Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz y Jorge Di Paola
Juan Carlos Gómez

"Este Asno se llama Jorge Di Paola. Fui yo quien lo bautizó como 'Asno' en un acceso de sarcasmo, y a partir de entonces se convirtió en Asno para sus amigos, sinceramente regocijados con ello (....)"

La envidia, la ira, la avaricia y la lujuria eran cuatro de los pecados capitales con los que Gombrowicz regulaba las relaciones que teníamos con él y entre nosotros. La envidia trataba de despertárnosla al Asno y a mí, la ira al Asno pues entraba en crisis con mucha facilidad, y la lujuria era un pecado del que intentaba protegerlo a Flor de Quilombo ya que él mismo no había podido defenderse de ella.

El Asno era escritor antes de conocer a Gombrowicz, yo me convertí en escritor medio siglo después de haberlo conocido, una demora por la que le estoy muy agradecido al Todopoderoso pues me libré de algunas burlas y de algunos consejos con los que Gombrowicz abrumaba al Asno.

"(...) Asno: deja por un tiempo tus ‘Juegos’ para que puedas tomar distancia y recuperar el dominio de la obra; después manda al diablo los 2 actos que fallan y procede a inventarlos de nuevo. No trata de mejorarlos. Inventa otra vez sólo ayudándote con el material ya elaborado –pero no caigas en el error frecuente entre los jóvenes que cuando les ha salido bien una escena o una frase aún, por nada quieren desprenderse de este tesoro (...)" 

Jorge Di Paola

"No. Mandalo a la gran puta. Escribí de nuevo. Hay que sacrificar el detalle; parta vos de la última escena que te satisface. Hay que seguir. La pieza debe ser un ente orgánico donde lo que sigue nace lógica y naturalmente de lo que precede –una escena de otra. La obra de teatro es ante todo una historia que hay que contar ( no tratándose, claro está, de un teatro a mi altura donde hay 50 historias a la vez; pero esto es cálculo diferencial para vos, asnito)"

"No te apures, no seas anticuado, Asno, tu queja de que lo moderno es un aborto amorfo proviene del hecho que no lo dominas bien intelectualmente. Sepa que los grandes (como yo o el imbécil de Sartre) saben muy bien lo que quieren y donde van, pero los pequeños como tú se pierden (...)"

"Te prohibo, Asno, escribirme a mano con tu letra maldita, torcida, además, vos escribime noticias concretas, es lo que me gusta, y no ejercicios dialécticos que para eso te procuré a Gómez, sino ya verás como te aplasto cuando vuelva para el verano y que te dejaré como un piso ante tus amigotes, vos ni en sueños te imagines que yo, un escritor con mayúsculas, voy a hacer dialéctica con vos que sos un pimpollo, un pollito, un debutante y, en general, a l’heure de promesse. Lo único que te es permitido conmigo es admirarme y de ahí no salgas porque te degollaré vivo como león rugiente. Ahora, sí te permito ironías como las de tus últimas cartas porque están sobre un fondo de admiración –me ironizas porque me admiras"

De los cuatro integrantes del cuarteto Gombrowicz el que conservó en alguna medida su independencia respecto de Gombrowicz fue el Asno, el único de nosotros que ya era escritor cuando lo conoció, y los escritores, como bien sabemos, se sienten obligados a ser originales y a conseguir su independencia.

La historia verdadera de lo que les ocurrió en Tandil a unos jóvenes que poco a poco se fueron convirtiendo en leyenda, empieza en 1956, un año en el que el Ingeniero Fireire y el Asno leen "Ferdydurke".

Un poco después de esta lectura, algunos miembros del grupo que se formó al año siguiente cuando conocieron a Gombrowicz, se presentaba con una ramita verde entre los dientes, y todos se tocaban la oreja izquierda si alguna cosa no le gustaba. El día que lo conocieron en el León de Francia, uno de los cafés situados alrededor de la plaza principal de Tandil, todos supieron que Gombrowicz era la encarnación de "Ferdydurke".

"¡Viejos, Tandil cada vez se parece más a Atenas! Todo el mundo es artista, nadie tiene ganas de trabajar"

Cuando el Asno pudo leer "Cosmos" y "Pornografía" encontró en esos libros algunas de las intrigas que armaba con ellos, se imaginó que había armado esas tramoyas allá en Tandil para ejercitar su estilo literario.

El Asno, que acuñó una frase que se hizo famosa en Polonia: "El apostolado laico", nos confiesa que Gombrowicz fue su mejor lector, aquí se ve como ese yo de Gombrowicz tan absorbente no dejaba de aletear ni siquiera en el cielo de los independientes.

"Todavía hoy, que ya no puede leerme, sigue siendo mi mejor lector. Nadie lee lo que escribo sin que antes se lo lea yo como imagino que lo haría Gombrowicz. Es mi lector fantasma. Él quería que yo encontrara mi propia forma, que fuera yo mismo, que no me pareciera a él. Y ahora me juzgo a través de sus ojos"

Con su inveterada costumbre de golpear con una mano y acariciar con la otra Gombrowicz le pide a los gombrowiczidas de Tandil que no se imaginen demasiado.

"(...) hoy, justamente, estoy pasando a máquina el fragmento de mi ‘Diario’, será más o menos de 5 páginas, donde primero va la carta de Asno a mí (un poco arreglada para la posteridad) y después va el relato de mi amistad con Quilombo, fortalecido por el nombre magnífico que inventé. Todo muy tierno, niños, tan tierno y conmovedor que mucho le temo a la interpretación de ese mundo hijo de puta tan dado a la maledicencia... y tanto más que el fragmento forma parte del ‘Diario’ dedicado a Santiago, en el que en realidad tendría que estar a título de antinomia frente a la sensualidad india de esta ciudad (Santiago del Estero)... pero, maldita sea, no sé si no se confunde un poco uno con otro y resulta un verdadero quilombo. De todos modos para fin de año (no creo que aparezca antes) pasarán a la Historia de la Literatura. Lo hago porque me gusta operar con lo insignificante, llevar lo insignificante a la altura, desconcertar... Lo hice una vez con un par de zapatos y otra con seis camisas de verano, metiéndolos
en el ‘Diario’, así que no se imaginen demasiado (...)" 

Una tarde el Asno llegó a Buenos Aires completamente desesperado y dispuesto a suicidarse porque su novia lo había abandonado. Llamó a Gombrowicz en una hora inoportuna, una hora que les había prohibido a los jóvenes de Tandil, pero Gombrowicz se dio cuenta de que algo raro pasaba: –Me alegro que hayas venido pues hoy tengo que salir a comer, es el día de Félix Krüll, así llamaba a un restaurante horrible cercano a su casa. El Asno estaba enloquecido: –Crees que estás enamorado porque eres idiota ¿Acaso sabes qué es el amor? En cualquier caso eres un perrito faldero. Mira que andar pegado a los talones de una sola persona. Lo que necesitas son dos. Si tuvieras dos estarías enamorado de las dos, y si tuvieras tres, de las tres. Cuando te abandonara una no estarías tan desesperado como ahora. Sírvete tú primero. Estos macarrones son buenos... ¿Te das cuenta? Es imposible suicidarse con la tripa llena... te invito yo.

Gombrowicz, igual que los indios, tenía el presentimiento de que las fotografías le robaban el alma, por eso no miraba directamente a la lente de la cámara. Pero el clic le devolvía la vida, el fotógrafo ya no podía hacer nada para transformarlo, la cosa empezaba a reinar por sí misma en la fotografía y aplastaba con su realidad implacable. 

El margen de creación después del clic se volvía inexorablemente estrecho y pobre para el fotógrafo. El fotógrafo lo había convertido en una cosa, como si hubiera fotografiado una piedra, exactamente igual que a otros objetos. El clic lo liberaba del fotógrafo pero la foto le robaba el alma.

Aunque sobre películas y no sobre fotografías, el Asno tenía también sus ideas sobre la cámara, ese instrumento del diablo, como se lo manifestó a un periodista cuando se estrenó "Gombrowicz o la seducción", la película de Alberto Fischerman.

"Muchos pueblos primitivos, más sabios que nosotros, no se dejan fotografiar pues suponen que le roban el alma. Pero hoy, nosotros tenemos un mundo que imita al cine. La pantalla viene a ser el lugar de lo real. Pero lo real no es simple: está allá, en ese rectángulo de bichitos de luz, es a la vez deseable y angustiante; deseable, porque uno cree finalmente que existe ahí y porque todos queremos estar ahí; angustiante, porque me he sentido despojado de mi ser, reducido a algunos gestos planeados por un demiurgo. Y, finalmente, convertido en otro, soy y no soy yo. Por otro lado, está la vanidad, de la que no estoy exento, aunque la rechazo, me parece inmoral (...)"

A juicio de Gombrowicz las fotografías que roban el alma son de la misma familia que la obra de un autor, pero el Asno piensa de una manera diferente.

"Gombrowicz es su obra. Me parece que, no obstante su prestigio, sigue siendo un autor incómodo (...) ¡Minga!, mi última novela, es un corte de manga a la cultura occidental, tal como se ve a sí misma, en sus numerosas trampas. Pero no quiero explicar demasiado. Me parece haber aprendido de Gombrowicz, que dio tantas y tantas explicaciones de sus obras, que eso no se debe hacer en demasía. Las obras no demuestran, muestran. No interpretan, despliegan. Abren, por así decir, el tarro y desparraman los porotos sobre la mesa. Creo que mucha gente juzga difícil a Gombrowicz porque se explicó demasiado. Y no sé si ‘Ferdydurke’ es un libro difícil o un libro divertido. Yo lo leí a los dieciséis años y me divertí enormemente" 

El Asno habla aquí de dos asuntos que suelen aparecer juntos: el de si el autor es su obra o no es su obra, y el de si el autor tiene que dar explicaciones o no tiene que darlas, cuestiones sobre las que vale la pena hacer algunas reflexiones.

En casi todos los gremios de la actividad literaria se piensa que el autor es su obra. Esta explicación pareciera, sin embargo, más apropiada para los productos del arte que para los productos de la ciencia, a nadie se le ocurriría decir, pongamos por caso, que Einstein es la Teoría de la Relatividad, pero pega muy bien decir que Gombrowicz es "Ferdydurke".

Las diferencias fundamentales entre la ciencia y el arte no le son del todo evidentes al entendimiento pero se podría decir en general que mientras la ciencia intenta resolver los misterios del mundo, el arte en gran medida vive de ellos. De entre la suma de los misterios del mundo, Dios es el más importante y el menos explicable de todos. Así como Dios no es explicable la obra de un escritor es menos explicable que su vida. La vida corriente no es tan oscura, está medida por el desempeño que tiene el hombre en la familia, en el estudio, en el trabajo, y por tal razón es menos misteriosa.

El hombre, cuando escribe, se pone aparte de las funciones, su horizonte está más allá, las particularidades y las funciones de la vida corriente se convierten en instrumentos para alcanzar otros propósitos, por ejemplo, el de ser Dios.

El Asno quiere ser su obra y no quiere dar explicaciones, quiere ser Dios, pero Gombrowicz, según todo lo parece indicar, no quiere ser Dios, no se ha cansado de decir que el hombre está por encima de su obra, y por otra parte ocupó gran parte de su tiempo dando explicaciones.

La obra de un escritor no puede ser inocente ni respecto de la crítica profesional ni respecto a la crítica de los lectores, pues corre el riesgo de ser destruida por el juicio de un idiota. El autor debe procurarse una ventaja de partida contra los malentendidos, pues un estilo que no sabe defenderse a sí mismo de un comentario humano no cumple con su cometido más importante. 

Las relaciones del Asno con Gombrowicz eran ambivalentes, a veces eran dulces y otras veces amargas, así como es la vida.

"Creo que lo di por muerto mucho antes, de manera gradual, indolora. Pero esta muerte real y pública tiene la propiedad de avivar mi memoria empañada. De todos modos la noticia de julio fue poco más que una confirmación. Hacía tiempo que me había desprendido de él y no pude llorar a alguien lejano de todas las lejanías (...)"

"Sobre Gombrowicz ya está todo dicho. Probablemente demasiado. Hace varios años que me tiene podrido. No él, pobre cadáver. El circo alrededor (...) No hablo de nada con casi nadie. No es personal. Pero nunca más, sobre nada"

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

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