Comunión de San Pablo y D. F. Sarmiento
Por Guillermo R. Gagliardi.

“Creo en la inyección del espíritu de un hombre en el espíritu de otro por la palabra y el ejemplo” 

Sarmiento.

I.- Biografías. 

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888), en sus “Comentarios a la Constitución” (1853, en el tomo 8 de sus “Obras Completas”, edit. Luz del Día) expresa su  idea coincidente con Cicerón (“De Republica”, a. 54 a.C., Libro III) y sobre la existencia de una Legislación universal e impersonal, que es la Ley Natural que reside en el interior del alma de cada ser. Anterior y fundamental a las que dicte una persona o cuerpo legislativo.

El autodidacta lo especifica muy informado, gran lector en Derecho, y mente con  sorprendentes  inquietudes  en el tema de la Jurisprudencia: “El principio que reconoce que hay derechos y deberes anteriores a las leyes positivas, es uno de los más morales y más dignos, que puede proclamar el Legislador humano”.

Y  SAN PABLO (nace en Asia Menor, Turquía actual, ca. 5-10, es decapitado en 67, en Roma) aparece en la reflexión del sanjuanino sobre que la Primera Ley es la que reside “en la esencia misma de la Humanidad, cuyo origen es divino”, en “la conciencia de todos los pueblos de la tierra”.

“Son principios generales que el Creador ha grabado en el corazón de todos los hombres y que cada uno encuentra en su conciencia interrogándola” (D. Pérez Guilhou: “S. y la Constitución”, Depalma, 1988, cap. 8).

Campean en ese extenso texto las ideas de la filosofía estoica. Similares concepciones expondrá con solidez de Jurisperito durante su actuación en la Reforma Constitucional de 1860, donde se referirá a los principios superiores a la soberanía popular, consagrados por la historia del Progreso humano y por el Cristianismo.

Comprobamos una intertextualidad con el Apóstol, en su “Epístola a los Romanos” ( del año 58, 2: 14-15), en su parte Dogmática sobre la Ley de los Gentiles, cuando escribe que los mismos la ejercen “guiados por la razón natural”, “y con esto muestran que los preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo testigo su conciencia”.

Llevamos en el alma, impresa, Su Ley, Él nos juzgará: “Así se verá el día en que Dios por Jesucristo, según mi evangelio, juzgará las acciones secretas de los hombres”.

La Roma Pagana y la Doctrina Cristiana, “Caput Mundi”, saber viviente e iluminante, basamentan y enriquecen toda la obra y el pensar sarmientino. (G. Furlong, “S., paladín de la enseñanza religiosa”, en su “La tradición religiosa en la escuela argentina”, Theoría, 1957, p. 62-71).

Recordemos que la educación del maestro cuyano, infantil y juvenil, todo lo que lo rodea, fue eminentemente religiosa y sacerdotal: tradición familiar, mundo provinciano, afectos, maestros,  lecturas devotas de la literatura “escrituraria”, prácticas de la Liturgia...

La pureza de su alma, la bondad y honradez inmensas de sus intenciones y obras, demuestran esta base esencial de su Genio de Estadista. No obstante sus polémicas anticlericales, sus luchas ideológicas circunstanciales y su derroche de verbosidad impetuosa.

“Un San Pablo, fue así antes de caerse del caballo” observa Daniel J. Ruiz, justamente, sugiriéndonos este paralelo, en el Prólogo a  la edición de “La conciencia de un niño” y “Vida de N. S. J. Cristo” (ed. Braga, 1988, p. 9).

También el pensamiento Paulino se adhiere a esta etapa decisiva de su formación. En la puerta  del templo puntano, en 1826, graba la  frase sintética del ideario del Santo: “Unus Deus, Una Ecclesia, Unum Baptismo”, “Epístola a los Efesios”, 4, 5, (Obras, t. 51, ed. cit., p. 179;  en  Augusto Belin, “S. anecdótico”, 1ª ed., p. 7 y sobre el Portal de la Escuela San Francisco del Monte de Oro, en R. Rojas, “El Profeta de la Pampa”, Kraft, 1962, cap. IV, p. 67)).

Corresponde a la epístola de la Cautividad, la Carta a los Efesios, habitantes de la capital de la provincia romana de Asia (años 31 en que permanece preso). Es una pieza sin la calidez afectuosa y monitora típica del Apóstol, que, “servata distantia, se parece  a las mejores cartas familiares sarmientinas, emotivas y desbordantes de buenos consejos, reflexiones bondadosas y normas rectoras magistrales (a Soriano, a su hija Faustina, a su nieto Augusto,  p. ej.). En su 4ª parte (moral o parenética), Saulo exhorta a la Unidad en la Fe: “Sólo hay un cuerpo y un Espíritu”, “Sólo un Señor, una Fe, un Bautismo, un Dios y un Padre” preceptúa.

La Unidad de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, implica   la Unidad del Espíritu, aliento y vida y la Unidad de la Esperanza en la Resurrección gloriosa; por la Unidad de la Fe y el Bautismo nos incorporamos a la de Jesucristo.

Y así nos incorporamos a la Unidad de Dios, Padre de todos y fuente de Todo (“Efesios”, 4, 1-6).

Esta expresión, frecuente en furia y fuego,  encarnaba el odio del Cura Oro, desterrado, a la “Carta de Mayo” liberal y unitaria, de Salvador María del Carril, el Gobernador. Las prédicas exaltadas del Padre José Ignacio de Castro Barros (1777-1849), las lecturas críticas del Pare Benito Jerónimo Feijoo (sabio y escritor,  1676-1764) y la visión por primera vez de las hordas federales facúndicas, le hicieron cambiar al joven Domingo, por posturas más heterodoxas y de transformación de supersticiones y barbarie religiosa popular, por la Ilustración del Ciudadano común.

Lo recuerda p. ej. en 1872 en carta al entonces Gobernador de San Luis Juan Ortiz de Estrada (Obras, tomo 51, “Papeles del Presidente”, 2ª parte):

“El Presbítero Oro al reparar el templo  destruido por un rayo, me dio aquellas palabras con encargo de grabarlas en un arco natural de  tres curvas perfectamente iguales que hacìa un madero y debìa  rematar el coro, montado sobre gruesos pilares de algarrobo” (ob. y ed. cit., p. 182).

Este acontecimiento es altamente significativo en los días de S., simbólico de esta primera etapa, ortodoxa en la Fe y federal en Política, de su evolución intelectual. Su germen ideológico permanecerá siempre en su persona, no obstante  las conveniencias de la militancia política e intereses de los historiadores, apologistas o detractores. 

II.- La Fe de Pablo y Domingo.

J. L. Borges (1899-1986) en el “Prólogo” a “Recuerdos de Provincia” (Emecé, 1944) recuerda la definición Paulina de la Fe, como la demostración de cosas no vistas (sustancia de las cosas que se esperan”) y a propósito de la constante y optimista visión futurista sarmientina.

Siempre de cara resuelta al Porvenir, ve lo no visto, lo por venir, lo que no ven los demás. “¿Porvenir?. ¡Qué!. ¿No véis ese río  que arrastra  los tributos de cincuenta canales navegables, esa pampa que puede alimentar doscientos millones de toros...” (S.: “Movimiento mercantil, civilización y riqueza de la República Argentina”, en “El Nacional”, 1855). “Sobre las pobres tierras despedazadas quiere fundar la patria”. Por ello el ilustre creador de “El Aleph” vincula el concepto del judío de Cilicia  con la dirección principal del Genio sanjuanino.

S. se refiere en otro momento a la circunstancia biográfica del Teólogo. Los últimos debates evangélicos, su desencanto y finalmente su muerte ignorada, según algunas versiones de la historia eclesiástica. En carta a J. Victorino Lastarria (1818-1888), su amigo chileno, jurista, funcionario e intelectual, del 18-3-1877, advierte su seguro conocimiento de los asuntos dela Religión Católica (que en 1843 fundamentara en sus “Recuerdos...”): “como fui sobrino de curas, deanes y obispos, anduve en mi niñez mezclado a las cosas de la Iglesia”. Y consigna que “he oído por ahí que contra el mito católico San Pablo murió olvidado, no se sabe dónde, desencantado de tan larga lucha con los de Jerusalem, vencedor en su doctrina, era vencido en su carácter, en su fe y en su estimación”.

“Contra la tradición cristiana, que es un mito reparador” anota en el borrador de este documento; “los de Jerusalem”, son “los apóstoles que conocieron a Jesús”, según el original  borrador.

Escribió el Apóstol a su discípulo Timoteo (“el que honra a Dios”, 2º, 4, 6-8; escrita en año 61): “Ya estoy a punto de ser derramado como una libación...: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe”.. 

En el 58 Pablo  fue arrestado en el templo de Jerusalén, por intrigas de unos judíos, llevado a Cesarea, sede del Gobierno Romano, donde permanece preso hasta el año 60, en que comparece ante el Gobernador, después, ante su sucesor, Porcio Festo, y finalmente apela a Nerón, quien le concederá la libertad.

Continúa su peregrinaje evangelizador inclaudicable, pero definitivamente será preso, condenado por el Decreto del César contra los cristianos. Pasa sus últimos días en la Fosa Mamertina (ca. 67) (v. “San P. Testigo y evangelizador” Iacuzzi-Ayerza y Pereda, Rosario, 1987, 2ª ed.).

Don Domingo encuentra un paralelo espiritual en esa opinión histórica, con su propia situación, de desánimo y escepticismo, luego de tan larga y dura labor de dirigente de nuestros destinos: “Sin ser Pablo y sólo por lo que siento, hallo fundado en la naturaleza humana este desenlace trágico”, escribió en el borrador de la carta citada. “Queda el ánimo estropeado y baldado, después de años de trabajar, para arribar a nada o poca cosa sobre este granito de nuestra América”.

Descree de la organización político-social americana, tras tanto combate con la Barbarie, la anarquía y los intereses caudillescos de toda laya. “Por las resistencias que agrian el  ánimo y hacen desesperar, no de las ideas, sino de la adaptabilidad y de la justicia humana”.

Sus enemigos, los bribones a lo Sancho Panza, un tipo nacional español, cristiano, que se reproduce en estas tierras, un “metro” para catar justamente a nuestros políticos y patriotas (en “Correspondencia entre S. y Lastarria, 1844-1888”, ed, M. del P. de Carbone, 1954, p. 105-111; su Borrador, p. 115-118).

También en sus “Viajes por Europa, África  y América” (“El más glorioso itinerario histórico que hayan andado jamás los redentores de un mundo” según Bartolomé Mitre y Vedia, incl. en su “Páginas serias y humorísticas”, ed. 1994),  (t. V de sus “Obras compl..”), memora con exactitud al Santo, trazando un paralelo histórico con el Apóstol Pedro. 

Es una carta desde Roma, 6-4-1847, extensa, al Obispo de Cuyo, su tío. “San Pedro, hombre del pueblo” (Simón, Cefas, de Betsaida, muerto en 67), tradicionalista en el culto judaico, “mientras que San Pablo, aunque judìo, ciudadano romano, hombre de mundo, filósofo, erudito  y capaz de apoyar la nueva doctrina en la tradición ateniense sobre el ‘dios ignoto’” es un intelecto universalista y más cultivado. San Pablo “ve las cuestiones religiosas del Cristianismo desde un punto más elevado, no ya en relación al oscuro pueblo judaico, sino al mundo, a Roma, a Atenas, centro del poder o de la filosofía”.

Esta magna “quaesto teologica” entre Pedro y Pablo sobre tradición o innovación religiosa, se renueva en la historia moderna, tal como la alude S. líneas más adelante de su carta, entre Protestantismo y Catolicismo. Pues aquél “vino a renovar el disentimiento antiguo de los cristianos de Oriente y de Occidente, la disputa entre Pedro judío y San Pablo, ciudadano Romano”. El maestro enseña luego la importante civilización estética y moral de imaginología y la barbarie de los movimientos iconoclastas. “¡Gloria, pues, al culto redentor de las imágenes!. A ellas se debe la salvación del mundo artístico”.

S. y Pablo, “Predicadores de nuevos dioses”: así calificaban al Santo los atenienses, según “Hechos de los Apóstoles”, XVII, 18.

III.- Obra de Fe y Energía.

Escribe Paul Groussac que S. “gastaba energía de Guerrero para su obra de concordia y pacificación”. Como el Santo, “su propaganda tenía el ímpetu prodigioso del torrente”. 

Acentuado sentido de proselitismo y “conversio”, de unión de almas en una causa común, poder de galvanización.  Fortalecimiento ante las dificultades: “me gozo – escribe Pablo en su 2ª epístola a los Corintios, 12-  en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Como el Santo que lo inspira y a quien recuerda en circunstancias y textos destacados, vive “en el éxtasis permanente del entusiasmo” y ha “abrazado con el calor y el fanatismo de una religión”, los principios políticos democráticos.”

S. ofició, por su visión, inspiración  y  acción, como “el Saulo de la Organización Nacional” (I Corintios, 1, 10: “que todos habléis igualmente, y no haya entre vosotros cismas, antes seáis concordes”), así como el crítico acerado de “El viaje intelectual” llamó a Mariano Moreno (1778-1811), también nervio y verbo encendidos, como “el Saulo de la Revolución”. (H. Jürgen Baden, “Literatura y conversión”, 1969, espec. p. 25-34).

De acuerdo con Paul Jonson en su “La historia del Cristianismo” (1989), el Santo fue el primer Cristiano puro, el primero que comprendió en su hondura y totalidad el pensamiento teológico de Cristo, y que luchó con gran fuerza y sufrimiento por imponer la universalidad de su Evangelio (ob. cit., 1ª parte: “El ascenso y rescate de la secta de Jesús”).

Como el rabino santo  en “Corintios”: “Si no poseo caridad de nada sirve todo”. “No teniendo caridad nada me aprovecha”. “Atented a cuanto hay de verdadero, de honorable, de justo, de puro, de amable, de laudable, de virtuoso y de digno de alabanza” (“Colosenses”, 3:12 y ss., “Filipenses”, 4:8).

Sarmiento, por su parte, considera a la Caridad desde una óptica activa progresista, desde su postura de un “Cristianismo Ejecutivo”,  “Constitucional”, según él la llama.  Acción fructífera del estadista, para mejorar las condiciones de vida de la mayoría. Concreción de posibilidades de adelanto social, cohesión de las familias, instrucción escolar y extra-escolar, reparto de la tierra pública. Fomento del trabajo humanizado productivo, acceso de la masa a la educación y a la propiedad, a una vida económica útil, a un creciente bienestar espiritual y material, a la práctica de la auténtica Libertad Republicana. A una más rica y ascendente solidaridad. Una política de promoción de lo  social, a la participación ciudadana en los beneficios de la Civilización. Unión del esfuerzo comunitario para proteger a la niñez, a los minusválidos y acción institucional para asegurar la vida en democracia, en paz y trabajo. (V. Horacio Lona: “Carisma y Libertad: tres estudios sobre San Pablo”, Centro Salesiano de Estudios, 1993; Angelo Penna: “Sn. Pablo, Apóstol”, en “Diccionario de Autores” González Porto-Bompiani, Montaner y Simón, t. III, 1973, reimpr., p. 38-43; A. Schweitzer, “La mística del Apóstol Pablo”, 1931, trad. J. R. Wilcock, en “El camino hacia ti mismo”, Sur, 2ª ed., 1960, p. 122-131; G. Seaver: “El  misticismo del Apóstol Pablo”, en su “A. S.”, Fabril, 1964, p. 209-231).

Domingo y Saulo sienten el “Soy en Cristo”, el manantial solar del espíritu cristiano reside en ellos y mana de sus obras y escritos. La Idea de la Predestinación (“Romanos”, VIII, 28): “los que son llamados” conforme al propósito de Dios.

Significación operante y efectiva de su Cristianismo en la acción (“Epístola a los Gálatas”, año 57). El redentorismo sarmiento bebe en la fuente paulina. Ética ascética, no del menosprecio de lo terrenal sino de liberación y consagración interior, de trabajo santificador según advierte Schweitzer.

Su vida la ofrenda para redimir a las gentes, para salvarlos. El autor de “Argirópolis” interpreta sus luchas por la Ilustración, muy especialmente en el campo de la pedagogía popular como un sufrimiento expiatorio y finalmente como una consagración y cumplimiento elevado de un llamado (véanse por ejemplo las cartas a Juana Manso, 1819-1875, feminista precursora y maestra,  quien lo secundó  en sus empresas educacionales). V. “Ambas Américas”, t. 29 de sus Obras.

Destaco como vigorosamente paulina la prédica moral de los consejos sarmientinos a su hija , del 10-9-1867 (J. Ottolenghi: “S. a través de un epistolario”, 1939). “Sé mi hija en eso, en sufrir, en trabajar, en esperar...” (ob. cit., p. 73).

El maestro se identifica con un núcleo sugestivo del pensamiento evangélico: la virtud cristiana de la paciencia, la esperanza, la fuerza. Saulo invoca justamente este fortalecerse espiritualmente ante la debilidad, ante las tribulaciones: “Nos gloriamos hasta en las tribulaciones” (“Romanos” del año 58, 3-5). En  la misma, VIII, 17: “herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos justamente con Él, que podamos ser glorificados con Él”.

Esta acción y pensar sarmientinos ostentan una luminosa perspectiva “misiológica”. Es acuciante en Saulo y Domingo lo que Gustav Warneck denomina  la “Missionstatt” (actividad misionera) y “Missiongedanke” (idea de la Misión), en su “Historia de la Misión”, de 1913.

Los escritos del cuyano participan en su parte sustancial del carácter de Epistola homilética,  de la literatura paulina. Revisten cualidad de exhortación vibrante, de gran poder de estremecimiento, fuerza racional y emotiva.. Sus obras de adelanto humano americano las considera S. ofrendas para “preparar los espíritus” a Nuevos Caminos. Lo afirma en carta al Gral. José María Paz (1791-1854) del 22-12-1845. Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizo!”. 

IV.- Literatura, exhortación y política.

Escribe don Francisco de Quevedo (1580-1645) que Pablo “empezó en vileza, abatimiento, error e ignorancia, y acabó en santidad, sabiduría y magisterio de las gentes”, en su “Vida de San Pablo Apóstol” (1644, última obra publicada por el ilustre español). Cito por ed. de F. Buendía, Obras en Prosa, Aguilar, 1979, t. II, p. 1636.  Menciona  el gran escritor español,  conceptos de San Jerónimo, el Padre de la Iglesia, 340-420, traductor de la Biblia del griego y  hebreo al latín,  para quien “todas las veces que leo a Pablo me parece que oigo truenos, y no palabras”.

G. Papini señala que las Epístolas paulinas “son declaraciones de guerra, explosiones de afecto, éxtasis del pensamiento, ascensiones líricas, elegías apasionadas, cánticos de descubrimiento, de liberación y de triunfo. En él, la teología se vuelve epopeya, la historia, profecía, la moral himno e iluminación”.

En su “Santos y Poetas” (1948, cap. III. “San P., ciudadano romano” y en su “Exposición individual” 1941, Sala Quinta. La gloria de San P. El vuelo de Sn. P.”, ed. Obras, Aguilar, t. IV y t. I, resp.), el famoso autor italiano acentúa la zarza ardiente de la persona y la escritura del Santo, como ya en 1945 con imágenes parecidas, exaltó nuestro escritor y crìtico Ricardo Rojas la índole profética y el apostolado educativo sarmiento y lo renueva en nuestros días Antonio Pagés Larraya, discípulo destacado y sarmientista importante de los actuales.

El ímpetu de universalización de su ideario, la conciencia de haber percibido el llamado de “arcanas palabras”, de ser un enviado,  el sostenimiento del mismo con fogosísima unción, unen al romano y al sanjuanino.

Nos place aunarlos en sus almas llameantes y guerreras, y como dice el escritor florentino, en su “estilo imperioso e intrépido”, su actuar de conquistadores de almas para vivir en y por Cristo, pues en definitiva el sentido misional de la obra sarmientesca también es la de asegurar el reinado cristiano, haciendo carne en los pueblos las ideas de caridad en las obras y de ascenso humano que es esencia perenne del mensaje  de Jesús.

La “Causa Santa de las Escuelas”, o la “Guerra Santa del sistema de escuelas públicas” en el argentino- “El Reino de Dios”, en Pablo: avidez romana de Conquista. Esta Lid por la Instrucción, Epopeya iliádica de Domingo, equivale en  ardimiento ejecutivo a la lucha contra las fieras de Éfeso, en su tercer viaje misionero, el Paganismo y el Pecado, al que dona la totalidad de sus esfuerzos, “mis caminos”, “mi enseñanza”, según alegoriza el romano en I Corintios, 15: 32. Así lo enfoca Papini en su “Descubrimientos espirituales”: “Pablo tiene el alma de un Conquistador”, “la tenacidad, la audacia, el calor de la imaginación...”, “Se lanza resueltamente a la conquista de las almas, a la formación de colonias espirituales”, “sus predicaciones son sus batallas...”.

En 1866 S. pronuncia un discurso en el Congreso Pedagógico de Indianápolis (Estados Unidos), que es reproducido  en el tomo 21 de sus Obras, con una nota introductoria, donde se expresa que “presentado como amigo de (Horace) Mann, podía reputársele un Pablo apóstol de los Gentiles”. Mann (1796-1859) creó la Primera Escuela Normal, en Massachussets y dedicó su fructífera vida a la Enseñanza Pública. S. lo admiró hasta el punto de realizar un bosquejo biográfico, “Vida de Horacio Mann”, publicado junto con la del Dr. F. J. Muñiz, en el tomo 43 de sus Obras. Cultivó luego de su muerte, la amistad, humana e intelectual de su familia. Seguramente en alusión evidente a su fervor legendario en la difusión del evangelio de la escuela popular y su carácter de seguidor devoto de las ideas del educador norteamericano.

Lo confirma e ilumina sus palabras a los maestros: “Es vuestra misión extender los beneficios de la educación desde estos centros de luz, hasta este y el otro más remoto Sur. Tenemos que pasear la antorcha por toda la América, hasta que todo crepúsculo desaparezca”. 

Ortega y Gasset en su “En torno a Galileo” (1933, Obras Completas, t. 5, p. 105, Lección VIII) observa agudamente el “frenético paradojismo” y el “radicalismo subversivo” que encarna el modo de vivir cristiano, ultramundano y sobrenatural, del que San Pablo tiene plena advertencia. En su prédica el santo vuelve al mundo del revés: “Porque escrito está: Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé la prudencia de los prudentes” (“Corintios”, I). Dios “quiso hacer salvos a los que creyesen en  Él por la locura de la predicación”.

El santo despliega extremismo, locura por amor divino, para salvar al hombre: “nosotros predicamos a Cristo, crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los gentiles”. Pues “la palabra de la Cruz, a la verdad, locura es para los que perecen: mas para los que se salvan, esto es, para nosotros, es virtud de Dios”.

“Que nadie me tenga por loco” pide en II Corintios, 10: 16 y ss.: apelan el estadista y el evangelista, a la locura, a la aventura  de la osada palabra y radical acción, “en trabajos más abundante, en azotes innúmeros”, plena de peligros y fatigas y con muchos desvelos.

El Cristianismo ilumina y orienta a la Humanidad y surge como solución y contrapartida de esperanza y fe ante el estado de crisis, de desesperación e incompletud negativa, de insuficiente espíritu del Mundo antiguo.

“Hablo como loco, porque lo soy más que nadie” declara el autor en el año 57,  “2ª epíst. a los Corintios”, 11, 22-31. Se refiere a su mirada elevada, salvífica del mundo. 

En el sanjuanino, la tan mentada locura, es producto de su inteligencia avizora, sus pronósticos penetrantes, la superioridad de su intelecto y su barroquismo vital. Y su menosprecio de las ideas corrientes y de la popularidad inconsistente. “Fijodalgo” provinciano, afirmaba orgulloso pertenecer a la única nobleza que admitía  su criterio independiente, la del Talento y el Esfuerzo.

“Yo he vivido en el éxtasis permanente del entusiasmo”: S. Escribe, actúa, habla, en un estado de exaltación positiva, pues cree saber qué es la verdad, qué es el  Bien, cómo ejercerlo...

Político sin partido, escritor sin academia. Personalista, individuo que excede por elevación la medida de sus contemporáneos.

Vive su patriotismo místicamente: “He creído siempre que en mí el patriotismo era una verdadera pasión con todo el desenfreno y extravío de otras pasiones”.

Hiperemotivo, contradictorio e impulsivo hasta la temeridad, irritó susceptibilidades que aún hoy subsisten y corroen su memoria.

Ese verbo frontal y sincerísimo, sus ideas instrumentalistas, intentaron  barrer con anquilosadas creencias y privilegios. “Mis ideas chocaban por lo raras. Todo en  educación común era nuevo y yo estaba solo con ellas, como un visionario loco” le escribe a su querida Mary Mann, 25-1—1867.

Su lengua filosa, cáustica como la de Aristófanes, sus diagnósticos a lo Catón, su posición de Moisés, lo hacían  actuar como “loco de atar para todos los ignorantes a quienes no he economizado las burlas y los sarcasmos”.

El Santo simboliza la inauguración de un nuevo mundo, de fe y salvación: Sólo la Fe salva, es un mensaje de orientación espiritual, contrapuesta a la desesperación del mundo antiguo en crisis.

En la ley mundana el hombre se pierde: “La nueva alianza es la sola cosa necesaria: la fe” (Ortega). Son necesarias las obras de la fe para salvarse, “las obras que caen del hombre creyente como los frutos del árbol que ha prendido en el huerto” (ob. cit., p. 110).

“Meta noeite”, convertíos, cambiad, es la palabra. “Oikodumé”, es el mandamiento paulino, el hombre nuevo reedificado, reconstruido,  luego de las ruinas del antiguo.

En su “La visión de la historia. San Pedro y San Pablo” (1910), Obras comp.., t. I, p. 157-158, señala el filósofo madrileño su visión histórica del santo: la labor reconstructiva, teológica, objetivadora y racional, universalizadora de la figura y mensaje de Jesús.

Es el hombre que “reniega de la herencia recibida, y se entrega a la tarea de remozar su propio ser”, según lo explica Leopoldo Zea, en su ensayo “La esencia de lo americano”, 1971. V. “Civilización y barbarie o las ruinas circulares” J. C. Sacomanno (Bibl. Congreso de la Nación, Boletín nº 120, 2000, p. 131.

“En cuanto a la pasado manera de vivir, despojáos del viejo hombre, y vestíos del nuevo hombre (“Efesios”, 4: 22 y 24); “revestíos del nuevo hombre” (“Colosenses”, 3: 5-17).

En este  grandioso mensaje se apoya también la utopía de don Domingo en América Española. Primero se caracteriza su ideario y acción como un racionalismo impositivo y dogmático, de Funcionario público. Desde “Originalidad y caracteres argentinos” del “Facundo”, su pensamiento gira hasta “Conflictos...”, hasta la apología de nuestra flora y fauna autóctonas, la medicina indígena y sus virtudes, la arquitectura, la lengua, etc.

Luego, inquisitivo, en su vejez, en que revierte muchos de sus postulados, y en que valoriza especialmente “nuestra otredad” particular americana, denuncia errores de la política inmigratoria y educativa del Liberalismo y propone la “conversión”, una “metanoeite” paulina, su “kairós”, hora de Gracia: rehacernos desde nuestro ser más genuino, atesorando  los cualidades propias de nuestra nacionalidad... Éste es el Sarmiento desconocido, por descubrir y revalorizar, rescatar y asimilar.

Max  Weber (1864-1920) en su “Economía y Sociedad” (ed. póstuma, 1922) ha observado, siempre con hondura y erudición, el carácter de siembra (“Sembrad en el Espíritu”) y propagación de la Idea por sí misma: vocación personal inmensa junto con alta conciencia religiosa de la Misión de salvación (“Politik Grossarteg Beruf”). Transmisión exaltada de  los valores patrios y de bien social en el “sermo” sarmientino: Discurso que es oración, instrumentalismo lingüístico como verbo inflamado de conductor de voluntades.

Luz paulina, precisamente, trasciende de la acción y palabra de nuestro Padre del Alfabeto “Ira et fides vehemens”, nuestro Prócer contenía en su alma, “Mahatma”,  caracteres de Ezequiel bíblico.

Teórico providencial del cambio americano, e igualmente de Moisés, el “aisymneta”, el Legislador severo e inspirado. (véase ob. cit., 1ª parte, “V. 4. El profeta”, ed. Fondo de Cultura Económica, 2ª ed., 7ª reimpr., 1984, p. 356-364). 

V.- Enseñanza, Evangelización: “armas de la Luz”.

Como Pablo declara al Gobernador en Cesarea,  que “vine para traer dones de misericordia a mi nación, y ofrendas”, Ofrendas patrióticas, “de verdad y buen juicio”, son las de S., testimonios de su propaganda activa, “pródiga y prodigiosa”, de Educador, y de su Personalidad dativa y vital.

Y en medio de oposiciones incontables, saduceas y enanas incomprensiones,. Dios envía a tales genios a los pueblos para que como Pablo (“Hechos de los Apóstoles”, 26: 16-18) les abra los ojos a ignorantes e “ilustrados”, “para volverlos de la oscuridad a la luz”. “Vistamos las armas de la luz” (Romanos, 13:12).

S. creía en su apostolado trascendente, en esos términos paulinos. Animador  de “buenas nuevas de cosas buenas”, concientizador de la nacionalidad como el mensaje de la Epíst. a los Corintios, Organizador y Unificador. Sembrador de honduras y verdades útiles.

Creen en la Gloria de las buenas obras y en la gloria del nombre, la herencia espiritual de “ser Sarmiento”, que lleva “a las cosas justas y verdaderas” (Filipenses, 4:8), y  dignifica pesares y ofensas temporales.

“Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros” (Romanos, 8: 18).

S. sostiene la gloria, la Inmortalidad por el genio o la abnegación son “una corriente de chispas que pueden convertirse en llama viva, en rayos perpetuos de luz” (Obras, t. 21).

Creen en “la buena voluntad del corazón”, en la bondad y la compasión hacia todos los seres (“Colosenses”, 3:12), y en el poder salvador del Espíritu. Deifica los afectos que ennoblecen la vida. En su Epístola a los Corintios, II, vi,: “volvedme amor por amor; os hablo como a hijos míos, ensanchad también vuestro corazón”.

“Pablo cautiva con la franqueza de su lenguaje –explica R. Sáenz Hayes, y nos recuerda su parecido con nuestro maestro-. Si todos hablaran como él, seriamos con quienes nos las habemos en el cotidiano trajín.” (“Entre dudas y esperanzas”, 1954, p. 275-277).

Consagra el valor de la persona humana como centro permanente de sus reflexiones y actos, la ternura, el regocijo y la santidad de la vocación y el trabajo. Porque definitivamente: “...Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (“Filipenses”, 4: 8).

“Todos los hombres son hijos de Dios por la Fe y sólo son fuertes por la Caridad” (I Corintios, XIII. Esa caridad superior practicada en vida integralmente, logrará la vida imperecedera en el más allá, sentencia el judío de Tarso, coordinando en su teología la ley judía, la sabiduría griega, con el misterio oriental y el poder romano (v. “San Pablo” J. Ferrater Mora, t. 3 de su “Diccionario de Filosofía”, 1979, p. 2476-1477). Conciben la vida cristiana en el sentido  de gracia recibida, de elección de Dios y donación fraternal, fecundada por la esperanza y por el amor y la alegría en toda la creación. El padre Leonardo Castellani, escritor y teólogo (1899-1981) afirma que “Jesucristo y San Pablo son los que inventaron el mandato de la alegría” (en sus originales y pensantes “Domingueras Prédicas”, t. 1, 1º, p. 13). “Alegráos en el señor siempre” manda Pablo. “Vivid alegres con la esperanza, procurad el bien a los ojos de todos los hombres” (Romanos, 12-13).

Comunica las Buenas Nuevas de la Instrucción Popular: “grande lucha” y “duro trabajo” según “Colosenses” 1:29. como redención esperanzada para los pobres, para que ingresen a la vida Civilizada, productiva y racional.

Impreca, vocifera, “todas las horas peregrinas”, incita y persuade denodadamente a la acción benéfica de Gobernantes y gobernados. Con la contundente fuerza y calor cristianos de San Pablo (el sentido de admonición apostólica), hablando en el Areópago a los varones atenienses (“Hechos...”, 17:22-31), “intensamente ocupado en la Palabra edificadora” o en las conferencia en la escuela de Tirano (“Hechos...”, 18:9), y en las”cosas de provecho”, o ante los ancianos de Mileto (íd., 20: 10, 17-35).: “pelea la excelente pelea de la fe” (1ª, Timoteo, 5:12).

Suscribiría S. las observaciones paulinas a este último auditorio mencionado: “En todas las cosas les he exhibido que por medio de laborar así tienen  que prestar ayuda a los que son débiles, y tienen que tener presentes las palabras de Jesús cuando Él mismo dijo: ‘Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir’” (“Hechos...”, 20:35).

La perseverancia y la justicia en el buen obrar es la mayor aspiración del sanjuanino, según el mismo San Pablo lo normatiza en su “Timoteo”, 1ª Epístola, 5:11.

VI.- Vehemencia y ternura en la Acción.

Su “espíritu de Fe”, su Genio, en uno y en otro, se multiplica en discursos patrióticos que son oraciones, en cartas pastorales  que son mensajes del Evangelio del Progreso, como las prédicas del de Tarso en las sinagogas de Damasco y Jerusalén, en obras que son templos al culto de la Civilización.

Relata el argentino en “Recuerdos de Provincia” su visión de la situación del país ante el aspecto bárbaro de las milicias  caudillescas, como Revelación del Camino de Damasco, que le iluminó la misión salvífica de su vida en  bien de su Patria, como San Pablo en “Hechos” , 9 y 26, es conmovido por el llamado Divino: “una luz del cielo que fulguró alrededor de él” y que definió su Destino.

Hado Providencial, el de Sarmiento político y pedagogo. Causa superior por la cual todo sacrificará y sufrirá indeciblemente, “cadenas y tribulaciones”.

En Damasco se explica el fenómeno espiritual de la Gracia del Alumbramiento interior por la Luz de Dios, según la Teología.

Como Pablo, S. es el Expositor iluminante, el Difusor Iluminado.

Enseñan una Sabiduría de Construcción, de inspiración Divina, de Salvación, para todos, que derriba fortalezas de prejuicios, incuria, ignorancia y rutina. De crecimiento, de edificación, abrasada de cambio, de siembra de semillas  de mejoramiento: “Yo planté(...); pero quien dio el crecimiento fue Dios... Porque nosotros sólo somos cooperadores de Dios” (“Corintios”, 3: 6-9).

“Según la Gracia de Dios que me fue dada, yo, como sabio arquitecto, puse los cimientos” (íd., 10). S. hace de toda la República una Escuela, inspirado hondamente en estas meditaciones pasionales (Pablo, “Corintios”, 11:1: “¡Ojalá soportéis un poco de mi demencia!”).

“He hecho el loco; vosotros me habéis obligado” (II Corintios, 12: 11 y 12:6). “No nos cansemos de hacer el bien, que a su tiempo cosecharemos”.

“Por consiguiente, mientras hay tiempo, hagamos bien a todos” (“Gálatas”, 6: 9-10).

Es una vida de Milicia, de servicio y amor, de concreciones demostrativas de esos ideales cristianos.

S.: “Cuando tuve términos de comparación me pareció que la revelación de Saulo en el Camino de Damasco, ha debido ser de este carácter. Algo de misterioso, de inconcebible, ha debido revelarme la verdad, y dejado de perseguir las nuevas ideas, como se lo imprecó la visión a Saulo: ¡Saulo! ¿Por qué me persigues?” (escribe en 1828 en sus “Memorias”, Obras, t. 49).

Concibe ideas diferentes de las recibidas por tradición familiar, de Religión o Muerte según la Bandera Federal. Y se niega a participar en el batallón de Infantería de San Juan según lo convoca el Gobernador Manuel Gregorio Quiroga”. Lo relata también en “Recuerdos de Provincia” en 1850. Es preso por insolente.

Bernardo González Arrili (1892-1987), sarmientista ético y  cordial, destacado escritor en quien el motivo sarmientino forma la médula de todos sus trabajos históricos, literarios y periodísticos, evalúa: “Desde el mostrador de su almacén –yo lo sé- él comenzó el camino -¿Saulo en marcha hacia Damasco?- forrada su personalidad de muchachón grande y bondadoso con la piel del oso gruñón e ‘inaguantable’ que le conoce la posteridad. Comenzó su camino eligiéndolo en una encrucijada. Escogió el de maestro, porque lo que necesitaba su país en plena barbarie eran escuelas” (en su “S.”, 1ª ed., 1939, y en su “Historia Argentina”, t. 5, p. 1751-1856; “La siembra”, en “La Prensa”, 22-10-1972; “Las empresas de S.”, en su “Renán”, 1971; “Las últimas luchas”, en “Caras y Caretas”, 21-5-1938; “Epistolario íntimo” de S., Edic. Cult. Arg., 1963; “S. el civilizador”, “Pampa”, set. 1944, etc.).

Cuando contempla espantado la catadura de esos salvajes que frente al almacén se apostan ruidosa y suciamente, sufrió Domingo su primera gran conversión, un radical cambio en persona, ideas y opiniones, que estaban formándose aceleradamente, sobre el país, su presente y su futuro, que lo decidirán, lo marcarán a fuego, para siempre.  

En uno de sus discursos populares exclamará ya hombre público: “he aquí mi versión del camino de Damasco, de la libertad y de la civilización. todo el mal de mi país se me reveló de improviso entonces: ¡la Barbarie!” (Obras, t. 22). Transcribe su conversión el nieto Augusto Belin en su “S. Anecdótico”, 1929, p. 19-20.

En carta a Juan Ortiz de Estrada, gobernante  de San Luis, durante su Presidencia (1872), recordará, preciso: “el espectáculo de tanta barbarie (...) me trajo la idea de la Educación popular como institución política”.

En 1883 recordará en una de sus innumerables polémicas: “San Pablo era pacotillero o mercachifle cuando iba a Damasco, y le fue revelado el porvenir y su misión de Apóstol de las gentes” (Obras, t. 52).

En 1884 pronuncia un discurso en Los Andes, Chile, donde expresa: “Todas las grandes ideas que cambian la faz de los pueblos, tienen su visión del Camino de Damasco, que hace efectiva en los hechos la doctrina del Gran Maestro que cuando es de inspiración divina es el progreso gradual de la humana inteligencia”.

Reniega de su formación federal, como San Pablo de su rígido fariseísmo, antes de su famosa Conversión, ca. 34-36 d.C.). Se hace unitario para luchar contra los caudillos, así como éste, intérprete y ardiente comunicador de la Palabra de Cristo. 

Le confiere un carácter sacro y de profética Revelación a esa crisis de conciencia juvenil, y a ese primer  significativo escalón en el cumplimiento de su Destino Superior (v. R. Rojas, “El Profeta de la Pampa”, 1945, cap. V; J. S. Campobassi: “S. y su época”, 1975, t. 1, cap. III). También J. Pellicer, estudio en ed. de “Viajes” por J. Fernández, UNESCO, 1993, p. 921 y su “El ‘Facundo’”, p. 58 y 59. V. “La estructuración espiritual de S.” Juan R. Fernández: evoca comprensivamente esta grandeza álmica de ambos.  Los considera visionarios constructores, “hombres que ponen la mente y el músculo en un futuro lejano”.

Por estos cimeros Idealistas, “se salva la Humanidad”. He ahí el cap. 8 de la Epístola a los Romanos, un cántico  hermoso a la vida espiritual, al don de Eternidad. Vivir en Cristo, según sus leyes, es vivir en espíritu, en pureza y llama de entrega, en participación. “Tenemos las primicias del Espíritu”. 

VII.- Pasión y Civilización Cristiana.

Furor sarmientino por diseminar la semilla de su religión pedagógica, al modo paulino. Instrumentando cartas, discursos, misivas y viajes. H. A. Murena (1923-1975) en su “Ensayos sobre subversión” (1962) y en otras páginas, se refiere agudamente a esta ansia de conversión de todos que anima la voz paulina: “con el Cristianismo, con el ejemplo de Saulo de Tarso y sus viajes y epístolas, la predicación cobra un giro distinto”.

Impulso feroz y amoroso a la vez, la tarea  evangélica. Consiste en la implementación de una propaganda, “pues la propaganda nació como corolario de una iluminación religiosa superior que en ciertas criaturas engendraba la necesidad de modificar el alma del prójimo mediante la comunicación espiritualmente compulsiva de una revelación divina”.

Propaganda religiosa. Enciclopedista en Sarmiento, no primariamente religiosa, sino  secularizadora y promotora de la generalización del conocimiento: “La propagando enciclopedista esgrime el esclarecimiento y la ironía para desacralizar culturalmente una sociedad crispada por el fanatismo religioso”. 

Escriben Iaccuzzi et al. en su “San Pablo. Testimonio y evangelización. Libro Guía” (1987, 2ª ed., p. 26): “Por lo que se refiere a su temperamento, Pablo manifiesta tener una personalidad fuertísima. Su carácter apasionado, unido a sus dotes y riqueza tanto culturales como espirituales. Lo hará aparecer como hombre imbatible”, que “habla con locura”, “uno de las personalidades más ricas de la historia, un verdadero coloso”.

“Peleó por su fe hasta lo ùltimo. Acción espiritual de predicación y conversión, de atención”, como dice Pablo, a “cuanto hay de verdadero, de honorable, de justo...” (“Filipenses”, 4, 8). (V. Armando Iaccuzzi, SEPA, Rosario, 1984, y tomo de “Síntesis”, 1990; P. Hernández Pereda y otros: “Sn. Pablo. Misionero y Escritor”, íd., 1995). Ver  H. D. Dei: “Elementos de Antropología Cristiana Clásica” (1987, sobre la nueva dimensión antropológica y Pablo. Cap. I. La noción de ‘Espíritu’ y cap. II.La tradición apostólica. Sobre la visión paulina de la Presencia de Dios en el Mundo, el Misterio Teándrico de la Encarnación. El hombre, ente dialéctico, soma-psique-pneuma, cuerpo-alma-espíritu, es finito por su criaturidad e infinito por su participación en el Espíritu Divino, por su apetito de “vida y paz” (“Romanos”, 8,6).

Ésta es su vestidura con “las armas de la luz (íd., 13,12), es la Gracia Sobrenatural, “el día de la salud” (íd., 11).

Saulo intrépido propone “el Camino” del Cristianismo como una nueva via de Esperanza y Fe. Domingo impone incansable, anuncia “con la esperanza bien fundada” (Corintios, 2, 3-7). “ésta es la Buena Noticia que yo predico”, 2Timoteo, 2.

Heraldo del Alfabeto Popular, el apostolado sarmientino, como el Paulino, es totalitario, de entrega completa, “doctrina digna de fe”. Con un “furor loco” contra la inacción de la barbarie (Hechos, 26, 11). Trabajan más que todos los demás: “Me he afanado más que todos” los otros apóstoles, I Corintios, 15, 10. Iacuzzi lo confirma: “Es totalitario. La palabra Todo cae con frecuencia sobre su pluma. No hay límite en su entrega”. Corintios I, 9,22: “Me hago todo para todos para salvarlos a todos”.

“Mirad, menospreciadores, admiraos, porque voy a ejecutar en vuestros días una obra tal que no la creeríais” (Hechos, 13 41).

(V. “La influencia del Cristianismo en la evolución de las ideas políticas” Alberto Rodríguez Varela, Rev. del Instituto de Investigaciones Educativas, nº 41, julio 1983).

En las polémicas de su vejez contra  “La Tribuna”, entre ironías y alusiones mitológicas, S. menciona a San Pablo, a propósito de un viaje de Bartolomé Mitre a Chile y los agasajos brindados por los cuyanos (1883).  A propósito de expresiones retóricas del diario citado, que S. cita textualmente para satirizarlas por su afectación de estilo y animosa intención, de ataque a Mitre y a él mismo (“el viejo cíclope, su rival o su hermano”): “A él también le ha llegado la hora de emprender su camino de Damasco, yendo a buscar los jazmines en flor”.

“Literatura relamida y abrillantada”, “de sonajerías”, “de difamaciones” cubiertas de flores, disfrazadas en elogios, diluidas en hiel (artículo “Variación en La Menor”, “El Nacional”, 4 de abril 1883, Obras Completas, t. 52, “Escritos Diversos”).

Literatura digna del grotesco de Aristófanes o Rabelais, y de la que S. intenta desenmascarar a los autores. Ese año viajó Mitre en un periplo sembrado de homenajes, a Chile y provincias argentinas para completar datos de su monumental  y documentada “Historia de San Martín”.

Al año siguiente también S. viaja a Chile y localidades argentinas, para concertar su amado Convenio de ediciones y traducción de libros científicos para América.

En Chile, Córdoba, San Juan, Tucumán, se emociona ante los repetidos agasajos. En su artículo el sanjuanino ataca a Pizarro (el Dr. Modesto P., con quien polemizó rabiosamente sobre educación  y religión) y otros literatos detractores de la vejez procérica de S. y Mitre, “viejos luchadores”,“facedores de trinos y fiorituras”.

Como Cicerón, entona su elogio “pro senectute”, lleno de inspiración y merecedor de emulación y reconocimiento. “In illo tempore...”. “En tiempos de Rosas (...) nos degollábamos por la nuca si se quería,  con cuchillo, no con figuras de retórica, ni con citas torcidas...”, concluye el bravo Domingo. (Daniel E. Zalazar, “Las ideas de S. sobre la influencia de la religión en la Democracia Americana”, en “Discurso literario”, 2, nº 2, 1985; D. Peña: “Alberdi y S. en materia religiosa”, en su “La materia religiosa en la política”, 1960; V. C. Gallo, “El Presid. S. y la Religión”, en su “Evocaciones históricas”, Gleizer, 1937; Mons. G. Franceschi, “S.”, Criterio, 1938; A. Herrera: “S. ante el culto católico”, en “El Pueblo”, s.m.d.; P. Basson: “La Biblia según S.”, “La Prensa”, 25-10-1938; A. Dujovich, “S. y la Religión”, en su “El escritor, el médico”, 1990; C. de Diego: “La religiosidad de S.”, en “La Prensa”, 1-6-1975; “S. y su fe católica”, Junta Central de la Acción Católica Argentina, 1928; A. Tarruella: “S. y la religión católica a través de sus escritos”, Rev. del   Inst. de Investigaciones  Históricas J. M. de Rosas, nº 22, 1960, p. 129-140; H. D. Daliadiras, “S. y la Religión”, en su “Algo más sobre S.”, Nuevo Orden, 1965, 2ª ed., p. 133-192; T. H. Donghi, “El antiguo orden y su crisis como tema de ‘Rec. de Provincia’”, en Boletín  Instituto  de Historia  Arg. y Americana, 3ª serie, nº 1, 1989).- 

VIII.- Peregrinación y conversión.

El crítico R. F. Giusti en su ajustado “S. el escritor” (“Siglos. escuelas. autores”, 1946, y  antes en su “Crítica y Polémica. 3ª serie”, 1927) anota la vocación y magistral ejercicio de periodismo y la actualidad de su ejemplo, en el genio paulino. Y lo adscribe a la raíz del genio sarmientino, fundamentalmente también un excepcional comunicador de buena doctrina, un verbo anatematizador y a su vez edificador.

“Este mandamiento te encargo: que milites la buena milicia”, Timoteo, I, 1: 18). Un “Soldado de la Cultura” (no se es tal “Sin dolor” escribe Nietzsche en su “Aurora”).

En 1841 reconoce S. su orientación al “diarismo”. Para ambos parangonados, la Palabra implica acción, realización del Pensamiento, pasión por grandes causas. “Fe no fingida” (I Timoteo, 1: 5; “Pelea de la Buena Batalla de la Fe”, íd., 6: 12; “que instes a tiempo y fuera de tiempo, redarguye, reprende..” , 2ª Timoteo, 4: 2).

Refleja la fuerza “tumultuosa de infinitos ejércitos”. Vehemencia y arrogancia, ardor  de su temperamento y arte literario: despertar las almas, escribir “con corazón”, echar “miradas observadores sobre vuestra patria, sobre el pueblo, las costumbres, las instituciones, las necesidades actuales...”.

(V. Friedrich Nietzsche, “El primer Cristiano”, Libro I-68, en sus “Obras Completas”, Aguilar, t. II;  A. Sáenz, “Héroes y Santos”, Gladius, 1994, espec. p. 25-63; Adolf Deissmann: “Paulus”, 1911). También, Luis M. de Cádiz, “Historia de la literatura patrística”. 1954, espec. p. 56-67; O. Spengler, “La decadencia de Occidente”, ed. Planeta-De Agostini, t. 2, 1992, p. 261-266; Rudyard Kipling, “Retrato de san Pablo”, en su cuento “The Manner of Men”, “La condición humana”; El gran León de Dios” novela de Taylor Caldwell, o la de Shalom Asch, “El Apóstol”).

“Antorchas en el mundo, llevando en alto la Palabra de Vida” (“Filipenses”, 2, 15-16). Adoptan en la Historia Universal, “opus Dei”, la fisonomía agonal de maestros y jefes. Yelmo y armadura, exhortación hasta violenta. “Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo”, “soporta los trabajos, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”, “mostrándoos fuertes”, “firmes en la fe, obrando varonilmente”, con bravura, y hasta con temeridad. “A los que falten, corrígelos delante de todos para infundir temor a los demás” (II Timoteo). “Hablando locamente” hasta la inmolación, “sin aterraros por nada ante los enemigos”, “siempre alegres” y “enriqueciendo a muchos” (en II Corintios, 11; Filipenses, 1: 27-28 y II Corintios, 6).

Como Timoteo (ca. 35-97, compañero del  Santo en su segundo viaje misionero),   Domingo Soriano Sarmiento (1821-1867), es hijo espiritual de don Domingo. Las dos  epístolas paulinas trasuntan amor al discípulo, una moral superior, un amor por la enseñanza, exhortación fervorosa a la fe activa, un catálogo de deberes y una precisa normativa para la vida noble.

Igualmente las del sanjuanino, llenas de instancias para la vida íntima virtuosa y civilizada, la armonía en las relaciones conyugales, advertencias de madurez y adultez de alto criterio moral y psicológico.

En su  escrito sobre “La doctrina Monroe” (1865, en t. 21 de sus Obras), S. se refiere en un pasaje negativamente, a la  configuración del sistema de las Misiones Jesuíticas en las reducciones indígenas, según el modelo de obediencia a Cristo, de vida en y para Él que proponen las cartas paulinas. Así en “Efesios”, 6: “siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón...”, “Colosenses”, 2,22. etc..

En Paraguay, los jesuitas se propusieron ensayar teorías de gobierno, que se deducen de las epístolas del Santo y de la tradición de los primitivos tiempos de la Iglesia. La base de esta organización la halla, perspicazmente, en las ideas de autoridad teológica evidenciadas con celo cristiano por el apóstol de Tarso: “instituyeron un gobierno paternal teocrático, con la abnegación individual, la obediencia pasiva...”. Ideales que ejemplificó secularmente la Sagrada Compañía y pretendió hacer carne en la moral de los aborígenes: “la comunidad de bienes, la pobreza del individuo y la riqueza del Estado”.

Este autoritarismo tutelar lo considera adventicio, extraño a la  propia idiosincrasia del salvaje y fundamentador posteriormente de la dictadura de “Karaí Guazú” (José Gaspar Rodríguez de Francia, 1766-1840) en ese país y su  imperio del “hombre-abeja”.

Desde sus beligerantes artículos chilenos en “El Progreso”, 1844, recogidos en el tomo 9 de sus Obras, había estudiado S. la estructuración y evolución de la institución Misionera en el Mundo, oponiendo a la católica, que dicta una moral de obligación según el Protestantismo, alfabetizador, ideología ajena a la “cultura” del indio.

El “Civus Romanus sum” proferida con orgullo por Pablo  es evocado por el cuyano, integrándolo a la historia política de la Edad Moderna, adaptándolo a su admiración por la soberbia Civilización Yanqui.

En su escrito  “Estado de las Repúblicas Sudamericanas a mediados de siglo” (“Memoria al Instituto  Histórico  de Francia sobre la cuestión 10ª del Programa de los trabajos de la primera  clase fijado en 1852”, en t. 16 de sus Obras), alaba la “nobleza republicana” del país del Norte, su superioridad, industrial y moral y su pujanza cultural.

El espíritu del país de Franklin y Lincoln ha consagrado el principio fundamental de la Libertad religiosa y la igualdad política, ante la que se inclinan todas las naciones, como en la Antigüedad ante la ostentación de la ciudadanía romana.

Por eso S. relaciona ambos datos históricos con la vida y célebres dichos paulinos. “Dentro de veinte años, pues, si San Pablo volviese a la tierra a enseñar un principio nuevo, y las resistencias se sublevaran contra él, diríales: “Soy ciudadano norteamericano”, y las resistencias se inclinarían, como otra vez, ante el nombre romano”.

Opina don Domingo que este sagrado axioma de la unión y  universalidad de América, la consolidación política y organización social mancomunada, ha de ser llevada a la práctica con la mayor urgencia, para evitar la disgregación, los riesgos del Imperialismo y la debilidad de las divisiones.

Ésa es la conclusión que propone el político y estadista, el intérprete zahorí de la Historia Americana, el Civilizador.

Destaquemos que el pensamiento paulino arrebata e inspira ya en 1837 las reuniones de los jóvenes ilustrados del Salón Literario en la Librería de Marcos Sastre. Allí, la inscripción de una versión de la “Epístola a los Romanos”, XIII, 12: “Arrojemos las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de la luz”. Ahí ese sugerente apotegma ilumina las mentes y metaforiza voluntades prometeicas para combatir la negra noche de la tiranía, y de intención laboriosa por la paz y la luz republicana. V. “El Salón literario” F. Weinberg, 1958, 2ª ed., 1977. 

Simbolismo político que presenta su equivalencia con el “Canto a América” del proscrito  de la romántica “Amalia” y los “Cantos del Peregrino”, el político y escritor José Mármol (1818-1871): “en pos del presente de América, oscuro, / vendrá en lo futuro / la aurora risueña / de la Libertad...”.

El filólogo  y pensador de Tréguier, Ernest Renan (1823-1892)   asemeja a Pablo con  la figura soberana del fraile-teólogo de Eisleben, Martín Lutero (1483-1546), estudioso hondísimo de Pablo, inspirado por sus doctrinas, por su energía activa y su conducta absorbente: “En uno y otro hay la misma violencia, el mismo entusiasmo frenético por una tesis abrazada como una bondad absoluta”.Véase “R.” de B. González Arrili, cap. XCVII, Cajica, 1971, 2ª ed. 1984, donde se destaca la perspectiva sarmientina de Pablo y Lutero. Altaneros, iracundos, siempre creían tener razón, absolutizaron sus ideas, eclipsaron a sus contemporáneos, con su intenso amor al progreso de los hombres.

Y por su amor al bien concreto, según los postulados paulinos universales: “si no tengo amor”, “nada soy”, “de nada me aprovecha”, pues “el amor cree todo, espera todo, soporta todo”. Ha de consultarse al respecto, “Hacia la vida superior” de A. A. Abeledo, 3ª ed., 1967: Renan: “San Pablo”, 1869, en tomo II de su “Historia de los Orígenes del Cristianismo” , 1863-1883, ed. de 1945 con prólogo de José Luis Romero.

Nos fundamentamos, en este trabajo de investigación y compulsa de lecturas, en el criterio del prof. Daniel J. Ruiz, que nos sustenta constantemente: “para consolidar nuestra cultura y para educar a nuestros niños y adolescentes no insistamos en los errores y contradicciones de nuestros personajes históricos, señalemos más bien los puntos luminosos, los actos positivos con que contribuyeron a la formación de nuestra nacionalidad” (en el Prólogo a la ed. cit. , de las obras religiosas, trad., de S.).

En su escrito “Derecho de ciudadanía en el Estado de Buenos Aires” (Santiago, Belin, 1854, incl. en t. 16, Obras Completas), bibliza el asunto del título, busca sus analogías en la Historia de la Cultura Universal  y en relación con la  tradición Hebraica, recuerda el intento de San Pedro de  excluir a los extranjeros de la predicación del Evangelio. y evalúa en su grandiosidad la influencia efectiva de “San pablo, el griego, el romano”. Sin su acción apostólica “en un pelo ha estado que el Cristianismo muriese en su cuna sofocado por el patriotismo local”. Esta “idea regeneradora, una religión que debe salvar al mundo”.

Sarmiento, el “Saulo” (el deseado). El Necesario de nuestra Historia. Sobresale como el de Tarso, en la polémica y en la diatriba, con palabra viva y encendida.

Dotado con el poder de la defensa , del diálogo militante y fervoroso, la agudeza  dialéctica, las antítesis en la construcción de las altas predicaciones y la peregrinación batalladora.

El verbo caldeado por la pasión (R. Bultman: “Der Stil der paulinischen Preigt”, Gotinga, 1910). El Padre Oro y Albarracìn, Da. Paula, representan su Gemaliel, su instructor en las Escrituras y los Mandamientos piadosos y de obediencia a la Tradición de los Padres. (en hebreo: “Dios me ha hecho bien”, “Rabbán Gemaliel el Viejo”, más pacífico que el primero). El maestro era un noble fariseo.

Énfasis y valentía en el sostenimiento ejemplar de su anuncio de un nuevo Evangelio, contra persecuciones y calumnias horribles. Los asemeja un carácter de Conquistadores, junto con una particular ternura y sensibilidad. 

Un estilo espontáneo y rico, mesiánico e intuitivo, una reciedumbre y firmeza  excepcionales en convencer, en convertir, en impulsar, en conmover, “caminando en espíritu” según Gálatas, 5, 13-26.

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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