La Guaria morada

relato de Cristóbal Girón Cabrera

La Guaria morada

Flor Nacional de Costa Rica

Candelaria era menuda, con una breve cintura, piernas fuertes, un par de senos firmes y voluptuosos imposible no mirarlos cuando se balanceaban al compás de su andar. Le llamaban “la Guaria” porque además de tener raíces costarricenses, su familia sobrevivía colectando y vendiendo orquídeas, bromelias y otras especies exóticas que crecían en esa región de Jacaltenango, del departamento de Huehuetenango. En Guatemala. Colectaban muy especialmente la orquídea que llamaba, La Guaria Morada.

Su belleza no era la común en el pueblo, decían por ahí que traía sangre de bruja debido a sus maravillosos ojos color verde selva, contaban historias que de vez en cuando algún marido o joven enamorado subyugado por su belleza se había matado al ser rechazado por ella.

En casa, Candelaria ayudaba a su madre en las labores del hogar, la pobreza no daba para continuar con la escuela, solo había llegado al segundo grado de instrucción primaria.

Alguna vez le preguntó a su madre porque le habían puesto ese nombre y porque le decían la Guaria es el nombre de la flor nacional de Costa Rica, nuestro país de origen y tiene un himno dedicado a ella, dijo la madre. Tus abuelos llegaron motivados por la fiebre del chicle y el caucho en 1920, pero a partir de 1970, la guerra civil había acabado con esa industria floreciente, quedándose atrapados en esa parte del país imposibilitados de marcharse de ahí, debido a la violencia y pobreza extrema en la que vivían.

Por su belleza, Candelaria, era acosada constantemente. sicarios, militares, campesinos, hombres en general, pululaban en las cercanías del pueblo, las mujeres envidiaban su belleza y su celo les llevaba a inventar historias para manchar la imagen de Candelaria.

Le encantaba ir a recolectar flores y plantas al campo, respirar y sentir la humedad para escapar del acoso y la envidia de las demás mujeres, además, también escapaba del hambre y la miseria en la que vivía su comunidad.

Sin embargo, no todo era quietud en el campo, se oía cada vez más sobre la incursión de rebeldes a los poblados para robar mujeres y llevarse a los hombres para adiestrarlos como sicarios o guerrilleros. Y eso mantenía en alerta a todo el pueblo, muchos hombres y mujeres habían emigrado a otros países huyendo de la guerra, del narcotráfico y de la pobreza.

Un día, Candelaria “la Guaria”, se marchó temprano al campo. Debía ir a la zona más oriental de la selva para ir a colectar orquídeas e ir a venderlas a la capital Guatemala junto con su padre. Cada día era más difícil encontrarlas cerca debido a la tala inmoderada y la incursión de grupos delictivos que deforestaban la selva para sembrar amapola.

En la selva, en un árbol de Guanacastle, Candelaria “la Guaria”, había colocado varias orquídeas y distintos géneros de plantas epífitas, como lycastes, bromelias, oncidiums, barkerias, y también una guaria morada, robusta planta cuyas raíces se aferraban al árbol, sin matarlo, pues como toda epífita, solo necesitaba el árbol para sostén.

De camino al pueblo, alcanzó a escuchar sonidos de balas y gritos desgarradores. Asustada corrió y se escondió debajo del tronco hueco de un guayacán.

Al llegar a su pueblo, sólo muerte halló, cenizas, sangre y desolación reinaban, corrió y encontró a su madre atravesada por ráfagas de AK 47, casas del pueblo vacías, mujeres desmembradas, violadas, hombres secuestrados y olor a sangre y muerte en el ambiente.

Encima de la Bestia, Candelaria “la Guaria”, abrazaba el costal donde llevaba unas cuantas pertenencias y lo que podía conservar. No recordaba cómo había llegado ahí, sólo que corrió incansablemente, cruzó arroyos y caminos con una sola idea, debía escapar y no volver nunca más. Sin embargo las marcas en sus brazos y piernas ocultaban realidades desgarradoras.

Aun así, su belleza florecía, los bucles de su pelo negro obsidiana y sus fascinantes ojos color verde selva hechizaban a quien osara mirarles. Alguien le había dicho que sería famosa en los Estados Unidos o Canadá, o quizá encontraría amantes ricos. No le interesaba. No sabía hacia dónde iba sólo sabía que quería huir. El viento la sacó de su arrobamiento, tuvo que aferrarse para no caer, y la realidad pegó como esos vientos que eran capaces de voltear camiones sobre el camino en esa parte del istmo de Tehuantepec

En su huida, se había encontrado con un retén militar de 5 hombres, gritó pidiendo ayuda desesperada.

Cuando abrió los ojos, su saco estaba junto a ella, y se podía ver que en su interior una Guaria morada abría sus botones. Tenía en el cuerpo mordidas, saliva, sangre y un dolor que desgarraba su vientre. Ultrajada, la fueron a tirar a la orilla de un camino.

Sobre la Bestia, miró a su alrededor cientos de rostros. Le acompañaban mujeres jóvenes, viejas, niñas, hombres, etcétera. La bestia avanzaba, ¿hacia dónde iba? ella lo ignoraba, en realidad. ella iba a ninguna parte, quería huir del dolor, del miedo, del ultraje. De la muerte.

Se sintió como aquellas plantas que colectaba y vendía a los extranjeros. Una flor desgarrada, esquilmada, mutilada, secuestrada, arrancada abruptamente de su casa, de su hábitat. Para enriquecer las colecciones de los ricos y los jardines botánicos, diezmando las poblaciones silvestres. De algún modo también eran migrantes, y en muchos casos, no alcanzaban a sobrevivir las duras condiciones del viaje.

La Bestia se detuvo abruptamente, la gente miraba alrededor, gritos y martilleo de metralla otra vez. Eran los Zetas, que secuestraban y mutilaban mujeres, ella giró la cabeza y sin pensarlo saltó, una mano intentó detenerla, se desasió y corrió desenfrenadamente internándose en la espesura.

No le interesaba ningún sueño americano, ni deslumbrar con su belleza las calles de Manhattan.

En su desenfrenada carrera, después de mucho tiempo, se dio cuenta que estaba en la selva. Se detuvo frente a un enorme árbol, trepo hacia él y ahí, justo en la horqueta principal del árbol, extrajo la orquídea Guaria Morada que llevaba en su saco y la sembró en el árbol.

Desde entonces, en los días de la candelaria, un árbol, florece con tonos morados y unos ojos color verde selva vigilan. Es la “Guaria Morada”.

Mientras tanto en la costa sur de Guatemala, las guarias moradas dan sus últimas flores y en Costa Rica, es el día de la Candelaria.

Cristóbal Girón Cabrera ha participado en los talleres literarios de Irma Pineda, Gerardo Valdivieso Parada y José Alfredo Escobar. Ha publicado en el boletín de la Asociación Mexicana de Orquideología y en el periódico Ésta Mañana de Juchitán. Es docente en el Instituto Tecnológico de Salina Cruz, Oaxaca.

 

Cristóbal Girón Cabrera

Tomado, con autorización, de "Ojarasca", Suplemento de "La Jornada" de México http://www.jornada.unam.mx/

Link: http://www.jornada.unam.mx/2015/12/12/oja-morada.html

Ojarasca, número 224, diciembre de 2015

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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