MARCHI, de Ignacio Gutiérrez Zaldívar. Buenos Aires, Zurbarán Editores, 1995. 87 pp.,

por Lic. María González Rouco

Ignacio Gutiérrez Zaldívar nació en Rosario, Santa Fe, en 1952. Luego de trabajar como abogado hasta 1976, fundó Zurbarán hace 19 años. Sus galerías se han dedicado a promocionar el Arte de los Argentinos, tanto en nuestro país, como en el extranjero. Desde 1989, a través de Zurbarán Ediciones, ha comenzado a publicar una serie de estudios y monografías, dedicados a las artes plásticas argentinas. Este nuevo libro tiene una edición en castellano y otra en inglés, que será distribuida en el exterior, como ya ocurriera con “23 Argentine Artist Now”. Es Presidente de la Fundación Región, cuyo objetivo es fomentar los lazos culturales de los países de Iberoamérica, presidiendo también la Academia Argentina de Gastronomía, que procura hacer conocer las tradiciones gastronómicas de los argentinos. Este es su doceavo libro publicado”.

  La obra que nos ocupa ha sido realizada con la coordinación general de María Torres, diseño gráfico a cargo de Salvador M. Curutchet, fotografía por Pedro Roth y Gustavo Sosa Pinilla y archivo por Diana García Calvo de Jonquières. El retrato de José Alberto Marchi es obra de Aldo Sessa, y el de Ignacio Gutiérrez Zaldívar fue tomado  por Carolina Tejera.

En el “Agradecimiento”, afirma el autor: “Este libro que está en vuestras manos, es el resultado del amor y la pasión por la obra de José Alberto Marchi. Pasión compartida con toda la gente de Zurbarán, en especial Diana García Calvo de Jonquières, María Torres y Salvador M. Curutchet, quienes desde hace mucho tiempo está abocados sin limites de horarios a trabajar en esta edición. También quiero expresar mi gratitud a María Squirru, quien realizó la traducción para la edición en inglés, y a Claudia Mazzola, quien me orientó en los temas más sensibles de la vida de su marido. (...) Cuando al preparar este libro pude contemplar en su conjunto las pinturas realizadas por José en los últimos seis años, sentí un profundo e inmenso agradecimiento a Dios, por haberme brindado la posibilidad de ser testigo, y participar cotidianamente en el proceso creador de este elegido que es Marchi”.

José Alberto Marchi ganó la Beca otorgada por Mid-América Arts Alliance, Estados Unidos de Norteamérica. Fue distinguido, además, con el Primer Premio de Dibujo, XXI Salón Nacional de Grabado y Dibujo, Buenos Aires; el Tercer Premio de Croquis, Segundo Concurso de Croquis sobre Ballet, Teatro Nacional Cervantes, Buenos Aires; la Primera Mención de Honor, III Bienal Fundación Arche, Museo Eduardo Sívori, Buenos Aires; la Segunda Mención de Dibujo, IV Concurso Colegio Ward, Pcia. de Buenos Aires; el Segundo Premio de Dibujo, Salón Primavera, Sociedad Argentina de Artístas Plásticos, Buenos Aires; el Premio Mención de Dibujo, Salón Pequeño Formato, Sociedad Argentina de Artístas Plásticos, Buenos Aires; el Segundo Premio de Dibujo, IX Salón Municipal de Artes Plásticas de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires; el Segundo Premio de Dibujo, Salón Primavera de la Asociación de Dibujantes Argentinos, Buenos Aires; el Segundo Premio de Dibujo, XVII Salón Nacional de Grabado y Dibujo, Buenos Aires; el Primer Premio de Dibujo, Certamen Anual de Artes Plásticas para Alumnos de Bellas Artes, Salas Nacionales de Exposición, Buenos Aires; el Segundo Premio de Dibujo, Concurso Anual para Jóvenes Artistas, Sociedad Hebraica Argentina, Buenos Aires.

La primera parte, titulada “La infancia”, abarca desde el año 1956 al año 1969. “Los personajes de las obras de José Alberto Marchi son seres enigmáticos –señala el autor-; hombres y mujeres que se mueven en paisajes desconocidos, extranjeros lejos de su tierra”. La raigambre de esta inclinación es sugerida por el crítico, cuando dice: “Tal vez, en la vida del artista encontremos algunas claves”.

En busca de estas claves, se remonta a la historia de la familia, acerca de la que comenta: "Alberto Marchi, su padre, es el tercer hijo de Carmen Ferreyra, andaluza nacida en Granada, España; y de Sillo Catulo Marchi, lombardo nacido en Mantova, Italia”. El oficio del abuelo es recordado por Gutiérrez Zaldìvar: “Como su padre y sus hermanos, Sillo trabajaba en la sastrería de la familia, ubicada en la Av. Las Heras, entre Ayacucho y Junín, que con orgullo contaba entre sus clientes al Dr. Marcelo Torcuato de Alvear. ‘Benigno Marchi e hijos’, decía el letrero de la puerta del local, lugar simbólico donde José encontró los hilos, ese motivo tan personal que hace inconfundibles a sus obras. Hilos reales que su familia enhebraba en el quehacer diario, y al mismo tiempo, hilos simbólicos que unen a José con su obra. Los hilos del destino, al decir de Rafael Squirru”.

Otros miembros de la familia son relacionados por el crítico con la obra del pintor. “Sus abuelos maternos, Nazareno y Ángela, eran italianos, nacidos en Ancona y en Chietti, respectivamente. Nazareno fue 'pastero' -juntaba fardos para dar de comer al ganado-, y luego por largos años trabajó como encargado en una fábrica de dulces, una rudimentaria industria de principios de siglo, que bien podría ser el escenario donde los personajes de José clasifican incansablemente extraños vegetales”.

El trabajo de los padres, la inclinación de la madre hacia el canto lírico, el desempeño brillante del biografiado en la primaria, son algunos de los temas que se abordan en estas páginas.

Entre 1970 y 1976 se extiende el período titulado “La Formación”. En esta segunda parte, Gutiérrez Zaldívar se refiere a los estudios del pintor en la “Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano”, institución en la que fue alumno de Beatriz Varela Freire, Horacio March y Enrique Gaimari, entre otros. Además, habla del apoyo que recibió de sus padres, amigos y su cuñado, Carlos Garaycochea. En esta época es premiado por primera vez: “Envió una obra al Concurso Anual de la Sociedad Hebraica Argentina para Jóvenes Artistas y recibió el 2º premio, nada fácil de obtener, si pensamos que entre los jóvenes seleccionados estaban Acha, Diciervo y Kuitca”.

En “El dibujo 1977-1984”, se informa acerca de su primera exposición, en la Galería Arthea, y de aquellas obras que presentaban influencia de Holbein e Ingres. En las obras colgadas en la segunda exposición “se manifiesta su admiración por Rafael Sanzio y Leonardo Da Vinci”. En 1977, obtiene el Primer Premio en el certamen de Artes Plásticas para alumnos de Bellas Artes realizado en el Palais de Glace. Egresa de “la Pueyrredón” con el mejor promedio, Medalla de Honor y el Premio Luis Helvera. Otros premios, más exposiciones, el ingreso a la publicidad, la aparición del característico hilo en sus pinturas y el nacimiento de sus hijas son hitos fundamentales de esta etapa.

“La Crisis”, período que abarca del 85 al 88, está caracterizado por la dudas acerca de su arte y su vocación, aunque los premios que obtiene hacen pensar que va sobre seguro. Vive de la publicidad, la ilustración y la docencia, hasta que, en 1989, decide dedicarse sólo a la pintura.

Entre 1989 y 1994 transcurre “La pintura”, etapa en la que además de realizar muestras individuales, está presente en importantes muestras colectivas, en la Argentina y en el exterior. En 1994, “José obtuvo una importante beca concedida por The United States Information Agency y Mid America Arts Alliance (International Fellowship in the Visual Arts). La misma le brindaba la posibilidad de recorrer durante tres meses las ciudades de los Estados Unidos que eligiera, entrevistarse con curadores de museos, y permanecer luego, en una universidad de New York, como artista residente”.

En ese mismo año, Marchi pinta “Recolectores de las últimas estrellas”, cuadro que –a criterio de Gutiérrez Zaldìvar- “es la síntesis más elocuente de su obra de este año, no sòlo condensa su espíritu sino que además sus dimensiones son inusitadas (91x 172 cm), si pensamos en los formatos con los que habitualmente trabaja José. Dada su modalidad de paciente miniaturista, que disfruta deteniéndose en cada detalle, su realización le demandó 18 meses de incesante labor”. En este cuadro advierte el critico el tema de la inmigración, que aparece asimismo en muchos otros. Acerca de la obra dice: “El recuerdo de sus orígenes se hace presente en los personajes que protagonizan esta obra: dos familias de inmigrantes. Las mujeres y los niños contemplan serenamente el trabajo paciente de los hombres que recogen las estrellas. El fondo está resuelto a la manera de un gran telòn, que poco a poco se transforma en paisaje, las ramas secas se hacen postes y luego árboles que se integran en el bosque”.

El trabajo de Gutiérrez Zaldívar concluye con una “Reflexión”, que dice, entre otras cosas: “En este mundo de la plástica actual en el que la falta de oficio, el desmaño y lo que es más grave, la falta de ideas, es elogiada como prueba de libertad y de presunta posmodernidad, la obra de José A. Marchi es un oasis para todos los que aún creemos en la buena pintura, la profundidad de contenido y la sinceridad”. Y no vacila en valorarlo desde el punto de vista ético: “Creemos que José con sus esforzados 38 años es un ejemplo para los miles de jóvenes que buscan expresarse a través de las artes plásticas. Este texto será útil si alguno de ellos encuentra en él, un estímulo para su búsqueda creadora”.

Con la autoridad que le confieren su trayectoria y el trato cotidiano con el pintor, Gutiérrez Zaldìvar nos habla de temas caros para Marchi: el artista y la creación, la infancia, el tiempo, sus orígenes. Pero no se limita a presentar la información –sumamente detallada- que reunió, sino que aparece en este libro como crítico de arte; como tal, señala influencias en lo personal y en lo estético, muestra afinidades, valora lo realizado hasta el momento. Además, incluye textos de otros críticos, logrando así una obra que da una idea cabal de estos primeros años en el arte de un pintor que, sin duda, nos seguirá deslumbrando.

Completan el volumen la reproducción de doce obras recientes y el catálogo de pinturas de Marchi.

María González Rouco

Lic. en Letras UNBA, Periodista

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