Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz, William Shakespeare y Johann Wolfgang Von Goethe
Juan Carlos Gómez

 

Johann Wolfgang von Goethe

Gombrowicz distinguía a Shakespeare y a Goethe como las más altas cumbres de la literatura universal, pero el Asiriobabilónico Metafísico tenía una opinión diferente.

Este personaje, cuyos restos mortales están disputándose en la actualidad el Homúnculo en tanto que presidente de la Sociedad Argentina de Escritores y la viuda en tanto que arpía, habla con ligereza de algunos nombres celebérrimos y de sus obras, al punto de considerar al Fausto de Goethe como un bluff de la literatura. Tampoco se salva Shakespeare, era un amateur, un divino amateur al lado de Dante que sí era un verdadero literato. En esa época las piezas de teatro no se consideraban literatura, se escribían así nomás, con argumentos ajenos y confusos. El surrealismo, contrariamente a otras ideologías invasoras de lo literario, como el catolicismo y el comunismo por ejemplo, prescinde del propósito de lograr obras legibles.

"Qué vergüenza para Estocolmo... primero da el premio a Gabriela ahora a Juan Ramón.. Son mejores para inventar la dinamita que para dar premios"

Thomas Mann es un idiota, y les resulta curioso el caso de Sabato, ha escrito poco, pero ese poco es tan vulgar que abruma como si fuera una obra copiosa. Y qué pude saber de nada un bruto como Hegel, y el Asiriobabilónico Metafísico sigue complaciéndose en sus desvaríos, pero dejémoslo aquí.

William Shakespeare

En el final de la historia de Gombrowicz París ya no era tan cerrado e inamistoso como lo había sido en su juventud, allí se trabajaba con la forma y se la ponía en tela de juicio, estaba a gusto en París porque se hallaba en el centro mismo de la crisis con la forma, y la irritación que le producía París lo hacía sentir bien.

Las rebeliones de los franceses contra la forma eran brutales y frías y no desembocaban en ninguna relajación sino que, al contrario, contribuían a acrecentar el espasmo, pero eso era precisamente lo que le producía fascinación a Gombrowicz..

A la forma le venían muy bien, paradójicamente, tanto la relajación argentina como el espasmo francés. Lo que aparece más o menos claro en todos los escritos de Gombrowicz es una invariante gombrowiczida: terminaba dándole importancia al lugar del planeta donde estaba viviendo, es decir, al lugar donde existía pues había aprendido muy bien de Goethe lo de que si quieres tener valor debes darle valor al mundo.

"La madurez precoz de ciertos jóvenes franceses es verdaderamente pasmosa. Acabo de leer el "Goethe" de Pierre Babin, y me resulta difícil creer que este joven haya nacido en 1947 (...)"

"Goethe es uno de los temas más arduos de la literatura universal. Ahora bien, Babin se desenvuelve a la perfección y demuestra un conocimiento verdaderamente profundo de la cultura y una erudición muy notable. En mi opinión, el nivel lingüístico es muy alto, y el libro resulta claro y preciso, y ofrece casi todas las antinomias goethianas (...)"

Discutía en el colegio con su profesor de polaco, el señor Cieplinski, el Enteco del "Ferdydurke" de Argos, sobre un contenido de la educación que se impartía en los liceos de Polonia que le daba más importancia a sus poetas profetas Adam Mickiewicz, Juliusz Slowacki y Zygmunt Krasinski, que a Shakespeare y a Goethe. Gombrowicz le reprochaba que se ocuparan más de las guerras polacas contra los turcos que de la historia europea y universal.

Y cuando Cieplinski le respondía que había que tener en cuenta que eran polacos, que hasta no hacía mucho tiempo habían sido perseguidos por hablar polaco en las escuelas, Gombrowicz le replicaba que por eso no tenían que ser ignorantes.
El desempeño en la enseñanza se mide con las notas, en la escritura con los premios. El punto más alto de la enseñanza se alcanza con un diez, el punto más alto de la escritura con el Nobel.

Las notas miden la inteligencia, el Nobel la grandeza, todo esto dicho más o menos grosso modo.

"¿Qué tema o problema podría ser más mío que ese acrecentamiento depravante de mi personalidad, inflada por la fama? (...)"

"Tengo que encontrar aquí mi propia solución, y a la pregunta ¿cómo ser grande? debería darle una respuesta totalmente particular (...) De nada me sirve el Olimpo de Goethe (...) Nada de eso, ninguna de esas máscaras, ninguno de esos abrigos purpúreos (...)"

La acción en las novelas de Gombrowicz transcurre en un medio burgués, pero la acción de sus piezas de teatro transcurre en un medio cortesano, un poco porque quería imitar a Shakespeare y otro poco porque sus manías genealógicas nunca lo abandonaron nunca. Su familia tenía una posición ligeramente superior a la media de la nobleza polaca, pero no pertenecía a la aristocracia. La pertenencia de Gombrowicz a una clase social situada entre la alta aristocracia y los hidalgos campesinos se le manifestó como un gran problema que llegó a tener alcances de obsesión.

"Los campesinos son unos dementes. ¡Los obreros, pura patología! ¿Oís lo que dicen? Son unos diálogos oscuros y maniáticos, limitados, no con la sana limitación de un analfabeto, sino con un balbuceo de loco que clama por el hospital y por el médico... ¿Es que pueden ser sanas esas imprecaciones y obscenidades inacabables, sin más, esa mecánica ebria y demencial de su convivencia? Shakespeare tenía razón al presentar a la gente simple como seres exóticos, es decir, de hecho, sin parentesco con el hombre"

Gombrowicz dice en "Contra los poetas" algo que ya le había manifestado a su profesor de polaco en el liceo y que ya había escrito en "Ferdydurke".

Que los versos no le gustaban en absoluto y que lo aburrían, una afirmación que va contra la poesía en verso y no contra la poesía que aparece mezclada con otros elementos más prosaicos, como en los dramas de Shakespeare, en la prosa de Dostoyevski y en una corriente puesta de sol.

El leguaje de los poetas es para Gombrowicz el menos interesante de todos los lenguajes y la manera en que los poetas hablan de sí mismos y de su poesía es ridícula y del peor estilo.

Gombrowicz tenía miedo de ser asesinado, y no existe manía de Gombrowicz de la vida de todos los días que no aparezca en sus creaciones. El asesinato toma las formas de la antropofagia en el cuerpo de un niño al que se manducan en "El festín de la condesa Kotlubaj", de la estrangulación de animales y de personas en "Cosmos" y, en fin, de todo tipo de muertes como en las obras de Shakespeare.

Shakespeare dramatizó como ningún otro el desarrollo de los sentimientos y de las pasiones humanas y no deja de ser una paradoja que Gombrowicz lo haya tomado como ejemplo.

Para el inglés los sentimientos eran la materia prima de todo lo que existe y para el polaco eran una afección que había que evitar en el arte y también en la vida. Gombrowicz trató a los sentimientos como costumbres agonizantes y esclerosadas de las que se habían escapado sus contenidos vivos quedándose nada más que con la rigidez de las formas puras.

"Aún hoy en día sigo sin saber gran cosa de Ionesco y de Beckett porque confieso, tanto sin vanidad como sin rubor, que soy un autor de teatro que no asiste a representaciones desde hace veinticinco años y que, salvo de Shakespeare, no leo teatro. Me gustaría saber hasta cuando esos dos nombres malditos devorarán toda la sustancia de las críticas dedicadas al teatro que escribo; hasta cuando han de servir de pantalla a mi modesto teatro de aficionado (...)"

"Que no es teatro del absurdo, sino teatro de ideas, con sus medios propios, sus propios objetivos, su clima particular y un mundo personal"
Gombrowicz y Sartre tienen una concepción del arte distinta a la que tenían Shakespeare y Goethe, la de ellos está compuesta de ideas contradictorias. Para Gombrowicz, igual que para Kant, la obra de arte debe ser intencional, pero sin que lo parezca. Para Sartre, el propósito final del arte es poseer la totalidad del mundo, pero poseerla como si la fuente de esa posesión fuera la libertad humana.

La obra de Gombrowicz contiene de una manera traspuesta su visión del mundo y del hombre, pero no sirve exclusivamente a estas dos deidades, si hubiera tenido que servirlas solo a ellas seguramente habría escrito su obra de otra manera.

"En mí, escribir supone sobre todo juego, no pongo en ello intención, ni plan ni objeto. He ahí por qué no resulta nada fácil extraer de mis obras un esquema ideológico. Es un esquema, lo subrayo una vez más, a posteriori"

Sartre se ocupa especialmente de destruir el carácter, para él no existe el carácter, sólo para otra persona aparecemos como un carácter, como una sustancia psíquica. Pero Sartre rechaza las sustancia en cualquiera de sus formas: el carácter, el temperamento o la naturaleza humana. La herencia, la educación, el ambiente y la constitución fisiológica no son más que los grandes ídolos explicativos de nuestra época porque corresponden a una interpretación sustancialista del hombre. Gombrowicz tampoco le tiene un gran apego a las sustancias.

La formación del hombre por los demás hombres era una cuestión crucial que Gombrowicz quería poner en evidencia. La idea de la forma era muy natural para Gombrowicz pero, en verdad, de difícil comprensión; era muy natural en él por el rumbo artificial que había tomado su conducta desde joven y por sus sentimientos de extrañamiento.

La consecuencia que saca de esta anomalía es que en la conducta de los otros tenía que haber también, por lo menos en estado larval, una intervención de lo casual.

Sin embargo, ni Sartre ni Gombrowicz quieren desmenuzar al individuo hasta convertirlo en una especie de polvo psíquico. Para uno el individuo vendría a ser algo así como una unidad de responsabilidad, y para el otro una unidad atormentada por la forma.

El carácter es para ambos sólo una sustancia que se nos aparece como una caricatura, en cambio, la unidad personal, tanto en Gombrowicz como en Sartre, es unificadora, y esta unificación es anterior a la diversidad que unifica.

El término carácter proviene de un vocablo griego que significa sello o estampa. Y estamos habituados a emplear el término en el sentido de las peculiaridades estampadas en una persona como resultado de su herencia y de su medio. La literatura dramática de Shakespeare o de Goethe se funda sobre caracteres de estructuras definidas, que determinan las acciones en circunstancia dadas. Pero Gombrowicz y Sartre se convirtieron en autores dramáticos sin utilizar caracteres.

Gombrowicz liquida la sustancia de los caracteres con la forma y con las palabras especialmente en "El casamiento".

"Las palabras se alían traicioneramente a espaldas nuestras. Y no somos nosotros quienes decimos las palabras, son las palabras las que nos dicen a nosotros, y traicionan nuestro pensamiento que, a su vez, traiciona (...) Las palabras liberan en nosotros ciertos estados psíquicos, nos moldean... crean los vínculos reales entre nosotros"

Y Sartre liquida la sustancia de los caracteres echando mano a uno de los rasgos más característicos del existencialismo: su total indiferencia y aun desprecio por la ciencia empírica. En el existencialismo la ciencia ha sido devorada por la filosofía moral.

La trama no tiene mucha importancia en la obra de Gombrowicz, la utiliza sólo como pretexto. Tampoco la tienen los caracteres, lo importante para él es la acción, por eso toda su creación en las novelas y en los cuentos tiene esa marcada característica teatral.

Gombrowicz incorpora en "El casamiento" una teatralidad que aspira a la genialidad de Hamlet y Fausto, pero antes de emprender su escritura controla que este deseo de genialidad no tenga origen en la ingenuidad.

Y no lo tiene, es que la adoración por la juventud le había destruido todo el valor de la grandeza y de todos los otros valores, menos el valor de la juventud misma; no le importaba la grandeza, así que la usó a su antojo.

Cuando empezaba a hacer las valijas para regresar a la Argentina nos escribe una carta en la que se compara con Goethe.
"En lo que se refiere a mi invitación para compartir nuestros destinos ya se nota la estrechez de su visión. Hay que ver un poco en función de mi extraordinario auge en Europa (calculo que dentro de un año seré el escritor número uno, ahora esto va en forma vertiginosa) y de mis publicaciones en el suelo patrio (porque "Ferdydurke" aparecerá dentro de unos meses y seguramente en 1964 también el "Diario") (...)"

"Mi presencia en Buenos Aires cobrará matices únicos y endemoniados, seré algo así como un Ricardo Rojas y un Goethe con algo de estrafalario y exótico y misterioso. Se avecinan pues momentos únicos y yo le aconsejaría que no se lo pierda, porque una cosa es participar dos veces por semana después de un viajecito algo agotador y otra estar bien en la pomada. La gente, Goma, sobre todo joven, cambia de vez en cuando de vida y de domicilio para matizar. Además es posible que le dejaré algo en mi testamento. Ahora si no le gusta usted volverá a papá y mamá. No veo por que hacer tanto lío, cosa sencilla, es verdad que ustedes todos son unos burgueses incurables, si yo propusiera algo así aquí o aun en Polonia tendría no se cuantos candidatos. No se olvide Goma que vivir con el escritor más grande del universo (o en vías de serlo, lo que da lo mismo para el caso) no es cosa que se le va a presentar todos los días"

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

 

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