En su artículo de "El Mercurio" (1842, incluido en el tomo I de sus Obras Completas), Sarmiento califica a la misión de la Enfermería como sustancialmente religiosa, servidora de los hombres (praxis encarnada y terrenal) y de Dios (raíz de su trascendencia, su verticalidad espiritual, metafísica). Ejemplo de ello considera a las Hermanas de Caridad y a las Ursulinas. Ambas órdenes han prestado a la humanidad doliente, los auxilios médicos para el cuerpo y el espíritu, las dos inescindibles áreas de la existencia del hombre.
"Sólo la exquisita sensibilidad de la mujer" puede aplicarse a "aquellas delicadas atenciones, poniendo al servicio de la desgracia la tierna y materna oficiosidad de su sexo". La enseñanza de los niños y el cuidado de los enfermos, constituyen en su aguda óptica, dos actividades a las que la mujer está llamada a ejercer (Vocación, llamado a la acción) por naturaleza, por marcar la esencia de su alma. Anhela ver convertidos a los Hospitales en "verdaderas casas de consuelo y de alivio para los desgraciados".
"Cada grande progreso humano tiene al frente la presencia y la acción de una mujer....Una niña se presenta en la escena, y con la voz del ave canora, que lleva su nombre, miss Nightingale, interpone su acción, no estorba que se lancen misiles mortíferos, sino que pide que la dejen con sus imitadoras, libres de curar las heridas y remendar los pedazos de hombres mutilados o estropeados que deja vivos la metralla. La Cruz Roja es una institución moderna, femenil de inspiración y sentimiento, y que creó las asociaciones de caridad de damas y caballeros durante la guerra de los Estados Unidos. Desde entonces, un millón de hombres han salvado de las garras de infalible muerte, y el derecho de gentes reconoce a la Cruz Roja como beligerante en los campos de batalla" (Obras, tomo 46, "La mujer en los Estados Unidos").
En su entusiasta y multiforme "Las escuelas, base de la prosperidad y la República en los Estados Unidos" ( (1865) muestra Don Domingo el valor del Espíritu de Caridad y de Patriotismo, asociados a la Guerra de Crimea (1854-1856) y rinde homenaje a un Apóstol de la Enfermería de nivel mundial, a "la Dama de la Lámpara": "Una mujer inglesa, Mrs. Nightingale, de piadosa memoria, inició con su ejemplo el movimiento de la caridad democrática, popular, patriótica...".
En su escrito sobre la mujer norteamericana (ya cit., tomo 46) diseña su apología considerándola como arquetipo de la trascendental labor femenina en la historia: "Una niña se presenta en la escena y con la voz del ave canora que lleva su nombre M. Nightingale, interpone su acción...; pide que la dejen con sus imitadoras, libre, de curar heridas y remendar los pedazos de hombres mutilados o estropeados, que deja vivos la metralla".
Las discípulas de la filántropa Florence Nightingale (1820-1910) se consagran como "santas mujeres", organizadas y guiadas por principios cristianos de aplicación precisa e ineludible: "Las ciudades del norte (de los Estados Unidos) se organizaron en un cuerpo para proveer a las necesidades del soldado, curar sus heridas, refrescar sus alimentos, recogerlo cuando se extraviaba, vestirlo y abrigarlo" (Obras, tomo 30).
En su artículo "Colegio de las Monjas francesas" (1843, Obras, tomo 4) insiste nuestro escritor en el tema de la natural tendencia femenina a la Enseñanza y la tarea de Asistencia a los Enfermos. Y exalta particularmente la transformación de los Monasterios galos de la época, en corporaciones que participan del movimiento de la sociedad, "casas de educación" y "casas de asilo a hermanas que consagraban sus días, su existencia, al alivio de la humanidad doliente". Reflexiona en consecuencia: "¡La educación de la infancia y el alivio de los enfermos!. Dos misiones de la mujer, a cual de las dos más digna de las recompensas de los hombres y de la divinidad".
Enfatiza la naturaleza social y religiosa de estas actividades; "¡Cuánto deben los pueblos a estas instituciones de las hermanas de la caridad y de las monjas dedicadas a la enseñanza". Tareas de la mujer, que confirman su piedad y religiosidad, su labor moralizadora, virtudes esenciales de su sexo (ver
"M. A. Herrera Bustos: "Un aspecto discutido de la vida de S.", cap. III: ‘Las Hermanas de Caridad’, ed. 1963, San Juan).
Whitman evalúa la entidad modélica de estas enfermeras, ante el peligro bélico y el dolor cruento, y sobre todo por su empiria calificada, que implica ciencia y conciencia sólidas: "el tacto mágico de sus manos, los rasgos característicos de la madre de familia, la calma que irradian su persona, sus palabras... son cualidades preciosas y suficientes". "En mis visitas a los hospitales he notado que, por el simple efecto de mi presencia personal irradiando en torno mío una sana alegría, y el magnetismo humano, llegaba a ser útil a los enfermos".
El autor de "Perspectivas democráticas" y "Canto de las ocupaciones" creía que las mujeres debían "dejar de lado los juguetes y ficciones y lanzarse, a igual de los hombres, en medio de la vida real, tempestuosa y libre.
Como Sarmiento, esta construcción de una ética singular de la profesión, se estructura con su soberbia moral y Filosofía del Hombre; antropología realista, yo ejecutivo y orientado al porvenir, pragmático, con una fortísima base y línea vectorial espiritualista, absolutamente apoyada en la Fe. Orientada arrolladoramente, por su Literatura y su Acción integradas, hacia la Esperanza.
En el Infierno de la Enfermedad, el Enfermero luce, Presencia y Acción Terapéuticas, santificación de la Salud, Deificación del
Bien. |