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Gombrowiczidas

Witold Gombrowicz y la corvina
Juan Carlos Gómez

“Como mi estancia en Potoczek, la finca de mi hermano Janusz, no curó del todo mis pulmones, fui a pasar el verano a Rabka. Recuerdo que mi estancia en Rabka agravó aún más mis relaciones con la gente, ya de por sí bastante tensas. Pero es que en aquella estrafalaria pensión donde me instalé, me encontré frente a una colección de tipos que parecía expresamente confeccionada (...)”

“Esa gente representaba la mezcolanza de estilos y lo más grotesco de lo polaco. Movilicé enseguida todos mis rencores y me volví provocativo, lo cual no tardó en producir un resultado desagradable con una damisela que había estado en Inglaterra: –Se nota que se atracó de Inglaterra y ahora la está repitiendo en la mesa. La damisela me echó una mirada fulminante y dijo algo a propósito de los mocosos mal educados (...)” 


“Un señor muy autoritario y terriblemente digno, añadió unas palabras sobre la arrogancia típica de los estudiantes insensatos. Cuando un juez retirado, reprendió violentamente a su hija, yo me sentí aludido inmediatamente: –¡Hay que saber con quién se juega! Este señor, según supe después, había reprendido a la joven por haber jugado a las cartas antes de comer (...)” 
“Sus palabras provocaron un cataclismo entre todos los presentes que no comprendía bien, yo creía que la indirecta estaba dirigida a mí. Después de la comida se produjo un gran movimiento entre los señores, ellos también habían jugado a las cartas antes de comer, se sintieron por lo tanto ofendidos y le pidieron explicaciones al juez. Cada uno mandó un emisario para preguntarle si se refería a él (...)” 

“Al final llegó mi turno, me sentía enfermo, la suma de todas esas idioteces, esa notable ausencia de civismo que nos caracterizaba a todos en esa maldita pensión de Rabka, me sumió en un estado de terrible impotencia, de trágico desánimo. De esa forma se producían en mí saltos de la bufonería a la seriedad, de lo cómico al sufrimiento real. Y seguía sin poder resolver mi problema con la farsa polaca, con nuestro desequilibrio (...)” 
“Se trataba de un océano en el que yo naufragaba pero que, a la vez, llevaba dentro de mí. Desde Rabka hice una breve excursión a Zakopane donde una noche en un café me encontré con Tadeusz Boy-Zelenski. No lo conocía personalmente pero sabía cosas de él: escritor, inteligente, talentoso, europeo... Lo observaba de lejos, sorbiendo mi té. ¿Y si me acerco? Estaba solo. La sala estaba vacía. Si me acerco, ¿qué le diré? (...)”

“¿Señor Zelenski, me permitiría unas palabras, aunque no tengo el honor de ...?; –Siéntese; –Verá usted, yo soy un pasajero sentado sobre una silla, la silla está sobre una caja, la caja sobre unos sacos, los sacos sobre un carro, el carro sobre un barco, el barco sobre el agua. Pero, ¿dónde está la tierra firme y cómo es...? Nadie lo sabe; –No lo sabemos. Navegamos y navegaremos en este barco polaco pero no tocaremos tierra hasta que no nos hundamos”
Tadeusz Boy-Zelenski era médico, escritor, poeta y crítico, tradujo además más de cien clásicos de la literatura francesa. Fue el enfant terrible de la escena literaria de Polonia en la primera mitad del siglo XX. Se convirtió muy pronto en una de las autoridades más destacadas de la intelectualidad liberal y democrática que existía en Polonia antes de la guerra. 

Criticó con dureza la doble moral del clero, promovió la secularización de la vida pública y de la cultura, y fue uno de los mejores defensores de la igualdad de la mujer. Luchó en sus ensayos contra la tradición romántica de Polonia, una forma que distorsionaba el pensamiento de la sociedad sobre su pasado. Los nazis lo asesinaron junto a otros cuarenta y cinco intelectuales polacos en el año 1941.
Este crimen de los alemanes se lo conoce como la masacre de los profesores de Lviv. Gombrowicz se veía poco con Boy, apenas tenía contacto con las mujeres que lo rodeaban, un séquito de segunda mano, mujeres de letras entradas en años que constituían el estado mayor femenino del maestro. También había mujeres jóvenes y hermosas, actrices, poetisas o a veces simplemente muchachas atraídas por el ambiente. 

En este medio su belleza podía resplandecer si correr riesgos, pero estas jóvenes que venían a buscar la vida fácil en la órbita de Boy, tenían una actitud deliberada, y su deseo de emancipación era demasiado estereotipado, entonces, no resultaban atractivas y hasta llegaban a ser irritantes. Cuando se propone llevar al teatro a “Ivona, princesa de Borgoña”, lo consulta a Tadeusz Boy-Zelenski: “Pregúntale a Mira, ella te dirá”
Mira Ziminska era actriz, a más de ser inteligente tenía un gran sentido del humor, pero Gombrowicz se llevaba mal con los actores, especialmente con las actrices, consideraba que los intérpretes pertenecían a una clase inferior de artistas. “Con las actrices me mostraba aún más implacable que con los actores, y tenía la costumbre de fingir que no las conocía; me presentaba solemnemente a cada una de ellas en cada encuentro (...)”

“Un día, cuando me presenté cortésmente por quinta vez a una diva, ésta agarró un vaso de agua y sin pensarlo dos veces me lo vació en la cabeza. Mira, por suerte, no me guardaba rencor, pero sus horizontes teatrales no eran tan amplios como para poder apreciar una obra tan innovadora como ‘Ivona’. Me dijo que el principio no estaba mal, pero que el resto no valía nada”
‘Ivona’ es una transición entre "Memorias del tiempo de la inmadurez" y "Ferdydurke". Ivona, un juego humorístico y una forma transitoria que Gombrowicz utiliza para ganar tiempo. Se convirtió en la obra de teatro más atractiva para el público por su humor ligero y cruel y porque su puesta en escena le permite al regisseur la libertad de movimientos en todos los niveles y planos dramáticos.

Una de las ocupaciones principales que tenía Gombrowicz en la época en la que escribió ‘Ivona’ era decir sandeces en forma reiterada, sandeces que, sin embargo, le permitían mantener y desarrollar lo que siempre fue para él la ley suprema: el estilo. La risa y el estilo son pues los dos cánones de Ivona, el príncipe se rebela contra la ley de la naturaleza que lo obliga a gustar tan sólo de mujeres atractivas.
Esta rebelión introduce un factor de descomposición que se manifiesta en vicios y degeneraciones de todo tipo al punto que la corte se convierte en una incubadora de monstruos. La acción comienza en una época indefinida en la que hay reyes, príncipes y chambelanes. Los reyes y su hijo Felipe entran a un paseo arbolado anunciados por el son de las trompetas. 

La reina y el chambelán se complacen con la belleza del crepúsculo y el rey piensa en la partida de bridge que jugará a la noche. Un mendigo pide limosna y el rey ordena que le den cinco centavos para que el pueblo sepa que no es indiferente a sus problemas, la reina duplica la limosna inspirada en la puesta de sol, y el rey la sube a quince para que el pordiosero sienta todo el peso del presente regio. 
Los cortesanos hacen gestos de admiración. Los reyes se retiran, el príncipe se queda en el paseo con dos amigos y entre los tres consultan el horóscopo del que el príncipe deduce que las horas eran favorables para una aventura galante. Cipriano los anima a que desempeñen la función de la alegre animalidad juvenil como muchachos jóvenes, para que los curas tengan trabajo y funcionen como curas según el principio de la división del trabajo. 

Felipe siente que empieza a recorrer el camino de siempre, buscar unas buenas piernas y la dulzura de unos labios diciéndole que sí. Cada uno representa un papel, su padre forja el alma de los súbditos y él seduce el corazón de las súbditas. Los amigos miran a una rubia que pasa y él a Ivona que entra al paseo con dos tías. Como la joven carece de gracia uno de los amigos empieza a burlase y el otro a ladrar. 
El príncipe los interrumpe y se presenta a las tías como el hijo del rey. Las tías le cuentan que están fastidiadas con Ivona, que tiene una tara fisiológica, en el invierno se hincha, en el verano se congestiona, en el otoño le salen los sabañones y en la primavera le vienen los flujos, que se podría curar si la sangre le circulara más rápido pues se pondría más alegre, pero no se puede poner alegre porque tiene la sangre espesa, un círculo vicioso.

El príncipe se dirige a Ivona y le dice que le vienen ganas de pincharla con una aguja para burlarse de ella, que le ha puesto los nervios de punta, y como la joven se calla empieza a construir a partir de ese callar el porte y la conducta soberbia de una reina ofendida, en ese momento decide que será de él y se la presenta a sus amigos. Cipriano se anuncia como el conde de la mierda y Cirilo como el marqués de la colitis. 
La dama de honor de la reina les pide piedad para la pobre muchacha. Y pobre muchacha es el disparador final de la rebeldía de Felipe, decide casarse con ella y pedirle el consentimiento a las tías. ¿Una broma?, si ella misma es una broma, si ella puede bromear, él también puede bromear, sí él es príncipe ella es una reina orgullosa y ofendida a la que le pide el honor de que le conceda la mano. 

Cuando las tías le están agradeciendo la generosidad y la filantropía y los amigos, que no lo pueden creer, lo maldicen, las trompetas anuncian la llegada del rey, la tías se escapan. El rey se complace con la naturaleza donjuanesca de su hijo que heredó del padre, según dice, y la reina lo reprende. Le pregunta qué clase de bicho es esa doncella a lo que Felipe le responde que es su prometida. 
El chambelán y la dama de honor le aclaran que es un chiste y el rey lo acepta como broma, esa broma lo hace sentir más joven. El príncipe le explica que tiene bastante fortuna como para someterse a los peores sacrificios, no está obligado a elegir la belleza, puede también elegir un mamarracho, no acepta nada que pretenda esclavizarlo. El rey le recuerda que si una chica es linda, está bien, y si es fea, buenas noches, es una ley de la naturaleza.

El hijo le responde que es una ley vulgar e injusta. El chambelán comenta que es vulgar pero sabrosa; al rey todo eso le parece un síntoma del hastío que le producen a Felipe los estudios universitarios en el Instituto Oficial de Construcción de Altos Hornos y sus ocupaciones en el dominio cívico y social, para el chambelán el hastío proviene de la facilidad que existe en los tiempos que corren para la práctica de juegos eróticos. 
La reina le recuerda que si sus juegos juveniles han dejado de gustarle y el bridge y el polo no tienen atractivo para él le quedan todavía el fútbol y el dominó. El príncipe exclama que se casa y listo, el rey se ofende y lo trata de mocoso insolente, que como lo está ofendiendo en su propia casa se verá obligado a lanzarle el anatema, mientras la reina le ruega que no lo haga porque es el buen corazón del hijo el que lo arrastra. 

El chambelán le observa al rey que, necesariamente, la acción debe ser noble pues si no lo fuera el casamiento sería un escándalo. El rey aprecia la nobleza desproporcionada de la acción pero el hijo le aclara que no es por nobleza que lo hace; Margarita, la reina, le ruega a su Fitito que no los contradiga, que lo autoriza a que les presenta a la prometida, el chambelán y los cortesanos lanzan suspiros de admiración. 
En el momento que el príncipe presenta a Ivona el chambelán le pide a la joven Ivona en voz baja que haga una reverencia, como no la hace se lo pide Felipe, después la madre, después el rey y otra vez el príncipe, pero Ivona permanece impávida. La reina le manifiesta al príncipe que están en el cenit de la emoción y a la joven que en adelante serán padres para ella.

El espíritu evangélico los colma de felicidad y la belleza se encuentra en la cimas más elevadas del espíritu. El rey, a solas con Margarita y el chambelán, se desespera, fueron ellos los que tuvieron que hacerle la reverencia al monstruo horrible y no ella a los reyes, la reina le recuerda que a pesar de esa falta de modales la acción es bella. El chambelán concluye que cuanto más horrible es la novia más bella debe ser la acción. 
Él tratará de descubrir las verdaderas intenciones del príncipe pues no conviene exacerbar su rebeldía. Felipe entra a su aposento con Cirilo, Ivona y un criado, echa al criado y le dice al amigo que habría que atarla a la pata de la mesa para que no se escape. Piensa que su novia es un monstruo al que hay que cazar del mismo modo que los cazadores solitarios y nocturnos cazan a los búfalos. 

Cirilo protesta pues no se puede entender con él, entonces Felipe le dice que es justamente por el hecho que ella no tiene derecho a gustarle a nadie que se siente príncipe hasta la médula de los huesos, que uno nunca conoce su verdadera superioridad hasta que encuentra a alguien inferior, que ser príncipe para los demás no vale realmente nada, que él quiere ser príncipe para él.
Ivona responde con el silencio a todas las preguntas que le hacen probablemente porque está asustada y ofendida, pero como les dice que no está asustada ni ofendida empiezan a investigar cómo funciona ese mecanismo. Es apática porque es dejada y es dejada porque es apática, una dialéctica monstruosa, un sistema cerrado, tiene miedo porque es tímida y es tímida porque tiene miedo, mientras tanto Ivona permanece impávida. 

Le buscan desesperadamente una virtud, por más pequeña que fuere, cuando le preguntan si cree en Dios les responde que sí con un gesto de desprecio. Se les ocurre que utiliza a Dios como una pantalla para ocultar sus enfermedades, es una pena que no se la pueda curar con vitaminas pues no asimila los remedios. El príncipe descubre que lo está devorando con los ojos con una debilidad libidinosa y desvergonzada.
Decide asarla al fuego como si fuera una babosa. El chambelán les pide a los cortesanos y a las damas que no se rían. El príncipe les presenta a Ivona, le responden con admiración y asombro, le ruega a su prometida que les dirija la palabra y le advierte a los invitados que es delicada, orgullosa y tímida. Cuando la invita a que se siente ella hace un ademán para sentarse en el suelo.

Una de las damas le susurra al príncipe que se han dado cuenta de que el golpe teatral que está dando es contra ellas, que se compromete con esa infeliz para ponerlas en ridículo, a Yolanda con sus ungüentos y máscaras faciales, y sigue luego una cadena interminable de los reproches que se hacen unas damas, de las dentaduras y de los pechos postizos, de las espaldas torcidas, de los zapatos ortopédicos. 
Los cortesanos se empiezan a reír de los defectos de las damas, el chambelán le advierte al príncipe que ha hecho cundir el pánico entre el bello sexo. Un cortesano, después de muchas dudas, les confiesa que ama a Ivona, que todo lo que estaba ocurriendo le parecía una infamia, que en un principio tenía ganas de protestar pero después le pareció mejor desistir de la protesta. 

Felipe se atormenta, de golpe el momento se vuelve sagrado, le pide perdón a su prometida pues de repente descubre que puede despertar amor. Ivona llora. Inocencio confiesa que las chicas mejores le resultaban terriblemente difíciles mientras que con ella no había problemas. Ni ella ni él podían encontrar algo peor, basta de remates al mejor postor, que de esa manera se respira tranquilidad. 
Sin embargo está celoso y le habla con pasión. Ivona le grita que se vaya. A partir de ese momento el príncipe siente que Ivona está enamorada de él, a pesar de que la humilla y la atormenta lo ama, lo ama porque no la puede tolerar. Ivona calla. Si es su bienamado no podrá dejar de quererla, es necesario que la ame y la amará. Le pide a Ivona que se ponga el sombrero para ir de paseo, y mientras caminan intentará amarla. 

El chambelán le dice a Cirilo que una mujer joven realmente desagradable puede obligar al joven que se le acerca confiado y entusiasmado a llevar por delante las cosas, a realizar actos horriblemente atroces que un gentleman no puede conocer, pues si los conociera no sería gentleman. Entran Ignacio y Margarita, el rey se caga en Dios y se pregunta qué mierda habrá inventado Felipe para que las damas estén tan alborotadas. 
Se le están quejando a la reina de que se comprometió con ese mono para burlarse de los dientes y de los senos postizos de las señoras, y la reina se queja de que los caballeros están haciendo bromas fuera de lugar. El chambelán les advierte que es mucho más que eso, que el príncipe la ama, que el hecho tiene algo de explosivo, que hay que desconfiar y tener cuidado, que puede provocar un estallido general.

En una sala del palacio el príncipe habla con Cirilo, está susceptible, piensa que ahora es él el hazmerreír de la gente, no está acostumbrado a que la chusma se burle de él. El rey y la reina le preguntan a Ivona si está satisfecha, si le gustan las peritas con azúcar y crema fresca. Ivona calla. El criado anuncia la llegada del médico que va a revisar a la novia antes del compromiso. 
La reina le dice al hijo que la decencia exige que Ivona salga del mutismo absoluto en el que ha caído, que le ha brindado su corazón de madre y pasado por alto sus defectos, el príncipe le responde amenazante que debe amarla, que nadie puede atreverse a dejar de amarla. La reina y el chambelán le insinúan al rey que, quizás, en vez de inspirarle amor le inspira miedo. 

El rey no encuentra motivos para que le tenga miedo pero sí los encuentra para el hastío que le deben producir a la joven los cargoseos de Margarita. La reina y el chambelán insisten, le piden que se familiarice con ella para que se habitúe a la corte, que se la van a mandar con cualquier pretexto. El chambelán le aconseja que le sonría, el ir y venir de las sonrisas traerá la afabilidad. 
Ignacio se imagina que tendrá que sonreírle y hacerle las reverencias, y la tarada estará cagada de miedo, le pide al chambelán que no lo deje solo. Empieza la conversación preguntándole por las novedades, ella le contesta que hay un ovillo de lana y se calla. El rey se acerca unos pasos y le pregunta si tiene un poco de julepe, ella retrocede, se le aproxima más aún y le dice que es padre como un hombre cualquiera. 

Ella retrocede bruscamente y deja caer el ovillo de lana, el rey aúlla de rabia y el chambelán le dice que así no. El rey empieza a putear y la joven se escapa. El chambelán comenta que Ivona no sabe asustarse de una manera elegante y picante como algunas damas, tiene un miedo desnudo, un miedo en pelotas. El rey se acuerda de que cuando todavía no era rey, en ese mismo desván, tuvieron una aventura con una costurera. 
La costurera también tenía miedo, después se suicidó, tenía el mismo aire de maltratada, la asociación se le apareció con una fuerza infernal. Entra la reina y el rey le pide que no se le acerque, que tiene derecho a tener un capricho, que si no salió bien la cosa es porque se acordó de algo que le concernía a ella, que cuando miraba la forma de moverse, de temblequear y de rumiar de la tarada pensaba en cierto abandono de ella.

Le recordaba su dejadez, su descuido y su asquerosidad. La reina le pide que no le falte el respeto. Cuando el rey se va la reina sermonea a la dama de honor por hacer monerías frente al espejo como lo estaban haciendo todas las señoras desde que la desdichada apareció en la corte. Intrigada por lo que le dijo el rey se le ocurre que alguien puede haberle mostrado el cuaderno donde escribe poesías.
Es probable que exista una relación entre el abandono y la asquerosidad de Ivona y sus poemas demasiado líricos, y entonces empieza a maldecir sus ensoñaciones, sus éxtasis, sus delirios y sus confesiones. El príncipe le pregunta a la madre por qué el rey espanta a su prometida, por qué se abalanza sobre su novia para injuriarla, por qué Ivona le recuerda al padre algunos pecados de ella. 

Felipe está confundido, ¿así que el padre se arroja sobre Ivona porque la madre tiene pecados? Entra el rey y otra vez le pide a la reina que no lo mire, la madre le dice al hijo que no haga tonterías, entonces el príncipe termina confesando que no la ama, que se siente estúpido y que se comporta de una manera idiota con Ivona. Felipe empieza a saludar a los padres, el rey le pregunta qué bicho lo picó.
El príncipe le dice que con Ivona uno puede permitirse cualquier cosa, y lo saluda al chambelán que retrocede disgustado, que todo el mundo puede tocarla y hacer lo que quiera porque ella no va a protestar. Cuando se retira la dama de honor el príncipe le besa la nuca y después le besa la boca, Isabel lo rechaza y le dice que es un atrevido, pero él la abraza y la besa otra vez, 

Tiene el propósito de hacerla sufrir a Ivona y pide que se la traigan mientras le declara su amor a Isabel. Le confiesa a Ivona que la está engañando con Isabel, que ya no es más su prometida, le besa la mano a la dama de honor, le pide a Ivona que no se quede plantada delante de él y le comunica a Isabel que anunciará de inmediato su compromiso nupcial con la dama de honor. 
Como Ivona no se mueve le pide a Cirilo que traiga de inmediato a Inocencio, su amante anterior, le dice a Ivona que no tiene ningún remordimiento, que es frívolo y no tiene piedad, que si no se va ella se pueden ir ellos. Ivona se inclina y levanta del suelo un pelo de Isabel. Inocencio protesta pero el príncipe lo obliga a callarse y le pide a Ivona que le devuelva el pelo, Isabel le recuerda que tiene otros pelos. 

Felipe insiste en que le devuelva el pelo porque tiene el presentimiento que es a ellos a quienes lleva en ese pelo. Da órdenes de que no la dejen salir del palacio y demora el anuncio de la ruptura de su compromiso. Cirilo sospecha que todo va a empezar de nuevo pero el príncipe le asegura que la historia terminó haciéndole un gesto con la mano de que la va a decapitar. 
Cuando el amigo le dice que devolviéndola a su casa ella desaparece le contesta que prefiere matarla, está enamorado de Isabel, no le preocupan los sufrimientos de Ivona, pero sí le preocupa que si se va los lleva con ella, a él y a Isabel, tiene que matarla y le pide ayuda a Cirilo. El canciller le pregunta al rey qué vestimenta debe llevar el embajador en su viaje a Francia. 

El rey le contesta que vaya en pelotas, pide disculpas y le da libertad para que se vista como a él le dé la gana pero que pague de su bolsillo. El mariscal le pregunta que desearía comer en el compromiso del príncipe con Ivona, le responde que cagadas y escupidas, se disculpa enseguida. Cuando el juez supremo le pide gracia para un viejo servidor, vocifera que nada de indultos, que le corten la cabeza, les exige a todos que no lo miren y los echa.
El rey escondido detrás de un sillón le dice al chambelán que le gustaría saber qué cosas hace Margarita cuando nadie la ve, está empezando a sospechar que lo engaña. Le habla de la prosperidad de la inmoralidad, el cinismo y la desvergüenza, de que si pasara por ahí Ivona podría matarla, que ya otra vez lo habían hecho. El chambelán lo previene de que es necesario, debido a los momentos que se viven, conservar la urbanidad y el tacto.

En el banquete se podría servir un plato de pescado con muchas espinas como la corvina. Ivona se pone nerviosa delante de la gente, casi se ahoga con una papa, la corvina es un pescado difícil. El rey lo aprueba, esa idiotez es tan grande que no puede despertar sospechas. Entra la reina y el rey se esconde tras el sillón otra vez. Margarita saca un cuaderno de poemas de amor y recita. 
Se siente humillada por la semejanza que encontró el rey entre sus escritos e Ivona y está decidida a matarla con un veneno volcando unas gotas en su medicina. Pero la tiene que matar con otro aspecto, se desordena el cabello, se pintarrajea y cuando está por entrar al cuarto de Ivona el rey se le echa encima y la detiene. Le dice que es un monstruo, una infame y ella se desmaya. 

Cuando Margarita se despierta el rey le dice que ellos saben como matarla, que hace mucho tiempo habían ahogado a otra tarada. La reina no está de acuerdo, el rey le dice que la asesinará con estilo y majestad y de una manera tan idiota que nadie podrá pensar mal, que en el banquete de la noche se iba a manducar una corvinita a la crema exquisita. Margarita le dice que ni loca piensa servir corvina. 
En ese momento el rey le pide al chambelán que le alcance la corona, la reina retrocede aterrada mientras Ignacio la amenaza con pegarle y le exige que prepare y sirva la corvina. El rey se tranquiliza y le ruega que invite a los dignatarios más snob, a los viejos profesionales de la arrogancia capaces de paralizar a cualquiera. No quiere ver más emociones ni éxtasis.

Le pide que termine con su poesía, que ella es más que esos versitos, que es la reina. A la noche todas sus chicas deberán exhibir su elegancia hasta reventar, quiere una recepción brillante, le ordena que vaya a cocinar. El rey y el chambelán escuchan pasos y se esconden, entra el príncipe con un cuchillo en la mano y Cirilo con una bolsa. Desde fuera del cuarto ven como Ivona bosteza y caza moscas.
Felipe aprieta el cuchillo y se prepara, cuando Ivona se queda dormida le pide a Cirilo que lo haga por él porque es tan fácil como degollar un pollo, Cirilo no se anima, entonces le pide que se vaya, que lo hará solo. Ivona suspira, entra Isabel, se espanta y les recrimina a los dos que se estén preparando para ser asesinos. El rey escondido desea que la mate, Isabel le dice qué es de él en cuerpo y alma, que se ocupe de ella. 

Sin embargo el príncipe siente que todos están en el interior de Ivona, que los arrastra por el barro y hace de ellos lo que quiere. Isabel le ruega que la bese, el príncipe la observa a Ivona que ronca y traga saliva, Cirilo le pide que bese a Isabel, el rey en silencio también lo anima, Isabel ofendida se niega a mendigar besos, Felipe le implora que se quede, que no quiere perderla, que el beso será la salvación. 
La abraza y le pide que le diga que lo ama, Isabel se niega. Ivona aparece en la puerta restregándose lo ojos. El rey sale de su escondite y lo azuza al hijo para que mate a Ivona, le dice que hay que darle duro a la tarada, el chambelán lo contiene e Isabel los convoca a una huida general mientras el rey lo exhorta al hijo para que la degüelle viva con ánimo y valor.

Entra la reina vestida de gala con los invitados, los criados traen las mesas del banquete, entonces el rey se acuerda de la corvina y le pide al hijo que se detenga, que se arregle la corbata y que se pase un peine, y al chambelán que le alcance la corona. El rey le ruega a todos los invitados que se ubiquen y que sienten frente a los reyes a la futura nuera. Los invitados hacen reverencias. 
El rey les explica que se celebra la comida en honor a Ivona a la que condecora con el título de Princesa de Borgoña. Los invitados aplauden y se deleitan con la corvina. El rey y el chambelán la estimulan para que coma, Ivona empieza a comer, Ignacio le dice que tenga cuidado con las espinas. Ivona se ahoga. La reina y los invitados se lamentan de la pobre desdichada y se van retirando poco a poco mirando el cadáver de Ivona. 

Mientras el príncipe y el chambelán constatan que se murió atragantada con una espina la reina piensa en el luto, acaricia los cabellos del príncipe y le dice que está con él. El chambelán le ordena a los criados que la preparen para las pompas fúnebres y se pone de rodillas, todos se arrodillan excepto el príncipe. El chambelán y la reina le piden que se arrodille. El príncipe se arrodilla.

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