Las banderas de  Sarmiento y Francisco Romero  
Por Guillermo R. Gagliardi

1.- Valoración inicial.

 

Un maestro intensamente  Humanista. Formador espiritual. Comunicador e Incitador del Saber. Recibe valiosa inspiración en el  Pensamiento de  Eduard Spranger (1882-1963, el pedagogo y pensador autor de “Cultura y Educación”, “El educador nato”, etc.), de Wilhelm Dilthey (1833-1911, fundamentador de las “Ciencias del Espíritu” como estudio de la realidad social, Romero lo introdujo  en el ámbito hispánico, con sus múltiples cursos, ensayos y conferencias desde 1933),  de Max Scheler (1874-1928), entre otros ilustres. Ello significó básicamente don FRANCISCO ROMERO (1891-1962)  en la historia de nuestra Cultura.

 

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888). Concepto pragmático del Maestro como Instructor de la vida democrática.  Introductor del Progreso en   Hispanoamérica. Rinde fervoroso culto a las enseñanzas del científico y político norteamericano Benjamin Franklin (1706-1790, fundador de la Primera Biblioteca Pública en Filadelfia, impresor, incitador de toda acción innovadora y útil para la sociedad), anuncia a John Dewey, el pedagogo “instrumentalista” que entiende a las Escuelas como reconstructoras del orden social (1859-1952) y de duradera influencia con sus adelantadas ideas sobre Democracia, Experiencia y Educación, etc.. Luego la pedagogía sarmientina se espiritualiza. Luce la impronta yanqui, pero se cristianiza: Jesús, el Maestro/ los niños, sus discípulos. 

 

2.- La persona: Deber y Conducta.

 

Francisco estudió (1910-1917) en el Colegio Militar de la Nación, fundado por Sarmiento Presidente en 1869. Escribió algunas poesías sobre su estadía en él.  En  “Recuerdo de mis maestros” (publicado en Córdoba, en 1954),  evoca la excelsitud de ánimo de éstos. Refiere emocionado la magistral calificación del Gral. Enrique C. A. Mosconi (ingeniero militar, 1877-1940) y de los maestros Alejandro Korn,  el filósofo y psiquiatra de “La libertad creadora” a quien sucedería   en la Cátedra de Metafísica en la Universidad Nacional de Buenos Aires, y José Alfredo Ferreira (el maestro y abogado, fundador de escuelas y bibliotecas en todo el país, 1862-1938) . Concluye con una síntesis que memora, por supuesto, al genial autor de “Facundo”, como su Inspirador.

 

Reconoce “la suprema realidad del espíritu, que es inteligencia y acción encaminados hacia el Bien”. Por ello llamó a don Domingo “el Caudillo del Bien”, el “Hacedor” Supremo Sudamericano.

 

Francisco y Faustino entendieron la vida como Creación, Energía y Entrega, en grado superlativo, y hasta el desborde. Aquél en su “Filosofía de la Persona” señala claramente a la manifestación personal como “auto-posesión” y “auto-dominio” y por el ejercicio de los mismos alcanza la Trascendencia, se adscribe a un orden supra individual.  El Yo napoleónico del político del Zonda diverge en ello con la del profesor, contemplativo y hondo en sus enseñanzas. Uno, un Huracán de iniciativas progresistas;  el otro, un alentador, sereno, silencioso, de vocaciones. El “deber de conciencia“ y  el acuciante  imperativo “de conducta”, tal como los enuncia el ensayista en su libro citado,  siempre vigentes en la acción y mensajes de ambos.

 

El alma “grande, y noble y generosa” para quien “la vida es un combate, que es una guerra”. Expresan sus versos “A mis compañeros de la Sección de Ingenieros” (1911).

 

En el sanjuanino destella

 

“este brío tenaz y este ardimiento

con que su voz, sin vacilar levanta”

 

(Véase J. C. Torchia Estrada, “F.R: hacia la filosofía”, en rev. Interamericana de Bibliografía, 1981, cit. Por J. L. Speroni y otros, “El pensamiento de F. R.”, 2001, p. 94). 

 

3.-Creación y acción.

El belicoso  periodista de “Las ciento y una” aludía y explicaba su “látigo”, su estilo de bisturí, que implica golpes contundentes contra el pensamiento colonial y los prejuicios oligárquicos.

 

El capitán-filósofo, “Caudillo del Saber”,  admitía necesitar  “del sable para cortar muchos prejuicios y malas pasiones” (según referencia del médico-humanista Osvaldo Loudet, en Speroni, ob. cit., p 105).

 

Como S., con su pasión por fundar Escuelas y Bibliotecas Populares, por difundir entusiastamente traducciones entre los pueblos latinoamericanos, sobre obras científicas valiosas, Don Francisco proyecta en carta a Alberto Rougés (en 1938) establecer “un gran depósito de libros, folletos, revistas” que a través de sucursales de Correos, escuelas y otras sociedades útiles se fomentaría su préstamo popular. (F. Romero: “Sobre las bibliotecas familiares”, “Negro sobre blanco”, nov. 1958, n° 8, 3° época, p. 38-39; y su “Sarmiento y la instrucción pública extra-escolar”, en “S. y la educación pública”, varios autores, 1962).).

 

El estilo del autor de “Recuerdos de Provincia” y de “Viajes”, acusa rasgos divergentes, que él mismo analiza en una de sus cartas. Entre ellos, el tono “severo, lógico, circunspecto”. La pluma racional, hábil para la discusión seria, fundamentada, con Andrés Bello, Salvador M.  del Carril, Martín Piñero, “el viejo” Vélez, el diálogo responsable y sesudo por la instalación de la “nomocracia”  representativa, la reforma ortográfica, la difusión de las bibliotecas y escuelas populares, etc.

 

También integran el rico tesoro sarmientesco, su proteico tintero, la santa pluma, encomiástica de los buenos ejemplos, del Deán Funes, el Gral. José María Paz, Abraham Lincoln, Horace Mann... La terrible escritura, para destruir a los malvados poderosos; la  burlona, aristofanesca, para los tontos y cortos de entendederas. Y la otra, que le sirve como arma de combate contra los sofistas, para los hipócritas y desvergonzados,  sin miramientos, “un látigo, y uso de él sin piedad”.

 

4.- América.

             

La Comisión para traducción libresca que impulsa Sarmiento. Empresa importante por su influencia, como la Biblioteca Filosófica de editorial Losada, que fundara y organizara  Romero, así como la revista “Realidad”. Por su amor, sarmientino por esencia, a la Cultura, en la práctica y en la Teoría (“F. R.: “El hombre y la cultura”, 1950; F.R.: “Los libros eternos”, “La Nación”, jul. 1956; A. Rougés, “Correspondencia  1908-1945”, 1999).

 

Así como el  Sísifo cuyano, desde sus primeras polémicas en territorio chileno, propulsó el surgimiento de una  literatura genuinamente americana, afirmadora  de nuestra Identidad, individual y colectiva (contenida principalmente en los dos primeros tomos de sus “Obras Completas”, llamados “Artículos críticos y literarios”), Romero, un siglo después, propugna  iguales conceptos para el ejercicio de una auténtica Filosofía Americana, un pensamiento peculiarmente nuestro, diferenciado.

 

Como el provinciano funda diarios y escribe “Vida de Aldao” o “el Chacho”, el español de origen, inaugura en el Colegio Libre de Estudios Superiores (donde enseñó desde 1931) la cátedra “Alejandro Korn” con “el propósito social  de difundir el Pensamiento” y la intención noble de fundamentar una especulación Americanista.

 

El “Yo” sarmientino es acto, es ético-práctico, es fichteano, en su capacidad de despliegue y de combatiente contra el “Abstoss”: la oposición (los políticos, la herencia colonial hispánica, las características del indígena..).

 

Domingo brega por construir el “No-Yo”, que haga posible el ejercicio de su YO. Así caracteriza Romero en su “Don Quijote y Fichte” (1947, incluido en su obra “Ideas y Figuras”), la nuez de Sarmiento, el idealista romántico. (léase A. P. Carpio, “Una coincidencia de fondo”, en J. L. Speroni, “El pensam. de F. R.”, Edivern, 2001, p. 185).

 

Sarmiento significa para Francisco Romero el pensador activo, “operante” que a la altura mayor de Benedetto  Croce y Ortega y Gasset, “el hombre que despierta” preocupación social y política. El que motiva y realiza (“O. y Gasset y el problema de la jefatura espiritual”, 1956).

 

Figuras  centrales, de fuerte  entidad e  influjo  incesante. Grandes ríos fertilizantes: a esa cimera categoría pertenece nuestro maestro-político.  

Su vigor y energía, física y espiritual, aumentan sus actos e ideas, programa  vital, afirmación y creación. Una politica superior, de Promoción del Hombre y del Ciudadano. (léase “Periplo y eclipse de F. Romero”, Oscar Terán, La Biblioteca, n° 2-3, invierno 2005).
 

 

5.-Pensamiento y acción.

Nunca caen en la Desesperanza ni declinan en la visión Apocalíptica. Pero también coinciden  en “la manía de andar a caza del porqué de las cosas” (según confiesa el autor de “Viajes por Europa, África y América”, en carta a Manuel Montt, 1847, desde Gotinga; cito por ed. Hachette, tomo II, p. 257).

 

Este buscar el porqué de las cosas  define  la vocación especulativa  del genio sanjuanino. A pesar de  su aparente extroversión, de su Grito innovador,  Don Domingo  se distingue por estar frecuentemente preocupado por la razón de la existencia. Con una tendencia de observación minuciosa del comportamiento humano, que pudo analizar en distintos puntos del mundo, en sus aspectos psicológicos y sociales (N. Márquez: “Lección de S. y esencia filosófica de sus ideas”, en Boletín S. n° 1, 1953).

 

El luchador de “Las ciento y una” estaba dotado de una gran intuición, un mayúsculo poder de Profecía, sobre hechos argentinos y universales. Reflexivo y de fina sensibilidad, este buscar el ser de la cosas, su ahondar parmenídeo en el pasado y presente de las razas humanas para inferir características del porvenir, constituye una clara actitud “teorética” ( “Conflicto y armonía de las Razas en América”, 1883, 2 tomos, p. ej.). Y todo observa, posee múltiples intereses y aptitudes intelectuales. 

 

Manifiesta singular  “apetito del Universo” (“soy un devorador de panoramas” dice  Faustino). Esa “Mirada infantil”, marca el  origen de la Filosofía, según estudia Karl Jaspers (1883-1969): el asombro, sobre todo ante los espectáculos de la Naturaleza, subraya la condición específica del intelectual (Ortega: “La rebelión de las masas”, “Qué es filosofía”). El extrañamiento, ese maravillarse, lo lleva por el Mundo con la embriaguez de un Visionario.  

 

La concentración permanente, la investigación abstracta y la enseñanza universitaria, por su parte, destacan la inteligencia, centrípeta, de Romero. No obstante lo cual no desatiende su entorno, el destino del país, la política nacional y dedica horas sagradas del estudio a la prédica Liberal, a la crítica de las Tiranías, a la estructuración de una Filosofía del nuevo Continente (“Reflexiones sobre la Libertad Política”, “Las ideas de Rivadavia”,  “Sobre la Filosofía  en América”, etc.).

 

En definitiva, ambos han sido, sin titubeos y nítidamente, como se autocalifica Sarmiento, “siempre, una máquina de pensar, absorbiendo este trabajo incesante del espíritu” todos sus días pletóricos de iniciativas, inquietudes y reflexiones. (“Sarmiento-Mitre. Correspondencia, 1846-1888”, Museo Mitre, 1911, p. 133). 

 

6.-Valoración final.

 

Francisco Romero concibe la Ética de la Gracia y del Desinterés, lo que atribuimos a la epopeya política y pedagógica, Civilizatoria, por antonomasia, de la Gesta Sarmientina. Profeta y Héroe, sus actos extraordinarios han de ser medidos desde la vara romeriana de la concepción filosófica. Entifica la moral sarmientina de la Trascendencia: sacro-oficio, sacrificio, que   va más allá de lo individual y subjetivo. (“Rev. Cubana de Filosofía”, v.2, n° 9, 1951, estudios de A. Mendoza, H. Piñera y otros). 

 

Espíritu que se abre a los otros, que se proyecta noblemente al Cosmos. Ímpetu avasallante hacia el Bien de los demás, desde la Responsabilidad y la Dignidad del Gobernante, al estilo  de la  Romanidad Antigua (Catón, Cicerón, Demóstenes...). Configuración del ethos sarmientino: arquetipo del Hombre Superior Occidental, como  lo analiza luminosamente Romero en su “Meditación de Occidente” (rev. “Realidad”, n° 7, 1948 y en su “Filósofos y problemas”, 1947): el ser afirmativo, de conquista y a su vez  armónico con los ideales colectivos, en el caso  de S., Conquistador y Fundador-Organizador de la Nacionalidad. (Marcos Victoria: “F. R., un Civilizador”, en “Argentina Libre”, 30-4-1942; J. R. Barcos: “S., el Civilizador. Hacia una reconstrucción del Espíritu argentino”, Zamora, 1961).

 

Sarmiento  encarna,  instalado desde esta perspectiva,  la figura Clásica del Gobernante-Filósofo, del Estadista con principios cartesianos y liberales, que fueron vectores  fundamentales de su verbo y brazo político, férreos. Cualidades que ilustran marcadamente una antropología que aúna Pragmatismo y Futurismo, genuino despliegue de la Persona Humana según teoriza Romero. (En su magistral “Filosofía de la persona”, 1° ed., Radio Popular, 1938, 31 p., luego en “Fil. de la persona y otros ensayos de filosofía”, 1961).

 

Siguiendo la exposición de F. Miró Quesada en su “Reyes filósofos y timófilos” (“Escritos de Flosofía”, v. 17-18, 1986, Academia Nacional de Ciencias, Buenos Aires), el autor de “La escuela ultrapampeana” cumple el perfil, no menos profundo en su temperamento e ideas-fuerza, del ejecutivo “timófilo”.

 

Ambicioso y responsable de una voluntad de gloria y de mando inclaudicables. Romano constitucional. Siente el Deber y la Majestuosidad de la Función Pública, desde su esencial eticidad clásica y su Iluminismo, ideario reformador y modernista.

Auténtica encarnación de lo que Max Weber (el sesudo sociólogo alemán, 1864-1920) estudia puntualmente como “dominación racional y carismática” (en su “Economía y Sociedad”, ed. póstuma 1922, 1° parte, cap. III, 2° parte, cap. IX).

 

El  riguroso epistemólogo  Mario Bunge evalúa justamente esta Grandeza del filósofo sevillano, devenido en  meritorio  intelectual argentino al fijar que la misma “reside en su actuación”, la enseñanza universitaria  con el clarísimo objetivo, noble y continuado, de que “muchos jóvenes de toda Latinoamérica”,  en primera y fundamental instancia, “persistiesen  en su amor por la más fascinante y ambivalente de todas las indisciplinas. A que se formasen una amplia cultura”. Y consecuente con su ideario de raíz sarmientina, incitador de la autonomía de espíritu, libertario y transformador, con palabras valiosas de Bunge: “a que no se hicieran cómplices del poder arbitrario”. (M. B.: “GrupoBunge. Filosofía y Ciencia”, digital).

 

Evidentemente, de modo pasional y sincerísimo, el sanguíneo Romero aplaude estas expresiones sarmientinas: “No se gobierna con armas, sino con inteligencia” (“Banquete en Chile”, 5-4-1884, “Obras Completas”, tomo XXII: “Discursos Populares”, 2do. Volumen, edit. Luz del Día, 1951, p. 231;  y  ed. 2001, Univ. Nac. La Matanza). Asiente con las mismas, pues reflejan su sentir e identifican su intelectualismo y su concepción democrático-republicana de la Historia Nacional, su adhesión plena a la “Línea Mayo-Caseros”: “Rosas –sostiene el sanjuanino- era el gobierno americano, individual, popular, plebeyo. Lo vencimos en  treinta años de combates, no con las espadas brillantes de  los Lavalle, Lamadrid y Paz, sino con  inteligencias superiores, con la prensa libre de Chile, con ideas” (ídem, p 233).

 

¡Debemos izar diariamente estas sublimes Banderas que agitaron fértilmente Sarmiento y Romero!.

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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