el agente secreto de los banqueros, Henry Kissinger, en estrecha colaboración con Castro y la CIA, tuvo un papel cardinal en el derrocamiento de gobiernos democráticamente electos y la toma del poder por dictaduras militares en África y América Latina.

Es interesante notar que casi todos los nombres mencionados en relación con el derrocamiento de Allende (e.g., Henry Kissinger, Robert McNamara, Paul Volcker, William Colby) , eran miembros del CFR, es decir, agentes secretos de los banqueros infiltrados en el gobierno norteamericano.
Actualmente, los mismos banqueros del CFR que ordenaron el derrocamiento de Allende se esfuerzan en imponer a los pueblos de América Latina varios acuerdos de “libre comercio”. Si el actual Tratado de Libre Comercio -- un proyecto mediante el cual los únicos beneficiados son los dueños de multinacionales extranjeras, que tienen el poder de destruir la pequeña y mediana industria latinoamericana -- sirve de ejemplo, ya podemos imaginarnos lo que les espera a los pueblos latinoamericanos.

En esta nueva operación de guerra psicológica para facilitar la agresión económica y política de los banqueros juegan un papel cardinal el Agente Castro y su sub-agente Hugo Chávez. Las clases dominantes de América Latina tienen sobradas razones de temer la penetración norteamericana, pero temen aún más el supuesto comunismo del Castrochavismo. De modo que aceptan a regañadientes como un mal menor los tratados con el gobierno norteamericano impuestos por los conspiradores del CFR. Cualquier parecido con la operación Bogotazo no es pura coincidencia.

La globalización, la apertura económica y los tratados de libre comercio que los banqueros y las transnacionales quieren implantar en todo el continente americano, van en detrimento de las libertades de los pueblos. Todo estos tratados de libre comercio (que es libre tan sólo para las transnacionales), la protección del medio ambiente (que en realidad abren el camino para que las transnacionales lo destruyan aún más), el desarrollo sostenido y el calentamiento global (que en realidad implican una vuelta de los pueblos a niveles de consumo pre-industriales), así como el darwinismo, y la evolución (que no son sino teorías sin base científica para justificar las medidas eugenésicas de eliminación masiva de la población), son parte del llamado Nuevo Orden Mundial (que no es sino un totalitarismo comuno-fascista a nivel global).

Estas medidas, tratados y teorías tan sólo encubren las intenciones secretas de una minoría de banqueros y magnates de transnacionales cuyo objetivo final es eliminar el 85 porciento de la población del planeta y reducir los sobrevivientes a la condición de siervos feudales. Desafortunadamente esta minoría ha logrado infiltrarse en el gobierno de los Estados Unidos y ahora lo controla totalmente, y en estos momentos está en proceso de infiltrarse y controlar los gobiernos de los países de América Latina. (Véase, por ejemplo, mi artículo “México en la encrucijada”.)

Castro y el asesinato del Presidente Allende

Los conspiradores de Wall Street siempre han buscado crear enemigos de los Estados Unidos que justifiquen la carrera armamentista de ese país, de la cual cual son ellos los únicos que se benefician, no el pueblo norteamericano. La tarea de Castro consistía en hacer de Allende otro enemigo más de los Estados Unidos -- tal como ha hecho ahora con el sub-agente Hugo Chávez. Pero el presidente chileno no era un gorila inculto como Chávez, sino una persona educada, inteligente, y amante de las leyes de su país, y al parecer tenía una idea bien diferente de la de Castro.

Según comentarios hechos a sus colaboradores cercanos, algunos expresados durante el vuelo de regreso a Cuba, durante su larga visita a Chile Castro llegó a la conclusión de que Allende no iba a ser un dócil instrumento para sus fines. Por otra parte, Allende también parece haber llegado a la conclusión de que la amistad con Fidel Castro no lo beneficiaba. Prueba de esto es su negativa a presentarse en el acto final de despedida a Castro y el hecho de que, tal como acostumbra el protocolo, no firmara una declaración conjunta con Castro al final de su viaje.

Cuando Castro le comunicó a sus amos de Wall Street el fracaso de sus intentos de incitar a Allende a tomar el camino de la revolución violenta, éstos decidieron que había que deshacerse del presidente de Chile. Para ello se valieron de su departamento especializado en subversión y guerra psicológica, la CIA, y de dos de sus más valiosos agentes: Henry Kissinger y Fidel Castro.

La experiencia que obtuvo Kissinger con el asesinato de Allende le sirvió de mucho al planear el asesinato del Primer Ministro Aldo Moro en 1978. Por cierto, es probable que algunos de los miembros de las Brigadas Rojas que asesinaron a Moro siguiendo órdenes de la CIA hayan sido entrenados en Cuba.

En cuanto a Castro, no sólo cumplió la orden a cabalidad, sino que lo hizo con gusto. En primer lugar por su odio irracional hacia todo jefe de estado. En segundo lugar, por la humillación a que lo sometió Allende cuando se negó a asistir al acto en el estadio. No hay que olvidar que Castro es una persona que nunca perdona una humillación, real o imaginaria.

Fidel Castro tuvo un papel decisivo en minar el gobierno de Allende. En primer lugar, porque organizó, financió y armó al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, un grupo izquierdista radical que trataba de implantar el socialismo en Chile por medio de actividades criminales violentas, tales como el terrorismo, asaltos a bancos, y asesinatos. En segundo lugar, porque Castro también colaboró y dio entrenamiento militar y armas a los miembros de extrema izquierda del propio partido de Allende.

Al momento del golpe, había en Chile cerca de 13,000 extranjeros, la mayor de ellos cubanos, que habían entrado ilegalmente al país. Estos extranjeros estaban creando un ejército paralelo que pudiera oponerse a las fuerzas regulares chilenas. Muchos de estos cubanos lograron ocupar posiciones administrativas importantes en oficinas del estado chileno.

Al momento del golpe, la embajada cubana en Santiago había acreditado 42 diplomáticos, en contraste con sólo seis en la embajada de Chile en La Habana. Durante el año del golpe, 987 cubanos visitaron Chile en misiones diplomáticas o comerciales. Se sabe que muchos de ellos intervinieron en actividades políticas y económicas del gobierno chileno, particularmente las relacionadas con la presidencia de la república. La mayor parte de los instructores y líderes de los grupos paramilitares eran cubanos o habían sido entrenados en Cuba.

Más tarde, con su visita oficial a Chile de una semana que prolongó por 21 días, precisamente en el momento crítico en que el gobierno de la Unidad Popular enfrentaba una fuerte oposición de la centroderecha, el huésped inoportuno e injerencista causó aún más problemas. Durante tres semanas, en un esfuerzo por causar el mayor daño posible al gobierno de Allende, Castro se paseó por Chile alabando en concentraciones populares las medidas radicales de su propio régimen, criticando la democracia parlamentaria, enseñando cómo se hace una revolución marxista, y ganándose la animadversión de los conservadores y los militares.

Al despedirse del pueblo chileno durante su discurso en el acto del Estadio Nacional -- al que Allende como muestra de su disgusto no asisitió --, Castro declaró, en una evidente crítica a Allende, que regresaba a Cuba “… más revolucionario y extremista de lo que vine.” La respuesta a la provocación de Castro -- tal vez en estrecha coordinación con la CIA -- no se hizo esperar. Ese mismo día miles de mujeres de la oposición se lanzaron a las calles haciendo sonar sus cazuelas como protesta por la carestía de alimentos.

En realidad Castro estaba haciendo lo que siempre ha hecho con gran éxito en favor de sus amos del CFR: actuar como agente provocador, impulsando a otros por caminos no deseados. Mientras expresaba en público su apoyo a Allende, tras bastidores manipulaba a militantes extremistas entrenados en Cuba para que presionaran a Allende desde la extrema izquierda.

No conforme con haber hostigado y conspirado contra Allende en vida, Castro también trató de manipularlo para sus fines ocultos después de muerto. En un discurso que pronunció en La Habana el 28 de Septiembre de 1973, Castro le contó al mundo la falsa historia de que Allende había caído en La Moneda combatiendo con el fusil que él mismo le había regalado.

Pero tal parece que el odio de Fidel Castro hacia los Allende no se limitó al Presidente. Poco tiempo despues se dio a conocer que Beatriz “Tati” Allende se había suicidado pegándose un tiro con la pistola de su esposo, Luis Fernández de Oña, oficial de la Seguridad cubana. No pasó mucho tiempo antes de que Laura, la hermana de Allende, también se suicidara al lanzarse del piso 16 del apartamento donde vivía en la barriada del Vedado.

Un hecho que pone de manifiesto el verdadero lado malvado de Fidel Castro es su conducta en relación con “Tati” Allende.

Beatriz Allende ,“Tati”, era la colaboradora más próxima al presidente, y dirigía el equipo de la secretaría privada en el Palacio de La Moneda. A fin de usarla para sus fines, Fidel Castro designó al apuesto cubano Luis Fernández de Oña (alias “Demid”) para que se pasara por diplomático, la sedujera y se casara con ella para controlarla y obtener información. Después del golpe militar, Beatriz marchó al exilio en Cuba con su esposo. Pero, una vez allí, Fernández de Oña volvió con su primera esposa, y le explicó a Beatriz que nunca la había querido y que se había casado con ella siguiendo órdenes superiores.

Como se puede apreciar, el tratamiento de Castro hacia la hija de Allende, que se inició mucho antes de las primeras diferencias entre Castro y Allende, más que amistoso fue traicionero y hostil. Sin embargo, esto no es sorprendente, sino que marca un estilo de comportamiento típico de Fidel Castro. Muchos que lo han conocido de cerca afirman que Castro no tiene amigos, y que usa a los que lo rodean como fichas en su juego secreto, y luego las descarta cuando le conviene sin siquiera un asomo de escrúpulos.

Después de concer el papel cardinal que jugó Fidel Castro en la desestabilización, el derrocamiento, y posiblemente en la eliminación física de Salvador Allende, sería un error pensar que sus motivos fueron tan sólo personales. Es cierto que el modelo chileno del socialismo estaba en contradicción con el castrista de la vía violenta. También es cierto que Allende humilló a Castro, y éste no perdona las humillaciones.

Más aún, en los primeros momentos del ataque a La Moneda, Castro se comunicó con Allende y le sugirió que distribuyera armas a la población para crear un alzamiento nacional en contra de los militares. Pero Allende, consciente de que esto sumiría el país en un baño de sangre, se negó a seguir el consejo de Castro.

Pero lo más probable es que las órdenes de eliminar a Allende las haya recibido Fidel Castro directamene de sus verdaderos amos: los banqueros de Wall Street.

En realidad el derrocamiento y asesinato de Allende fue dictado el 16 de Septiembre de 1970, tan sólo 12 días después que Allende ganó las elecciones y esperaba por la confirmación del Congreso chileno. La orden la comunicó el agente criminal internacional Henry Kissinger, portavoz de los banqueros, en una conferencia de prensa que ofreció en Chicago como asistente especial de la Casa Blanca en asuntos de seguridad nacional. Según Kissinger, si Allende era confirmado, un régimen comunista surgiría en Chile, y pronto Argentina, Bolivia y Perú seguirían el ejemplo.
Por supuesto, que no hay que dejarse engañar con el lenguaje de Kissinger. La creación de un régimen “comunista” en Chile, y que el ejemplo cundiera en América Latina, era precisamente el sueño dorado de los banqueros y del complejo militar-industrial norteamericano, siempre en busca de enemigos.

Desgraciadamente para los banqueros, y a pesar de los esfuerzos de su agente Fidel Castro, Allende se negó a implementar en Chile el régimen comunista con el que soñaban los amos de Castro. Se sospecha que las operaciones desestabilizadoras de la CIA en Chile fueron autorizadas por el super-secreto “Comité de los 40”, que dirigía Kissinger en el Consejo de Seguridad Nacional.

Es bueno recordar que el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y la CIA fueron creados en 1947 por los banqueros para sus propios fines secretos. Al tener en sus manos el control de la CIA, del NSC, y del Departamento de Estado -- del cual ya se habían apoderado desde hacía muchos años -- los banqueros lograron establecer un control casi total sobre el gobierno de los estados Unidos.


Después de los dramáticos sucesos del 11 de Septiembre del 2001, muchos ciudadanos de los Estados Unidos han comenzado a preguntarse, “¿Por qué nos odian tanto a nosotros?” La respuesta de los liberales e izquierdistas es “porque los Estados Unidos es un país imperialista y agresor”, la de los conservadores y derechistas, “porque nos envidian”. Pero ambas respuestas son erróneas, debido a que la pregunta en sí misma ha sido erróneamente formulada. La pregunta correcta debía ser algo así como, “¿Por qué nos odian tanto a nosotros en vez de odiarlos a ellos?

Porque el imperialismo norteamericano y las guerras de agresión en todo el mundo no son el resultado de la voluntad del pueblo norteamericano, sino de lactividad de ellos, los banqueros de Wall Street y las transnacionales. Ellos son los que han usurpado el gobierno de los Estados Unidos y lo usan para sus propios fines. Si el mundo ha sufrido las nefastas consecuencias del imperialismo norteamericano controlado por ellos, no es menos cierto que el pueblo norteamericano también los ha sufrido, y los sufrirá aún más en el futuro cercano. Si de algo es culpable el pueblo norteamericano no es de esos actos de agresión instigados por ellos, sino de haber permitido que los conspiradores se hayan apropiado ilegítimamente del gobierno de su país.

Por tanto, siguiendo el consejo de Sun Tzu, una investigación de quiénes son nuestros verdaderos enemigos se impone, tanto para los norteamericanos como para los latinoamericanos.

Epílogo

Hace algunos mese se difundió en la internet la noticia de que algunos de los personeros castristas, como ratas asustadas, han comenzado a abandonar el barco que indudablemente se irá a pique poco después de que se anuncie la muerte de Fidel Castro. Uno de los primeros en partir sigilosamente ha sido Silvio Rodríguez, el más conocido exponente de la cancion protesta en Cuba sociolista, que ahora, convertido en millonario capitalista que no protesta, ha comenzado su mudada a Chile.

Pero Silvio no es el único. Alguien ha publicado en la Internet una larga lista de altas figuras de la nomenklatura castrista que también han comenzado a poner en práctica su plan de escape. A ese fin, han comprado fastuosas residencias y otras propiedades en el extranjero. Entre ellos se encuentran el propio Raúl Castro, así como la mujer de Fidel, Dalia Soto del Valle, y gran parte de su familia. El país escogido por este grupo de delincuentes comunes que han saqueado al pueblo cubano y destruido Cuba ha resultado ser Chile.

En las manos de todos los chilenos, sean de derecha o de izquierda, que quieran a su país, cae la responsibilidad de hallar la verdad, por desagradable que ésta sea, sobre la muerte del presidente Salvador Allende. Sería un grave error, que las futuras generaciones de chilenos jamás perdonarían, que, debido a intereses sectarios, se ocultara la verdad y los cómpliceds del asesinato de Allende fueran recibidos y acogidos en el seno del pueblo que traicionaron.

Cualquiera que hallan sido los errores que cometió Salvador Allende, no me cabe duda de que sus sentimientos eran de buscar lo mejor para su país. Contrariamente a Castro, no creo que Allende persiguiera la destrucción de Chile y su pueblo. Lamentablemente, cuando no siguió el consejo de Castro de convertir su gobierno en un émulo del totalitarismo castrista, y luego, cuando intuyó que Fidel Castro no era quien pretendía ser y no asistió al acto en el Estadio Nacional, Salvador Allende marcó su destino, pero ya era demasiado tarde y pagó con su vida su error.

Como en medios izquierdistas y progresistas chilenos Fidel Castro aún continúa siendo una figura venerada, sería una buena idea reabrir una investigación imparcial sobre la muerte de Salvador Allende, en la que todas las tendencias políticas chilenas estén representadas,. El pueblo chileno debe saber la verdad sobre quiénes fueron los que contribuyeron directamente a la muerte de su presidente. Si la evidencia indica que Fidel Castro, la CIA, y los banqueros de Wall Street atrincherados en el Consejo de Relaciones Exteriores fueron quienes conspiraron activamente para cometer el magnicidio, es bueno que los chilenos lo sepan y saquen sus propias conclusiones.

Sería bueno que los latinoamericanos que sinceramente se oponen a la penetración y el control en América Latina del llamado imperialismo norteamericano -- que no es sino el imperialismo de los banqueros de Wall Street y las transnacionales que ilegalmente controlan el gobierno norteamericano -- leyeran y estudiaran en detalle a Sun Tzu. Tal vez así lleguen a la conclusión de que, si bien es cierto que el enemigo de nuestro enemigo es nuestro amigo, no es menos cierto que el falso enemigo de nuestro enemigo es peor que nuestro enemigo.

Como bien dijera Marco Tulio Cicerón,

Una nación puede sobrevivir a sus tontos, e incluso a sus ambiciosos. Pero no puede sobrevivir a la traición desde adentro. . . . Un asesino es menos de temer. El traidor es la plaga.

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Servando González es un historiador, semiólogo y analista de inteligencia norteamericano nacido en Cuba. Servando es el autor de Observando, Historia herética de la revolución fidelista, The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol, The Nuclear Deception: Nikita Khrushchev and the Cuban Missile Crisis y La madre de todas las conspiraciones: una novela de ideas subversivas, así como de los documentales Treason in America: The Council on Foreign Relations y Partners in Treason: The CFR-CIA-Castro Connection.

Su último libro, Psychological Warfare and the New World Order: The Secret War Against the American People acaba de ser publicado y puede adquirirse en Amazon.com. Más información sobre el libro en http://www.psywarandnwo.com .

por Servando González
Gentileza de http://www.intelinet.org/sg_site/sg_articles.html 

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