Prólogo a "Nunca lo supe" de Daniel Gaitán
Bernardo Ezequiel Koremblit

Si lo consideramos desde una perspectiva genérica –que es acaso el modo indicado de observarlo y estimarlo- el cuento presenta una característica propia, con color y fisonomía que le son exclusivos, con su estructura ceñida, por lo cual está alejado de la novela y no sólo por esa peculiaridad. El rigor estructural, que es inherente al género, impone el dominio del lenguaje, la sagacidad en la observación psicológica, y la capacidad de regular con habilidad el ritmo y el desarrollo de la acción. Cuanto acontece en la narración ha de estar supeditado a ese rigor, a esa insalvable perspectiva.

Dentro de lo que puede lograrse en la brevedad de los cuentos de Daniel Gaitán, el creador de Nunca lo supe es lo que bien puede denominarse un cuentista atrapador de la atención del lector. Una admirable capacidad para el retrato de tipos excéntricos, la facultad de crear atmósferas y la captación de sutiles estados anímicos… Gaitán “empieza” el asunto, lo presenta en dos y tres palabras, sigue su desenvolvimiento y alcanza el desenlace. El lector leerá el cuento con fruición, incluyendo el suspenso, la originalidad del lenguaje y la originalidad de un texto insólito.

Si en la atrapadora narración aparecen las “palabras feas” que nos censuraban la maestra de la primaria y los padres en el hogar, aquí la respuesta es urgente y pertinente: “No hay malas palabras: es vuestro miedo el que las hace malas”. Con palabras que caen como espesas gotas de lacre sellando y resellando una verdad incontestable, lo ha dicho André Gide en su memorable novela El inmoralista.

Desde los tiempos de los dos más grandes maestros del género, el siemprevivo Maupassat y el in senescente Chejov, tanto en el comienzo como en el desarrollo la atracción ha de ser permanente, y Daniel Gaitán logra este arte y esta ciencia del cuento. En el cuento conviene suprimir las referencias sobre la luz de la luna y, en su lugar, decir qué efectos produce sobre el personaje.

El afortunado autor de Nunca lo supe emplea el lenguaje anticonvencional y sacude un mundo petrificado por la costumbre y el estomagante lugar común. Ha de reconocerse en él a un creador de ululante originalidad y a un escritor lleno de todo lo que es substancia literaria, en este turno narrativa.   

Bernardo Ezequiel Koremblit

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