Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz y Alfred Jarry
Juan Carlos Gómez

Una cosa que siempre le anduvo dando vueltas en la cabeza a Gombrowicz era saber cuánto de loco estaba. En la vida corriente no era tan extravagante ni tan loco como en la literatura, pero él quería experimentar en su gran laboratorio, sacar consecuencias formales extremas de las ligeras alteraciones que sufría su imaginación. 

El propósito de Gombrowicz parece muy lógico, pero yo creo que el doctor Frankestein y el doctor Jekyll no hacían experimentos para que los demás controlaran sus demonios, sino para controlar los suyos propios.

“Maduraban en mí unas rebeliones que no podía comprender ni dominar. Me acuerdo de un entierro al que asistí, era la inhumación de un pariente; los Balinski caminaban detrás del féretro, muy dignos, acompañados de numerosas personas (...)”

Alfred Jarry

Alfred Jarry

“De repente no sé qué demonio se apoderó de mí y empecé a comportarme provocativamente, metí las manos en los bolsillos y me puse a dar patadas a todo cuanto hallaba por el camino, a volverme sobre las mujeres con las que me cruzaba, hasta que, finalmente, superando la capacidad de espanto de mis padres, comencé a parlotear en voz alta con los demás miembros del cortejo fúnebre, no menos horrorizados. Por fin, ya en el mismo cementerio, me agarró un ataque de risa que no pude dominar; literalmente me ahogué de risa sobre aquel ataúd”

La locura y la estupidez eran pesadillas que persiguieron a Gombrowicz desde su más temprana juventud. Su estupidez era teatral, aparecía como una consecuencia de su inmadurez y de su pereza, pero él creía que el pensamiento errante y libre de un holgazán era lo que más desarrollaba su inteligencia. 

Sin embargo, su pereza no era tan absoluta como pudiera parecer, no sabía bien cómo pero había conseguido una superioridad intelectual sobre su entorno, poco a poco se fue haciendo notar como más sensato y equilibrado que los demás, de alguna manera se sabía que su especialidad era la inteligencia y no otra cosa. 

La pereza de los polacos era una característica nacional que más de una vez Gombrowicz puso en juego en sus relatos. En “El diario de Stefan Czarniecki”, un profesor de historia y literatura, un vejete tranquilo y bastante inofensivo estaba dando una clase: –Los polacos, señores míos, han sido siempre perezosos, sin embargo, la pereza es siempre compañera del genio. Los polacos han sido siempre valientes y perezosos ¡Magnífico pueblo, el pueblo polaco! 

Los polacos han sido siempre holgazanes y desobligados, pero las suecas, las danesas, las francesas y las alemanas pierden la cabeza por nosotros, sin embargo, nosotros preferimos a las polacas. ¿No es acaso famosa en el mundo entero la belleza de la mujer polaca? 

Contar tonterías constituía en la época de su juventud una de las ocupaciones que más absorbía a Gombrowicz pero nunca se censuró esta actividad idiota. El desorden, la confusión y la torpeza de una existencia que elegía la idiotez para relacionarse con los demás fueron para él la mejor escuela en la se formó y que le permitió más adelante sobresalir y entrar en el gran mundo. Cuanto más tiende nuestro espíritu a través de los siglos a liberarse de la estupidez y a dominarla, más parece pegarse la estupidez a la condición humana. 

El esfuerzo del pensamiento por purificarse de la estupidez está, entonces, en contradicción con la organización interna del género humano: deben unos, pues, encontrar un lenguaje para expresar su superioridad, y otros, su inferioridad.

Esta forma de ser de Gombrowicz nos pone en camino del personaje más destacado de este gombrowiczidas.

“Alfred Jarry, ahí están mis gustos personales y mis caprichos, incomprensibles para aquellos que no han leído mis libros. No voy a tomarme el trabajo de explicar a los que no conocen mi ‘Ferdydurke’ por qué elijo ‘Ubú rey’, escrita por un novato de diecisiete años bajo su pupitre de escolar. Un libro pueril, insolente, arrogante, impregnado de una inconsciencia genial. Lo elijo porque constituye una iniciación como no hay otra en los misterios de la Estupidez”

A Jarry se lo considera como precursor del dadaísmo, del surrealismo y del absurdo. “Ubú rey” es una comedia satírica en la que se mezclan las referencias a Macbeth con los excesos de un monarca tan tirano como cobarde y cuya trama da lugar a situaciones llevadas hasta el absurdo. Es una crítica corrosiva contra la autoridad que el autor realiza a través de la llegada al poder del grotesco Padre Ubú, quien junto a su mujer encarnan la corrupción y el despotismo.

Jarry montaba en bicicleta y pescaba, era diestro en el uso de la espada y llevaba casi siempre dos pistolas descargadas con las que disparaba simbólicamente contra todo pseudo-artista o impostor intelectual que se cruzaba en su camino. Muere alcoholizado y no llega a ver la publicación de “Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico”. 

A raíz de su lectura, sus muchos admiradores querrán poner en marcha una ciencia llamada “patafísica”, dedicada al estudio de las soluciones imaginarias y las leyes que regulan las excepciones. El Cebollita, un ilustre miembro del club de gombrowiczidas, ha sido cautivado profundamente por la nueva ciencia de Jarry fundada por el doctor Faustroll. 

A partir de esta obra fundacional el Colegio de Patafísica se define como una “sociedad docta e inútil dedicada al estudio de las soluciones imaginarias”

El Colegio de Patafísica decretó un periodo de ocultación, pero según parece el 20 de abril del año 2000 celebraron la Desocultación. Anunciaban una exposición de “Agujeros, Nadas y Espejismos” pero al parecer nadie la encontró.

La idea central de la Patafísica es la consideración de las leyes generales de la física como un conjunto de excepciones no excepcionales, y, en consecuencia, sin ningún interés. La regla es una excepción a la excepción y el centro de la dialéctica patafísica. La locura y la estupidez de Jarry contagiaron a Deleuze que lo ubica como un antecedente temprano y fundamental, como un precursor desconocido del mismísimo Heidegger.

Dos franceses, François Bondy y Michel Mohrt, que descubren y premian a Gombrowicz en Francia, hacen referencias a Jarry en ambos acontecimientos.

“Se trata de las aventuras de un hombre maduro, reintegrado por la fuerza a la adolescencia y a la escuela, que se convierte en objeto de diversas empresas de infantilización y de adultización (...)”

“Publicaremos próximamente algunas páginas características con la esperanza de que los amantes de Jarry se alegrarán de descubrir a un Gombrowicz que, con una tradición eslava y gogoliana, payasesco, desafiante e irónico, crea una obra que llega a ser hasta genial, en todo caso de una sorprendente extrañeza (...)”

“En la creación de este escritor hay un secreto que yo quisiera conocer, no sé, tal vez es homosexual, tal vez impotente, tal vez onanista, en todo caso tiene algo de bastardo y no me extrañaría nada que se entregara a escondidas a orgías al estilo del rey Ubú”

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

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