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A la orilla del desierto
Obed González

A mi ladrona de perfectos dientes

Hoy quiero escribir algo tan sencillo como que este frío y esta noche me recorren por dentro y me tiembla tu nombre en las arterias…que te extraño.

Abierto el cielo en oscura infinitud te escribe y te deletreo con un suspiro que se ahoga en el mutismo del desierto. Ahí, cabalgan espectros de tardos potros que cansados me miran tristes y me llevan en las pupilas de la nada. Sonámbulo de ti me retiro sobre la arena pateando palabras que quedaron bajo las piedras y lo que al cuerpo no derrumba, al alma la derruye ¡Es tan difícil  callarse los adentros y caminar intentando responder preguntas que no tienen respuestas! No me quiero equivocar otra vez por eso escribo al viento, no deseo errar otra vez y confundirme en la soga de la soledad. Es tan fácil enmarañarse en un arenal de confusiones cuando no se dice lo que se siente y sólo se vive de percepciones aunque lo único que retumbe por dentro es el saber que no se puede vivir con el corazón errante. Sobre estas dunas se posan tus palabras, no tu cuerpo, esas que hacen girar el cielo hasta hacerme perder en un torbellino de voces que ya se están desmoronando. Hoy voy a llenarme, a hartarme de soledad hasta borrar tu nombre como mis pasos en la arena, deseo perderme de ti hasta encontrarme a mí en esta oscura e infinita noche. A veces las palabras no dichas se convierten en piedras por dentro y obstruyen al alma tanto que la encajonan en sus poros, en lo más profundo del lloro. El miedo paraliza y congela al corazón como esta noche a la flor que la hace abatir en fragmentos de agua ¡Nunca hay que permanecer con las palabras aprisionadas entre los puños y con el te necesito en el silencio de los ojos!  ¡Hay que arriesgarse aunque se hiera! Es mejor desilusionarse para seguir otros senderos y anidar en otros sueños, como hoy lo hago.

Y en los oídos de la soledad y en la lejanía una cansada y antigua voz me murmura al oído:

“En ocasiones a los fantasmas se les dan señales de vida, no es infernal el amar, el amor es amor y no contiene prejuicios, provoca duda en la soledad y pinchazos en el olvido. Los fantasmas no tocamos sólo nos aparecemos, entramos en las vidas de quienes se arriesgan a aceptar que existimos y no se niegan a sentir que les acariciamos las noches y les mecemos el sueño. A aquellos que le causamos como un pellizco en el corazón cuando les hablamos con amorosas palabras. A esos que no se mienten para engañarse con lo que sólo se volvió parte del departamento. No es terrible sentir esta arena en los párpados sino el no desear ver lo que el corazón le escribe en latidos. En esta infinita noche, bajo este polvoso cielo sólo el llamado de quien sueña da vida a esta aparición, sólo una señal para saber que está vivo en un latido de quien lo invoca al leer estas palabras. En este día de noche y frío me difumino, me pierdo, pero a un sólo llamado tuyo me concretizo ¿Entiendes? si hay silencio, ya no existo y me pierdo en el mutismo, en este páramo donde sólo lunas trotan.”

 Aquí, bajo este polvoroso cielo corroboro lo vivo de mis vocablos, me libero, y sediento de certidumbre voy llegando a mí, el viento me escribe y comprendo, ya sin asombro, que sólo soy un fantasma que invadido de ausencia te traza estas palabras. 

Obed González

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