El “Niño eterno” en la vida y obra de Sarmiento y Tagore
Guillermo Ricardo Gagliardi

1.- SARMIENTO  y TAGORE  santifican en su vida y obra excepcionales, a la Mujer, el Árbol, el Libro, el Niño. Poseen  el ojo, la mano y la palabra de un Dios. Entusiastas de la Cultura del Espíritu. Santiniketán y Visva-Bharati, las Escuelas y Bibliotecas Populares, testimonian su credo humanista. Su ternura gigantesca,  su auténtica inclinación por el Bien de sus semejantes. Profesan un profundo, y práctico, amor por los sufrientes de pan, de justicia y de alfabeto. Quieren educar para la Libertad y la Sensibilidad ciudadanas.  

“Si queréis comenzar a educar a los hijos de los hombres, cultivad en vosotros el espíritu del niño eterno” (Tagore)

Tagore ejemplifica justamente esa continuidad en la línea estético-idealista de los artistas hindúes neo-románticos. Un Humanismo con base en el artista Ram Mohun Roy (1774-1833), racionalista moralizador. Vasanti, la niña de “El asceta” encarna la altura de esos ideales. Pues, como se define en “Tránsito”:  

“Sólo una parte de mi don está en este mundo; lo demás está en mis sueños”.   
Su ideario de perenne evolucionista, vasto y fértil, sostiene en “Aves errantes” que “El hombre es innatamente un niño, su poder es el poder de desarrollo”. 

“Debes actuar pensando sólo en el bien del mundo” preceptúa la “Bhagavad Gita” (cap. III, 20; trad. F. Tola). En su obra concretan “el Yoga de la acción”. Educar en el concepto sarmientino adquiere identidad de proceso ritual, de ceremonia y tarea sagrada, obediente a los principios del “Veda”. Impartir el Alfabeto es un “Dharma”, un Deber, una Bendición. Una tarea significativa de “sacri-ficio” según la prédica de Krishna: “el origen del sacrificio está en la acción”, “la acción, que tiene como fin el sacrificio” (“Bhagavad” loc. cit, estr. 14 y 9 resp.).

La altura del espíritu sarmientino, le permite captar la grandeza vital y la sublimidad de los caracteres, el sagrado gesto de la nobleza humana. El sufrimiento y el alivio del dolor, arrebatan su sentimiento más elevado, alimentan  su ética vitalista y humanitaria, cualifican su estilo caliente. Por ello observa y siente con gradual emoción en  su escrito “Acogida hecho a los emigrados” (10-10-1841, Obras completas, tomo 6, ‘Política argentina, 1841-1851):  

“Grande es el poder de la sensibilidad cuando el corazón se encuentra en presencia de la desgracia; bello es el espectáculo que ofrecen sus actos cuando se dirigen a aliviar el infortunio; pero cuando éste se engrandece con un origen noble, con tendencias simpáticas y con gloriosos recuerdos, el interés que inspira entonces es sublime, la mano que lo socorre es sagrada, y el alma que sabe medirlo es tan magnánima como la que lo padece”.

El ideal ético de la filantropía del amor al semejante, de la piedad por el desvalido, el socorro desinteresado en la desgracia, lo considera el  supremo valor, lo categoriza religiosamente. Esa es entonces, la axiología sarmientina: absolutamente cordial y cimeramente humanista-cristiana. Ejercitó ésta organizando el socorro a las víctimas  del accidente referido, en las nieves andinas. “Cristianismo real y bien aplicado”. (v. artículos posteriores “Sucesos de la cordillera, “Defensa de lo  anterior, 2 y 7-11-1841). El joven del Carrascal parte para incorporarse a las huestes de Gregorio Aráoz de Lamadrid, y se encuentra en la cordillera con los vencidos de Rodeo del Medio (24-9-1841) y  padeciendo  un terrible temporal. (A. Palcos valora como  ejemplar su actividad en Valparaíso y los Andes para ayudar a los hermanos sufrientes, en su “Sarmiento” ed. 1962, cap 2, apartado 4, p. 57).

Por su lirismo y belleza, el poema tagoriano  “La luna nueva” recuerda “La vida de Dominguito” (1886). El gran hombre, el santón poeta, y el educador y político sañudo, se hacen niños, se afinan para expresar:

“¡Ah! Si yo encontrara sosiego en un rincón del corazón de mi niño...”.

Se instalan felices en las estrellas cándidas y los risueños arcoiris del cosmos infantil. Entonces, sus plumas militantes, consagradas a las grandes causas humanas,  

“ofrendan cestas cargadas de brillantes y coloreados de juguetes”

2.- Uno de esos símbolos infantiles  significativos: la Higuera, síntesis de las horas contemplativas del niño indio. La higuera “vieja y desmelenada”, causa de maravillas en “La luna nueva”. Y  “aquella descolorida y nudosa”, signo de un tiempo familiar, colonial y  lugareño, de “Recuerdos de Provincia”. Las horas idas, del hogar paterno sanjuanino. Animada y vivificada por la memoria. Lee en sus corazones de niños, adquiere personalidad y abre las raíces  verdaderas del sentimiento.

La Higuera: el destino histórico de Domingo. El todo para hacer, feroz desafío, según la ve el Nobel mejicano Octavio Paz (1914-1998) en su “Libertad bajo palabra”. Llamado a la acción, promesa de “destierro y desierto”. Árbol santo para los hindúes, es el pipal, ficus religiosa (“¿Águila o Sol?” 1949-50,  poema “La higuera religiosa”, de su “Ladera Este” 1962-68, ambas en tomo 11 de las Obras de Paz), contiene el alma toda, fuego e ideas, de S. y T.

“Domingo, te quiero grande, te quiero fuerte” en el “Romance a la higuera de la patria”, (La Prensa, 11-09-1938) y en su “Bajo la higuera de Doña Paula”, (ídem, 19-09-1961, y en Cuad. Culturales de la Casa de S., a. 1, nª 1, San Juan, 1950) de su comprovinciano Antonio de la Torre. “La inmensa copa desbordante” responde a la imagen monumental de S., a su ingente tarea civilizadora. Ofrece correspondencia con su vida activa y benéfica para los destinos sudamericanos. Ese “vértigo” del poema de Paz, “y en él se erige y se mece y propaga” el evangelio sarmientino, “y lanza largas raíces” nos sugiere su teológica cruzada por educar al Soberano, la fortaleza radiante de su religión de la Escuela y el Libro, su culto al niño. La higuera soberbia, se prodiga luminosa como el pipal santo del budismo, “desata el nudo” de la Barbarie. Como el sacro árbol del Gautama, su obra se  desgaja noble en “cien mil hojas susurrantes” y ha dejado su impronta como el Supremo Hacedor Criollo.

3.- Tagore dibuja su apología de la Alegría como Fuerza Primordial, como Creación y como Servicio. Entona su Himno a la alegría de los Niños. Alaba y valora la vida: 

“Vi que la vida (es) servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”. “infinita luz de la alegría procedente del amplio amor que es todo el mundo”.

Ansía la comunión con todo lo Creado, en ello estriba la Felicidad.

El viejo sanjuanino, todo corazón, se derrama en este grito de Zonda, el más suyo y más sentido, su Evangelio (Obras, tomo 48, “La escuela sin la religión de mi mujer”):  

“Dejad que los niños se acerquen a mí. Reclamo mi propiedad! Era aquella frase y es el emblema de mi enseñanza. Cuarenta veces la repetí en cuarenta años de enseñar, y escribir enseñando!”

Invoca sus dioses penates: el grabado de Jenue, y el boceto de la Escuela de Chivilcoy del “Sinite párvulos” bíblico:

“No! No me quiten a mi adoración, mi abogado a la hora de la muerte, mi maestro(...). Cuando me afligen las punzadas terribles que sufro por la educación de los párvulos, si levanto los ojos encuentro a estos mis Lares  que me consuelan  

Veraz y sincero hasta la temeridad:  

No cuento milagros, sino que viví siempre rodeado de pequeñuelos, por amor a la Cultura del espíritu”.

Declárase uno de los Verdaderos Apóstoles, que ha hecho  resonar “en las alturas del mundo la voz de Jesús, a través de la  Inspiración o realización de actividades cristianas: escuelas, catecismos, traducciones, bibliotecas, leyes igualitarias ara todos los ciudadanos, discursos y actos de promoción de actividades industriales para pobres y desamparados, etc. Siempre  persiguiendo, como admite, coincidente, el bengalí: “una personalidad sanguínea, robusta y capaz”.

“Las vicisitudes de la educación”, “El problema de la educación”, “La escuela del poeta”, “La universidad hindú”, “La unidad de la instrucción”, son jalones de la obra pedagógica universalista, a la vez fuertemente nacional del indio. Equivalentes en fuerza de concreción y fervor, con “Educación Popular”, “Educar al Soberano”, “Educación Común”, “Las escuelas base de la prosperidad y la república”, del argentino. Ellos consideraban “Causa Santa” a estos afanes trascendentes. Constituyeron un Martirologio para sus vidas tan ricas.

Veo muy bien que el error consiste en juzgar a los escolares según criterios que se aplican a los adultos, olvidando que un niño es vivo y móvil como el agua que corre”.

Son estos dorados conceptos de Tagore en su “Recuerdos de mi vida” (cap. XII: “El Profesor”) que también suscribiría don Domingo, seguramente. Pues ellos inculcaron un nuevo sentido a la Escuela: formación de la sensibilidad y el carácter moral, preparación para el trabajo productivo comunitario, conocimiento del medio y su armonización con la vida individual y nacional, pedagogía experiencial y didáctica personalizadora y socializadora. Los adorables crepúsculos bengalíes habíanle sugerido al poeta, adosar otro principio a su  didáctica: la armonía e iluminación del silencio, su semántica de lo numinoso:  

“Hay una enorme profundidad de sentimiento y amplitud de paz en una puesta de sol de Bengala...”, “silencio elocuente y divino se cierne sobre la tierra y las aguas”, “Luz melancólica y música solemne del silencio”. (Natore, 2 de diciembre de 1892).

4.- Confiaba Sarmiento a Sarratea que “Tantos bienes he podido asegurar, que los males quedarán en la sombra” (carta de 1874).  Dos años atrás habíase definido ante Terrero: “Creo ser la suerte de los hombres que han trabajado largos años por el bien de todos” . Definitivamente deseaba concretar, contra viento y marea, con un esfuerzo de Titán e innúmeras incomprensiones,  el programa político-económico de la ideología Iluminista, materializar en hechos palpables y duraderos el mito de la Felicidad Universal. Ocupándose de temas candentes  y con perspectivas nuevas, modernizadoras, expresadas en su “lenguaje brusco y de soldado” según advierte en “Las ciento y una” (carta 5ª). Escribe a David Peña: “Llevo el último pasaporte admisible porque está escrito en todas las lenguas: servir a la humanidad (...); trato de reunir muchos egoísmos, muchos dialectos, en una sola masa homogénea” (1888).

Afianzar el remo de la paz en el mundo fue su objetivo esencial. Por ello Sarmiento opina que “Los gobiernos son una familia humana que debe estar en contacto, en relación diaria, si es posible”. “Nosotros tenemos como Nación deberes para con las otras naciones y deberes para con nosotros mismos” (Obras, tomo 20, 1876).

Cultor de la Civilización de Laksmi, diosa india de la Belleza y la Suerte. Detractor encarnizado de la Barbarie de Sakti, la fuerza aniquiladora. Tagore profesa un particular concepto de la Barbarie: “¡Mucho mejor quisiera ser un Beduino Árabe!”, porque siente y quiere más “Una hermosa, saludable, fuerte y libre barbarie” y abomina, según declara ya en 1892, de una civilización falsa, que aherroja el alma y limita a la persona humana.  En su artículo “La insurrección de la India” (Obras, tomo 26, 1857), el Polifemo cuyano considera que “Fue la India el origen y el estímulo de las civilizaciones, y por llegar a los países de las especias, el oro, los diamantes y la seda, Alejandro, Vasco da Gama y Colón ensancharon los dominios del mundo civilizado”.

Asimismo no menos honda fue la vocación tagoriana por la Hermandad universal. En “Discurso presidencial” y en “La crisis de la civilización”. En “Cerrilismo” y “El conflicto de las razas”. El indio combate la Barbarie anárquica y el chauvinismo destructor con el mismo ardor sarmientino. Y cree en su “jibandebata”, su “daimon socrático”, el numen que determina los actos de su vida tan fértil y su memorable prédica de reforma espiritual y de prestar frecuentemente el oído al llamado del Destino y a la realización del Yo “que monta en mis espaldas” enlazado con el Nosotros. De tal manera, piensa en “Gitanjali” halla terreno de realización la Fe del Hombre: “la realidad es creación, y (...) la realidad humana ha de ser sacada de su profunda oscuridad por la fe del hombre, que es creativa”. Sus saberes, en S. y  en T., son siempre personales y emocionales, en la línea de un fuerte personalismo universalista, de un vigoroso espiritualismo y un no menos constructivo patriotismo pasionalista.

Según piensa magistralmente Tagore:  

“Los que traen algún especial mensaje de Dios son como aquel niño: siempre que obtengan amor y devoción será para un fin más alto que para su mero goce. No sólo el amor, sino también los golpes y los insultos, el abandono y el rechazo caen sobre ellos no para hacerlos polvo sino para encender sus vidas en una llamarada más refulgente”.  (texto revelador como clave de la genialidad y la figura histórica de ambos grandes hombres, incluido en “Tagore en las barrancas de San Isidro”, 1961 de Victoria Ocampo).

Ellos nos han legado una riquísima herencia de “Bodhisatvas”, espíritus luminosos, que debemos recoger, ahondar y honrar.

Breve bibliografía ilustrativa: 

 

O. SVANASCINI ( ‘Introducción’ a “Aves errantes” de Tagore, Kraft, 1953, trad. H. L. Charles)

M.A. Fernández (“El tema del hombre en Sarmiento”, ‘Humanidades’, Univ. Nac. La Plata, tomo 37 v. 2, 1961, p. 291-324).                                    

J. Ortega y Gasset (“Un poeta indo”, ‘El Sol’, 27-1, 3-2 y 31-3-1918, y en sus ‘Obras Completas’ Alianza, tomo 3, p. 13-24).

J. V. González (“R.Tagore”, en sus Obras Completas, Univ. La Plata, t. XX, 1936)

L. del Greco (“Las aristas de Sarmiento ocultaban una ternura material”, en su ‘Repiques de campana’ Bases, 1969, p. 131-133)                 

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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