Carta de un Cyrano a la más dulce dama
Por Gustavo Marcelo Galliano

..."Amor invencible en la batalla,
Amor que dominas a las bestias
y reposas en las suaves mejillas de una joven;
tú frecuentas el ponto y los rústicos refugios.
Ninguno de los dioses ni de los hombres,
que viven un día, se ve libre de tí,
y el que te lleva consigo enloquece."...

"Antígona", de Sófocles.-

Permita Usted que me atreva, 
de cometer en un acto
dos pecados tan terribles, 
que duelen de explicitar. 
El uno, lastimar por siempre 
la pureza de ésta página, 
con la tinta de una pluma 
que cual daga he de guiar.
En la odisea que muten 
pensamientos en palabras,
que mis labios hoy resecos 
no se atreven a pronunciar;
El otro, aún más grave, 
el pretender me dedique
un instante de su tiempo 
y su más clara atención.
Concédame Usted la gracia 
que me presente de pronto
pues tan solo soy Cyrano, 
de algún mundo... algún lugar.
¡Clama el pétreo destino 
reservado a los Cyranos!
que de presencias efímeras 
nadie ha intentado salvar.
Pero deje que le explique, aquí, 
en breves momentos,
la razón de mis pesares 
y el porqué de mi obrar.
Le conocí a Usted hace tiempo, 
en aquella sala pagana,
y entre mutuas timideces, 
ni atinamos conversar.
Era Usted aún muy joven, 
pero ello no fue muralla,
para que el esplendor de su rostro 
me llegara a cautivar.
Pero... era yo un Cyrano... 
de los que ha nadie interesa,
sin tener huella ni rastro, 
sin siquiera molestar.
Y luego... seguí sus pasos, 
vi a la niña transformarse
y convertirse en la Venus 
que Afrodita ha de envidiar.
Y aún traté de ir más cerca, 
de compartir aprehenderes,
en sabiduría de aquellos 
que tratamos de alcanzar.
Y compartí sus momentos, 
en silencio y a la escucha,
aunque Usted muy bien sabe: 
le contemplé... y le adoré.
Es que resulta imposible 
abstraerse de su esencia
y es por ello que mis sentidos 
le siguieron por doquier.
Ruego a Usted me perdone 
si incomodan mis relatos,
pero permita que siga, 
sin mofarse de mi ser.
Tan solo soy un Cyrano, 
de los que a nadie interesa,
a los que nadie ha de amarlos, 
ni a nadie importa perder.
Ya han pasado algunos años, 
su amistad me ha distinguido,
pero estimo imperioso 
me permita continuar.
Este ha sido un cruel verano, 
y el no verla mi condena,
y le juro sin falacias 
que solo pensé en Usted.
En su voz como caricia, 
en su rostro y su nombre,
en sus ojos y su risa, 
en su cabello y su andar.
En el vuelo de sus manos, 
su cadencia... su fragancia...
en cómo cambia la noche 
cuando le veo parpadear.
He venerado esos instantes, 
de pequeñas actitudes,
el verla ruborizarse... 
y por momentos dudar.
En su tímida sonrisa, 
en su piel, manto de seda,
y ese hablar en bajo tono, 
destilando complicidad.
Del fulgor y el torbellino, 
de omnipresencia, de clase,
y ese tenue desparpajo 
al construir la verdad.
Pero a pesar de su brillo, 
radiante, cual pulcra estrella,
brota en su alma gran pena... 
que intenta siempre ocultar.
Sepa que usted me ha honrado 
al entregarme su tiempo
para leer estas notas 
que sé no le cautivarán;
Pero es que soy un Cyrano, 
castigado por destino,
y al pretender no ser necio... 
olvidé la felicidad.
Por eso deme otro lapso 
y terminar mi relato,
pues ya es demasiado tarde 
para tratar de callar.
Sé muy bien, mi dulce dama, 
que por todo lo expresado
mi conclusión es sin dudas: 
Usted me invadió de Amor.
Pero que nada le altere 
ni entristezca, ni obnubile,
pues tan solo soy Cyrano... 
imposible de amar.
Que luego de todo lo dicho 
no querría morir en sueños,
pero tampoco en la aurora 
maldecir el despertar.
Por ello es que agradezco 
al Dios que habita los Cielos
por haberla conocido, 
a Usted, mi dama sin par;
Pues bien, tan solo resta 
me despida con recato
y reiterar mis disculpas 
por mi impropio proceder.
Ruego a Dios siempre la guíe, 
y en la vida le proteja,
y sepa bien.. siempre, siempre... 
éste simple Cyrano le amará.
Posdata: Nada ha de ser tan valioso,
ni oro, diamante o plata,
como el roce de sus labios,
o la expresión de sus ojos... al finalizar ésta carta.-

Gustavo Marcelo Galliano

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