13 de julio de 2023

El escritor checo murió a los 94 años

Milan Kundera, un anticomunista con sentido del humor

El autor de La insoportable levedad del ser y La broma militó en el PC, fue expulsado, sufrió la prohibición de sus libros y se exilió en Francia, donde adoptó su nueva lengua literaria. Recién en los últimos años se reconcilió con su nacionalidad checa.

por Silvina Friera

Kundera murió en París, la ciudad donde se exilió en 1975.

El novelista debe eclipsarse detrás de las páginas. Este podría ser el “mantra artístico” del huidizo, esquivo y genial Milan Kundera, el escritor checo que mezclaba lo cómico y lo desgarrado, lo grave y lo ligero, la razón y el sinsentido, como solo lo hizo su idolatrado Kafka. El autor de La insoportable levedad del ser, un clásico de la literatura de la segunda mitad del siglo XX, murió el martes a los 94 años en París, la ciudad donde se exilió en 1975. Después de la Primavera de Praga, la primera revuelta contra el comunismo, Kundera sufrió el ostracismo interno de la prohibición de sus libros y a duras penas sobrevivía como pianista de jazz cuando decidió rumbear hacia Francia, la tierra de sus admirados Rabelais y Diderot, sin saber casi nada de francés. La “guerra fría” comenzó cuando le retiraron la nacionalidad checa a fines de los años 70. Entonces obtuvo la nacionalidad francesa, adoptó el francés como lengua literaria a partir de 1994 y se negó a revisar las traducciones al checo de su obra. La relación con su país natal -entonces Checoslovaquia, ahora República Checa, en sus novelas Bohemia- fue compleja y con un final abierto.

“Si cuando era un muchacho alguien me hubiera dicho: ‘Un día verás desaparecer tu país de la faz de la tierra’, me habría parecido una tontería, algo inimaginable para mí”, confesó Kundera al escritor Philip Roth, en un diálogo que tuvieron en 1980. “Los hombres nos sabemos mortales, pero damos por sentado que nuestro país posee una especie de vida eterna. Pero, tras la invasión rusa de 1968, todos y cada uno de los checos hubieron de enfrentarse a la idea de que su país podía tranquilamente ser borrado de Europa, igual que durante los cinco últimos decenios hubo cuarenta millones de ucranianos obligados a ver cómo desaparecía del mundo su país, sin que el mundo prestara la más pequeña atención”, agregó el escritor checo, hijo del célebre pianista Ludvík Kundera, que nació en Brno, el 1° de abril de 1929.

El optimismo es el opio del pueblo”

Estudió Literatura en la Universidad, pero abandonó la carrera para completar sus estudios en la Facultad de Cine de la Academia de Praga, de donde egresó en 1956. Como muchos jóvenes de su tiempo, Kundera se afilió al Partido Comunista. La ilusión de esa militancia pronto se resquebrajó. La historia del desencanto la narró en su debut literario, en la novela La broma (Zert, 1967), un tratado cómico y desolador sobre la incompatibilidad manifiesta entre el totalitarismo estalinista y el sentido del humor. A Ludvik Jahn, suerte de alter ego del escritor, se le ocurre enviar una postal a una compañera de clase en la que se burla de la situación de Checoslovaquia. “¡El optimismo es el opio del pueblo!”, escribe el joven Ludvik. El resultado de ese “atrevimiento” peca por obvio: Jahn es expulsado de la universidad, sus compañeros del partido le retiran el saludo y termina trabajando en las minas; experiencia que padeció Kundera, quien se transformó en un renegado del paraíso comunista.

Después de la Primavera de Praga en 1968, Kundera vivió el primer exilio más doloroso para un escritor, la prohibición de sus libros, que fueron retirados de las bibliotecas públicas y de las librerías. También lo despidieron de su puesto como profesor en la Academia de Cine y a duras penas lograba subsistir como pianista de jazz. Eligió exiliarse en Francia, donde se desempeñó como profesor de literatura en la Universidad de Rennes primero y luego en la Escuela de Altos Estudios de París. Sus novelas encontraron una recepción cada vez más favorable, a fines de la década del 70 y buena parte de los años 80, con La vida está en otra parte (1972), distinguida con el Premio Medici en Francia; La despedida (1973), con la que obtuvo el Premio Mondello, y El libro de la risa y el olvido (1979). 

“La experiencia de vivir en otros países es la mayor de las dichas”, le dijo Kundera a Roth. “Uno sólo puede entender el mundo si lo contempla desde varios puntos de vista. Aquellos acontecimientos que tuvieron lugar en Praga son descritos desde la perspectiva de un occidental mientras que lo que ocurre en Francia es analizado desde la óptica de un checo. Es el encuentro entre dos mundos. Mi país natal, en el curso de menos de medio siglo, ha experimentado la democracia, el fascismo, la revolución, el terror estalinista y la desintegración del estalinismo, la ocupación alemana y la rusa, las deportaciones en masa y la muerte de occidente en su propio territorio”, enumeraba el escritor checo las convulsiones de ese período histórico. En esa misma entrevista con el escritor estadounidense, Kundera explicó que aprendió la importancia del humor durante la época del terror estalinista, cuando tenía veinte años. “Siempre era capaz de reconocer a las personas que no eran estalinistas, es decir, a los que no había que temer, por la forma en que sonreían. El sentido del humor era un signo inequívoco del reconocimiento. Desde entonces he vivido aterrorizado por la idea de un mundo que está perdiendo su sentido del humor”.

El eterno retorno y la levedad

La insoportable levedad del ser (1984), una reflexión mordaz sobre la sexualidad, la libertad y el amor, vendió millones de ejemplares en todo el mundo. La novela, ambientada en Praga en 1968, en el año en que los tanques rusos invadieron Checoslovaquia, arranca con un pequeño ensayo sobre Nietzsche y el eterno retorno. “Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. Pero dado que habla de algo que ya no volverá a ocurrir, los años sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en discusiones, se vuelven más ligeros que una pluma, no dan miedo", comparaba Kundera en esta novela que se publicó en la República Checa recién en 2006. “Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a cortarle la cabeza a los franceses. Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo, incluida la guillotina”. El éxito de las peripecias de Tomás, Sabina, Teresa y Franz, los protagonistas de la novela, lo amplificó en 1988 la película dirigida por Philip Kaufman, protagonizada por Daniel Day-Lewis, Juliette Binoche, Lena Olin y Erland Josephson.

No se sentía cómodo en el papel del disidente que le asignaron. “No me gusta reducir la literatura y el arte a una lectura política. La palabra disidente significa suponerle a uno una literatura de tesis, y si algo detesto es precisamente la literatura de tesis. Lo que me interesa es el valor estético. Para mí, la literatura procomunista o la anticomunista es, en ese sentido, lo mismo. Por eso no me gusta verme como un disidente”, aclaró el escritor. 

En 2008 la revista checa Respekt lo acusó de haber delatado en su juventud, cuando tenía 21 años, a un compañero de la residencia universitaria Kolonka de Praga, Miroslav Dvorácek, que estuvo a punto de ser ejecutado y que cumplió 13 años de trabajos forzados en una mina de uranio. En el artículo, firmado por Petr Tresnak y Adam Hradilek, se informaba que Dvorácek, que vivía entonces en Suecia, tuvo un derrame cerebral y perdió el habla poco después de enterarse de que un documento del ministerio del Interior señalaba a Kundera como el informante que lo denunció. Pero el acta que probaría su trabajo como delator no estaba firmada por el propio Kundera. “Son puras mentiras”, desestimó el escritor checo la información publicada por Respekt.

El regreso a la patria

   A los 91 años, donó su biblioteca y su archivo a Brno, su ciudad natal, que ahora preserva las distintas ediciones en más de cuarenta idiomas de la obra del escritor checo, artículos escritos por el propio Kundera, textos que han escrito sobre él, críticas de sus libros, muchos recortes de periódicos, fotografías autorizadas y dibujos hechos por el escritor checo, entre otros materiales. El regreso de sus libros podría ser el epílogo de un añejo desacuerdo, que empezó cuando el régimen comunista le retiró la nacionalidad, que recuperó recién en 2019. Vera, la esposa del escritor, precisó que la idea le apareció mientras dormía, durante un sueño en el que el escritor estadounidense Philip Roth le dijo: “Milan nació en Brno, pues regresa allí”. 

El “mantra artístico” de Kundera alcanzó quizá la perfección: volvieron sus libros, incluso aquellas novelas que publicó en francés entre 1995 y 2014, como La lentitud, La identidad, La ignorancia y La fiesta de la insignificancia, pero el novelista no regresó a la patria de su infancia. Lo curioso en la relación con su país natal es que en sus novelas jamás utilizó la palabra «Checoslovaquia». “Esta palabra compuesta es demasiado joven (nacida en 1918), carece de raíces en el tiempo, de belleza, y traiciona el carácter compuesto y demasiado joven (aún no probado por el tiempo) de la cosa denominada. Aunque se pueda, en rigor, fundar un Estado sobre una palabra tan poco sólida, no se puede fundar sobre ella una novela. Por eso, para designar el país de mis personajes, empleo siempre la vieja palabra Bohemia. Desde el punto de vista de la geografía política, no es exacto (mis traductores se rebelan con frecuencia), pero, desde el punto de vista de la poesía, es la única denominación posible”, fundamentó.

 Aunque su nombre sonaba cada tanto, incluido en el listado de los que merecían ese reconocimiento, Kundera murió sin haber recibido el Premio Nobel de Literatura. No es una compensación menor haber alcanzado lo que muchos escritores franceses no logran: una edición de La Biblioteca de la Pléiade, de Gallimard, una referencia en términos de prestigio y reconocimiento literario. “Kundera puede ser de origen checo y puede haber adoptado la nacionalidad francesa, pero su obra no es francesa ni checa. Pertenece a otro territorio, a otra historia, a otro corpus que el de las lenguas en la que ha sido escrita”, argumentó François Ricard en la edición de la Pléiade. El escritor checo ganó en 2001 el gran premio de la Academia Francesa al conjunto de su obra, el Premio Nacional de Literatura de la República Checa en 2007 y el premio Reino de Redonda en 2010, entre otros galardones y reconocimientos internacionales.

Heredero de Cervantes

Tal vez el último capítulo de un viejo desencuentro se escribió cuando Kundera obtuvo el Premio Franz Kafka en 2020 porque “su obra representa no sólo una contribución extraordinaria a la cultura checa (…), sino también a la cultura europea y mundial”, afirmó el jurado del galardón concedido por la Sociedad Franz Kafka de Praga. Este reconocimiento implicó la reconciliación definitiva entre el autor de La insoportable levedad del ser y su país de origen. “Gracias a lo fantástico que supo percibir en el mundo burocrático, Kafka consiguió lo que parecía impensable antes de él: transformar una materia profundamente antipoética, la de la sociedad burocratizada al extremo, en gran poesía novelesca; transformar una historia extremadamente trivial, la de un hombre que no puede obtener el puesto prometido (lo que, de hecho, es la historia de El castillo), en mito, en epopeya, en belleza jamás vista”, escribió Kundera en uno de los textos que integran El arte de la novela.

El escritor que logró hacerse más visible en sus páginas se borró de la esfera pública, como un asceta que abraza la reclusión consuetudinaria en su departamento parisino y le da la espalda a los periodistas, a los medios de comunicación y a las redes sociales. “Si el porvenir no representa un valor para mí, ¿a quién o a qué me siento ligado?: ¿a Dios? ¿a la patria? ¿al pueblo? ¿al individuo? –se pregunta Kundera en un ensayo-. Mi respuesta es tan ridícula como sincera: no me siento ligado a nada salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes”. 

 

por Silvina Friera Periodista y profesora de Castellano, Literatura y Latín.
Escribe en la sección Cultura y Espectáculos de Diario Página12 (Argentina) 

Link:  https://www.pagina12.com.ar/567398-milan-kundera-un-anticomunista-con-sentido-del-humor

13 de julio de 2023

Autorizado por la autora

 

Ver, además:

 

                         Milan Kundera en Letras Uruguay                 

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

Facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

Ir a índice de periodismo

Ir a índice de Silvina Friera

Ir a página inicio

Ir a índice de autores