El país era tan rico que durante largos años había soportado la demagogia, la megalomanía y la fraseología, así como toda clase de teorías magníficas, sin hablar de diversos negocios turbios que habían prosperado en ese caldo de cultivo.
En esta forma se refiere Gombrowicz a la época peronista, a su entender había llegado la hora de enfrentarse cara a cara con la realidad, con el enorme despilfarro que había realizado el régimen derrocado.
“La enorme energía acumulada en el capital internacional ha irrumpido en la Argentina, un país que es casi tan grande como la mitad de Europa. De modo que un ciudadano de a pie no entiende nada de nada y no sabe a qué atenerse (...)”
“Durante largos años le han dicho que todo eso era ‘explotación’ e ‘imperialismo’, y ahora resulta que es la perspectiva de un nuevo bienestar y el remedio más eficaz contra la anemia”
Los nacionalistas piensan que Frondizi los ha traicionado: –¿Qué es lo que, a juicio de ustedes, se puede hacer?; –Hay que hacer la revolución; –Bien, pero si la revolución triunfara, al llegar al poder, ¿qué programa tienen ustedes para salir de la crisis que afecta al país?; –¿Programa? Bueno...
Era imposible seguir imprimiendo billetes sin el respaldo de la provisión de fondos, pero el nacionalismo argentino, como todos los nacionalismos, es emocional y no le gustan las cifras.
“Todo su programa se reduce a un odio verdaderamente enfermizo hacia los Estados Unidos y a un temor igualmente enfermizo de que los Estados Unidos les va a devorar (...) La Argentina debe a los Estados Unidos una parte importante de su desarrollo técnico, sin hablar ya de los provechos en el tema de la política: ¿quién, por ejemplo, les defendió de Hitler?”
Según la manera de ver las cosas que tenía Gombrowicz se estaba produciendo una guerra entre las cifras y los sentimientos, las fobias y las ilusiones.
Los nacionalistas habían conducido el país al aislamiento económico, una de las causas principales de la crisis. En la Argentina existían varios tipos de nacionalismos y cada uno de ellos deseaba una variante distinta de dictadura para recuperar la dignidad.
Un cierto tipo de nacionalismo era el clerical militarista, admirador de España y de Franco, que había formado parte de la revolución contra Perón por haber quemado iglesias y combatido al clero.
Pero en la época de Frondizi ese mismo grupo intentaba aliarse con los peronistas y con los comunistas, porque también ellos eran nacionalistas, querían formar un frente antigubernamental y establecer una dictadura. Pero la única dictadura posible en la Argentina era la dictadura militar, y el ejército estaba contra ellos.
Para los comunistas del país existían tres centros de poder: el poder del ejército, el poder de la iglesia católica y el poder de los sindicatos obreros. Las instituciones democráticas, como el parlamento y la corte suprema, habían sido violadas tantas veces que carecían de prestigio.
Los partidos políticos y la opinión pública estaban desorientados, habían elegido un presidente de izquierda y progresista y justamente él los había traicionado. El cambio de camisa del presidente había provocado una confusión infernal en todo el país.
Pero a un simple obrero no le preocupa tanto la victoria de la revolución mundial, lo que quería era seguir viviendo más o menos bien, descubriendo sin sobresaltos, poco a poco, cómo iba recuperando su bienestar.
“Mientras volvía a casa, unas masas de niebla irrumpían por entre los bloques de edificios, y yo me decía que si la Argentina es un lugar del mundo tan atractivo, incluso para un escritor como yo, poco interesado en política, debe ser porque aquí –aunque todavía flotan en el aire brumosos montones de consignas, nombres, ideas, corrientes políticas, ideologías, intereses–, poco a poco, la niebla va disipándose y deja al descubierto el implacable contorno de la vida real (...)”
“Todo eso ocurre por sí solo, simplemente porque se ha agotado el dinero, ese dinero que es el infalible instrumento de los sueños y de la ilusión. La verdad es que toda esta aventura no ha sido nada original. Se trata de un proceso histórico dialécticamente clásico”
“La izquierda llega al poder: reformas, subidas de sueldos, precios más bajos, planificación, reestructuración, manipulación y declamación, después de lo cual aparece el fondo de la caja (...)”
“Entonces empieza la crisis, el poder da un giro a la derecha, liberal, impopular, y al cabo de unos años de esfuerzos y ahorro las cajas vuelven a estar llenas y de nuevo se puede soñar, y planificar, y engrandecer..., e imprimir los billetes para cubrir todos esos gastos. He aquí la noria de la Historia. Vuelta a empezar”
Sobre las contradicciones que forman parte de la naturaleza del acto de elegir presidente de una nación a las que se refiere Gombrowicz en el comienzo de esta historia verdadera yo escribí un gombrowiczidas al que di en llamar “La dictadura de los Pimkos”, sobre el que nos hizo conocer su opinión Anna Frajlich-Zajak, una ilustre poetisa polaca que vive en Nueva York.
“Comparto las esperanzas del autor pronunciadas en la ultima frase, aunque la táctica no me perece del todo buena (....)”
“¿No se pueden defender unos valores sin desacreditar a otros? Grzydzewski no fue ‘bastante obtuso’, fue un hombre de carácter fuerte, fundó y dirigió su revista durante muchos años a pesar de las dificultades (...)”
“Creo que también para Herbert, incluso teniendo en cuenta su alcoholismo, uno podría encontrar una expresión más adecuada (...)”
“La desaparición de ‘Ferdydurke’ de la lista de los libros obligatorios es escandalosa. ¿Pero qué puede esperar uno de la dictadura de los Pimkos? El problema es que fueron elegidos en elecciones libres” |