Mi colonia rusa, por Iaacov Kaspin. Buenos Aires: Mila, 2006. 

Escribe el autor: "La Colonia Rusa de Río Negro cumplía sus veinte años, cuando nací como último nieto de los principales colaboradores en la fundación de la Colonia: Itzjak Locev y Natan Kaspin.

Mi infancia, con compañeros de mi edad, me traen hermosos recuerdos: bañándonos en el canal de riego o paseando por caminos de tierra, cercados de altas alamedas, en noches de luna, con nuestras amigas ... dichosos de nuestro mundo, convencidos que no hay otro. La rutina del colegio, sinagoga, familia, me llenaba de dicha.

Pasaron los años y las crudas noticias del gran mundo, llegaron a nuestra modesta colonia. La organización Dror nos alentó y así empezamos a activar en pro de la posible creación del nuevo Estado de Israel.

Personalmente me conmovió, mis padres me apoyaron, y así me movilice en Buenos Aires en la Haganá, Salimos un grupo de voluntarios y en Julio de 1948, llegamos a Israel y después de un corto periodo de adiestramiento partimos al frente como soldados de Tzahal.

Después de la guerra, luego de colaborar en la fundación del kibutz Mefalsim volví a la Argentina cumpliendo la promesa a mi madre, me case con Miriam y juntos hicimos Aliá.

Vivimos ya cincuenta años en Rejovot, felices de nuestros hijos y nietos, parte en la universidad, en el ejército ... en colegios ... Pienso que puedo darme una palmada al hombro y decirme ... ‘Realicé el sueno de mí vida!’ ".

Esta es la historia de Colonia Rusa, el lugar más austral del mundo donde judíos de Rusia deciden formar sus hogares, enfrentar problemas, trabajar la tierra y crear con su propias manos, las posibilidades de una vida mejor para sus familias.

Fue ese el leit-motiv del pequeño grupo de hombres y mujeres, que en el año 1906 se aferran a la idea, abandonan su pueblo natal y comienzan la tarea.

Los capítulos presentados por Iaacov Kaspin dan la imagen de lo realizado en ese lugar inhóspito, lejano y extraño; en ese país cuyo idioma no hablaban y su idiosincrasia no conocían.

Hoy, cuando se cumplen 100 años de aquella iniciación, es posible comprender que el cimiento sobre el cual constituyeron sus viviendas, lograron las tierras y educaron a sus hijos fue la solidaridad y la ayuda mutua entre todos los miembros.

El valor intrínseco de este texto histórico es el hecho que el autor es un nieto de Locev-Kaspin. El testigo que describe en sus recuerdos lo que significó esta convivencia, ese afán de triunfar, pero sin abandonar sus principios religiosos y sus tradiciones culturales.

(contratapa)

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