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Tratado Secreto de la Triple Alianza o Pacto de exterminio al Paraguay 
Juan Marcos González García

Introducción

Con este breve trabajo de investigación, me gustaría desentrañar la verdadera autenticidad y el notable alcance que tuvo hace exactamente ciento cuarenta años, el tratado genocida firmado por los ministros plenipotenciarios de la triple alianza, conformada por nuestros “vecinos”; el Imperio del Brasil, la República Argentina y la República Oriental del Uruguay, y todas las repercusiones a las que dio lugar dicho pacto hasta nuestros días.

En realidad, gran parte de lo que pudiéramos investigar sobre este tema ya fue abarcado por una diversidad notable de autores de distintas nacionalidades, con obras muy fructíferas. En la Argentina tenemos el caso de Juan Bautista Alberdi, notable jurisconsulto, quien fuera acérrimo defensor del derecho a la vida, del respeto mutuo de las naciones, enemigo de toda violencia y gran propulsor de la defensa de la “causa paraguaya”.

También podemos citar a otros autores como el poeta argentino Carlos Guido Spano manifestando su pesar por la contienda contra el Paraguay en su triste cuarteto[1], y entre nuestros contemporáneos me parecen sobrios y útiles los apuntes del escritor brasileño Julio José Chiavenato.

A lo que quiero llegar es que existe una cantidad fastuosa de obras y autores sobre la Guerra contra la Triple Alianza o Guerra del Paraguay, y así como existen varios autores de distintas nacionalidades y de distintas épocas, por ende existen diversas corrientes o tendencias con respecto a las causas del conflicto.

En el Paraguay tenemos historiadores lopiztas y anti-lopiztas; en la Argentina, por un lado la corriente revisionista, y por el otro la de tendencia liberal. También pasa lo mismo en el Brasil, con simpatizantes del imperio y no simpatizantes. Todo esto crea una difícil tarea al investigador de encontrar las verdaderas causas del conflicto, o por lo menos algo coherente sin entrar en fanatismos.

Considero apasionante todo tema relacionado a la contienda que entablara nuestro país contra los países de la mencionada alianza, entre los años de 1864 a 1870. Y merecedor de un profundo estudio, por la forma en la que se desarrollaron las hostilidades, ya sean éstas en el ámbito diplomático, físico o armamentista. Realmente el Paraguay vivió una epopeya patria, quedando al final de la contienda en ruinas, devastado, invadido, a colonizar. Por eso es menester decir que el Paraguay de hoy es el que tuviera su nacimiento en el año 1870.

El tema de la Guerra Grande es un tema muy amplio e imposible de abarcar en su totalidad en una breve monografía. Por lo tanto, me ceñiré en un punto que fue, es y será muy polémico desde cualquier punto de vista, tanto en los países firmantes, como en la fecha en que fue suscripto y en sus verdaderas intenciones. Este punto es el Tratado Secreto de la Triple Alianza o Pacto de exterminio del Paraguay. Con dicho documento se sella la suerte de nuestra patria, como país, como nación, como estado libre y soberano. Y por tal motivo, considero al tratado de la triple alianza como la crónica de una muerte anunciada para con el país más desarrollado de la América de antaño.

La Guerra de la triple alianza se desarrolla, como veremos, en un marco internacional de movimientos comerciales, fruto de la Revolución Industrial, y el cambio en las modalidades del colonialismo. Tal cambio se refiere a que los nativos de un país se ocupen de los gastos e Inglaterra de las ganancias. Del colonialismo militar, nos deslizamos hacia el colonialismo económico, mucho más sutil pero igual de perverso. Esta guerra concluye con una de las naciones más avanzadas desde el punto de vista económico e industrial de toda América.

A continuación, trataré de determinar cuáles fueron los verdaderos motivos que llevaron a los países signatarios del pacto de exterminio, a suscribirlo. Sus contradicciones, la verdadera fecha en que fue suscripto, la participación de la corona británica, la esencia  “secreta” del pacto, su hallazgo, las repercusiones que tuvo en toda América y en el Paraguay. La opinión de los más calificados autores de la época, la reacción de los aliados al darse a luz el tratado, y sus catastróficas consecuencias para nuestra patria, de sueño truncado por el colonialismo de turno.  

Causas de la guerra

Es bien sabido que la guerra que el Paraguay padeció contra la triple alianza era inevitable por los propios intereses que se encontraban en juego: cuestión de límites, un problema de antaño de nuestro país para con sus vecinos, que ni en vastos tratados llegara a finiquitar. El rol bélico que pregonaban los ministros de Su Majestad la reina, en su afán de seguir generando ganancias para propio bien y el de sus entidades bancarias como la Banca Rotschild, la Casa Baring y el Banco de Londres.

Desde mi punto de vista se valora erróneamente la participación de Gran Bretaña en este conflicto. ¿Que significaba para un coloso, como una de las madres de la civilización de occidente, el rápido desarrollo de un pequeño país mediterráneo en el corazón de América?.

La participación de Gran Bretaña en el conflicto, a mi entender fue nula. Pero ésta como estado; los que tuvieron intereses dolosos fueron los ministros plenipotenciarios que representaban a la corona en América, que hacían de nexos entre las grandes bancas inglesas y los países del Plata, otorgando numerosos empréstitos.

Estos ministros como el caso de Thornton, llegaron a convertirse en verdaderos agentes bancarios cobrando importantes intereses en las transacciones que realizaban, y es a estos mismos comisionistas a los que no les agradaba mucho la idea del “país solvente por sí mismo”, como el nuestro.

Si analizamos un poco la situación de los países del Plata en aquel entonces, nos daremos cuenta que nuestros vecinos colaboraban anualmente cifras exorbitantes a las entidades bancarias de Londres. Así, nos dice Chiavenato: “El imperio del Brasil dedicaba casi 70% del saldo favorable de su comercio exterior para pagar los intereses contraído con los empréstitos ingleses”.[2]

La situación del otro grande, la Argentina, tampoco era menos desastrosa, debiendo en reiteradas ocasiones recurrir al capital inglés, por ejemplo al derrumbarse los precios de los cueros, la lana y el ganado. El presidente Mitre fue muy claro para con sus conciudadanos al decir: “¿Cuál es la fuerza que impulsa a este progreso? Señores... es el capital inglés”. El Ministro de Hacienda argentino, Lucas González, daba su opinión acerca de la guerra y entre otras cosas mencionaba que  uno de los tantos objetivos de la guerra era "obtener beneficios muy grandes para el comercio del mundo, muy especialmente del comercio inglés que encontrará en el Paraguay libre y civilizado un gran mercado que explotar".

Al hablar de crisis económica, la Banda Oriental no pasaba desapercibida. Al asumir Flores, tuvo la desdicha de convertir la deuda interna uruguaya en deuda externa, un país que asomaba a la banca rota. Por su parte, nuestro país tenía deuda externa cero, la inversión  de capitales extranjeros era prácticamente nula, todo se pagaba al contado. Se podría decir que en ese sentido la época de los López fue brillante.

Ahora la pregunta es: ¿Por qué el Paraguay, país mediterráneo, no necesita de los capitales foráneos? Primeramente por la utilización de industrias, productos y mano de obra nacional que el país viene desarrollando de manera espléndida desde la época del Supremo. Resume el historiador argentino León Pomer diciendo: “La materia prima vernácula es cada vez más explotada. Con algodón y Caraguata[3] se fabrica papel, también con Caraguatá fabrican tejidos para camisas y ropa interior. Raspando los cueros los paraguayos obtienen el pergamino tan bueno como el europeo; la tinta la fabrican a partir del haba negra y la sal y el jabón mediante sustitutos que proporcionan los árboles silvestres y las cenizas vegetales (...). La introducción de maquinas están exentas de gravámenes (...). Los individuos que  inventan algo útil o introducen procedimientos novedosos en la agricultura y la industria gozan de especiales privilegios”[4]

El Paraguay va pujando con esfuerzo propio y ayuda mutua, forjando así un crecimiento autónomo. Todo esto se va haciendo intolerable para los propietarios del capital extranjero, siendo inaudito para estos mencionados personajes que un país en el Plata pudiera subsistir sin recurrir a empréstitos ingleses. Su misión en síntesis era la de eliminar una política en ascenso que contrariaba sus intereses económicos.

Pero entre las causas del conflicto podríamos citar demasiadas, muchas de ellas muy subjetivas o que tienden hacia ciertos intereses. Por eso creí factible hacer un breve resumen de las más importantes, según su orden de importancia, de la manera más neutral posible.

a) La ausencia de definición de límites territoriales. En el año 1862 caducaban  los plazos de los tratados Berges-Paranhos con el Brasil y Vásquez-Guido con la Argentina. Se cumplieron los 6 años de tregua sin llegar a acuerdo alguno, no se podía encontrar una fórmula diplomática que pudiera subsanar dicha cuestión, problema que ya acarreábamos de la época de la Colonia, legado de los imperios hispano y lusitano respectivamente.

 

b) Paraguay era un país altamente influenciado por el Imperio francés (Napoleón III), en una región dominada por el mercantilismo inglés. Mientras que nuestro país sostenía el estado empresario, Inglaterra adoctrinaba tanto a argentinos como a brasileños en el libre mercado y en el capitalismo liberal del siglo XIX. También la inexperiencia de la diplomacia paraguaya sumó un poco.

 

c) Cuestiones comerciales de particulares ingleses, referentes a la venta de armas y el otorgamiento de empréstitos para la financiación de la guerra. Los agentes de Su Majestad lucraron de manera desmedida en aquellas épocas de libre comercio con la venta de armamento en general y con la cesión de créditos.

d) Deseos de influenciar políticamente en la región por parte del Mariscal López, imitando la política de equilibrio, que por coincidencia es una doctrina de origen francés (Cardenal Richeliu, mantener el status quo, ningún país debe más poderoso que otro, equilibrio político). Decía Richeliu: "El éxito de una política de "raison d'état", depende, ante todo, de la capacidad de evaluar las relaciones de poder...en teoría, el equilibrio de poder debe ser perfectamente calculable...aunque en la práctica, suele ser difícil..." De repente nuestro Mariscal-Presidente caía en rol de árbitro en cuestiones de poca competencia para nuestro país, autodenominándose ferviente defensor de la doctrina del “equilibrio del Plata”.

e) El afán imperialista del Brasil, que desde tiempos de la colonia sostiene una política de expansión territorial, hasta incluso nuestros días (Como es el claro ejemplo del Estado de Acre, territorios usurpados a la República de Bolivia). El Brasil tuvo siempre, desde tiempos inmemorables, el afán “bandeirante” de anexar territorios ajenos a sus dominios, y es por eso justamente que nunca se llegaría a un acuerdo con respecto a la cuestión de límites con el Paraguay, hasta que la guerra acabe.

f) Gran inestabilidad política de la Argentina, que hace que la nación por primera vez se una en una causa común. Este país sufría un momento muy crítico de su historia, en la eterna confrontación de federales contra unitarios. Mitre y los suyos, en su afán de mantenerse en el poder, comenzaron la cacería de opositores, como es el claro ejemplo de los injustos asesinatos de un apóstol del derecho como fuera el Gral. “Chacho” Peñaloza y del Gral. Benavides. Todos estos muy festejados por Sarmiento. En síntesis, la guerra en la Argentina nunca fue popular, sólo en sus principios hubo una unión de pueblo, pero con la publicación del tratado, el repudio popular llegó a su clímax.

g) La influencia política en los círculos de Buenos Aires de la comunidad de exiliados paraguayos, fervientes anti-lopiztas, quienes luego conformarían la Legión Paraguaya. Estos paraguayos exiliados en la capital federal argentina no eran consientes de los grandes sacrificios humanos que indefectiblemente traería la guerra, éstos pensaban únicamente en sus pretensiones por acceder al poder.

h) Y otras causas bien sabidas, que ya solamente fueron detonantes de todas las citadas anteriormente; la participación activa del Brasil en las cuestiones políticas internas del Uruguay, el interés del Gral. Venancio Flores por tomar las riendas de la Banda Oriental de la manera que sea, el estado de guerra declarado por el Paraguay al Brasil y la negativa del gobierno argentino al paso de las tropas paraguayas por Corrientes, basada en una neutralidad inexistente.

¿Por qué se firma el Tratado?

No se llegó a ningún acuerdo de límites y existe un antagonismo en el liderazgo regional de dos potencias presentes (Argentina- Brasil) y una potencia en ascenso (Paraguay), una situación muy análoga a la Europa de comienzos del siglo XX, donde Inglaterra y Francia eran ya potencias colonialistas establecidas y el Imperio Astro-Húngaro y el Alemán eran potencias que surgían y ya no poseían un mundo por conquistar.

López, era un modelo antiguo de hacer política; no correspondía a una república liberal constitucionalista del siglo XIX como lo era Argentina, ni a un imperio aristocrático como lo era el Brasil. Paraguay era una república de corte romano (inspirado en el derecho romano). Era un caso sui-generis que no encajaba en ningún esquema antes conocido, un país políticamente centralizado sin instituciones liberales, agro-exportador, en proceso de industrialización, y que no importaba productos manufacturados por las industrias extranjeras (por lo menos no en las cantidades que importó incluso terminada ya la guerra).

Un país donde el 90 % de la propiedad inmueble pertenecía al Estado, en una región donde la propiedad privada era el común denominador.

Entre tantos motivos del por qué del acuerdo encontramos varios: eliminar una potencia en ascenso, las oportunidades tanto económicas como territoriales que ofrecería la conquista de un nuevo país, el Brasil se despojaba de un eventual rival que aliado con la Argentina podría presenciar una seria amenaza en su ambición hegemonista regional.

También es importante mencionar la condición de países amortiguadores de Paraguay y Uruguay, frente a dos potencias vecinas. Como es en Europa el caso de Bélgica y Holanda entre dos potencias como Francia y Alemania. El Paraguay era un país cuyo gobierno tenía grandes ambiciones, y el cual estaba muy inspirado en el romanticismo nacionalista del corte europeo, tipo Garibaldi o Bismarck. Brasil tenía territorios como el Matto Grosso que solamente podía acceder para colonizarlos a través del Río Paraguay.

Y si a todo esto sumamos la participación nula del capital inglés en una potencia en ascenso, como habíamos mencionado, y las aspiraciones de Venancio Flores de llegar al poder de la Banda Oriental con la ayuda del mitrismo, nos cuadra a la perfección la alianza sostenida por el Imperio, la Confederación, la Banda Oriental y el capital inglés representado por los ministros de Su Majestad.

Gestación del Tratado

Existen muchas discrepancias sobre la fecha en la que fue ideado este tratado. Por un lado, la corriente que personalmente comparto, sostiene que la idea de aliarse ofensiva y defensivamente contra el Paraguay por parte del Brasil y la Argentina ya viene de tiempos del viejo López. La otra corriente, es la sostenida por los aliados,  afirmando que el tratado fue ideado y promovido en un corto lapso de aproximadamente doce días, desde el 20 de abril de 1865, hasta su firma final el 1 de mayo de 1865.

¿Qué importancia puede llegar a tener la fecha exacta en que fue ideado este documento?. Pues tiene importancia a la hora de probar las discrepancias en las que caen los mismos firmantes y cuando se afirma que el tratado fue una obra premeditada y con grandes intereses en juego. A continuación, veremos unos documentos que hablan por sí solos.

Las bases de ese tratado son discutidas un año antes en las Puntas del Rosario, en el interior del Uruguay, donde se encuentran para discutir la situación oriental; Saraiva, Elizalde, Venancio Flores y el propio representante diplomático de Inglaterra, Edward Thornton. El propio Mitre, presidente de la Argentina, el 3 de febrero de 1865, alude claramente al tratado de la triple alianza que será firmado tres meses después:

“En la república Argentina está el imprescindible deber de formar alianza con el Brasil a fin de derribar esa abominable dictadura de López y abrir al comercio del mundo esa espléndida y magnífica región que posee, tal vez, los más variados y preciosos productos de los trópicos y de los ríos navegables para explotarlo”.[5]

Ya el 28 de octubre de 1864 - seis meses antes del tratado- Mitre ya deja bien claro en La Nación Argentina: “Las Alianzas en el Río de la Plata quedan así definidas: Alianzas de la civilización y de las reformas regulares de gobierno: La República Argentina, el Brasil y el Gral. Flores, representante del partido liberal en la Banda Oriental, significan indudablemente el orden, la paz, las formas regulares de gobierno, las libertades y garantías para los nacionales y extranjeros que se coloquen debajo de su amparo”. [6]

Y para confirmar plenamente que este tratado ya estaba listo, el 24 de marzo de 1865, afirmaba La Nación Argentina: “Hoy se vuelven todas las miradas de todos los pueblos del Plata hasta aquella República esclavizada tantos años por el bárbaro poder de los López. Los acontecimientos que se van a desenvolver marcarán una época en la historia de este continente”.[7]

Por otra parte, Saraiva mencionaba en una carta al historiador brasileño Joaquín Nabuco, “(…) dichas alianzas se realizaron el día que el ministro argentino y el brasileño conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario (el 18 de junio de 1864) y no el día en que Octaviano y yo, como ministros de Estado firmamos el pacto”, como nos comenta Acevedo.

El general Venancio Flores, agregando su granito de arena, escribía a Ramírez: “a caballo, pues, con vuestros bravos correntinos que con los pueblos argentino y oriental, unidos al ejercito imperial, son hoy destinados a marcar en las páginas de la historia la gran cruzada, la triple alianza que tiene por objeto libertar al pueblo paraguayo”.

Todos los documentos anteriormente expuestos dejan constancia de que el tratado fue acordado en las Puntas del Rosario, Uruguay, el 18 de junio de 1864, diez meses antes de la firma del tratado. Esto puede ser real, pero opino que el tratado fue gestado mucho antes, a través de bocetos que con el tiempo fueron consolidándose.

Al entrar al Palacio de Itamaraty, Río de Janeiro, ex sede del Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil, hoy día convertido en un vistoso museo con llamativos colores y decorados, llamaría la atención de cualquier persona un pequeño mural que entre otras cosas alberga una frase muy peculiar : “Tratado de la Triple Alianza, fruto en gran parte de la diplomacia de José María Da Silva Paranhos”. Este mural contiene nada más y nada menos que el documento original[8], que motivó  la realización de esta monografía.

Es importante aclarar que ningún historiador menciona acerca de la participación, ni siquiera indirecta, del canciller Paranhos en el tratado de la triple alianza, pero sí en el posterior tratado de paz y límites.

Nos queda una pregunta: ¿Por qué el Palacio de Itamaraty, o la misma diplomacia brasileña considera a Paranhos como un artífice del mencionado tratado?, ¿O fue solamente un error de imprenta de los encargados de hacer el mural?. A mi entender, Paranhos fue un pionero en la idea de que gran parte de la tierra guaraní correspondía al Imperio. No llegando a un acuerdo con Berges en el tratado de 1856, llega al país dos años más tarde. En esta ocasión obtiene un acuerdo con el plenipotenciario “ad hoc” Francisco Solano López, al suscribir una convención en materia de navegación, no así solucionado el problema “límites”.

Recabando un poco entre los autores, encontré un documento poco citado por la mayoría, el cual me llamó la atención por las personas que lo contrajeron y por la similitud que tiene con el pacto del 1 de mayo. He aquí el “Protocolo Secreto de Guerra contra el Paraguay de 1857”, contraído entre Brasil y la Argentina ocho años antes del tratado secreto y un año después del tratado de amistad, comercio y navegación, que firmara Paranhos con el canciller paraguayo José Berges:

“En el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, en el legajo, Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, año 1865, caja 1, folio 3/12, los historiadores Rodolfo Ortega Peña y E. L. Duhalde[9] encontraron el protocolo secreto contra el Paraguay firmado el 14 de diciembre de 1857 por Paranhos y Santiago Derqui y financiado por el Barón de Mauá (...)”[10]

Este pacto se podría considerar como la primera pincelada del que se firmara el 1 de mayo de 1865, o sea que sólo había que renegociar algo ya pactado ocho años antes. Entre otras cosas el documento sostenía lo siguiente:

La Argentina debía emplear todos los medios para que otros estados ribereños, y especialmente la República del Paraguay, se adhieran a los mismos principios de libre navegación; abrir el río a todas las banderas del mundo, así como los medios de hacerlos efectivamente útiles.

Que todo esto se cumpla con el mayor empeño posible, y si hubiese resistencia de los paraguayos a abrir su río, el gobierno imperial se comprometía a tomar medidas coercitivas y aún recurrir a la guerra.

Paranhos admitía que con la guerra todo se solucionaría. Pero también sostenía que una alianza de los dos estados para trazar sus fronteras con el Paraguay, estado más débil, sería odiosa, y podrían comprometer seriamente los resultados que ambos se prometían obtener. El canciller Paranhos era un diplomático de pura cepa y un genio en lo que hacía, por eso bien sabía que una alianza con la Argentina solucionaría todos los problemas presentes, pero produciría un tremendo descontento de las naciones en general, por lo tanto valía la pena esperar un poco más.

De este modo, esperaban el momento oportuno para llevar a cabo su plan y siempre en el más minucioso de los silencios. El pacto también versaba sobre la guerra en sí; la Confederación pondría el ejercito, seis mil hombres de las tres armas cuanto menos, y el Brasil la escuadra.

El presidente de la Confederación sería el comandante en jefe de las fuerzas aliadas, salvo que los brasileños participasen con más fuerzas terrestres que los argentinos. Las bases para las operaciones se establecerían en Corrientes, y por el momento no se mencionaban auxilios pecuniarios. Si este acuerdo no llegaba a concretarse, la Confederación prestaría al Brasil todos sus “buenos oficios” para la causa.

Con este protocolo, el cual considero padre del tratado de la triple alianza, queda muy claro el papel de José María Da Silva Paranhos, “gran pensador” de los intereses del Imperio. Forjó indirectamente una importante alianza con una inminente amenaza, haciendo así un negocio factible para el futuro, que no tardaría en dar grandes beneficios al imperio.

Con todas las manifestaciones expuestas, dejamos en claro que es casi imposible que el tratado haya tenido un breve periodo de gestación como sostienen los aliados, es más, existen numerosos documentos que prueban que éste fue el producto de un proyecto de varios años.

El Cuerpo del Tratado. Protocolo adicional.

Los tratados son acuerdos de voluntad entre dos o más derechos internacionales, celebrados por escrito entre Estados y regidos por el derecho internacional; éste sería un concepto muy moderno de la palabra “tratado”. Es preciso que nos remontemos al siglo XIX, donde el término “derecho internacional” era poco y nada respetado. Así, las potencias aliadas sellaban el destino de nuestro país en la confección de un tratado.

El reputado historiador argentino Ramón J. Cárcano nos comenta: “El texto del Tratado Secreto de la Triple Alianza contra el Paraguay: documento firmado en la residencia particular del Presidente de la República Argentina, Bartolomé Mitre, al caer la tarde el 1ro de Mayo de 1865. La concurrencia al acto es reducida: los ministros del gabinete de Mitre, los generales Urquiza y Flores, el almirante Tamandaré, el general Osorio, el gobernador de Buenos Aires y algunos miembros del congreso. Al suscribirse el pacto, el presidente Mitre exclama: “Decretamos la victoria”.[11]

Al terminar dicho acto, el tratado quedaba redactado de la siguiente manera: el documento constaba de diecinueve artículos y a éste se anexaba un protocolo con cuatro disposiciones finales. Redactado y suscripto por los ministros plenipotenciarios Dr. Octaviano de Almeira Rosa en representación de Su Majestad, el emperador de Brasil; el Dr. Rufino de Elizalde en representación de la Confederación Argentina y el Dr. Carlos de Castro en representación del gobierno provisorio de la República Oriental del Uruguay.

A continuación, tratare de desmenuzar los artículos más debatibles y controvertidos del redactado documento:

Las hostilidades comenzaron en el territorio de la Rca. Argentina o en la parte colindante del territorio paraguayo, el mando en jefe y la dirección de los ejércitos aliados quedan a cargo del Pdte. de la Rca. Argentina y general en jefe de su ejército, brigadier don Bartolomé Mitre. Las fuerzas navales de los aliados estarán a las inmediatas órdenes del Vice Almirante Visconde de Tamandaré, comandante en jefe de la escuadra de S.M. el Emperador del Brasil. Las fuerzas terrestres de S.M. el Emperador del Brasil formarán un ejército a las órdenes de su general en jefe, el brigadier don Manuel Luís Osorio. A pesar de que las altas partes contratantes están conformes en no cambiar el teatro de las operaciones de guerra, con todo, a fin de conservar los derechos soberanos de las tres naciones, ellas convienen desde ahora en observar el principio de la reciprocidad respecto al mando en jefe, para el caso de que esas operaciones tuviesen que pasar al territorio oriental o brasileño. (Art. 3)

En este artículo observamos claramente como con este tratado sólo se renegocia el pacto de 1857, y también se puede observar la victoria diplomática del Brasil al subordinar a los argentinos en sus propias aguas, teniendo en cuenta la disputa de intereses entre estos eternos enemigos, haciendo causa común en esta ocasión.

El orden interior y la economía de las tropas quedan a cargo exclusivamente de sus jefes respectivos. El sueldo, provisiones, municiones de guerra, armas, vestuarios, equipo y medios de transporte de las tropas aliadas serán por cuenta de los respectivos Estados. (Art. 4)

Las altas partes contratantes se facilitarán mutuamente los auxilios que tengan y los que necesiten, en la forma que se acuerde. (Art. 5)

El Brasil conocía más que cualquier otro estado la situación económica en la que se encontraba su aliado, la Argentina. Si la situación económica del Brasil era mala, la de Argentina era calamitosa. Con estos dos artículos el Brasil tiene asegurado en su compañero de causa, una serie de jugosos empréstitos para hacer frente a los gastos, que una guerra de tal envergadura pudiera llegar a acarrear.

Los aliados se obligan solemnemente a no deponer las armas sino de común acuerdo, y mientras no hayan derrocado al actual gobierno del Paraguay, así como a no tratar separadamente, ni firmar ningún tratado de paz, tregua, armisticio, cualquiera que ponga fin o suspenda la guerra, sino por perfecta conformidad de todos. (Art. 6)

Con esto, Don Pedro II da por hecho que la guerra llegaría hasta el fin del Paraguay, sin arreglo de paz hasta que éste sea destruido por completo. Sostengo que este artículo hace de la entrevista en Yataity Corá un acto, donde la esperanza por llegar a una paz honrosa para todos los beligerantes, fuese sólo un sueño.

No siendo la guerra contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno, los aliados podrán admitir en una legión paraguaya a todos los ciudadanos de esa nación que quisieran concurrir al derrocamiento de dicho gobierno, y les proporcionarán los elementos que necesiten, en la forma y condiciones que se convenga. (Art. 7)

Es este artículo el más repugnante de todos; la guerra es contra el gobierno paraguayo y no contra el pueblo. Sin embargo, saquean su capital violando mujeres, niños y ancianos. Dice, podrán admitir una legión paraguaya, pero obligan a prisioneros a matar a sus propios hermanos. Alberdi se pregunta: ¿Será que el gobierno paraguayo pagará la deuda que deje esta guerra?, ¿O será el pueblo devastado el que corra con los gastos?.

Los Aliados se obligan a respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de la Rca. del Paraguay. En consecuencia el pueblo paraguayo podrá elegir el gobierno y las instituciones que le convengan, no incorporándose ni pidiendo el protectorado de ninguno de los aliados, como resultado de la guerra. (Art. 8)

Se obligan a respetar su independencia imponiéndole un gobierno títere, al mando de un ejército de ocupación; respetan nuestra soberanía imponiéndonos los límites que a ellos les convenga, y usurpando tierras que por derecho nos corresponden.

La independencia, soberanía e integridad territorial de la República, serán garantizadas colectivamente, de conformidad con el artículo precedente, por las altas partes contratantes, por el término de cinco años. (Art. 9)

Extienden el periodo de fijación de límites por conflictos internos entre los aliados, constantes pujas para ver quién nos usurpa más tierra, la Argentina o el Brasil. Ésta primera pretende toda nuestra actual Región Occidental, al Brasil no le conviene tener tan cerca a la Argentina, por lo tanto no cede a tales pretensiones, por ende extiende el tema “límites”.

Derrocado que sea el gobierno del Paraguay, los aliados procederán a hacer los arreglos necesarios con las autoridades constituidas, para asegurar la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, de manera que los reglamentos o leyes de aquella República no obsten, impidan o graven el tránsito y navegación directa de los buques mercantes o de guerra de los Estados Aliados, que se dirijan a sus respectivos territorios o dominios que no pertenezcan al Paraguay, y tomarán las garantías convenientes para la efectividad de dichos arreglos, bajo la base de que esos reglamentos de política fluvial, bien sean para los dichos dos ríos o también para el Uruguay, se dictarán de común acuerdo entre los aliados y cualesquiera otros estados ribereños que, dentro del término que se convenga por los aliados, acepten la invitación que se les haga. (Art. 11)

De esta manera, nos imponen una política fluvial a su antojo, reglamentan la navegación de nuestros propios ríos, del río que lleva el nombre de nuestra patria. Así, los aliados tienen un máximo “respeto” hacia nuestra soberanía.

Los aliados exigirán de aquel gobierno el pago de los gastos de la guerra que se han visto obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas y particulares y a las personas de sus ciudadanos, sin expresa declaración de guerra, y por los daños y perjuicios causados subsiguientemente en violación de los principios que gobiernan las leyes de la guerra. La Rca. Oriental del Uruguay exigirá también una indemnización proporcionada a los daños y perjuicios que le ha causado el gobierno del Paraguay por la guerra a que la ha forzado a entrar, en defensa de su seguridad amenazada por aquel gobierno. (Art. 14)

Considero a este artículo como el histórico; la República Argentina nos libera de los gastos de esta guerra el 12 de agosto de 1942 bajo la presidencia de Ramón Castillo, 72 años después de la guerra. El Brasil, el 4 de mayo de 1943, bajo la presidencia de Getulio Vargas, 73 años después de la guerra. Probamos así, que desde un principio los aliados quisieron devastar la economía paraguaya y la de sus generaciones venideras.

Este tratado quedará secreto hasta que el objeto principal de la alianza se haya obtenido. (Art. 18)

Esto es más que obvio, a sabiendas, los mismos aliados de que el pacto es injusto y abominable por donde se lo mire, se mantendría oculto evitando de esta manera ningún tipo de reacción, ya sea de los países contratantes como del mundo entero.

A este documento, los firmantes anexaron un protocolo que entre otras cosas mencionaba lo siguiente:

Que en cumplimiento del Tratado de Alianza de esta fecha, las fortificaciones de Humaitá serán demolidas, y no será permitido erigir otras de igual naturaleza, que puedan impedir la fiel ejecución de dicho tratado. (1º)

Que siendo una de las medidas necesarias para garantir la paz con el gobierno que se establecerá en el Paraguay, el no dejar allí armas o elementos de guerra, los que se encuentran serán divididos en partes iguales entre los aliados. (2º)

Que los trofeos y botín que se tomen al enemigo serán divididos entre los aliados que hagan la captura. (3º)

Esto fue simplemente para coronar las falacias expuestas un poco más arriba. Es muy fácil entender las pretensiones aliadas; nos condenan a no tener fortificaciones que en algún momento puedan llegar a comprometer sus monopolios, restringiendo de esta manera nuestra soberanía.

Por otra parte, nos manifiestan expresamente en dicho documento el saqueo del cual seremos víctimas, y todos, absolutamente todos los bienes de la república, ellos lo resumen en “trofeos y botín”. El Uruguay, cuya participación en la guerra fue exigua, devolvió los trofeos el 31 de mayo de 1885. Por su parte la Argentina lo hizo bajo la presidencia de Juan Domingo Perón el 19 de agosto de 1954, a ochenta y cuatro años de la finalización de la guerra. Sin embargo, el Brasil nunca devolvió los trofeos ni los cincuenta mil documentos robados del archivo nacional de Asunción.

El Tratado es descubierto. Repudio nacional y mundial

En el mes de mayo de 1866, un año después de su firma, el tratado es descubierto, causando notable revuelta en los países latinoamericanos y en todo el mundo, principal motivo del carácter secreto del pacto.

Carlos de Castro, ministro encargado de las relaciones exteriores del gobierno oriental y signatario del tratado del 1 de mayo, enseña una copia del mencionado documento al ministro de Gran Bretaña, Mr. H. Lettson, con la promesa de que lo mantenga con absoluta confidencia. Éste, por su parte, hace exactamente lo mismo, traspasando el documento de manera íntegra a su superior jerárquico Mr. John Russel, quien pusiera a disposición de la Cámara de los Comunes de su gobierno, para su posterior publicación por la prensa de Londres y el conocimiento del mundo entero.

Los aliados no consienten la metida de pata del compañero de causa uruguayo, así en un breve borrador el general Mitre, comentaba la revelación con su ministro Elizalde: “parece que Castro le dio la copia… esto será un escándalo inaudito” [12]

El mismo De Castro, con una impotencia única, escribe a Lord Russel diciendo: “(…) si una de las más espléndidas conquistas para la diplomacia de los tiempos modernos, ha sido la lealtad y la buena fe, acabáis, Lord Russell, de darle un rudo golpe, deteniendo a su marcha progresiva, y haciendo estragos a la verdadera civilización.[13]

Muchos países se manifestaron en contra del pacto, entre ellos podemos citar a Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú, Chile y hasta los Estado Unidos, con arduas protestas en contra de la alianza, apoyando la causa paraguaya. Todo documento de protesta fue en vano; el emperador del Brasil no cedería, previo alejamiento de López del gobierno paraguayo, cosa que los demás estados no acataban.

Un hecho digno de destacar fue el ofrecimiento del presidente boliviano Gral. Mariano Melgarejo en acudir al escenario del conflicto con doce mil hombres, en defensa de nuestra patria. También en Colombia causó conmoción la revelación del tratado, el ministro de relaciones exteriores, José Rojas Garrido, expresa el absoluto descontento de su gobierno en sendas notas enviadas a los países firmantes.

En nuestro país, el pacto fue blanco de serias y enérgicas protestas por parte de toda la población, de todas las edades y todas las clases sociales. Nos comenta el historiador Efraín Cardozo:

“La publicación del tratado de la triple alianza tuvo en Asunción vastas repercusiones populares. Los ejemplares de “El Semanario” eran arrebatados de las manos. Hubo que tirar en hojas sueltas el texto y el comentario que le acompañaban. Espontáneamente, sin que hubiera preparativos, todas las clases sociales se congregaron en el Club Nacional (…)”.[14]

También las bellas, pero a la vez valientes mujeres paraguayas, lanzaron su protesta, tomando la palabra las señoras Eleida Peña de Molinas y Escolástica Barrios de Gill:

“La mujer paraguaya, tiene ya hecha su resolución indeclinable al pie de los altares de la patria: morir con ella antes de que sea vilipendiada por el desnaturalizado enemigo que pretende despojarnos de nuestras virtudes, de nuestro honor y de nuestra patria”.[15]

Inclusive los niños se manifestaron de la mano del maestro español Isidro Codina, que en un excelente castellano expusiera lo siguiente:

“(…) Como preceptor de estos niños, cuyos padres son todos ciudadanos paraguayos, y creyendo interpretar sus sentimientos, vengo a protestar en sus nombres contra las pretensiones del enemigo de su patria, que intenta arrebatar su sagrada independencia y sumirlos en la dominación extranjera (…)”.[16]

Entre todos los miembros del espantoso pacto, uno de sus pocos defensores es el Brigadier Bartolomé Mitre, uno de los principales protagonistas de la firma. Este señor en su afán de querer defender lo indefendible nos dice:

“Los soldados aliados y, muy particularmente, los argentinos, no fueron al Paraguay a derribar una tiranía, en buena hora por accidente, ese sería uno de los fecundos resultados de su victoria”.

“Fueron a vengar una ofensa gratuita, a asegurar su paz interna y externa, así en el presente como en el futuro, reivindicar la libre navegación de los ríos y reconquistar las fronteras de derecho, fuimos como argentinos sirviendo a los intereses argentinos, y de la misma forma hubiésemos ido si en vez de un gobierno monstruoso y tiránico como el de López, hubiésemos sido insultados por un gobierno más liberal y civilizado” [17]

También el mismo Brigadier deja bien en claro que los ejércitos aliados van en busca de la destrucción del Paraguay.

“(...) no se va a matar a tiros a un pueblo, no se va a incendiar sus casas, no se va a regar de sangre su territorio, dando por razón de tal guerra que se va a derribar una tiranía a despecho de sus propios hijos que la sostienen o soportan (...)”[18]

“La filosofía, la humanidad, y la moral desertarían de sus filas si hubiésemos ido a matar paraguayos y destruir al Paraguay para redimir un montón de ruinas y un grupo de viudas y huérfanos, cubriendo con la bandera de la libertad el último cadáver del último sustentador de su tiranía.” [19]

Otro hecho resaltante, después de la publicación del tratado ocurre en la Argentina; el mismo Mitre, quien se hacía llamar defensor de la libertad de prensa, siendo titular de uno de los diarios de más tirada en la República Argentina, el 26 de julio ordena el cierre del suplemento de publicación periódica “La América” y la detención de todos sus directores.

Consecuencias del Tratado

Las consecuencias del tratado son trágicas para el país, podemos acoplar también las consecuencias de la guerra misma. Por un lado tenemos el legado limítrofe para con los países de la alianza; las consecuencias sociales propias de un país devastado y las consecuencias económicas y políticas, que son claramente manifiestas en la imposición de moneda corriente brasileña y en la implantación del ejército de ocupación.

La población, que superaba los un millón trescientos mil habitantes antes de la conflagración, quedó reducida a apenas doscientos mil habitantes, de los cuales aproximadamente el 10% eran hombres, en su mayoría niños, ancianos y extranjeros. Las iglesias y casas particulares fueron saqueadas cargándose las mercancías  en los barcos brasileños y argentinos anclados en el puerto de Asunción. También desaparecen todo tipo de tarifas aduaneras.

            

El Paraguay pierde ciento cuarenta mil kilómetros cuadrados de territorio. El Brasil se apodera de un suelo muy extenso y apto para la agricultura; la Argentina del chaco austral y casi del boreal también, conflicto que será subsanado más adelante. En síntesis, el Paraguay pierde una extensión de tierra “casi igualable a los territorios de Cuba y Bélgica juntos”, como comenta Chiavenato.

            

Sintetizando, se lograron varios objetivos estipulados en el tratado; quitarle al Paraguay la soberanía de sus ríos (Art. 11), responsabilizar al Paraguay de la deuda de la guerra creando así una obligación imposible de cumplir (Art. 14), repartir el territorio paraguayo o parte de él entre la Argentina y el Brasil (Art. 16).

            

Entre otros objetivos cumplidos por el tratado, tenemos que: derrocaron a nuestro tirano, también sometieron a nuestro pueblo, arrasaron nuestras fortalezas, nos despojaron de nuestras armas, arsenales y astilleros, nos impusieron nuestros límites demarcatorios mediante un tratado unilateral. Reglamentaron nuestra navegación, otorgándonos la “libertad” de nuestros propios ríos, nos impusieron su moneda y nos permitieron tener un gobierno no hostil a los intereses de la alianza.

 

“Más de un autorizado historiador ha afirmado que la espinosa cuestión que debió ser salvada, se refería a la soberanía paraguaya, con cuya garantía no quiso comprometerse el canciller argentino Elizalde, sin lograr empero la adhesión de sus colegas. Era el viejo sueño porteño de la reconstrucción del virreinato reverdecido en la intención de Elizalde. A propósito es conocida la referencia del ministro británico Thornton, quien en una ocasión menciona haberle dicho al canciller argentino que “esperaba vivir lo bastante para ver la incorporación de las repúblicas orientales, paraguaya y boliviana a la confederación argentina”[20]

Gracias a que el Brasil, por intereses propios, no cedía a las pretensiones de Argentina de quedarse con nuestro Chaco Boreal, y al laudo favorable para el Paraguay, pudimos conservarlo, pero el Chaco Austral no corrió la misma suerte.

Crímenes de Guerra. Saqueo al país

Ya decía Alberdi, que “el derecho a la guerra en sí es el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la devastación. Estos actos son crímenes por las leyes de todas las naciones del mundo. La guerra los sanciona y los convierte en hechos honestos y legítimos, viniendo a ser en realidad la guerra el derecho del crimen (...)”. [21]

Lo que nos queda por acotar, es que la guerra de por sí ya es un crimen, un homicidio generalizado que no respeta a nada ni a nadie, exterminando todo a su paso. ¿Que tipo de naturaleza jurídica puede tener un acto así?, ¿Defender la Soberanía?. Tal vez sea el único hecho válido para llegar a una guerra en una nación civilizada escatimando hasta el último de los recursos válidos.

Pero aquí el punto en cuestión es el crimen dentro del crimen, un acto vergonzoso y repudiable desde cualquier punto de vista. Es muy sencillo, en todas las guerras se cometen los llamados “crímenes de guerra”, desde la antigüedad hasta nuestros días; desde los pueblos celtas que usaban los cráneos de sus enemigos para tomar vino, hasta las humillantes torturas proporcionadas por soldados norteamericanos a los prisioneros iraquíes. Este crimen del crimen llegó a alcanzar grados de espanto, y en nuestra epopeya estuvo al orden del día.

El tratado de por sí ya fue un crimen político, y a éste se le sumaron todos los crímenes contra la humanidad de la que fueron partícipes los aliados; ya sea en el campo de batalla, donde Gastón de Orleans, Conde De Eu, entra en escena o en los vandálicos saqueos registrados en Asunción.

Haciendo gala al exterminio, los ejércitos aliados de la mano de Bartolomé Mitre, cometieron crímenes con ensañamiento y alevosía. Así, podemos citar la contaminación de las aguas de los ríos con cadáveres coléricos, expandiendo así la mortal enfermedad hacia los militares y civiles que bebían de esas aguas, siendo antecedente éste del principio de una guerra bacteriológica.

El ejército aliado obligó a los paraguayos a luchar contra su propio ejército, como nos comenta Ulrich Lopacher en una de sus anotaciones: “Durante la rendición de Humaita aconteció algo notable: uno de los que se rendían, abandonó, de pronto, a sus compañeros, se precipitó como loco, sobre uno de los nuestros y lo abrazó, lo besó y no quiso desprenderse de él (…) resultó ser una sargenta en uniforme de artillero y que había participado del sitio en la fortaleza de Humaita. Nuestro compañero, resultó ser su marido y luchaba como prisionero (…). En realidad debió haber todo un batallón de prisioneros (…)”.  [22]

También fueron puestos a la venta un centenar de prisioneros paraguayos, vendidos como esclavos al mejor postor, y teniendo como destino final el imperio brasileño. Éste, ya en aquella época, albergaba la tímida suma de cuatro millones de esclavos.

Pero aún mas desgarradores, son los hechos como la quema de hospitales y degollamiento de personas en total estado de indefensión. Así, lo tomaron como ocio, el Conde de Eu, cerrando y quemando el hospital de Piribebuy, donde se encontraban ancianos y niños en estado calamitoso. Y por otra parte, el uruguayo Venancio Flores, que al concluir las batallas disfrutaba degollando prisioneros.

Asunción fue saqueada en su totalidad el 1 de mayo de 1869. Fue ocupada por las tropas brasileñas causando desmanes en la desolada ciudad, así estos nefastos personajes continuaron violando mujeres, niños y cualquier ciudadano paraguayo. Y no nos olvidemos que la guerra era contra el gobierno paraguayo. La ciudad fue saqueada en todo sentido, no hubo respeto hacia nada, ni hacia nadie. Tampoco se salvaron las embajadas de los gobiernos extranjeros.

Así escribe el cónsul francés a Caxias: “Vi saquear el consulado de Portugal y la Legación norteamericana, mi propio consulado fue por dos veces robado”. De esta misma forma también el cónsul italiano alude que los consulados de su país fueron saqueados por la caballería del coronel Vasco Álvarez. También alega el argentino Garmendia “los vencedores entraron a saco”.

Un caso muy curioso nos comenta Agüero Wagner: “Los solados brasileños también se dedicarían a cobrar dinero para devolver a sus familias niños extraviados, como el caso de Manuel Domeq García, por quien su familia debió pagar ocho libras esterlinas en rescate”.[23]

Vemos que el país se encontraba totalmente en ruinas. Reinaba la anarquía total por las calles y ni los propios aliados podían sostener la situación[24]. Las casas fueron saqueadas en su totalidad, las puertas rotas a hachazos, la paz pública exterminada y una población que entre sus últimos suspiros clamaba por una justicia muy lejana para aquellos tiempos.

Conclusiones

La alianza ha reducido a los pueblos del Plata a un papel secundario. Queda bien claro que la guerra tuvo premisas colonizadoras, donde se impuso la explotación del hombre por el hombre. De guerra a un tirano la convirtieron en guerra a un pueblo. El Brasil y la Argentina llevaban el estandarte de la civilización a un pueblo civilizado como el Paraguay. El primero pregonaba el rol civilizador con sus cuatro millones de esclavos y el segundo con la exterminación de gauchos en los fortines de la frontera.

Es importante mencionar la participación del capital inglés en la contienda, de la mano de sus agentes plenipotenciarios, grandes comisionistas, y no de Gran Bretaña como se interpreta erróneamente. A esto le sumamos la antigua, torpe y poco eficaz diplomacia de López. Así tenemos la serie de factores que, como un todo, dieron arranque a la guerra más sangrienta de Latinoamérica.

Si miramos un poco nuestro tema en sí, nos queda una serie de conclusiones. Así, podemos afirmar que el tratado, tema central de esta monografía, fue un pacto premeditado y no algo prematuro como sostuviesen los aliados. Existe una serie de documentos y escritos que afirman contundentemente que este tratado, ha pasado por un largo proceso de gestación, algo muy bien pensado y hasta inclusive sus consecuencias fueron proyectadas a largo plazo, como el caso de la deuda que dejaría la guerra.

Finalizando, es menester aclarar que es muy difícil hallar a los verdaderos responsables de esta contienda. Considero que todos pusieron un grano de arena para que esto se volviera algo insostenible, obviamente unos más que otros, y que el tratado fue el documento que selló y condenó la suerte de nuestro pueblo.

Quisiera concluir con una ultima frase de Juan Carlos Gómez, digno defensor de la causa guaraní: “En el Paraguay anterior a la alianza, bastaba suprimir un tirano. En el Paraguay de la alianza hay que rehacer un pueblo”.

Bibliografía

- Agüero Wagner, Luis: “Las Banderas de Mitre”, Augusto Gallegos Producciones Gráficas y Audiovisuales.

- Alberdi, Juan Bautista: “La Guerra del Paraguay”, Edición Hyspamerica.

- Alberdi, Juan Bautista: “El Crimen de la Guerra”, Librería Histórica.

- Benítez, Luis G.: “Historia Diplomática del Paraguay”

- Cardozo, Efraín: “Hace 100 años: Crónicas de la Guerra de 1864-1870”, Ediciones EMASA.

- Chiavenato, Julio José: “Genocidio Americano: La Guerra del Paraguay”, Carlos Schauman Editor.

- García Mellid, Atilio; “Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay, Tomo II” Ediciones Teoría.

- Niño, José M.: “Mitre. Polémica de la Triple Alianza”. Imprenta y Casa Editora de Ad. Grau.

- Pomer, León: “La Guerra del Paraguay”, Centro Editor de América Latina.

- Rosa, José María: “La Guerra del Paraguay y las montoneras argentinas”, Peña Lillo Editor.

- Tobler, Lopacher: “Un suizo en la Guerra del Paraguay”, Editorial del Centenario.

- Trías, Vivian: “El Paraguay de Francia el Supremo a la Guerra de la Triple Alianza”. Cuaderno de Crisis 19.

Referencias:

[1] “Llora, llora urutaú, en la ramas del Yatay, ya no existe el Paraguay, donde nací como tú”

[2] Chiavenato, Julio José, Genocidio Americano, Pág. 87

[3] Piña silvestre

[4] Pomer, León, La Guerra del Paraguay, Pág. 20

[5] Artículo del Diario “La Nación Argentina” (propiedad de Mitre), citado por Chiavenato, op. cit Pág. 118.

[6] Chiaventao, J.J, op. Cit. 119

[7] Chiavenato, J.J, op. Cit. 119

[8] Es una de las tres copias originales que fueron redactadas.

[9] Estos historiadores expusieron el polémico protocolo en el libro “Felipe Varela contra el Imperio Británico”

[10] Agüero Wagner, Luis. “Las Banderas de Mitre” Pág. 156

[11] Cárcano, R.J “Guerra del Paraguay, Acción y Reacción de la Triple Alianza, Pág. 182  

[12] García Mellid, A. “Proceso a los falsificadores de la historia del paraguay, tomo II, Pág. 240

[13] García Mellid A. “op. Cit., Pág. 240.  

[14] Efraín Cardozo, Hace 100 años, Crónicas de la Guerra de 1864-1870, Tomo IV, Pág. 153

[15] Efraín Cardozo, op. Cit , Pág. 157

[16] Efraín Cardozo, op. Cit , Pág. 159

[17] Niño, José, Mitre, Pág. 234-235

[18] Niño, José, op. Cit, Pág. 235

[19] Niño, José, op. Cit, Pág. 236  

[20]  Benítez, Luis G., “Historia Diplomática del Paraguay” Pág. 217

[21] Alberdi, J.B, “El crimen de la guerra” Pág. 23

[22] Lopacher, Ulrich; Tobler, “Un suizo en la Guerra del Paraguay” Pág. 29

[23] Agüero Wagner, Luis, op. Cit , Pág. 165

[24] Decía el Gral. Emilio Mitre a Caxias “No quiero autorizar con la presencia de la bandera argentina en la ciudad de Asunción, los escándalos inauditos y vergonzosos que perpetrados por los soldados de vuestra excelencia han tenido lugar”

 

Juan Marcos González García

Publicación autorizada, para Letras-Uruguay, por parte del autor, el día 7 de febrero 2008

 

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