El pasado no está clausurado. Los ecos pretéritos –con sus fantasmas y heridas– resuenan aquí y ahora. Cuando algunos postulan la necesidad del olvido –la política deliberada del “borrón y cuenta nueva”–, hay una joven española de 27 años, la poeta de cabecera de la generación millennial, que resiste a la desmemoria programada desde sus poemas y ahora también con su narrativa. Elvira Sastre ganó el premio Biblioteca Breve, dotado con 30.000 euros que entrega la editorial Seix Barral, con su primera novela, Días sin ti, contada en dos tiempos (la República y la Guerra Civil y la actualidad): la historia de Dora, una maestra cuyo amor fue asesinado en la guerra, y su nieto Gael, un joven escultor que atraviesa la ruptura sentimental con la modelo de toda su creación. “Mi abuela vivió tantas miserias que se convirtió en una experta de la belleza”. El principio de la obra premiada –que se publicará el próximo 5 de marzo– le imprime un tono muy singular a una trama en la que se trenzan el amor, el dolor, la pérdida, la memoria y la esperanza. 

El jurado de esta 61° edición –presidido por Rosa Montero e integrado por Agustín Fernández Mallo, ganador del premio en 2018; Pere Gimferrer, Lola Larumbe y Elena Ramírez, editora de Seix Barral– destacó que Días sin ti es “una indagación sobre el sentido del amor desde la perspectiva de quien está descubriendo la vida”. El origen de la novela, cuya escritura le demandó tres años, está en una serie de poemas intercalados en Baluarte (2014), que gira en torno a una ruptura amorosa. Se trata de la serie “Días sin ti”, que empieza con “Día Uno sin ti:/ te echo tanto de menos que en mi reloj aún es ayer”. Sastre (Segovia, 1992) fue explorando en su entorno familiar y personal para escribir su primera ficción, que Gimferrer enmarca en el ámbito genérico de la “educación sentimental”. “Como todo lo que escribo, tiene parte autobiográfica; Dora tiene mucho de mi abuela Sote y en cuanto a Gael, su historia no es la mía, pero durante la escritura también viví una ruptura y parte de su aprendizaje sí es el mío”, reconoce la escritora, que tomó como modelo literario La delicadeza, del francés David Foenkinos, por “sencillo y poético”, para intentar narrativamente algo similar. “Mi obra nace de una introspección profunda que sufro desde pequeña. Soy extremadamente sensible. Me encuentro en la tristeza y me siento a gusto porque es ahí donde encuentro respuestas; la tristeza es de las emociones más hermosas que existen: se trata de sacar los fantasmas, conocerlos, darles la mano. Cuando uno está feliz, no se pregunta nada, no lo necesita. Sin embargo, cuando estamos mal es cuando nos cuestionamos todo. Ahí es donde yo me conozco, donde me armo y encuentro las herramientas que me ayudan a seguir”.

El padre de Sastre la estimuló tempranamente con la lectura de Antonio Machado, y esa niña que devoraba todo lo que caía en sus manos pronto fue incorporando más poetas como Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío y Luis García Montero. Los poemas de la escritora –que tiene más de 129 mil seguidores en Twitter, 250 mil en Instagram y convoca multitudes en sus recitales– son como señales eléctricas imposibles de soslayar. La potencia de su voz consiste en ir al grano de una emoción y exprimirla con una intensidad que vibra en los cuerpos de sus lectores. Puede ser desgarradora, pasional y rabiosa, pero también sabe cómo encontrar la temperatura de las palabras y sonar más diáfana y suave: “Hay una tristeza propia de las cosas/ que las hace bellas/ y no quiero llegar a comprender nunca”, se lee en uno de los poemas de La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, en la “Colección Visor de Poesía” de Ediciones Continente, uno de los libros que se puede conseguir de Sastre en la Argentina, junto con Baluarte (Valparaíso), la antología Ya nadie baila (Valparaíso) y 43 formas de soltarse el pelo (Lapsus Calami), prologado por Benjamín Prado, el primer libro que publicó cuando tenía 21 años, en 2013. 

La poeta y narradora española –que se presentó el año pasado en la Feria del Libro y en la sala Siranush con Magalí Tajes y la poeta española Andrea Valbuena– ha compartido escenarios con Joaquín Sabina y Jorge Drexler, entre otros músicos. Prado describe los poemas de Sastre como “desafiantes, jóvenes y afilados; llenos de imágenes, de anzuelos, de bombillas rotas que, sin embargo, aún siguen encendidas en la oscuridad”. Además ha publicado Tú la Acuarela/Yo la Lírica (2013), en colaboración con Adriana Moragues; y Aquella orilla nuestra (2018), con dibujos de Emiliano Batista. Entre las obras que tradujo se destacan Los hijos de Bob Dylan, de Gordon E. McNeer, los Poemas de amor de Oscar Wilde, Otras manera de usar la boca y El sol y sus flores, de la poeta hindú-canadiense Rupi Kaur, y Todo es mentira, de Emily Lockhart, entre otros.

“La guerra civil es el marco contextual de la novela, no es el tema principal, pero sí donde he querido encuadrar la historia de la abuela –plantea Sastre a PáginaI12–. No responde a algo biográfico, no parte de ahí la inspiración. Hay mucho olvido respecto a la guerra civil; es una herida que está abierta y la gente prefiere mirar a otro lado. Las heridas se curan cuando se sopla encima de ellas, cuando se las mira, se las comprende y uno sabe por qué están ahí, cómo se ha hecho el daño y cómo se puede hacer para que no se repita. Ahora mismo estamos en un momento de mucha confrontación y de poca tolerancia. Si mirásemos hacia ayer, no repetiríamos los mismos errores que me parece que estamos condenados a repetir”. La escritora española buscó rescatar la memoria histórica a través de la voz de una abuela porque para ella las personas ancianas son de “una importancia vital”, aunque están muy relegadas en la sociedad. “No sé en la Argentina, pero en España hay muchos problemas con los pensionistas; algunos viven en condiciones deplorables y no tienen ayuda de los gobiernos, algo que me da muchísima tristeza y muchísima rabia. Me parece importante escucharlos porque nos dan las herramientas para afrontar lo que nos trae la vida”.