Libros sobre Borges

Tres reseñas

Carlos García (Hamburg)

I - Barnatán contra Borges

Marcos Ricardo Barnatán: Borges. Biografía total. Madrid: Temas de Hoy (Biografías), 1995, 519 pp.

Dos caminos básicos se ofrecen, a mi entender, al género biográfico: el que consiste en recabar datos fehacientes sobre la realidad objetiva de la persona biografiada, persiguiendo las huellas que dejó en la historia o en otros, y el que consiste en reconstruir casi imaginariamente su personalidad, sirviéndose para ello de su obra, y de mejor o peor aprendidas nociones de psicología. Prefiero el primero, pero hay casos en que el segundo, o una atinada mezcla de ambos, han dado buenos frutos.

El caso "Borges", por su parte, plantea dudas radicales acerca de la pertinencia del género. Según su propia visión de lo literario, el conocimiento de lo meramente biográfico nada agrega a la producción de un autor. La realidad, díscola maestra de la teoría, ha desautorizado esos compartibles pruritos. Nos agrade o no, se escriben, se publican y se leen biografías de Borges, y no se ve llegar el día en que desaparezcan.

Aceptada, pues, como ineludible realidad, queda el resignado estudio de la literatura biográfica sobre Borges. Tres males la aquejan, a mi entender.

El más difundido es el intento de imitar su prosa, tarea no siempre grata para quien lee, y que seduce a quien la practica, por lo general, a ese estilo que Borges atribuyera (algo injustamente) a parte de su obra juvenil: "lo grandioso de tercera categoría".

Otro es la pobreza de los medios materiales e intelectuales invertidos en la investigación. La mayoría de los autores copia con mayor o menor celo, con mejor o peor vista, lo que otros ya han escrito, no sin esconder el fruto de su laboriosa pereza bajo palabreros reordenamientos.

El tercer mal, quizás derivado del anterior, es la profusa utilización de citas de Borges (en general, sin mención de la fuente). Personas cuyo juicio respeto gozan de este método, o lo tienen en gran estima. Por mi parte, nada opondría a él, si las citas fuesen contemporáneas de los hechos a los cuales aluden o si, cuando menos, se sopesara debidamente su respectiva validez. Inocentes de ese cuidado, la mayoría de los biógrafos opta por repetir recuerdos de Borges separados por varios decenios de los hechos que narran, y confunde eso con biografía. "Embelesados y erróneos", no advierten que falsean así la historia, ya sea porque Borges tendió a la mistificación, ya porque su memoria era prodigiosa, pero no infalible.

Los biógrafos de Borges, por su parte, se dividen en dos bandos principales: quienes lo conocieron personalmente, y quienes se interesaron por él sólo a través de su literatura, o de las equívocas promesas de su fama.

El primero grupo, a su vez, está conformado mayormente por "viudas" y "huérfanos". Me permito llamar "viudas" a las mujeres que compartieron, en alguna imprecisable medida, etapas de la vida de Borges, y "huérfanos" a algunos de los jóvenes admiradores que lo trataran con devoción (a veces mayor que la frecuencia). Este grupo, por su parte, se escinde en "pródigos" y "réprobos", siendo éstos los "desheredados" por Borges mismo – o por alguna de sus "viudas".

Según mi somera tipología, Barnatán perteneció largo tiempo a la última de las sectas mencionadas: la de los "huérfanos réprobos". Él mismo alude varias veces al acto traumático (cf., por ejemplo, 414); últimamente parece haber ascendido en el cambiante escalafón: a comienzos de 1999 se le permitió organizar un acto sobre Borges en Mallorca.

No me regodeo por malicia en ese detalle intrascendente, sino porque muestra desde qué perspectiva escribe Barnatán su ambiciosa Biografía total, de la que me ocupo aquí paradigmáticamente, y no porque posea algún valor intrínseco.

Casi todas las características negativas mencionadas hasta ahora descuellan, en mayor o menor medida, en el infausto volumen confeccionado por Barnatán, quien ya recibiera un inexplicable número de veces ocasión de vapulear vida y obra de Borges. Inolvidable es, por ejemplo, su falaz "edición crítica" de algunos relatos de Borges, que no se avergüenza de repetir ingenuamente las mejores erratas de las atribuladas Obras Completas.

Barnatán ha permanecido también aquí fiel a esa malhadada genealogía. El lector es sobresaltado cada tanto por divertidos errores de imprenta, que no sabe si imputar a los cajistas o al autor, así como por menos divertidos errores de lenguaje: "la familia al completo" (86, 189) en vez de "toda la familia" o "la familia entera"; "mención a" en vez de "mención de" (82), "sectores de Juan Ramón" en vez de "parte de la obra de Juan Ramón" (143), y otros que ahorro a mis lectores.

No me detendría en esas minucias si Barnatán hubiese cumplido con más solvencia el oficio que se arroga. De un argentino radicado en España cabía esperar un poco más de interés por su tema y alguna eficacia al tratarlo, sobre todo teniendo en cuenta los medios de que para ello se dispone en bibliotecas de Europa, menos accesibles desde Buenos Aires. Con terco desdén, Barnatán prefirió renunciar a esa fácil ventaja.

Que Barnatán trabaja de segunda mano, y que ello puede ser funesto, se comprueba, por ejemplo, en las páginas 93 y 96. Habla allí, siguiendo puntualmente a los descuidados tipógrafos de Edna Aizenberg, de un inexistente "Johannes Behar", autor del no menos inexistente "Aneuropa". Se trata, en realidad, del poeta expresionista Johannes R. Becher, tan admirado por el joven Borges, y de su obra An Europa (1916), de la cual él tradujera un poema en 1920 ("Lusitania").

La fidelidad de Barnatán para con el trabajo de otros es, a menudo, digna de mejor objeto de culto.

La misma página 93 contiene un error de traducción, que recojo, meramente, como síntoma, ya que no es el único: La traducción correcta del verso alemán citado en el epígrafe ("Musik, Musik kann Euch vom Tode lösen") no es la ofrecida por Barnatán, sino la siguiente: "Música, música puede libraros de la muerte."

Las "simpatías y diferencias" de Barnatán son difíciles de catalogar. Por un lado, parece tener cuentas pendientes con Emir Rodríguez Monegal, a quien moteja varias veces, sin nombrarlo expresamente, de "espeso crítico uruguayo" (386, 399, 414). Ello no le impide, por otro lado, aprovechar su obra con frecuencia, en general sin declarar el préstamo. Así ocurre, por ejemplo, con una imperdonable especie mentada por Monegal (Borges. Una biografía literaria, 1987: 132), y puntualmente repetida por Barnatán (95), según la cual Wilhelm Klemm, expresionista alemán de quien Borges publicara varias traducciones en su juventud, se habría convertido más tarde en simpatizante nazi. Por el contrario, Klemm fue perseguido por el nazismo, que robó o destruyó sus empresas editoriales y le mató dos hijos. Su última publicación de la preguerra es, por lo demás, de 1922, con lo cual apenas pudo haber apoyado al detestable régimen. Se ignora qué llevó a Monegal a cometer su error, pero puede saberse quién ha malguiado a Barnatán.

Tampoco sus preferencias incitan a Barnatán a trabajar mejor. Parece profesar alguna variante mística del judaísmo, lo cual es en sí respetable, pero no excusa la aberrante explicación que balbucea sobre el poema "El Golem" (359-360; en su descargo, puede agregarse que otros comentaristas de lo "cabalístico" en Borges comparten ese deplorable nivel). Es asimismo insuficiente, en especial bajo esa perspectiva, que deje al lector en ayunas acerca de Orígenes, la planeada "revista bimensual de estudios judíos" para la cual Borges reseñara originalmente "Las luminarias de Hanukah" (139), de Cansinos, o que apenas mencione de pasada a Carlos M. Grünberg e ignore a muchos otros amigos judíos de Borges.

Mención destacada merece el aspecto biográfico de esta "biografía". Resalto el punto, a riesgo de plagiar a Perogrullo, porque la biografía de Borges es apenas uno de los temas que Barnatán trata. Su proyecto debería haber llevado por título "Borges y yo", o más precisamente, "Yo y Borges". Pero dejo este aspecto de lado, porque ya lo trató con su habitual solvencia Annick Louis (Variaciones Borges 3, Aarhus, enero de 1997).

Si la biografía difiere de otros géneros, es porque quien la lee espera encontrar datos que le ayudarán a reconstruir la vida del biografiado. Barnatán es más modesto que los lectores para quienes escribe. La vida de Borges no le interesa, o sólo le interesa en la medida en que encuentra material propuesto por otros, sea éste correcto o no.

Borges pasó una parte importante de su juventud en Europa (1914-1921, 1923-1924). Las biografías aparecidas hasta 1995 ignoran esa importante etapa de formación, o se ocupan de ella como de un penoso deber. También Barnatán desaprovecha la oportunidad de corregir errores o de ensanchar nuestro conocimiento, aunque vive en España, cerca de las fuentes básicas para este capítulo de la vida de Borges.

Para desengañar a quienes se dejen obnubilar por el compacto volumen, listaré algunos de los errores que contiene. Me concentraré a propósito en los primeros decenios de la vida de Borges, porque son, por un lado, los menos conocidos, y por otro, los más maltratados por Barnatán. (Ello no implica, por cierto, que el resto de la obra carezca de fallos.)

Con encomiable esfuerzo, Barnatán se trasladó a Ginebra en 1983, para localizar la pensión en que vivieran los Borges, ubicada en la rue Malagnou, número 17. La calle ha cambiado entretanto de nombre, y se llama ahora Ferdinand Hodler. Barnatán fotografía la casa que "ostenta el número 17" (72), y aunque compara su foto con otra de la época, no advierte que ha elegido la casa errónea. La pensión en que habitaron los Borges se encuentra actualmente en la calle Ferdinand Hodler N° 9, y no 17, porque la municipalidad cambió hace años la numeración. Barnatán no ha sido el primero en cometer ese error; recelo que no será el último.

En página 77, Barnatán atribuye a Borges la publicación de varios artículos en innominadas "revistas germanas" antes de haber cumplido los 20 años. Hasta prueba de lo contrario, aseguro que esos artículos son engendro de su imaginación o, más probable, de su descuido de copista.

Borges y Cansinos no se conocieron, según pretende Barnatán, "en el Madrid de finales de 1919" (129), época en que aquél se encontraba en Sevilla, sino en el Madrid de mediados de marzo de 1920. Quizás hubo, como quiere Barnatán, carta de presentación de Isaac del Vando-Villar, pero quien introdujo a Borges en la tertulia de Cansinos fue el poeta Pedro Garfias. Borges mismo refirió el episodio en una carta de la época al poeta sevillano Adriano del Valle. (Esta correspondencia fue dada a conocer por Rosa Pellicer, Zaragoza, en 1990. Es falaz, por lo tanto, la pretensión de Javier Herrera Navarro, quien volvió a publicarlas como "inéditas" en 1991)

Barnatán sigue la opinión de autores europeos (Meneses, Pellicer, Bernés, y otros a quienes no nombra en este contexto) cuando repite que Borges participó en la velada madrileña de "La Parisiana", a fines de Enero de 1921 (117). Si bien plausible, es más probable que Borges no haya participado en ella, a pesar de que la reseña de la velada aparecida en Ultra de Febrero lo mencione. Por esa época estaba, según mis investigaciones, en Palma de Mallorca, preparándose para una diatriba con un crítico de sobrenombre "Pin". (La mención en Ultra se explica porque Borges estaba invitado a la función; el cronista copió la lista de invitados como si hubiese sido la de los participantes.)

En página 127, Barnatán reproduce una cita de Borges: "Un poeta, de cuyo nombre no quiero acordarme, le entregó un día [a Cansinos] un libro que se titulaba Música en verso...". Barnatán no sólo no se toma el trabajo de aclarar al lector que el título pertenece a una obra del poeta y crítico musical argentino Mayorino Ferraría, radicado en esa época en Madrid; de haber estudiado el asunto, habría comprobado que el libro aludido apareció recién a comienzos de 1926, casi dos años después del segundo regreso de Borges a Buenos Aires – a destiempo, pues, para ser comentado por Cansinos delante suyo. La anécdota podrá ser verídica, pero, en ese caso, toca a otro poeta o a otro libro, confundido por Borges en el recuerdo, o, cuando más, al manuscrito del libro de Ferraría antes de su impresión. Barnatán pierde también ocasión de mencionar que Borges y Ferraría estuvieron al mismo tiempo en Madrid, hacia marzo de 1924 (donde el segundo permanecería más tiempo), y que remitieron incluso una breve misiva conjunta a la redacción de la revista Nosotros. Ferraría acompañó a Borges en 1927 en la recepción brindada en el puerto de Buenos Aires a Guillermo de Torre.

Barnatán tampoco elude repetir desaciertos ajenos en cuanto a la fecha de la segunda partida a Europa, que no ocurrió entre febrero y marzo de 1923 (186), sino en el último tercio de julio de ese año, inmediatamente después de la publicación de Fervor de Buenos Aires. También la fecha del segundo regreso a Buenos Aires es equivocada (189, 438). Borges no abandonó Lisboa a fines de 1923 (en esa época estaba aún en Ginebra, y no había cruzado aún la Península por segunda vez), sino hacia fines de junio de 1924.

Las interesantes cartas de Borges a su "maestro" Rafael Cansinos-Assens están fechadas con menos precisión de la posible y mal ordenadas (el orden cronológico correcto es: 1, 2, 4, 3, 5).

Desdeño proseguir la larga lista de errores. Si me he ensañado con algunos, no es porque esos datos sean relevantes considerados por sí mismos, sino porque su cantidad y calidad revelan una abrumadora falta de accuratezza de parte del autor.

Prefiero cerrar este comentario resaltando los méritos del libro. Apenas uno encuentro en él: la novedosa reproducción de un temprano prólogo que Borges compusiera hacia 1915 para un cuadernillo de su hermana Norah (si bien Barnatán no alcanza a esclarecer de quién es la letra).

Aparecida a diez años de la muerte de Borges, la falaz Biografía total presentada por Barnatán es indigna del gran hacedor.-

II - Seudónimos en Martín Fierro

José Luis Trenti Rocamora: Índice general y estudio de la revista "Martín Fierro" (1924-1927). Buenos Aires: Sociedad de Estudios Bibliográ­ficos Argentinos, 1996 (Serie Estudios, 1).

En 1995, el Fondo Nacional de las Artes (Buenos Aires) tuvo la buena idea de publicar una edición facsimilar del periódico Martín Fierro, que diera su nombre a un ala de la joven vanguardia literaria porteña. La Sociedad que preside el Sr. Trenti Rocamora propone ahora su necesario Índice. (Existe uno anterior, que Trenti parece desconocer, y que tampoco he visto: Simon Maurice Berggrun: The Journal Martín Fierro. A critical Index. [Tesis] Univ. of Kentucky, 1968; cf. Dissertation Abstracts International 30, 1969, 1552 A.)

Tras un ensayo introductorio, que mezcla informaciones, anécdotas y alguna discutible hipótesis, Trenti consigna el "Detalle de los números publicados", con la respectiva fecha de aparición (59-60). Es de advertir, sin embargo, que la lista reproduce las mismas fechas que el periódico adujo en su momento, aunque alguna de ellas fue intencionadamente falsa. Así, por ejemplo, la del último número, fechado el 15-XI-27, que apareció, en realidad, a fines de diciembre de 1927. (La fecha impresa puede haber sido un cifrado homenaje a Güiraldes, quien fue enterrado ese día, con la asistencia de muchos colaboradores del periódico, en San Antonio de Areco.)[1]

El trabajo propiamente dicho se extiende entre las páginas 61 y 200, que contienen el "Índice de registros", numerados en forma consecutiva y munidos de comentarios. Desde el punto de vista de los lectores, hubiese sido preferible disponer de la fecha de aparición de cada número al comienzo del pasaje correspondiente, para no tener que volver las páginas. Se echa de menos, igualmente, que los registros no refieran a la paginación del facsímil, del cual también Trenti se sirviera, ya que ello facilitaría aún más el estudio.

Desde un estricto punto de vista bibliográfico o bibliotecológico, podría objetarse con buenos argumentos que el libro no se atenga al sistema de Clasificación Decimal Universal, adoptado usualmente para esta clase de trabajos.[2] Por mi parte, no lamento esa elección, que permite una lectura cronológica de los títulos en cuestión. Un apéndice, codificado según la C.D.U., podría adosarse a una eventual reedición. (También la fecha de cada número podría ser agregada, sin necesidad de modificar la plana.)

El libro continúa con una práctica serie de "Índices": de autores, de personas citadas, de autores "como a la manera de" [sic], temático, de notas bibliográficas, de autores por cantidad de colaboraciones, y de anunciantes. También se considera a los ilustradores.

La obra cierra con dos apéndices: una reveladora carta de Evar Méndez a Oliverio Girondo, del 3-V-26 (perteneciente a la colección de Wáshington Luis Pereyra), y el malhadado "Romancillo, cuasi romance del Romancero" firmado "Mar-Bor-Vall-Men" (Marechal, Borges, Vallejo, Méndez), publicado en Martín Fierro para escarnio de Lugones – y de sus jóvenes críticos.

Tanto la introducción como algunos de los asientos adolecen de algunos errores que empañan el trabajo de Trenti; importa señalarlos, para evitar su propagación.[3]

A continuación me ocuparé, pues, de algunas propuestas de Trenti Rocamora acerca de ciertos seudónimos utilizados en Martín Fierro (que, entre paréntesis, era, según propia declaración, un "periódico" y no una "revista" – error también cometido por la edición facsimilar: adviértase el contrasentido en la cubierta de esa edición).

El más superfluo de los errores de Trenti es el que atribuye a Leopoldo Marechal la autoría de un texto satírico firmado "Ortelli y Gasset" (43). Trenti basa su erróneo aserto en un giro de Marechal: "inventamos alegremente ese personaje absurdo que se llama Ortelli y Gasset". Pero Marechal no refiere ese "inventamos" a sí mismo, sino, en sentido figurado, a "nosotros, los martinfierristas". De hecho, el seudónimo perteneció a Borges y a Carlos Mastronardi, según éste hiciera constar hace tres decenios en sus Memorias de un provinciano (1967: 197-198):

conjuntamente escribimos una respuesta humorística a una nota asaz española [publicada bajo] el título de "Madrid, meridiano intelectual de Hispano-América". Para subrayar diferencias, recurrimos al más espeso y oscuro vocabulario lunfardo. La revista Martín Fierro recogió esa contestación burlesca. La firmaba el recién inventado Ortelli y Gasset.[4]

Otro desliz es el que transforma a Xul Solar en el verdadero autor de textos firmados, respectivamente, "Cristian [sic] Morgenstern" y "Herwarth Walden".

Trenti anota bajo el asiento 788, que registra "Algunos piensos cortos de Cristian Morgenstern" (181; cf. también 49): "Satírico. Traducidos como por Xul Solar, que evidentemente es el autor." Trenti parece ignorar que el escritor alemán Christian Morgenstern existió realmente, igual que su libro Stufen (Peldaños), nombrado al pie de la contribución como fuente.

El primer "pienso corto" (o sea, "aforismo") de los traducidos por Xul al "neo-criollo" reza en alemán (según Christian Morgenstern: Werke und Briefe, V, Aphorismen. Editor: Reinhardt Habel. Stuttgart: Urachhaus, 1987, 343):

Man empört sich gegen die Gottheit Christi – als liefe man selbst in Hose und Rock nicht als ein Stück – Gottheit herum.

Xul tradujo en su idiolecto, que tendía a reducir terminaciones (todo sic!):

Uno se rebela contra la divini de Cristo, como si uno mismo no fuera, con pantalón i saco, un trozo de divini tirao por ahí.

En castellano (trad. CG):

Uno se rebela contra la divinidad de Cristo – como si uno no anduviera por ahí, aun en pantalón y saco, como un trozo... de divinidad.

Podría aducir los originales de los demás aforismos (todos procedentes del libro Stufen. Eine Entwickelung in Aphorismen und Tagebuchnotizen. München: Piper Verlag, 1918; se conserva en el "Pan-Klub", Buenos Aires, el ejemplar utilizado por Xul), pero creo que basta con el ejemplo adelantado.

Algo similar ocurre con la única contribución de Herwarth Walden a Martín Fierro, que Trenti Rocamora declara invención de Xul. El bibliógrafo anota bajo ítem 628 (p. 158): "Carta supuesta con retrato del imaginario autor."

Walden, sin embargo, existió realmente. Su verdadero nombre era Georg Levin (1878-1941); su efímera esposa, la poeta Else Lasker-Schüler (1869-1945), le otorgó el seudónimo, que pasaría a ser su nombre legal. Walden fue músico y un ágil galerista. Dio a luz en Berlín, entre 1910 y 1932, la influyente revista de arte y literatura Der Sturm, muy leída por el joven Borges. Hay evidencia de que éste mantuvo contacto epistolar con algunos redactores de la revista, Kurt Heynicke entre ellos, y quizás con Walden mismo. En Proa 1 (agosto de 1924), Borges publicó una breve glosa sobre Walden, así como su propia traducción de un texto de éste. No hay ningún motivo estilístico o de contenido para suponer que el texto reproducido en Martín Fierro no fuese de Walden. Éste había enviado, por ejemplo, un texto a la redacción de Nosotros ya en 1921, con lo cual queda documentado que su ímpetu vanguardista se extendía hasta Buenos Aires. Por lo demás, hacia 1923 Walden planeaba una exposición en Buenos Aires (cf. Julio de la Paz: "Los pintores expresionistas": Atlántida 256, 1-III-23, 6 y 10, cuyo conocimiento debo a Patricia Artundo. Se sabe, también, de otras relaciones de Walden, por esta época, con el ambiente latinoamericano, por ejemplo con el peruano José Carlos Mariátegui. Un anuncio de Der Sturm asegura en 1923, que la revista se vende en España, Argentina, Chile y Brasil).

Tampoco es acertada la afirmación de Trenti, según la cual un artículo sin firma, "La reacción en su apogeo", procedería de la pluma de Xul Solar. Trenti Rocamora llega a esta conclusión casi por descarte (49): " La autoría surge del listado de autores que se anuncian como colaboradores de este N° 37".

Ello no es así. Del bien leido "listado de autores" no surge que Xul se ocupara del tema "reacción" o de algún otro, sino que su contribución figura bajo la rúbrica "Los nuevos poetas juzgados por sus colegas". En efecto, en la misma página donde apareció el artículo sin firma que Trenti atribuye a Xul, se reproduce una carta de éste a Marechal, en la que Xul habla de su aprecio por él, con la cual se cumple la promesa hecha en el "listado de autores". La autoría del artículo "La reacción en su apogeo" sigue siendo, pues, incógnita. Si de hipótesis se trata, me inclinaría por Evar Méndez, aunque sin atreverme a jugar en ello mi incipiente reputación.

Otro desacierto es el que atribuye a Borges un texto en honor de Silva Valdés firmado "Victoria Precana" (p. 40 e ítem 409). No me ha sido posible averiguar si se trata realmente de un seudónimo o, en su defecto, quién fuese la persona que así firmara. Alcanza, sin embargo, con leer atentamente el texto para advertir que no puede proceder de la pluma de Borges, ya que ostenta recursos estilísticos jamás utilizados por él. El único substrato real que podría aducirse en apoyo de la hipótesis de Trenti Rocamora es que, por esta época, Borges mostró cierto interés por la obra de Silva Valdés, a quien le dedicara realmente un poema en Proa y algunas reseñas poco entusiastas, pero siempre bajo su propio nombre, y siempre sin tutearlo.

La introducción de Trenti concluye con la siguiente nota (54):

Este prólogo fue redactado con la información que proporcionó la minuciosa lectura de la propia revista y aportes personales. No se tuvo en cuenta la abundante bibliografía existente sobre la historia de Martín Fierro.

El solipsista método permitió a Trenti Rocamora no sólo incurrir en los desaciertos arriba consignados, sino, además, descubrir que un texto sin firma, "Homenaje a Carriego" (ítem 695), "es indudablemente de Borges" (40). Aunque ese texto contiene algún ripio, la autoría de Borges es altamente probable (entre tanto, figura en los Textos recobrados, 1919-1929). Por cierto, la crítica especializada había notado esta novedad ya en 1957, a más tardar (cf. Ana María Barrenechea: La expresión de la irrealidad en la obra de Jorge Luis Borges).

Una última observación: el Índice no es verdaderamente completo. En la Academia Argentina de Letras se conservan los materiales para el número especial sobre Ricardo Güiraldes anunciado en Martín Fierro 44-45, que no viera la luz. Entre ellos se encuentra un artículo inédito de Borges ("Declaración"), acompañado por una carta igualmente inédita, con matasellos del 20-XII-27, donde Borges relata que compuso dos versiones de este texto, una exaltada y otra más sobria. Se conserva, igualmente, la transcripción mecanografiada que hiciera Evar Méndez del texto de Borges a publicar. Trenti Rocamora parece no haber tenido acceso a estos datos, que habrían redondeado su trabajo. Faltan, asimismo, informaciones acerca de la resurrección de Martín Fierro planeada por Méndez y otros a mediados de 1928 y a fines de 1929.

A casi ochenta años de fenecido el periódico Martín Fierro, su verdadera historia está aún por hacer. Para ese trabajo, el de Trenti Rocamora será, pese a lo aquí criticado, una útil herramienta.-

III

Ivonne Bordelois. Un triángulo crucial. Borges, Güiraldes y Lugones. Buenos Aires: Eudeba, 1999.

La Dra. Bordelois, cuya gama de intereses incluye autores tan dispares como Ricardo Güiraldes y Alejandra Pizarnik, propone ahora un interesante estudio de las relaciones entre Borges, Güiraldes y Lugones.[5] El tema del libro está bien elegido, ya que se cifra en ese triángulo una trascendente época de la literatura argentina. Se notaba ya, por lo demás, la falta de un estudio meduloso acerca de las cambiantes relaciones entre Borges y Güiraldes, y la contradictoria actitud de Borges ante Lugones no había llamado menos la atención.

El trabajo, cuya materia fuese objeto de un Seminario de Doctorado en la Universidad de Buenos Aires, presenta una plausible y amena reconstrucción de época, escandida en tres partes: la primera estudia la relación entre Güiraldes y Borges; la segunda, la consagración de Güiraldes y el silenciamiento de Borges por parte de Lugones; la última, la "canonización" póstuma de Lugones por Borges y el giro de opinión que éste daría en desmedro de Güiraldes.

Simplifico aquí el esquema con que Bordelois reconstruye la complicada relación entre los tres autores: Borges, quien apreciaba a la persona Güiraldes, se alía con éste a fin de introducir sus respectivas obras en el campo literario de la época, desplazando a Lugones. Los ataques de Borges a Lugones, a su vez, habrían predispuesto a éste contra Borges. Al aparecer, casi simultáneamente, en julio de 1926, Don Segundo Sombra y El tamaño de mi esperanza, Lugones, postula Bordelois, habría encontrado por fin la manera de poner a Borges en su lugar: mediante una reseña elogiosa y en sitio preponderante, da a Güiraldes el espaldarazo, y anonada con su silencio el libro de ensayos publicado por el joven adversario.

Bordelois presenta sus resultados en un estilo ameno y accesible; el estudio contiene varios aciertos, pero también algunos errores de hecho o de interpretación. Ninguno de ellos es grave por separado, pero la suma da una imagen diferente del asunto en cuestión, y suscita, lamentablemente, dudas acerca de la documentación manejada.

El error menos trascendente: según Bordelois (p. 35), "el 15 de julio [de 1924] se conocen Güiraldes y Borges en la inauguración de Amigos del Arte, cuyo presidente es Manuel Güiraldes" (padre del escritor). Sin embargo, Borges arribó recién cuatro días más tarde a Buenos Aires, procedente de Europa (El Diario porteño del 19-VII-24 menciona a "J. Borges y familia" entre los pasajeros del "Orania"; cf. A. Vaccaro: Georgie. Buenos Aires: 1996, 241). También una nota de Güiraldes en su Diario, de comienzos de agosto de 1924, afirma que éste había conocido a Borges pocos días antes, es decir, hacia fines de julio.

Por cierto, y aunque Bordelois parece ignorarlo, Güiraldes y los padres de Borges estaban ya en contacto, cuando menos, desde hacía tres años. Ello explica, por un lado, que subsista entre el material póstumo de Borges una edición del Cencerro de cristal (1915) con dedicatoria del autor, fechada en 1921, así como la existencia de ejemplares de ambos números de la revista mural Prisma (1921-1922) con sendas dedicatorias de Borges a Güiraldes. La relación entre los padres de Borges y Güiraldes debe haber influido, además, para que aquél planeara incluir poemas de Güiraldes en "La lírica argentina contemporánea" (1921; TR 132-141),[6] plan que surge de su correspondencia inédita y que no se concretó, imagino, por razones ajenas a Borges.

Otros errores proceden de una práctica difundida, que ha desbarrado muchos otros trabajos sobre la poesía de Borges: citar obras suyas por ediciones tardías, sin considerar que las primeras aducen numerosas variantes. En el caso de Luna de enfrente, que interesa a Bordelois en relación con el criollismo de Borges, la edición original hubiera sido más favorable a su tesis que la elegida. Además, su afán por relacionar el criollismo de Borges con Güiraldes, aunado al desconocimiento de las ediciones princeps, hace decir a Bordelois, por ejemplo: "[en Lu­na de enfrente] es la primera vez que Borges habla de guitarras en su poesía" (p. 46).

El aserto es erróneo: ya en Fervor de Buenos Aires (1923), el término "guitarra(s)" aparece 5 veces, y un poema, suprimido recién a partir de 1966 (!), llevaba por título "La guitarra".

La relación entre Borges y Lugones fue realmente complicada y hasta contradictoria; ello es comprensible si se tiene en cuenta el enorme peso de la figura pública de Lugones y la ansiedad del joven Borges por alcanzar reconocimiento. Como representante de la generación anterior, Lugones era un contrincante de Borges y sus amigos; por otro lado, era un punto de referencia, un faro ineludible en el mundillo literario y en el incipiente campo intelectual.

Algunas citas lo certifican: en una carta de 1922, Borges llama a Lugones "el mayor taita literario de aquí". En su respuesta a la encuesta de Nosotros acerca de la "nueva generación literaria", Borges dice (TR 390): "Mis entusiasmos son ortodoxos. Entre los santos de mi devoción cuento a Capdevila, a Banchs y señaladamente a nuestro Quevedo, Lugones." En carta inédita del 10-VIII-23, anota: "una página de Cansinos Asséns o de Lugones equivale a la obra total de [Pedro] Garfias...".[7] Y en carta inédita de enero de 1924, relata: "En la maleta traigo los Sueños de Villarroel y el Libro de los Paisajes de Lugones", y agrega que "entrando a saco en ellos" hallará tantas metáforas como para hacer "dos poemarios creacionistas".

Puede afirmarse, pues, que en todos los testimonios del joven Borges, cuando menos hasta 1925, resuena la admiración por Lugones, el acuñador de metáforas. No extraña, por ello, que, a pesar de no compartir su poética, Borges lo visitara a menudo para mostrarle sus obras: aparte del testimonio tardío de Borges, hay dos coetáneos, de una visita en conjunto con Eduardo González Lanuza, que tuvo lugar el 27-III-22. En esa ocasión, ambos ofrecieron a Lugones ejemplares de su revista Prisma (números 1 y 2), y se enredaron con Lugones en una discusión acerca de la rima.

El último trabajo de la década del 20 de Borges sobre Lugones será la reseña del Romancero (Inicial 9, enero de 1926; Tamaño 1926: 102-106). Borges no volverá a dedicarle un ensayo hasta su muerte en 1938 (aunque alude cifradamente a él, como cordobés, al final de su respuesta a la encuesta de Crítica sobre el gaucho; cf. Carlos García, Variaciones Borges 8, Aarhus, 1999, 186).

Si bien es cierto que El tamaño de mi esperanza no recibió comentarios de peso, el silenciamiento de Borges por parte de Lugones no era nuevo; de hecho, éste nunca escribió expresamente sobre aquél. Lo nuevo es el comentario positivo y en lugar prominente que Lugones dedica a Güiraldes, ayudando así, como bien ve Bordelois, al éxito de Don Segundo Sombra. Debe considerarse, sin embargo, que la editorial regenteada por Evar Méndez había preparado la aparición de la novela con un magno despliegue publicitario, que incluyó anticipos en Martín Fierro y una ingente tirada.

Por lo demás, el Borges que se repartiera con Güiraldes la pampa y el arrabal no es el prosista de Tamaño, sino el poeta que publicara a fines de 1925 Luna de enfrente y que planeaba ya, desde diciembre del mismo año, Cuaderno San Martín (que vería la luz recién en 1929). El terreno que Borges disputaba a Lugones, y sobre el cual versaba su desacuerdo, no era la prosa, sino la poesía – fácil constatación que debilita, a mi entender, el esquema propuesto por Bordelois (la autora misma lo llama "libreto" en página 13).[8]

Por mi parte, ubicaría el cisma entre Borges y Lugones hacia abril de 1925. En una carta de lector ("De la dirección de Proa": Nosotros 49, 191, abril 1925; TR 207), Borges refuta imputaciones hechas a la revista que él co-dirigía con Güiraldes, Brandán y Rojas Paz:

Lo que sí juzgo inexplicable en el arranque de Villoldo es su cuádruple afirmación de que Proa 'suscribe con peregrina complacencia las temerarias divagaciones políticas' que gesticula don Leopoldo Lugones. ¿Basta el solo hecho de que Proa, revista puramente literaria, no haya atacado hasta hoy la bravuconería del cordobés, para que la declaren cómplice suya? ¿No es esto una injusticia? [...] Yo quiero agradecerle a Lugones el habitual deleite que El Solterón y la Quimera Lunar y alguna estrofa suelta (El jardín con sus íntimos retiros - dará a tu alado sueño fácil jaula) siempre me regalaron; pero ni sufro sus rimas ni me acuerdo del tétrico enlutado ni pretendo que sus imágenes, divagadoras siempre y nunca ayudadoras del pensar, puedan equipararse a las figuras orgánicas que muestran Gómez de la Serna y Rafael Cansinos Assens.

La dirección de Proa, a su vez, se distanciará del reproche de ser un "ejército fascista capitaneado por Lugones", en una carta publicada poco después en sus propias páginas (TR 205).

Es éste, sugiero, el trasfondo ante el cual debe leerse el feroz ataque de Borges a Lugones en Inicial, con ocasión del Romancero: la necesidad de apartarse de la nociva sombra del politizado Lugones. De ahí, también, la mención desdeñosa en una entrevista de mayo de 1926 (TR 390-391): "En ese anteayer, no había atardeceres, había crepúsculos; [...] no había poetas, había Díaz Romero y Lugones."

Tras el alucinado encuentro de 1960, en el que Borges cifra su reconciliación con la figura imponente del admirado contrincante, y tras sus despistes políticos, puede sorprender que adjudique a Borges motivos de esa índole para distanciarse de Lugones a mediados del 20. Recuerdo, sin embargo, que es su étapa más politizada, que lo llevará a apoyar activamente la candidatura de Yrigoyen en 1928 – actividad paralela a la tarea compartida con Lugones en la fundación y dirección de la Sociedad Argentina de Escritores.[9]

Por lo demás, aduzco esa hipótesis menos por convicción que para mostrar que los documentos pueden ser leidos de manera diferente a la propuesta por Bordelois, cuya versión del cambiante vínculo entre Borges y Güiraldes es más matizada y certera.

Pero es aquí donde veo el mayor mérito del libro: pone sobre el tapete, con buen material y una hipótesis ingeniosa, una cuestión que merece ser discutida.-

Nota

Los primeros dos trabajos figuran en mi libro El joven Borges, poeta (1919-1930). Buenos Aires: Corregidor, 2000, aunque proceden de 1996 y 1998 respectivamente. El tercero, de 1999, apareció por primera vez en Variaciones Borges 9, Aarhus (Dinamarca), enero de 2000, 255-258. Todos ellos son reproducidos aquí con correcciones, agregados o actualizaciones.

Las presentes son las únicas reseñas que escribí. Luego de publicarlas, decidí abandonar el género, ya que las tres me ocasionaron diversos disgustos. La mayor parte de ellos tuvieron que ver con la pequeñez de miras de algunas personas; uno, sin embargo, conmigo mismo.

Tras la publicación de la crítica del libro de Trenti Rocamora, conocí fugazmente al autor, un hombre ya anciano, pero aún trabajador, de quien me llevé la mejor impresión personal, de modo que lamenté haberla publicado. Como si fuera poco, y aunque estoy seguro de que Trenti alcanzó a conocer mi texto, tuvo la bonhomía de publicar, en el año 2002, un trabajo mío en la revista de la cual era director, el Boletín de la Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos.

Si ahora vuelvo a publicar este trabajo, no es ya con el fin de criticar el suyo, sino de rendirle homenaje: Trenti Rocamora falleció el 6 de septiembre de 2003, a los 75 años. Los libros de su archivo (unos 70.000 volúmenes) fueron donados a la Academia Nacional de la Historia, a la Academia Argetina de Letras y a la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares.

Carlos García

Hamburg, julio de 2006

Referencias: 

[1] Un indicio es el texto de "La Dirección" del periódico, en el último número. La prueba definitiva la proporciona Nosotros LVIII 222-223, noviembre-diciembre de 1927 (salido tras el 20-XII-27, como muestra la reproducción de una carta de Arturo Marasso allí contenida, p. 172), 358, donde se alude a Evar Méndez: "Aviso a un enmascarado": "(...) el último número [de Martín Fierro] aparecido en estos mismos días en que publicamos estas líneas de ahora, aunque fechado a 15 de noviembre...". Agrego que la primera publicación de Méndez en Nosotros (1907) se debió a un truco, ya que la redacción creyó que se trataba del seudónimo de Atilio M. Chiapori (cf. p. 159 del citado número).

[2] Así en la reseña por Martha J. Barbato: Letras de Buenos Aires 34, julio de 1996, 112-115. Agrego, para los interesados en la materia, que Barbato ha preparado un exhaustivo índice comentado de la revista Inicial (1923-1927), prologado por Nélida Salvador.

[3] Trenti Rocamora ha abundado en algunos de ellos en un desafiante artículo titulado: "Textos desconocidos de Borges y Marechal: Contribución para sus bibliografías": Boletín de la Sociedad de Estudios Bibliográficos 1, abril de 1996, 29-34.

[4] Mastronardi dió, en su momento, menos informaciones al respecto en su contestación a una encuesta desatada por el "asunto del Meridiano": "La influencia italiana en nuestra cultura": Nosotros LX 227, abril de 1928, 78: "Las réplicas de La Gaceta Literaria me conceden razón. Ellas revelan un desconocimiento afectuoso y traslucen una solemnidad nada presentista. Aquella prosa inofensiva, atorranta y jovial de nuestro Ortelli y Gasset, les movió a enojo." (Texto firmado el 30-XI-27.)

[5] Anticipos de las tesis básicas del trabajo aparecieron en Cuadernos Hispanoamericanos 585 (Madrid, 1999) y en La Nación (25-IV-99). Otros trabajos de Ivonne Bordelois: Genio y figura de Ricardo Güiraldes (1966, 21998), El Alegre Apocalipsis (1995) y Correspondencia Pizarnik (1998).

[6] TR: Jorge Luis Borges. Textos recobrados, 1919-1929. Buenos Aires: Emecé, 1997.

[7] En el marco de la misma encuesta (Nosotros 169, junio de 1923, 282), Guillermo Juan [Borges], primo de Jorge Luis, llama "Nulario sentimental" al Lunario de Lugones, bufonería atribuida en general a Borges, quien la utilizaría por escrito recién en 1926 (TR 207).

[8] Libreto melodramático parece la reconstrucción que figura en página 93.

[9] Por lo demás, en el exiguo campo cultural del Buenos Aires de la época, las disensiones literarias poco tenían que ver con el trato personal. Así se explica, por ejemplo, que subsista un ejemplar de El imperio jesuítico, de Lugones, dedicado por éste a Borges hacia 1935: "A mi querido amigo y colega Jorge Luis Borges, con la invariable cordialidad de siempre. L. Lugones.".

Carlos García

Hamburg, julio de 2006

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