La enfermería según Sarmiento y Whitman
por Guillermo R. Gagliardi

Estos geniales escritores del Nuevo Mundo, el argentino DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888) y el norteamericano WALT WHITMAN (1819-1892), cantaron con impetuosidad de inspiración y al modo de Himnos de ritmo bíblico, a la Alegría de Vivir, al movimiento del Progreso humano, a la lucha fructífera por el Bien y al Amor intensamente humanizador.

Ambos ostentaron, como en los versos portentosos del yanqui:

"¡Oh la alegría de un yo viril!
No inclinarse ante nadie,
Ante ningún tirano conocido o desconocido....
Mirar con relampagueante mirada,
Hablar con voz llena y sonora surgida de un pecho amplio".

El político y maestro sanjuanino, por su parte, encarnó como pocos y anunció, asombrosamente anticipador, la "jubilosa acción" y "la belleza de la independencia", de su "camarada" del Norte. 

Personales y vitales extremados, ambicionaron "¡afrontar la vida como poderoso conquistador!" según justa expresión del bardo de Camdem.

Historia de la Enfermería 

Seres libérrimos, constructivos demócratas y fervorosos Libertadores, los hermanamos en el alto sentido humanitario de sus acciones e ideas. Creyeron en la República, dignificadora del Ciudadano, y en el Amor como principio de cohesión universal, de Fraternidad. Comprobamos su vocación humanista. En el autor de "Facundo", cuando en 1844 cuidó con dedicación ejemplar a su amigo Manuel J. Quiroga Rosas en Chile, o cuando actuó en auxilio pronto y efectivo de víctimas de terremotos y tormentas en territorio sanjuanino, en La Rioja, en Chile, o, siempre, con igual fervor sacramental, ejerciendo el magisterio de la Instrucción Popular, promoviendo con el fuego de un Profeta, las artes y oficios útiles para los más humildes; el mimbre, la cría del gusano de seda, el establecimiento de colonias agrícolas, el conocimiento y aplicación de los seguros de vida, la propagación de las Bibliotecas Populares. (léase "Sarmiento enfermero" por A. Palcos, en su obra biográfica e interpretativa sobre nuestro hombre público, 1938, en su 4ta. ed., 1962).

Y en el autor de "Song of Myself" ("Canto a mí mismo"), extraordinario Enfermero en los días aciagos de la Guerra de Secesión (1861-1865), curando con su "presencia balsámica", fundamentalísima, y con la afectuosidad de sus palabras y el cariño filial de sus gestos. 

El intelectual vienés Stefan Zweig (1881-1942) ha recordado positivamente el trabajo noble de la asistencia a los desvalidos por parte de Whitman, en carta al Nobel francés Romain Rolland (1866-1944), durante la Primera Guerra Mundial ("Carta a los amigos", ed. 1988, epístolas del mes de octubre 1914). Expresa el vigoroso Walt en su poema "El curador de heridas":

"Excitado y colérico, había pensado llamar a rebato e insistir en una guerra sin cuartel,
mas pronto flaquearon mis dedos, incliné el rostro y me resigné
a sentarme junto a los heridos para consolarlos...

Llevando los vendajes, el agua y la esponja, 
me voy al punto y con presteza a mis heridos,
allá donde yacen en el suelo después de la batalla...

O las hileras de la tienda-hospital, o al hospital bajo techado,
vuelvo a las largas hileras de camillas y las recorro de arriba abajo,
me llego a todas sucesivamente, no paso a ninguna por alto...

Sigo adelante, me detengo,
a curar las heridas, de rodillas y con mano firme,
soy enérgico con todos....

El fémur fracturado, la rodilla, la herida del vientre,
todo esto y algo más yo curo con manos impasibles (pero en mi pecho, un fuego, una llama que consume)...

Así en silencio, en las proyecciones de los sueños,
regreso, continúo, me abro paso en los hospitales,
calmo con manos acariciadoras a los enfermos y heridos..".

Así comenzó sus visitas, en 1861-62 a los hospitales de campaña, como prototipo del enfermero militar, sobre todo humanismo. Según lo relata, en su "Specimen Days in America", descripción de su accionar curativo en el frente de batalla, entre angustia y dolores indecibles, y también soberana filosofía de la Enfermería, publicado en 1883, en algunos de sus vibrantes capítulos: "En el frente de batalla", "Mis preparativos para las visitas", "Enfermeras militares", etc., (ed. traducida por Concha Zardoya; también C. Montoliu, "W.W, el hombre y su obra" 1943, cap. "Afirmación en la lucha. El misterio de la piedad", p. 45-55).-

Ética de la profesión de Enfermería

 

En su artículo de "El Mercurio" (1842, incluido en el tomo I de sus Obras Completas), Sarmiento califica a la misión de la Enfermería como sustancialmente religiosa, servidora de los hombres (praxis encarnada y terrenal) y de Dios (raíz de su trascendencia, su verticalidad espiritual, metafísica). Ejemplo de ello considera a las Hermanas de Caridad y a las Ursulinas. Ambas órdenes han prestado a la humanidad doliente, los auxilios médicos para el cuerpo y el espíritu, las dos inescindibles áreas de la existencia del hombre.

"Sólo la exquisita sensibilidad de la mujer" puede aplicarse a "aquellas delicadas atenciones, poniendo al servicio de la desgracia la tierna y materna oficiosidad de su sexo". La enseñanza de los niños y el cuidado de los enfermos, constituyen en su aguda óptica, dos actividades a las que la mujer está llamada a ejercer (Vocación, llamado a la acción) por naturaleza, por marcar la esencia de su alma. Anhela ver convertidos a los Hospitales en "verdaderas casas de consuelo y de alivio para los desgraciados".

"Cada grande progreso humano tiene al frente la presencia y la acción de una mujer....Una niña se presenta en la escena, y con la voz del ave canora, que lleva su nombre, miss Nightingale, interpone su acción, no estorba que se lancen misiles mortíferos, sino que pide que la dejen con sus imitadoras, libres de curar las heridas y remendar los pedazos de hombres mutilados o estropeados que deja vivos la metralla. La Cruz Roja es una institución moderna, femenil de inspiración y sentimiento, y que creó las asociaciones de caridad de damas y caballeros durante la guerra de los Estados Unidos. Desde entonces, un millón de hombres han salvado de las garras de infalible muerte, y el derecho de gentes reconoce a la Cruz Roja como beligerante en los campos de batalla" (Obras, tomo 46, "La mujer en los Estados Unidos"). 

En su entusiasta y multiforme "Las escuelas, base de la prosperidad y la República en los Estados Unidos" ( (1865) muestra Don Domingo el valor del Espíritu de Caridad y de Patriotismo, asociados a la Guerra de Crimea (1854-1856) y rinde homenaje a un Apóstol de la Enfermería de nivel mundial, a "la Dama de la Lámpara": "Una mujer inglesa, Mrs. Nightingale, de piadosa memoria, inició con su ejemplo el movimiento de la caridad democrática, popular, patriótica...". 

En su escrito sobre la mujer norteamericana (ya cit., tomo 46) diseña su apología considerándola como arquetipo de la trascendental labor femenina en la historia: "Una niña se presenta en la escena y con la voz del ave canora que lleva su nombre M. Nightingale, interpone su acción...; pide que la dejen con sus imitadoras, libre, de curar heridas y remendar los pedazos de hombres mutilados o estropeados, que deja vivos la metralla". 

Las discípulas de la filántropa Florence Nightingale (1820-1910) se consagran como "santas mujeres", organizadas y guiadas por principios cristianos de aplicación precisa e ineludible: "Las ciudades del norte (de los Estados Unidos) se organizaron en un cuerpo para proveer a las necesidades del soldado, curar sus heridas, refrescar sus alimentos, recogerlo cuando se extraviaba, vestirlo y abrigarlo" (Obras, tomo 30).

En su artículo "Colegio de las Monjas francesas" (1843, Obras, tomo 4) insiste nuestro escritor en el tema de la natural tendencia femenina a la Enseñanza y la tarea de Asistencia a los Enfermos. Y exalta particularmente la transformación de los Monasterios galos de la época, en corporaciones que participan del movimiento de la sociedad, "casas de educación" y "casas de asilo a hermanas que consagraban sus días, su existencia, al alivio de la humanidad doliente". Reflexiona en consecuencia: "¡La educación de la infancia y el alivio de los enfermos!. Dos misiones de la mujer, a cual de las dos más digna de las recompensas de los hombres y de la divinidad". 

Enfatiza la naturaleza social y religiosa de estas actividades; "¡Cuánto deben los pueblos a estas instituciones de las hermanas de la caridad y de las monjas dedicadas a la enseñanza". Tareas de la mujer, que confirman su piedad y religiosidad, su labor moralizadora, virtudes esenciales de su sexo (ver "M. A. Herrera Bustos: "Un aspecto discutido de la vida de S.", cap. III: ‘Las Hermanas de Caridad’, ed. 1963, San Juan).

Whitman evalúa la entidad modélica de estas enfermeras, ante el peligro bélico y el dolor cruento, y sobre todo por su empiria calificada, que implica ciencia y conciencia sólidas: "el tacto mágico de sus manos, los rasgos característicos de la madre de familia, la calma que irradian su persona, sus palabras... son cualidades preciosas y suficientes". "En mis visitas a los hospitales he notado que, por el simple efecto de mi presencia personal irradiando en torno mío una sana alegría, y el magnetismo humano, llegaba a ser útil a los enfermos".

El autor de "Perspectivas democráticas" y "Canto de las ocupaciones" creía que las mujeres debían "dejar de lado los juguetes y ficciones y lanzarse, a igual de los hombres, en medio de la vida real, tempestuosa y libre.

Como Sarmiento, esta construcción de una ética singular de la profesión, se estructura con su soberbia moral y Filosofía del Hombre; antropología realista, yo ejecutivo y orientado al porvenir, pragmático, con una fortísima base y línea vectorial espiritualista, absolutamente apoyada en la Fe. Orientada arrolladoramente, por su Literatura y su Acción integradas, hacia la Esperanza.

En el Infierno de la Enfermedad, el Enfermero luce, Presencia y Acción Terapéuticas, santificación de la Salud, Deificación del Bien.

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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