Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz, Enrique Butti y Carlos Roberto Morán
Juan Carlos Gómez

Después de haber escrito algunas historias verdaderas sobre gombrowiczidas nacidos en la ciudad de Rosario creo que ha llegado el momento de escribir unas pocas palabras sobre gombrowiczidas nacidos en la ciudad de Santa Fe.

La Universidad Nacional del Litoral organizó en el año 1986 el Primer Encuentro Nacional de Literatura y Crítica. Allí se estrenó “Gombrowicz o la seducción”, la película de Alberto Fischerman, y allí conocí al Vate Marxista, al Buey Corneta y al Boxeador Amateur.

Carlos Roberto Morán

Enrique Butti

Después de la exhibición los integrantes del film nos fuimos a comer de madrugada a un restaurante cercano a la Universidad acompañados por Javier Torre, director del Centro Cultural General San Martín que, junto a Manuel Antín del Instituto Nacional de Cinematografía, habían producido la película.

Mientras Fischerman hablaba en una punta de la mesa de asuntos hasídicos e iniciáticos, el Esquizoide y yo, en la otra punta, hacíamos una parodia teatral de la película, en la que yo representaba el papel del virrey Sobremonte huyendo a campo traviesa en un carruaje con las joyas de la corona. Lamentablemente allí también escuché por primera vez los desvaríos del Vate Marxista en los que Gombrowicz aparecía como el mejor escritor argentino del siglo XX, y en los que la novela argentina sería algo así como una novela polaca traducida a un español futuro.

Desde la ciudad de Santa Fe, contrario sensu desde la ciudad de Rosario, siempre me llegan buenas noticias; el Licenciado Vidriera me manda las ocho páginas que me faltaban de “En la escalera de servicio”, y el Maestro Ciruela me trata con consideración, para poner tan solo dos ejemplos.

“Tus acercamientos y comentarios sobre la obra de Gombrowicz son muy buenos, exhaustivos, esclarecedores. Particularmente agradezco eso que no es frecuente: tu generosidad. Witoldo ha tenido en vos un gran e insustituible ¿qué?: ¿embajador, glosador, representante, médium?”
Uno de los periodistas argentinos más versados en Gombrowicz es el Maestro Ciruela, no podía ser de otra manera, si hasta en la foto que forma parte de este gombrowiczidas se puede notar el aire de magisterio que aplica sistemáticamente al análisis de su obra.

Su actitud de maestro, sin embargo, no asimila bien los motes que yo les pongo a los gombrowiczidas y tampoco le resultan agradables mis actitudes sarcásticas, pero él mismo es por veces un poco atrevido.

“(...) también me hicieron ver el empobrecimiento de temas e intenciones que acompañaron a Gombrowicz en su regreso ‘glorioso’ a Europa. A mí nunca me gustó ‘Opereta’ y si me apuran tampoco me interesó demasiado ‘Cosmos’.. ¡Pero cómo y en cambio son disfrutables ‘Ferdydurke’, ‘Ivonne’, sus enormes cuentos y ‘Trans-Atlántico’!”

Son reflexiones que hizo el Maestro Ciruela cuando me referí en uno de los gombrowiczidas a la declinación creativa de Gombrowicz en los últimos años de su vida. Si bien es cierto que a duras penas pudo terminar “Cosmos” y “Opereta” hay que decir no obstante que estas obras fueron concebidas y parcialmente escritas mientras vivía en la Argentina.

Son creaciones de una enorme amplitud espiritual que alcanzan una gran altura en el desarrollo de la composición literaria respecto a sus obras anteriores y nada tienen que ver con el empobrecimiento del que habla el Maestro Ciruela.

El aletargamiento de su gran imaginación y la enfermedad le impidieron seguir escribiendo, no pudo, por ejemplo, darle forma a una pieza teatral en la que quería rebelarse contra el dolor en el diminuto cuerpo de una mosca, le había llegado el tiempo en el que sólo podía clasificar las pensamientos como en “Testamento”, pero no podía inventarlos ni crearlos.

Dice Gombrowicz que sus lectores occidentales se dividen entre los que buscan la diversión sin preocuparse de otra cosa, y los graves, los graves a secas y los graves ofendidos.

Es evidente que al Maestro Ciruela le gustan sus obras divertidas pero, lamentablemente para esta clase de lectores, Gombrowicz abandona el género humorístico en “Pornografía”, cambia de andarivel y coloca su carga de alegría y sarcasmo en la correspondencia que mantiene con nosotros.

Hay lectores de Gombrowicz a los que le resulta difícil digerir su lado austero y dramático, al punto que algunos de ellos borran esa parte de su mundo, es un mundo que no se les pone de manifiesto.

Al Maestro Ciruela no le gusta que copie pasajes de cartas y los publique, y me pide que no le mande las partes acres de los gombrowiczidas.
Sin embargo no es tan puro como pudiera parecer, termina una excelente reseña que escribió sobre “Gombrowicz, este hombre me causa problemas” de una manera bastante escabrosa.

“Gómez se detiene también en una cuestión a la que le acuerda centralidad y a la que el escritor rehuía siempre: su homosexualidad. Es posible que para él se tratase de un fastidio, de un problema difícil de enfocar en la conservadora Buenos Aires de los 40 y 50, y es más comprensible aún que haya sido así en los últimos años de vida, cuando era descubierto por Europa y se había casado con su joven secretaria, pero para Gómez resulta fundamental porque, lo demuestra desde diversos ángulos, la homosexualidad  ‘atraviesa’ toda la obra de Gombrowicz marcada por la erótica y la perversión”

Cuando leí una nota aparecida en el “Diario El Litoral” de Santa Fe sobre “Gombrowicz, este hombre me causa problemas” firmada por Liliana Acevedo quise conocer inmediatamente a la periodista que la había escrito pues supe inmediatamente que ésta era otra buena noticia que me llegaba desde Santa Fe.

Pero en el diario me dijeron que no conocían a ninguna Liliana Acevedo, que me pusiera en contacto con Enrique Butti, el responsable de la sección literaria. Le escribí entonces una carta al Licenciado Vidriera y su respuesta me resultó inesperada.

“(...) con vergüenza pero con la cabeza bien alta le confieso que Liliana Acevedo soy yo. No puedo firmar todas la notas que salen de la sección literaria, así que tengo que travestirme”

Fue el primero que leyó “Gombrowicz, y todo lo demás”, y cuando terminó de leerlo me dio a conocer su opinión.
“Leí su libro, pero no venga a pedirme exégesis, glosas ni panegíricos. Se lo digo porque usted no me conoce y quizás piensa que soy motejador, inteligente y avizor (...)”

“Ahora sí. Leí su libro con interés creciente y conmovido hasta las lágrimas literales en la última parte, en el final a toda orquesta. Como una novela más que un ensayo, así la leí. Lo felicito, Gomacz”

En la reseña que escribió sobre “Gombrowicz, este hombre me causa problemas” vi de inmediato el temple y la divisa de los jesuitas: la paloma y la víbora.

“Ahora, en este nuevo libro, logra un certero acercamiento a Gombrowicz y a su obra, negándose a esos análisis e interpretaciones que –sobre todo en las celebraciones de su centenario– los gombrowiczólogos están disparando a mansalva por todo el mundo (y de lo cual el intrascendente prólogo de César Aira a este libro constituye un clarísimo ejemplo) (...)”

“En el prólogo a la edición polaca de este libro, Gómez confiesa un antiguo anatema personal, ‘anatema según el cual jamás leeré el ensayo de un autor en el que más del treinta por ciento de sus palabras esté constituido por la transcripción textual de la obra editada que el autor analiza o glosa’, y al final del libro victoriosamente computa en forma estimativa que sus citas del ‘Diario’ de Gombrowicz rondan el veintitrés por ciento.

Difícilmente, pues, Gómez podría llegar a leer el final de esta reseña”

De la foto del Licenciado Vidriera que aparece en este gombrowiczidas podemos deducir con cierta facilidad que se le han volado los pájaros de la cabeza.

Los gombrowiczidas occidentales se acercan a Gombrowicz siguiendo caminos bien diferentes.

Están los que buscan la diversión sin preocuparse de otra cosa, y los graves, los graves a secas y los graves ofendidos, pero a favor o en contra todos ellos quedan enredados en una telaraña de la que es difícil muy salir.

“(...) un hombre cansado, escéptico, nada generoso con la estupidez ajena, que no parecía confiar en el reconocimiento público de su obra (de la que él estaba muy seguro) y que, a través de simples miradas, medias palabras y observaciones triviales, dejaba percibir un resplandor interior, una inteligencia acerada que ninguna penuria había conseguido borrar. Eso es: creo que fue uno de los seres más agudos e inteligentes que conocí, aunque jamás sostuve con él una conversación importante”

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

Ir a índice de América

Ir a índice de Gómez, Juan Carlos

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio