Dreenee, el niño urraca, por Beth Roberts. Buenos Aires, Editorial Sudamericana S.A., 217 páginas.

Como se sabe, la urraca es un ave sociable e inteligente para su especie, se domestica con facilidad y hasta puede imitar voces humanas. Este es el tema que aborda la autora, originaria de Tasmania, que obtiene una beca literaria otorgada por la Junta de Aborígenes del Consejo de Australia, dada la importancia de recuperar el pasado.

Glenn  Pullen, Supervisor de Bibliotecas del Ministerio de Educación de Tasmania, explica: “...cada uno de nosotros escucha las voces de la urraca en su vida. Algunas veces nos guían y otras nos increpan. Descubrimos algún símbolo, alguna metáfora, alguna fuente de inspiración para ayudarnos a comprender lo extraño”.

Al protagonista lo acompañan estas aves en sus aventuras por las tierras australianas. De pequeño, descubre las costumbres de su raza y la del hombre blanco. Unos y otros se confunden e intercambian sus conocimientos hasta que el colonizador se queda, como siempre, con lo que no le corresponde. Dreenee encuentra el coraje en las urracas, que lo guían a un camino hacia el futuro. Las conversaciones entre el personaje y las aves ponen de manifiesto la afinidad de los aborígenes con las criaturas de la tierra.

El relato, destinado al público adolescente, nos introduce en un mundo donde la supervivencia dependerá de la habilidad y del continuo aprendizaje.

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