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El coronel William Logan Crittenden y la expedición del “Pampero”
por Adriel Gómez
adriel@casa.co.cu

 

La figura del general Narciso López es muy conocida en la Historia de Cuba. Este militar de origen venezolano preparó cuatro expediciones sucesivas a mediados del siglo XIX para poner fin al dominio colonial español en la isla. Estas expediciones fueron financiadas por norteamericanos, entusiastas partidarios de la anexión de Cuba a Estados Unidos. Esta circunstancia explica la presencia de un crecido número de extranjeros en la mayoría de ellas.

 

Las dos primeras expediciones fracasaron por la abierta oposición del gobierno norteamericano. Las dos últimas, la del Creóle y la del Pampero, salieron secretamente hacia Cuba. Aquí nos referiremos a la segunda, así como a un personaje de menor relieve que Narciso López, pero no menos importante por la responsabilidad que tuvo en la empresa.

 

La expedición del Pampero estuvo integrada por cuatrocientos hombres, doscientos menos que la del Creóle. Como en aquélla, los cubanos volvieron a ser minoría, apenas cuarenta y nueve. El propietario de un periódico de Nueva Orléans, The Picayune, Mr. A de Sigur, puso a disposición del General López buena parte de su fortuna personal.

 

Los hombres del Pampero estaban organizados en nueve compañías que formaban tres regimientos cuyos cuadros se completarían una vez desembarcados en Cuba. Al respecto debemos decir que al General López le aseguraron que muchas personas estaban dispuestas a sumársele. En su libro Historia de Cuba, 1492―1898, Fernando Portuondo señala: “López esperaba hallar la isla insurreccionada. Sabía de los alzamientos de Joaquín de Agüero en

Obelisco de los expedicionario del vapor Pampero - Faldas del Castillo de Atarés de la ciudad de La Habana

Camaguey y de Armenteros en Trinidad. Los conspiradores de La Habana le habían escrito diciéndole que en Vuelta Abajo, como en Trinidad y otros puntos ‘los cubanos ansiosos de pelear por su libertad’, esperaban el desembarco de la nueva expedición para levantarse en armas”. Como se verá, este punto de vista no es del todo cierto. Si bien había inquietud en la isla, la realidad objetiva indicaba que aquel no eral momento propicio para una sublevación.

 

El regimiento número uno tenía al frente al coronel William Logan Crittenden. Nacido en 1823, en Kentucky, Crittenden ingresó en la academia militar de West Point, como cadete, el 1ro de julio de 1839. Demoró seis años en aprobar los cuatro cursos que integraban su educación militar. Esto habla de su desempeño como estudiante, que no debió de ser muy bueno, como lo corrobora el hecho de haber sido el último lugar en una clase de cuarenta y un miembros.

 

El 1ro de julio de 1845 fue promovido al grado de segundo teniente, y movilizado durante la ocupación militar de Texas. Después, formó parte de las fuerzas destinadas a la campaña de Méjico, en 1846. Ese año tomó parte en la batalla de Palo Alto, el 8 de mayo, y el 9, se batió en La Resaca.  Posteriormente continuó prestando servicios en Méjico (Veracruz, 1847; Ciudad de México, 1848), hasta que el 1ro de mayo de 1849 presentó su renuncia al Ejército. Desde entonces se dedicó a colaborar activamente son las expediciones del general Narciso López.

 

La segunda jefatura de la expedición del Pampero recayó en el húngaro Juan Prágay, a quien se le concedió el gado de general. Partieron el 3 de agosto de 1851, de Nueva Orleáns.

 

El proyecto original era desembarcar en la parte central de la isla, pero ya frente a Cayo Hueso, el día 10, al ser informado que sólo había carbón para tres días, Narciso López tomó la decisión de desembarcar en Vuelta Abajo, actual Provincia de Pinar del Río, y determinó que el Pampero regresara a buscar carbón para traer una nueva expedición a la región oriental.

 

En horas de la mañana del día 12 desembarcaron los expedicionarias, armas, víveres y pertrechos. El capitán Irving A. Lewis se retiró a Estados Unidos con el barco. La intención de López fue entonces la de introducirse en las montañas donde sería posible batir a los españoles y organizar una fuerza efectiva de cubanos insurgentes. Esto era un movimiento acertado. Posteriormente la Historia de Cuba demostró que la topografía montañosa era la más adecuada para desarrollar una guerra de guerrillas contra un enemigo superior. El error estuvo en que Narciso López confió demasiado en el posible entusiasmo de los paisanos para unírseles, y sobre todo, dispersó demasiado sus fuerzas.

 

Así, vemos que el coronel Crittenden quedó al cuidado de los equipos y de la retaguardia, mientras López inició un rápido movimiento que le permitió tomar en breve el pueblo de “Las Pozas”. El Capitán General, Gutiérrez de la Concha, envió refuerzos que triplicaban las fuerzas de los expedicionarios. No obstante, fueron batidas en numerosas ocasiones tanto por la vanguardia como por la retaguardia de los invasores. Incluso, el Segundo Cabo de la isla, general Enna, resultó muerto en los encuentros.

 

A su vez, las emboscadas y escaramuzas retrasaron el avance de Crittenden, hasta que se perdió el contacto entre los dos grupos.

 

El coronel Crittenden  pretendió abrirse paso por otros caminos. Fracasó por el aumento de tropas españolas en toda la zona. Se vio obligado a retroceder, y con unos cincuenta hombres, todos norteamericanos, tomó cuatro lanchas con la esperanza de encontrar algún buque que lo protegiese, o llegar a Cayo Hueso. En Cayo Levisa tomaron nuevamente tierra cubana. Allí fueron sorprendidos por el barco español Habanero, que había salido en su persecución. Para engañar a los expedicionarios, el Habanero enarboló la bandera norteamericana.

 

Tan pronto el Capitán General Concha supo de la captura de los cincuenta americanos, convocó una reunión en Palacio. Según testimonios, se mostró vacilante. Había decidido fusilar a unos pocos como castigo ejemplar, pero ante la llegada, en aquellos momentos, de uno de los jefes españoles más influyentes, optó por disponer el fusilamiento de los cincuenta. Un historiador cubano, Vidal Morales, asegura que fueron ejecutados sin previa formación de causa.

 

El 16 de agosto de 1851, los cincuenta prisioneros fueron fusilados en grupos de a seis . Antes de morir, el coronel Crittenden escribió varias cartas de despedida. En una de ellas, dirigida a Lucien Hensley, señala: “Desembarcamos a unos cuarenta o cincuenta millas de este pueblo. Y estoy seguro de que en esta parte de la isla López no tiene amigos. Cuando fui atacado estaba sólo a tres millas de López (…) hubiera retrocedido con sus fuerzas y habría librado batalla; en vez de eso se internó rápidamente hacia el interior”

 

La falta de colaboración entre los expedicionarios y la precipitación de su jefe llevó a un desastre la expedición del Pampero, que terminó con la captura y ejecución del propio López pocos días después.

 

En cuanto a Crittenden y sus malogrados compañeros, los testimonios consultados apuntan a que murieron como héroes, sin una sola queja o arrepentimiento.

por Adriel Gómez
adriel@casa.co.cu

Ingresado en Letras Uruguay el 16 de octubre de 2014

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