Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz y Henryk Bereza
Juan Carlos Gómez

El Viejo Vate, poeta, ensayista y uno de los críticos más eminentes de Polonia, nos pone sobre aviso de la propensión que tenía Gombrowicz para jugar en contra de sí mismo con el propósito de provocar a los lectores.

El "Diario" es un gimnasio en el que un Gombrowicz a medio hacer, construido por su obra, hace movimientos para saber hasta qué punto su conciencia es suya: falso e insincero lucha con sinceridad para conseguir su propia celebridad. Su propósito predominante es diferenciarse del pensamiento de su época, es decir, diferenciarse de sí mismo, pues él mismo está formado en ese pensamiento, y al desarrollar esta diferencia los lectores deben confirmar en él que esa diferencia existe.. De paso revela su intención de construirse un talento sobresaliente para dejar de ser un enigma demasiado fácil de descifrar, y obliga a los lectores a que se interesen por lo que a él le interesa.

El Viejo Vate desconfía de todos los gombrowiczólogos desparramados por el mundo, especialmente desconfía de las interpretaciones que hacen sobre su "Diario", y sobre el lenguaje mismo.

Henryk Bereza

Una verdadera comprensión de Gombrowicz no es compatible con una confianza depositada únicamente en lo intelectual, en la filosofía o en la ciencia. Los diarios de Gombrowicz no tiene la forma de una escritura sobre sí mismo sino la de una creación de sí mismo a través de la escritura. Gombrowicz no esconde la lógica de lo contradictorio, la exhibe con alguna frecuencia, aunque no con demasiada frecuencia, y es por eso que no se la advierte muy a menudo o, en todo caso, no se la quiere advertir. En el "Diario" la falta de percepción de esta lógica de lo contradictorio, es fuente de increíbles malentendidos y al mismo tiempo es el fundamento de la gombrowiczología académica y no académica que crece sin cesar.

La creación artística que resulta del tipo de escritura que Gombrowicz utiliza en los diarios, realizada en un lenguaje absolutamente propio, suele ser tomada como una escritura discursiva con sus lugares comunes, sus estereotipos y su académica o pseudoacadémica lectura susceptible de una sola interpretación. Es posible que el mismo Gombrowicz se engañara utilizando su propio lenguaje de un modo que no es el artístico, pero lo más probable es que lo haya hecho con una premeditación artística absoluta, jugando con ese lenguaje para que aparente ser algo que no es, exponiéndolo a la prueba más difícil, a un uso que se contradice con su propia naturaleza, a un uso que le juega en contra.

Detrás de la utilización de su propio lenguaje intelectual y artístico, para fines que le son adversos y que son ajenos a este lenguaje, podría ocultarse la más grande de las provocaciones intelectuales y artísticas de Gombrowicz.

Si esto fuera así, entonces sería posible el acuerdo pérfido entre la masa gris de gombrowiczólogos y los lectores ingenuos que ven en el "Diario" la única, ya que la pueden entender, obra artística de Gombrowicz, y también sería posible ver en esta creación de sí mismo a través de la escritura, una actividad que requiere de un esfuerzo de interpretación, la respuesta a los enigmas de Gombrowicz y el fundamento de la gombrowiczología por los siglos de los siglos.

De aquí entonces las orgías lingüísticas de "Transatlántico", de aquí la estilística perfidia de "Pornografía", de aquí el leguaje provocativo del "Diario" que en realidad no es ningún diario, porque hace lo que le viene en gana, simulando una manera de escribir para que los más tontos piensen que entienden algo.

Gombrowicz se golpea la cabeza contra la impotencia del leguaje literario, hace piruetas increíbles para arrancarlo de su estado de parálisis, y se convierte en alguien absolutamente liberado en lo espiritual y libre intelectualmente como pocos entre los vivos.

La obra creativa de Gombrowicz es sorprendente, sin embargo, hay en ella una frontera que no se puede traspasar, la frontera del lenguaje. Como es sabido, esta limitación es un mal generalizado, pero hay que tenerla en cuenta sobre todo para resaltar la particular filosofía y el sentido de libertad en Gombrowicz que no reconoce otro límite que no sea el del leguaje. Los entendidos, si es que los hay, podrán demostrarlo, ya que se puede olfatear el modo en que Gombrowicz rebota contra las paredes del lenguaje de la misma manera que una pelota rebota contra la pared.

El Viejo Vate tiene la delicadeza de apartarme de estos pensamientos que le dedica a todos los gombrowiczologos.

"Gómez no se aprovecha en su trilogía de ninguna de las conquistas de la gombrowiczología convencional ni entra en guerra con ella, esto es realmente maravilloso, que la gombrowiczología no haya dejado en él ni la más mínima de las huellas pues no necesitó recurrir a ella. Él no escribe nada de segunda mano, esto es lo que lo diferencia justamente de todos los gombrowiczólogos, admite sólo dos fuentes, la fuente de la palabra de Gombrowicz mismo y la de su propia palabra, que cuando es escrita, resulta estar muy próxima a la palabra de Gombrowicz, aunque no es idéntica, y no me refiero aquí a la diferencia del idioma (...)"

"Lo excepcional de ‘Milonga para Gombrowicz’ consiste, desde mi punto de vista, en el hecho de que Gómez, por alguna razón, conociéndola o no, se desvincula por completo de cualquier gombrowiczología, de la tradicional, y de la de cualquier futuro Bataille o Foucault, confiando exclusivamente en sí mismo, en su experiencia, en el haber sobrevivido a aquel su Otro, que se ha encarnado en la persona y en la obra escrita intituladas: Witold Gombrowicz. Gómez no comenta el ‘Diario’, lo atraviesa con los rayos X de su conocimiento, producto de nueve años de un vínculo directo con la persona y casi medio siglo de comunión con su obra escrita. El prolongado contacto con la persona y el conocimiento de su obra artística, así como el de esas cartas tan particulares de Gombrowicz a sus amigos argentinos, cuyo carácter se parece al del ‘Diario’, que Gómez conoce muy bien y a las que analiza en la primera parte de la trilogía, reemplazaron a la gombrowiczología de segunda mano"

En unas palabras recientes que el Viejo Vate escribe sobre mí, despotrica contra las actuales condiciones políticas de la Polonia de los Gemelos Pimentones.

"Juan Carlos Gómez es para mí el más importante exégeta de Gombrowicz entre los vivientes del mundo. Ningún espíritu científico puede competir con él teniendo en cuenta su unión espiritual muy particular con el maestro y sus competencias intelectuales tan singulares de las que surgió como prueba sugestiva su brillante e insuperable trilogía gombrowicziana publicada en ‘Twórczosc’ (2004). Uno no llega a entender por qué esa trilogía no ha despertado interés en ningún editor de la patria del gran escritor a quien los manipuladores de la autoridad nunca podrán esconder ni destruir"

Cuando estaba poniéndole el punto final a este gombrowiczidas tan interesante, me acordé de un pasaje del último capítulo de "Gombrowicz, este hombre me causa problemas", entonces me asaltaron algunas dudas y quedé preocupado.

"Pero en la raíz de la franqueza de Thomas Mann hay una coquetería que, con la apariencia de la humildad, fuerza sus títulos de gloria. Gombrowicz examina su arsenal, quiere saber de qué armas disponía para construirse su propia grandeza... ‘(...) tenía a mi disposición una sinceridad nueva e incluso un nuevo impudor que resultaban de unos lemas que proclamaban la eterna ruptura entre el hombre y su forma y que, en consecuencia, me permitían abordar estas cuestiones tan drásticas con una libertad jamás vista hasta ahora (...)’

‘La argucia de la que me podía servir para salvarme de la coquetería era la de tratar mi grandeza como un producto no premeditado que me imponía la actividad de la forma. Recordemos una vez más que la grandeza es un atractivo muy eficaz y constituye el verdadero sex-appeal de la gente madura que ciñe laureles en su frente’ (...)"

"Gombrowicz podía entonces, por un lado, desacreditar su propia grandeza y, por otro, entregársele impúdicamente sin necesidad de recurrir a los virtuosismos de Mann. Gombrowicz ya estaba en condiciones de experimentar en su propio laboratorio, es decir, en el ‘Diario’, entonces empezó a hacer menciones pequeñas y discretas a su mismísima gloria. Pero algo salió mal, el convencionalismo que le impide al autor este tipo de jactancias funcionó, y los lectores se empezaron a aburrir"

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

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