De silencios y cantos, de Enrique Novick. Buenos Aires, Editorial Milá, 2003. (Poesía) 

por Lic. María González Rouco

En este volumen, dedicado a la memoria de Jaime Barylko, el poeta reúne textos inéditos y otros publicados en La Prensa, Mundo Israelita, el Semanario Hebreo de Montevideo y las Gacetillas Culturales de Jerusalem.

La poesía de Enrique Novick nos pone en contacto con un espíritu que ha logrado vincular la forma lírica con el planteo de las mas actuales y dolorosas realidades a las que se enfrenta el ser humano. Es esto lo que llama poderosamente la atención en el libro: su lenguaje despojado e intenso se muestra apto para cantar las circunstancias que agobian a la tierra de sus mayores -»No dejaremos/ de creer/ por un instante/ en que la paz/ sea posible/ todavía»- ,la discriminación que, aún hoy, viven los judíos en la Argentina y el mundo -»Algunos suponen/ que es/ mas difícil/ y azaroso/dirigir/ de fútbol/ un partido, que crear/ un Estado/ de la nada/ por ejemplo;/ armar en el desierto/ una epopeya;/ desangrarse/ a fin/ de sostenerlo/ sin desmayo».

Vincula su lírica, asimismo, a los maestros de la literatura universal: Homero y Esquilo, Shakespeare y Flaubert, entre otros, motivan poemas en los que se advierte que la lectura ha sido tan profunda que se ha vuelto vivencia. Acerca del acto mismo de leer, escribe «Una voz antigua y suave», en el que expresa: «Mi libro/ es informal;/extrovertido/ a ultranza/ y sin remedio./ Se deshace/ en imágenes/ que él mismo/ reconstruye/ con fruición/ a diario» .

Por ultimo, la Poesía permite a Novick forjar diálogos entre personajes -Ramses y el Rabi, Borges y Shoshani, Sara y Agar, Hamlet y Freud, Adonái y Job, Noe y el meteorólogo, dos cariátides- y un «Diálogo conmigo mismo», en el que hace un balance de su vida. Este ultimo poema finaliza con certeras palabras: «-Mi voz interior/ se extinguió/ sin emitir/ juicio alguno,/ el menor ruido./ Somos/ desde entonces,/ una conciencia sola/ un solo amigo».

En el «Proemio», José Luis Najenson destaca la valía del poemario: «Armado caballero con sus letras y palabras, Novick entra en ese ‘jardín o huerto cerrado', no como un cabalista 'cabal' -valga la sabia redundancia que permite el español- sino como un poeta, condición que virtualmente compartían todos los mecubalim, o cabalistas, y que es sin duda la llave de Borges para penetrar en él: 'Los poetas son los espías de Dios', como decía, creo Novalis. Esta salvación por la poesia, que a la postre redime a todo buen poeta, es otra clave de su identidad. Y sin pudor ni hesitación, el autor de este libro perdurable podría repetir con el Quijote: 'Yo se quien soy'».

María González Rouco

Lic. en Letras UNBA, Periodista, Buenos Aires

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