Cultura y Espectáculos

26 de abril de 2021

Entrevista a la ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2021

Pilar Quintana: "Intento mostrar una maternidad imperfecta"

La sabia utilización del gótico en tono realista fue solo una de las razones del premio a "Los abismos", una novela a contramano de antiguos mandatos sociales.

por Silvina Friera 

Una niña caleña siente que tiene “la peor mamá del mundo”. El miedo atroz de quedarse huérfana no le impide decir que la odia, que la va a empujar por las escaleras o le va a cortar el pelo con unas tijeras. Claudia observa y registra la tensa relación de sus padres con los últimos vestigios de inocencia que preserva a sus ochos años. La ferocidad de la vida familiar en los años 80 emerge en pequeñas dosis cotidianas. La tempestad empieza en el cuarto de sus padres. “Los gritos no paraban. Salí al corredor. La puerta de ellos estaba abierta de par en par y vi a mi papá (…) Los gritos salían de su boca, deforme por la rabia, igual que dardos. Agarró a mi mamá, que estaba en piyama y despeinada, por el brazo, la sacudió y la tumbó en la cama. Di un paso. Ellos me percibieron y se volvieron hacia mí. Mi mamá tirada en la cama y papá con los ojos como piedras. Caminó hacia la puerta y la cerró de un manotazo. Los gritos se acabaron. Ahora no se escuchaba nada. Solo el silencio. Solo el abismo de ese silencio”, revela la narradora de Los abismos, de la escritora colombiana Pilar Quintana, ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2021.

Quintana (Cali, 1972) es una escritora tan sutil que logra desplegar las oscuridades indómitas, esos monstruos espeluznantes que se despabilan al borde del precipicio, con las vibraciones y los tonos de los sustantivos y los verbos. Como si midiera cada palabra para encontrar su temperatura exacta y buscara suprimir radicalmente la adjetivación. Los adjetivos confinan y clausuran; los sustantivos y los verbos, depositarios de capas de ambigüedades, abren el complejo mundo narrado desde la perspectiva de una niña que empieza a darse cuenta de que la “normalidad” y la “familia perfecta” no existen. Claudia, que se llama también como su madre –el nombre de pila como herencia primigenia a través de la palabra “tocaya”- percibe las fisuras y las describe. Su mamá se queda en la cama desde la mañana hasta la noche, con la nariz y los ojos irritados, las cortinas cerradas, hecha una bolita como un gato.

Las escritoras están corriendo el velo de la maternidad al explorar las zonas más lúgubres de las que no se hablaba. Desde las novelas y los cuentos se atreven a deconstruir el discurso almibarado que imponía un paradigma tan problemático como excluyente: ser madre es lo mejor que les pasó en la vida. “Mi mamá siempre estaba en la casa. Ella no quería ser como mi abuela. Me lo dijo muchas veces. Mi abuela dormía hasta la media mañana y mi mamá se iba al colegio sin verla. Por las tardes jugaba lulo con las amigas y cuando mi mamá volvía del colegio, de cinco días no estaba cuatro", recuerda la narradora de Los abismos. "Una vez, en el club, ella oyó cuando una señora le preguntó a mi abuela por qué no había tenido más hijos. —Ay, mija —dijo mi abuela—, si hubiera podido evitarlo tampoco habría tenido a esta. Las dos señoras soltaron la carcajada. Mi mamá acababa de salir de la piscina y chorreaba agua. Sintió, me dijo, que le abrían el pecho para meterle una mano y arrancarle el corazón”.

La escritora colombiana ahora vive en Bogotá, pero su mundo literario sigue anclado al universo caleño. La autora de las novelas Cosquillas en la lengua (2003), Coleccionistas de polvos raros (2007), Conspiración iguana (2009) y La perra (2017) y el libro de cuentos Caperucita se come al lobo (2012) fue seleccionada en 2007 por el Hay Festival entre los 39 escritores menores de 39 años más destacados de Latinoamérica. Las perras fue traducida a quince lenguas, resultó finalista del Premio Nacional de Novela y del National Book Award y obtuvo el Premio Biblioteca de Narrativa colombiana y un PEN Transates Award. En esa novela indaga en el deseo truncado de la maternidad y cómo esa frustración detona el sentimiento de pérdida y violencia, el aislamiento y la soledad. Damaris, la protagonista, y su esposo Rogelio, ambos afrodescendientes, viven en un pueblo de “casas destartaladas, con paredes de tabla y techos negros de moho”, cercano al puerto de Buenaventura en la costa pacífica colombiana, una de las zonas más pobres del país debido al abandono del Estado, vinculado con el racismo estructural. Damaris no puede quedar embarazada y tiene que lidiar con la sensación de no encajar en un mundo que la rodea y que le exige: “¿Para cuándo los bebés?”.

El hilo que conecta las dos últimas novelas de la escritora colombiana quizá sea el sentimiento de no encajar en el mundo visto desde el anverso y reverso de la imposibilidad de ser madre y una maternidad real, donde aparece en primer plano las sombras y los fantasmas. “Soy hija de una generación de mujeres que no pudieron decidir qué querían ser en la vida; el mandato les decía que tenían que casarse y tener hijos. Mi mamá quería estudiar Derecho y mi abuelo le dijo que una mujer de su casa se casaba y tenía hijos. Yo sí tuve la libertad de elegir”, subraya Quintana.

-Hacia el final de la novela, la madre de Claudia tiene que calcar el mapa de Colombia y se equivoca y en vez de pegarlo de manera vertical, lo hace horizontal. Como si la maternidad tuviera que ver más con el error que con el acierto, ¿no?

-A la maternidad se la idealiza. La idea de la madre es una mujer perfecta, sacrificada por sus hijos, sin vida propia, que lo hace y lo da todo por ellos. Yo no conozco en la vida real madres así. Las madres de la vida real somos mujeres comunes y corrientes que hacemos lo que podemos, a veces bien, a veces regular, a veces mal, como en cualquier otra actividad humana. En Los abismos intento mostrar una maternidad imperfecta, como lo son todas, y los dolores que eso trae para todas las partes.

-La madre de Claudia piensa la maternidad en términos del cuerpo que se dañó “más que suficiente”. ¿Por qué cuesta hablar de los daños que se producen en alma?

-Creo que es porque a las madres, si no son la madre perfecta, se las juzga. Se las mide con una vara demasiado alta e imposible de alcanzar. No es fácil para una madre hablar de los retos, los dolores y las desesperaciones de la maternidad y la crianza cuando por ello la van a tildar de mala madre.

-Si cada madre hace lo que puede, ¿se puede pensar que algo parecido sucede en tu trabajo como escritora? ¿Que escribís, no lo que querés sino lo que podés?

-¡Exacto! Yo quisiera ser una escritora súper original e imaginativa que escribe sobre mundos fantásticos y situaciones extrañas, con viajes en el tiempo y abducciones extraterrestres, como hace Kurt Vonnegut. Pero tuve que reconocer que mi talento no está allí, que lo que mejor me sale son las historias pequeñas, íntimas y realistas, y hacer lo mejor que puedo con estas.

-¿Vonnegut sería tu escritor ideal?

-Sí. Se le ocurrían ideas y situaciones diferentes a las de las historias tradicionales, y desafiaba lo conocido y la realidad. Admiro mucho esa capacidad.

-La novela se vuelve una novela gótica, de fantasmas, cuando madre e hija están de vacaciones en esa casa extraña, con Porfirio y el miedo que le genera a la niña con el viruñas, el fantasma de Rebeca, la neblina y la propia madre de Claudia moviéndose como un fantasma hacia el precipicio. Todo ese clima ambiente remitía por momentos a la película de Alejandro Amenábar, Los otros. ¿Por qué trabajás el gótico desde el realismo?

-Es cierto que la novela se torna gótica y es cierto que es un gótico realista, sin elemento fantástico. Hay fantasmas y monstruos como en la vida real, como ideas que nos asustan, pero que no llegan a tener sustancia ni a aparecer de verdad. Yo agregaría, además, que es gótico tropical, gótico colombiano o para mayor precisión gótico caleño. Ese gótico está en la tradición literaria y cinematográfica de Cali: María, la gran novela romántica de Jorge Isaacs, se torna gótica; Arturo Alape escribió cuentos góticos; Andrés Caicedo era un amante del género, le encantaban Poe y la novela Rebeca, de Daphne Du Maurier. Su novela Noche sin fortuna y algunos de sus cuentos son decididamente góticos. Los cineastas Luis Ospina y Carlos Mayolo también exploraron el género en sus películas. Soy caleña y, como tal, heredera de esa tradición. En la adolescencia leí Rebeca y Cumbres borrascosas y me encantaron. Creo que era inevitable que terminara yo también haciendo alguna cosa de ese género.

-El suicidio es otro tema que aparece en la novela. ¿Hay algo más espeluznante que una muñeca que se “suicida”?

-Decía Chejov que si introducís un arma en el cuento tenés que usarla. Esa muñeca es como el arma de Chejov. Si introducís una muñeca en una historia tenés que usarla. Las muñecas en la ficción tienen algo muy perturbador y espeluznante. La muñeca de Los abismos no podía ser diferente. Y es que la novela se llama Los abismos. Si introducís unos abismos en la historia tenés que usarlos.

-La madre está encerrada todo el día en la habitación y es evidente para los lectores que esa mujer está atravesando una depresión, pero la palabra nunca aparece mencionada. ¿Fue deliberado que no apareciera la palabra depresión?

-La enfermedad mental en los años ochenta era tabú. Hoy todavía lo es, pero ya hablamos de ella. Personas reconocidas abordan el tema, escriben libros y dan charlas. En los ochenta no era así. Yo me enteré de que mi abuelo sufría de depresión porque oí a mi madre y a mi tía hablando en voz baja del tema. Era vergonzoso, nadie debía saber que padecía esa enfermedad. Se la ocultaba o se usaban eufemismos para nombrarla. Los abismos transcurre en los años ochenta y por eso no se la nombra directamente.

-El momento en que la madre de Claudia empieza a trabajar se podría relacionar con lo que sucede con una obra de teatro de Elfriede Jelinek, Lo que pasó cuando Nora dejó a su marido en la que imagina qué pasa cuando Nora, la protagonista de Casa de muñecas de Ibsen, pega el portazo y se va. Si Nora se liberó de su hogar y de su marido fue para ser una trabajadora explotada en el sistema capitalista para Jelinek. La mujer de tu novela no quiere liberarse del marido, pero cuando intenta escapar del tedio no logra encajar en una rutina laboral. Como si en un punto, no encontrara su lugar en el mundo de la familia ni en el trabajo, ¿no?

-Es que tal vez ella no estaba hecha para tener un trabajo establecido y una familia tradicional. Tal vez ella habría sido más feliz con una vida viajera, de aventuras, como la que imaginaba con su novio de la adolescencia. En aquella época, sin embargo, y en aquella sociedad, era muy difícil que una mujer pudiera elegir un destino como aquel. Y era muy difícil por muchas cosas, porque tenía en contra a sus padres y a la sociedad, pero, sobre todo, porque no tenía estudios ni independencia económica.

-Cada vez más la maternidad en la literatura aparece menos idealizada, más cuestionada, vista poniendo tal vez el acento en la oscuridad. ¿El siglo XXI es el siglo de la deconstrucción de la maternidad?

-Ojalá. Ya era tiempo, ¿no? Que liberador para las mamás poder hablar abierta y honestamente de la maternidad y que así las mujeres que quizás quieren ser madres se enteren bien de cómo es.

La compañía de Gabo

Para Pilar Quintana, Gabriel García Márquez nunca fue una sombra, sino más bien “un abuelo querendón”. El primer libro que leyó fue Crónica de una muerte anunciada y luego fue avanzando con la lectura de otras obras del Premio Nobel de Literatura. Para la generación de Quintana, García Márquez fue un maestro a secas que no ejerció opresión, a diferencia de otras generaciones que no pudieron tomar distancia de la obra del autor de Cien años de soledad. La autora de La perra y Los abismos reconoce como su padre literario a Andrés Caicedo (1951-1977), un escritor caleño que se suicidó a los 25 años, autor de ¡Que viva la música!, novela póstuma que leyó con fascinación, por recomendación de un amigo. La línea final de la novela hablaba de su mundo más cercano: “Y así es como una ex alumna del Liceo Benalcázar se convierte en puta”. Quintana de pronto sintió que “la literatura no solamente pasa en un pueblo perdido de la costa sino que pasa en mi colegio”. Caicedo, desde entonces, se convirtió en su padre creativo, “absolutamente iluminador” con su literatura gótica.

Ver, además:

La colombiana Pilar Quintana ganó el Premio Alfaguara de Novela por su libro "Los abismos", por Silvina Friera - Publicado en Página12 el 21 de enero de 2021 c/videos

Pilar Quintana conversa con Yolanda Ruiz sobre su libro Los abismos, Premio Alfaguara 2021.

10 abr 2021

La escritora colombiana Pilar Quintana en diálogo con Yolanda Ruiz presenta su libro Los abismos, Premio Alfaguara de novela 2021. Ella es caleña, mujer del Pacífico, viajera, contadora de historias. Su novela es una historia que se cuenta desde la mirada de una niña que descubre el mundo de los adultos, el mundo de su madre, que tal vez no quería ser madre, una mujer que, como muchas, tenía sueños más allá del destino trazado. Una historia que habla de mujeres que van cambiando, que quieren vidas distintas. Una novela que transcurre en los años 80 en Cali, Colombia.

Encuentro con la escritora Pilar Quintana

2 dic 2020

por Silvina Friera
Diario Página12 (Argentina) 

Link de la nota:  https://www.pagina12.com.ar/337916-pilar-quintana-intento-mostrar-una-maternidad-imperfecta

26 de abril de 2021

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