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Ernest Hemingway, en el centenario de su nacimiento
por María González Rouco
mgonzalezrouco@yahoo.com.ar

 
 
 
Ernest Miller Hemingway nació en Oak Park, Illinois, en 1899. Afirma un biógrafo que, hijo de un médico culto y amante de la naturaleza, la vida del niño transcurrió en las cercanías de Chicago. Entre 1917 y 1918 aparecieron sus primeros ensayos periodísticos en el Kansas City Star; en ellos “brotó el estilo seco y objetivo que constituye una de las características fundamentales de su prosa”. 

Se considera que en los primeros artículos de Hemingway se advierte la influencia de Ring Lardner y de Sherwood Anderson. En 1926, en la novela The torrents of springs (Los torrentes de la primavera), ya expresa “con juvenil audacia su propia personalidad respecto a la de aquellos escritores”. Dos años antes había publicado el libro de cuentos In our time (En nuestro tiempo), en el que los estudiosos “observan algunos temas fundamentales de su futura obra”. 

Es conocido el papel que el escritor tuvo durante la primera guerra mundial. Se alistó como voluntario y fue herido y condecorado en el frente italiano. En 1921, Hemingway reanudó su actividad periodística en el Toronto Star Weekly, y viajó por primera vez a París. Este viaje sería de gran importancia en la formación del joven creador, ya que “allí se encontró con la escritora Gertrude Stein y estableció contacto con el mundo literario que dominaba la vida cultural de la capital francesa en los años ‘20”. Estas vivencias aparecen en The sun also rises (1926, Fiesta) y en A moveable feast. (Fiesta móvil, 1964), libro póstumo. 

En una de sus novelas más conocidas, Adiós a las armas, publicada en 1929, "cuenta la experiencia de la guerra en términos muy personales, confirmando su lograda madurez como escritor". Dice el biógrafo que comienza entonces el período de los largos viajes a España y África, "que proporcionarían una nueva y amplia temática a sus narraciones y novelas": Death in the afternoon (1932; Muerte en la tarde) es un autentico tratado de tauromaquia; Green hills of Africa (1935; Verdes colinas de Africa) es el diario de un safari y puede servir de introducción al tema del valor, desarrollado más tarde en sus dos famosas narraciones, Las nieves de Kilimanjaro y La breve vida feliz de Francis Macomber, recogidas en nueve cuentos). A raíz de su participación en la Guerra de España como enviado especial de los diarios de la North America Newspaper Alliance, H. publicó For whom the bell tolls (1940; Por quién doblan las campanas), que volvía a presentar, sobre el fondo de una guerra civil, el tema del amor y de la muerte”. 

Continúa luego con su actividad periodística, “reemprendida en el curso del segundo conflicto mundial sobre los campos de batalla". En 1950 aparece Across the river and into the trees (1950; A través del río y entre los árboles), "ambientada en Venecia y que parecía señalar el ocaso de la carrera literaria de Hemingway. Dos años después aparece El viejo y el mar (1952; The old man and the sea), obra que resume lo mejor de su estilo y que contribuyó a que consiguiera el Premio Nóbel de Literatura en 1954". 

Se estableció por un tiempo en Cuba, hasta que, por razones de salud, se trasladó a Sun Valley, Idaho, donde fue encontrado sin. vida el 2 de julio de 1961. Un biógrafo cuyo nombre no se menciona, piensa que probablemente se suicidó. 

Dejó varios libros inéditos, los cuales fueron apareciendo póstumamente. En 1964 se publicó París era una fiesta; en 1967, Enviado especial reunía sus principales artículos periodísticos. Tres años después se dio a conocer la novela Islas a la deriva, a la que siguió, en 1979, Ochenta y ocho poemas. En 1985 se publicó El verano peligroso y, en 1988, El jardín del Edén


 
La “generación perdida” 

 
El autor de Adiós a las armas fue considerado por Gertrude Stein, miembro de la “generación perdida", llamada así por la escritora "en el sentido de significar con dicha rotulación a aquellos novelistas cuya expresión literaria estaba realizada en un lenguaje riguroso; violento e impetuoso". A criterio de Stein, integraban esta generación también Scott Fitzgerald, Thomas Wolfe, John Steinbeck y algunos más. 

El prologuista de una edición mexicana de El viejo y el mar sostiene que la denominación puede entenderse en un sentido mas amplio, ya que "dicha generación de creadores luchó durante la guerra de 1914-1918 en las trincheras europeas y al intentar reingresar a la vida cotidiana en su propio país, se encontró sin fe en todos aquellos valores morales que, desde la niñez, había aceptado sin reservas". 

Dicho prologuista advierte una evolución en el pensamiento del escritor. En un primer momento, "Hemingway muestra una espiritualidad nihilista, o sea una negación a toda creencia, ya sea religiosa, política o social. Tuvo la experiencia personal de la primera guerra mundial, con todas las consecuencias físicas y psicológicas, es decir una completa perdida de la fe en la democracia, una clara noción de la violencia y de la muerte, y en materia literaria una tendencia hacia el desnudo reportaje, sin ninguna interpretación psicológica, ya se trate de hechos o diálogos". 

Con el correr del tiempo, "el autor irá desarrollando en sus novelas y cuentos, conceptos de solidaridad y de honestidad como únicos valores de aceptación universal y como únicos también, que emergen del colapso de antiguas creencias”. 

En El viejo y el mar, una de las ultimas novelas que escribió, evidencia su postura de madurez ante la vida. Santiago, el pescador, "el hombre en toda su magnitud vence. A pesar de todo, el hombre con fe, logra derrotar a la adversidad. Con dificultad llega a destino, no con el trofeo de la victoria, pero sí con la conciencia de haber cumplido consigo mismo". 


 
Influencias, legado 

 
Philip Young, autor de Ernest Hemingway, se ocupa en el volumen de las influencias que recibió el escritor laureado. Considera de gran importancia la lectura de Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain y de obras de Stephen Crane, encauzadas mas tarde por la relación con Gertrude Stein, Sherwood Anderson y otras personalidades. 

Carlo Izzo, catedrático de la Universidad de Bolonia, analiza en La literatura norteamericana, las obras de Hemingway y Faulkner. "Podría ser una gran tentación presentar a Ernest Hemingway (Illinois,1898-1961) como una especie de anti-Faulkner, pero implicaría dejar de lado por lo menos un hecho innegable: Faulkner, en los cien tonos y aspectos de su estilo; cuenta con páginas que, por mesura y sequedad descriptiva, sencillez de sintaxis, rapidez y concisión del diálogo, no sólo son muy parecidas a las muchas en que Hemingway se afirma como maestro del estilo escueto que Ie es propio, sino que verosímilmente -si bien Faulkner no necesita por cierto pedir prestados expedientes estilísticos- parecen derivadas del más aguerrido de sus competidores en la lucha por el primer puesto en la jerarquía de los narradores norteamericanos contemporáneos”. 

El italiano realiza asimismo una valoración de las personalidades de la literatura norteamericana de este siglo; en dicha valoración, asigna al autor laureado con el Nobel y el Pulitzer un lugar eminente: "Thomas Wolfe y F. Scott Fitzgerald vivieron demasiado poco tiempo para que sus vicisitudes literarias pudieran representar, con su propio desarrollo interior, las fases sucesivas de la narrativa norteamericana de nuestro siglo. En cuanto a William Faulkner y a Ernest Hemingway, personalidades poderosas, capaces de marcar con su propio sello en vez de ser marcados desde el exterior, y fundamentalmente coherentes consigo mismos -:a pesar de desviaciones del tipo de Pylon o de Across the river and into the trees- deben ser considerados como influjos determinantes antes que como voces destinadas a cambiar en el transcurso del tiempo". 

Un critico afirmó que "su obra, dispar y contradictoria, ha tenido más influencia en Europa que en Estados Unidos": Considera que la misma "está penetrada de una concepción sumamente individualista de la Vida (el 'deporte de la existencia') como conciencia de la indigencia humana y, al mismo tiempo, como lucha por la mejor realización de sí mismo en el cotidiano enfrentamiento con el drama eterno de la muerte". 


 
Como el viejo en el mar, Hemingway ha vencido. Escribiendo, pudo conjurar la muerte.

 

María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista

La Capital, Mar del Plata, 1999

Gentileza de del blog María González Rouco
Periodismo y literatura
http://mariagonzalezrouco.blogspot.com.ar/

 

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