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Presentación del libro Fantasmas insulares, de Odalys Leyva Rosabal,

el viernes 6 de noviembre en la Biblioteca provincial de Camagüey.
por Alejandro González Bermúdez

 

Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que presenté un libro escrito por una mujer. Si bien la narrativa femenina por múltiples razones me entusiasma y la disfruto de manera personal con muy atentos sentidos, es en la poesía que ellas crean donde me detengo, disfruto e intento re-descubrir  esos otros instintos “maternos” con los que nos advierten — a los hombres, quiero decir— obvias diferencias y ventajas. Hace un tiempo leí en alguna parte que las mujeres son esencialmente  auditivas y los hombres materialmente visuales. Hay asuntos, digamos en la praxis, que no necesito comprobar. Pero cuando uno se adentra en un libro de poesía como Fantasmas insulares de Odalys Leyva Rosabal, publicado por la Editorial Sanlope, de Las Tunas, el pasado año, no puede menos que darse cuenta del permanente diálogo que establece la autora con sus “fantasmas”, vengan de donde vengan. Al menos, es la impresión que me causa. Como apariciones en sí, como espectros que son, ella no fija interés siquiera en observarlos, sino en escuchar y después decir ella. Los presiente y los deja entrar, vienen de todas partes, de contextos y mundos muy dispares, son espíritus de otros y ¿de ella misma?, fantasmas corales o individuos extraviados, almas inquietas que vienen de la tierra, del cielo y hasta del mar, según los poemas que uno encuentra en este libro. En un texto titulado “Pintura con demasiado ángel” afirma sin mucho miramiento: Una vez dije a los acreedores que me enfrentaría a los fantasmas. El miedo no existe, la duda lo construye y nosotros servimos de materia… Entonces, bajo esa filosofía se nos aparecen estos visitantes en tres momentos fundamentales del libro donde toman la palabra lo

mismo para una catarsis, un enamoramiento, un asunto familiar, un homenaje, un insulto o, sencillamente, para agradecer y todo, absolutamente todo, desde esta insularidad que no escogimos, de esta condición que nos toca, que le toca a ella desde dentro o asumiéndola, como ha tenido la oportunidad también, desde más allá. Esa posibilidad ofrece también muchas ventajas.

“Concierto para gritar las huellas”, la primera parte del volumen y probablemente la más “amorosa”; “Los demonios del Ángel” y “Dominio del Ave”, son las tres partes en que se estructura este volumen.  Un libro que, a mi modo de ver, va de menos a más, de donde ella menos prefiere estar (ese enclaustramiento interno, espiritual que le angustia y acosa) a donde más plena y realizada se siente, donde más numerosa es la compañía de ya sabemos quienes. Es por ello que con profundo beneplácito y, además, consciente de su condición y de para lo que fue escogida, Odalys disfruta intensamente su otra vida lo mismo en un panteón egipcio que siendo protagonista de cualquier otra referencia mitológica, histórica o celebridad: “Prefiero ser Sofía de Grecia,/ ser reina tiene sus ventajas/ al menos vives las aguas de un rey/ aunque tú no encuentres mi primavera/ Sofía Loren es mi última farsa”… escribe en el poema “Los leves manantiales”, de modo que, mientras el sujeto lírico se transforma y hasta se burla, el discurso poético mediante códigos y recursos expresivos adecuados alcanza matices suficientes para reflejar hondas preocupaciones de su ahora y prontos desafíos existenciales.

La música, la pintura, la literatura son referencias permanentes y estoy convencido que pretextos para justificar un discurso que, más que alarde de sapiencia, son necesidades implícitas de esta mujer que es la poesía misma. Quien la conoce personalmente lo percibe, su mundo personal está rodeado permanentemente por la literatura, no tiene otra opción, no le interesa; su familia y su propia casa es un cosmos a donde poetas de cualquier parte de la isla vienen a pernoctar de la manera más humilde y sencilla, allí están sus ediciones del Décima al filo como testigos, un proyecto que, desde su cuna, en Guáimaro, trasciende fronteras de todo tipo.

Si tuviera que escoger entre esas tres partes del libro que mencionaba, me quedaría con la última, “Dominio del Ave”. Aquí mi gusto se concentra, aquí aparece, entre otros textos, la relación más fiel de la autora con su esencia y con su poética: la décima, asumida con el desenfado más natural con que Odalys ya la ha intervenido y, a su vez, con el respeto a lo mejor de su raíz. Con suma autoridad la envuelve y desenvuelve para llevarla y traerla en sus más variopintas maneras y estructuras, y sigue siendo nuestra décima cubana.

Hemos propuesto la presentación de uno de sus libros en esta 21 edición del Ballagas porque para el equipo del Centro de Promoción era una deuda pendiente. Odalys ha recibido en los últimos tiempos múltiples reconocimientos nacionales e internacionales por su obra y sentíamos la necesidad de ser justos, muchos no se conocen. Gracias también al Frente de Afirmación Hispanista de México ha logrado un movimiento promocional de la poesía y, en especial de la décima en Cuba y en la región oriental de la isla, que no podemos pasar por alto. No obstante residir en estos momentos casi más tiempo en Las Tunas que en esta provincia, para nosotros sigue prestigiando el catálogo de la Editorial Ácana por sus publicaciones y su permanente disposición a colaborar en nuestros eventos.

Fantasmas insulares es la oportunidad de acercarnos a uno de sus libros más atractivos y confesionales. No puedo menos que sugerir sinceramente su lectura. “Una mujer también brinda el hechizo y a los hombres secuestra con sus manos”.

 

Alejandro González Bermúdez
Viernes 6 de noviembre en la Biblioteca provincial de Camagüey.

 

 

 

 

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