Gombrowiczidas

Witold Gombrowicz y René Descartes
Juan Carlos Gómez

Apremiado por su conciencia que lo sermoneaba con que debía ser un abogado, o un médico, o un mujeriego, o un coleccionista, pero que debía ser alguien, Gombrowicz escribió "Ferdydurke", un programa espiritual para establecerse en la madurez, sin embargo, el salió el tiro por la culata.
Su punto de partida para encontrar un lugar en el mundo es la defensa que hace de su yo, busca un camino que le proporcione seguridad, como lo había hecho Descartes con sus ideas claras y distintas.

"No me está permitido escribir: la sopa de tomate es un buena sopa. ¡Qué abuso! En cambio, estoy en mi derecho cuando digo: me gusta la sopa de tomate. ¡Así es como hay que hablar! Eso es el estilo".

"Ferdydurke", nacido de heridas personales, lo arrastró a la aventura universal del drama de la forma humana. Su postulado de no hablar sino en nombre personal era la condición necesaria de un buen estilo, y el testimonio de su moral y de su sentido de responsabilidad.

"(...) che, viejo, me pasa una cosa rara, ya sabes cómo lo insultaba a Sartre y cómo lo despreciaba. Pues bien, en el diario que estoy escribiendo lo elevo a alturas vertiginosas, declaro que Francia tiene que elegir entre Sartre y Proust, y dije que el pensamiento de Sartre es el más categórico y decisivo desde Descartes. ¿Qué cosa che? Además describí mi peregrinaje a su casa (es decir, el que hice para contemplar las ventanas solamente). Esto va a joder a todo el mundo porque odian a Sartre"

René Descartes

Los dos ápices del pensamiento francés eran para Gombrowicz René Descartes y Jean Paul Sartre. A partir de Descartes la filosofía se convierte en una filosofía de la conciencia y del sujeto, y esto le viene muy bien a Gombrowicz.

El cogito cartesiano llega a ser el punto de partida de toda la filosofía idealista desde la cual se intenta alcanzar el mundo real. Descartes, Kant y Husserl, refiriéndose al pensamiento, a la razón y a la conciencia, corrigen el rumbo de la filosofía en tres momentos cruciales en el desarrollo de las ideas fundamentales.

El pensamiento de Descartes sirve de puente para pasar de Platón y de Aristóteles a la filosofía moderna, y es también el que le abre las puertas a la noción de sujeto.

El realismo de las ideas de Platón y el realismo del sistema de Aristóteles son puestos en tela de juicio por la duda metódica de Descartes y por su pienso luego existo.

Se considera a Descartes como el padre de la filosofía moderna, independientemente de sus aportaciones a las matemáticas y a la física. Este juicio se justifica, principalmente, por su decisión de rechazar las verdades recibidas de la escolástica, cuyos prejuicios combatía activamente.

Y también, por haber centrado su estudio en el problema del conocimiento, como un rodeo necesario para llegar a ver claro en otros temas de mayor importancia intrínseca como la moral, la medicina y la mecánica. En esta prioridad que le concede a los problemas epistemológicos, lo seguirán todos sus principales sucesores.

Con sus preceptos de la evidencia, del análisis, de la síntesis y del control Descartes se propuso probar la existencia de Dios y del alma como sustancias originarias.

La actitud idealista iniciada con Descartes basó el razonamiento filosófico sobre la convicción de que los pensamientos nos son más inmediatamente conocidos que los objetos de los pensamientos. Sin embargo, en todos los pensadores anteriores a Kant quedaba siempre un residuo de realismo que recaía en una existencia trascendente en sí, de algún elemento que encontraban por el camino, en el caso de Descartes la existencia de Dios y del alma.

Kant trata de terminar definitivamente con la idea del ser en sí.. Para el conocimiento el ser no es en sí, sino que es un ser para ser conocido, puesto por el sujeto pensante como objeto del conocimiento.

Sin embargo, en ningún pensamiento, por claro y distinto que sea, hay la más mínima garantía de la existencia de su objeto. Para decir esto Descartes hace un rodeo muy llamativo, se imagina que un geniecillo maligno y todopoderoso se puede empeñar en engañarnos; nos puede poner en la mente pensamientos de una claridad y sencillez que tengan una evidencia indubitable, y, sin embargo, esos pensamientos, a pesar de su evidencia, puede que no sean verdaderos para el caso de que ese geniecillo todopoderoso, maligno y burlón se hubiera dado el gusto de poner en nuestra mente pensamientos evidentes y, no obstante, falsos.

Claro que ésta es una manera metafórica de hablar. Lo que quiere decir aquí Descartes es que un pensamiento no contiene nunca, en su estructura como pensamiento, ninguna garantía de que el objeto pensado corresponda a una realidad fuera del pensamiento mismo.

Para salvar este inconveniente Descartes afirma que Dios existe, y que esta existencia impide que el geniecillo burlón nos engañe. Para demostrar la existencia de Dios recurre a tres razonamientos que en los tiempos que corren resultan de lo más extraños. El más famoso de estos argumentos consiste en afirmar que la idea de Dios no puede haber sido creada por el geniecillo maligno pues esa idea designa a la mismísima perfección, y siendo el hombre un ser imperfecto no pudo concebirla por su cuenta, debe haber sido concebida por Dios mismo.

Tradicionalmente, se considera que Descartes introduce la existencia de Dios en su metafísica como garantía de la verdad, pero esto da lugar al profundo problema de la circularidad, que Descartes mismo señala en la "Carta a los Decanos y Doctores..." que antecede a las "Meditaciones". Otra postura que Descartes sostiene es la evidencia de la libertad. Pero más que discutir la realidad del libre albedrío, Descartes parece partir de la hipótesis de que él mismo es libre.

Pese a que Sartre proclama el fracaso del proyecto humano de llegar a ser Dios, su filosofía le da finalmente al hombre los atributos de la divinidad como se los había dado Descartes.

"No le reprochamos a Descartes que le haya dado a Dios lo que nos pertenece a los hombres; antes bien lo admiramos por haber desarrollado hasta el final los requerimientos de la idea de autonomía, y por haber comprendido, mucho antes que Heidegger, que la única base del ser es la libertad"

Gombrowicz se ocupa, en no pocas páginas del "Diario", de enjuiciar a la razón cartesiana. La intensidad de los estragos que causa esta razón varía, se podría decir que hasta Descartes la razón se había comportado con una relativa calma porque no se había metido demasiado con la vida.
Pero el imperialismo de la razón es terrible, poco a poco los filósofos empezaron a marcar terrenos que antes le habían resultado inaccesibles y a descubrir que la vida se burla de la razón. Los pensadores, progresivamente, a medida que se sucedían, se iban aproximando a la ridiculez cuando se adentraban en el territorio de la vida utilizando la razón. Nietzsche, por ejemplo, es más ridículo que Kant, pero todavía no llega a provocar risa pues su pensamiento es abstracto.

Pero el problema teórico se convirtió en el misterio, y el misterio se reveló como el origen de una risa dolorosa. Al sentido común le produce risa contrastar la realidad corriente con la realidad decisiva y responsable de los existencialistas, pero a esta risa se le agrega otra más terrible y convulsiva aún, una risa que no depende de nosotros.

"Cuando vosotros, los existencialistas, me habláis de la conciencia, de la angustia y de la nada, estallo en carcajadas, no porque no esté de acuerdo con vosotros, sino porque tengo que daros la razón. Os doy la razón y no pasa nada. Os doy la razón, pero en mí no ha cambiado nada, absolutamente nada. La conciencia, que habéis inyectado en mi vida, se ha mezclado con mi sangre convirtiéndose inmediatamente en mi vida; y ahora el antiguo triunfo de los elementos me sacude con sus risotadas (...)"

"¿Por qué estoy obligado a reírme? Simplemente porque en la conciencia también me desahogo. Me río porque me deleito con el miedo, me divierto con la nada y juego con la responsabilidad; por lo demás, la muerte no existe"

Hay que encontrar esa espina que Gombrowicz tiene clavada en la garganta y el porqué de esa risa dolorosa. El cortocircuito de Gombrowicz con la filosofía se le produce cuando mira a la razón desde las ventanas de sus narraciones y de sus piezas de teatro. No es tanto el Gombrowicz filósofo el que se ríe de la conciencia, de la angustia y de la nada, son los personaje de sus obras, ese Gombrowicz irresponsable que se ríe a carcajadas. El Gombrowicz filósofo no desacredita ni se burla del Gombrowicz artista, pero el Gombrowicz artista no se cansa de desmontar las plantaciones que hace el Gombrowicz filósofo, ni de reírsele en la cara. Este corto circuito no existe en Sartre.

El cartesianismo y la forma habían puesto a Gombrowicz en la vereda de enfrente de Francia, sin embargo, en el último tramo de su vida cruzó la vereda y se quedó en Francia para administrar mejor su gloria. Desde la edad temprana Gombrowicz había puesto en Francia el paso del tiempo para conservar indefinidamente su juventud, pero cerca de la muerte, el doppelgänger francés recuperaba la juventud y Gombrowicz se volvía viejo. Francia ya no era un país cerrado pues allí se trabajaba con la forma, allí se la creaba y se la ponía en tela de juicio, a veces en broma y a veces en serio. Y si estaba a gusto en París era porque se hallaba en el centro mismo de la crisis de la forma, y la irritación que le producía París lo hacía sentir bien. Sartre ilustraba muy bien esta crisis del cartesianismo francés.

El "ser para sí" planteaba de manera radical el problema de la forma. La subjetividad, la nada, la libertad y la libre creación de los valores tomaban distancia frente a la forma, y la inclinación del existencialismo por lo concreto estaba desdoblada trágicamente por la breve palabra "para" y saturada de distanciamiento y de nada.

Había que buscar al hombre fuera de la forma, pero el "ser para otros" lo ponía otra vez como objeto de la forma de otro, y esta crisis era la razón por la que Gombrowicz veía en Sartre un codificador de sus propios sentimientos. Pero Sartre convierte a "El ser y la nada" en un tratado moral y encierra nuevamente al hombre en unas reglas estrictas, es decir, en una forma bien definida, un giro fatal que retoma la línea tradicional del cartesianismo.

El francés es lógico, sistemático y grave, pero también artista, espontáneo y sonriente. A través de la ciencia, del marxismo y de la variante marxista del existencialismo, todo cuanto hay de seco en Francia ha sido furiosamente estimulado, mientras que la elasticidad y la disponibilidad inocente, han sido violentamente sofocadas. Francia se mantiene viva porque su necesidad de forma es tan grande como su desconfianza por la forma.

La filosofía de la conciencia y del sujeto de Descartes lo sumen a Gombrowicz en hondas cavilaciones sobre los problemas de la forma y de la desnudez humana.

En "Aurora" se vale de un pequeño número teatral para mostrar qué cosas ocurren cuando la majestad rotunda de un cuerpo vestido, es decir, la forma decide desnudarse.

La acción se desarrolla en un banquete muy distinguido entre dos personajes: el Orador y el Público.

El Orador: L’eternel sourire dans lequel la grace et l’ingence... (y se quita la corbata).
El Público: algo extrañado.
El Orador: La clarte de la pensee et l’insuperable exprit de la mesure... (y se quita los zapatos).
El Público: más extrañado.
El Orador: L’elegance exquise et le charme.... (y se quita el saco)
El Público: muy extrañado.
El Orador: La distinction, le tact et la finesse unies au bon gout... (y se quita los pantalones).
El Público: se levanta.
El Orador: La cravate, le veston, les bottines et les pantalons... (y se quita todo lo demás). Telón.

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Juan Carlos Gómez

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