La nana

Cuento de Beatriz García Huidobro

Entonces yo le temía a la oscuridad. Veía emerger manos largas y envolventes desde los rincones de mi cuarto.

Ella cantaba canciones en un tono quedo mientras me mecía contra su pecho enorme y blando. Cerraba los ojos como si soñara con ángeles que descendían a arroparme. Más allá, mi madre brindaba con los invitados, restallando las copas de cristal.

Una noche no llegó. En su lugar vino una joven silenciosa, de manos frías y pasos rápidos. -No ponía cuidado al lavar la loza, era un desastre -explicó mi madre al cerrar la puerta y dejar mi dormitorio a oscuras.

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