Sarmiento y Henry Miller, paralelo insólito
por Guillermo R. Gagliardi

La frecuentación de las obras de HENRY MILLER (1891-1980), el fragmentario y rebelde novelista norteamericano, me deparó la lectura de una sugerente página de su “Noches de amor y alegría” (1955) sobre “el Hombre del Destino”.  Me evocó con admirable certeza, la figura histórica de DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888).

Escribe allí el autor de los controvertidos “Trópicos” que  este Hombre es el individuo “con grandeza que se iguala a las luchas sublimes de los hombres a quienes consideramos tipos superiores”. “Tiene cualidades heroicas”, “lucha a brazo partido con el destino, desafiándolo y burlándose de él al mismo tiempo”.

 

Ese “tipo” de soldado de la Civilización fue evidentemente el autor del “Facundo”. “Un ejemplo  de la maravillosa naturaleza humana”, elevado “por encima del patrón establecido, del individuo ordinario”. Estos valiosos conceptos aluden a la carácterística medular del polémico sanjuanino: la conciencia de su misión de Supremo Hacedor Argentino.

 

Con su fe insobornable en sí mismo. Con la fuerza torrencial de su genio combativo. “por su propia cuenta se comprometió a darlo todo”, “con el tremendo apetito de vida”.

 

Extraordinarios innovadores, abominaron de toda cadena, cerrojo o hipocresía. Vivieron pletóricamente. Creativos y originales en vida y obra.

 

“Los auténticos conductores del mundo son los Visionarios, los que despiertan a los demás”. Los Iluminadores, los que “tienen el Espíritu Santo en los intestinos”. La misión sarmientina consistió, empleando palabras millerianas, en “levantar del fango a su gente”, sacudiéndola “del estupor en que vegetaban como armiños o babosas”.

 

“Mi propósito, aun desde joven, era constituir una república. Así es que no he seguido la opinión pública, sino escrito, trabajado para dirigirla en una nueva senda” manifiesta Sarmiento en carta a Mary Mann (en 1866).

 

En su cautivante “Big Sur y las naranjas de Hieronimus Bosch” traza Miller el retrtao de un personaje proteico, de raíz sarmientesco, Ephraim Doner. “Espíritu amplio y turbulento”. Don Domingo, como el Maitre Ephraim (ob. cit., 2da. parte, cap. II). “Hay en él un estruendo, como el de la marejada en una concha vacía”. “Es y será siempre un dador incorregible”. Generosidad y voluntad militante hacia el Bien, capacidad inmensa de Creación y Evolución. Su espíritu vital se dirige absolutamente positivo “hacia todo lo capaz de desarrollo, bien sea una planta, un animal, un niño, un artista o una idea”. “Posee una superdotación de energía, una superabundancia de entusiasmo”. Se interesa vivamente por los demás. Profesa “un ardiente deseo de ser útil”.

 

Mr. Henry Valentine Miller  y Don Faustino Valentín Sarmiento.  Los aproxima asombrosamente el vigor multiforme de su personalidad y obra. La pasión vitalista omnipresente en actos y textos. El amor incondicional por la Libertad. La plasticidad sinfónica y el realismo vibrante de sus estilos literarios. El tono agresivo de sus denuncias, a veces regocijantes o exquisitamente tiernos.

 

Jamás rindieron culto a la mediocridad ni al conformismo. Solieron destacarse en el insulto procaz, la virulencia de sus ataques y hasta la soberbia.

 

Olímpicos desdeñosos de intereses y prejuicios. Con su verbo frecuentemente áspero y violento. Nos deslumbran porque su Grandeza radica en que inducen a confiar en la propia fuerza y voluntad, en la individual inteligencia y valor.

 

“El único modo en que alguien puede dirigirnos –medita el autor de “Sexus”- es restableciéndonos la fe en nuestra propia guía. Los hombres más grandes han reafirmado siempre este pensamiento”. Por ello el “hombre-guía” que encarnó el Presidente-Maestro, se inmoló en aras de la empresa consagratoria  de toda su vida: Educar al Soberano, dignificar la Vida Ciudadana.

 

Los significativos textos millerianos me han recordado la sagrada pasión por el Bien Público que profesó  tozudamente el autor de “La escuela ultrapampeana”. En cumplimiento de ello entregó cabalmente su ser entero, “la atención, las palabras, el sudor y la sangre”.

 

Ambos representaron íntegramente – según palabras del yanqui- “como semáforos en los períodos de oscuridad en que parecemos ir directamente a nuestra destrucción”.

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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