“La gracia suprema no consiste en adornar exteriormente materiales, sino en darles una forma simple y práctica”. Quizá ningún escritor llevó esta frase del I Ching más lejos que Emmanuel Carrère a la hora de cultivar un híbrido tan hipnótico por su manera de combinar materiales de la ficción, la investigación periodística a lo Truman Capote o Rodolfo Walsh, la memoria personal y el “documental literario”, si se admite el oxímoron. El escritor, periodista, guionista, crítico y cineasta francés, “autor de una obra versátil, amplia y transversal que ha obtenido un vasto y entusiasta reconocimiento internacional”, recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, dotado de 150.000 dólares, el próximo 25 de noviembre durante la inauguración de la XXXI Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), uno de los encuentros más importantes de la narrativa en español, que tendrá como ciudad invitada a Madrid. “Heredero de Montaigne y de Rousseau, lo autobiográfico adquiere en su escritura una dimensión crítica que le permite pintarse sin concesiones y explorar arriesgadamente zonas de sombra de la condición contemporánea”, fundamentó el jurado de esta edición, integrado por Mercedes Monmany, Jerónimo Pizarro, Valerie Miles, Efraín Kristal, Héctor Abad Faciolince, Carmen Muºat y Gustavo Gerrero.

“Me siento honrado de que mi nombre se añada a la lista de los premiados; muchos son escritores que leo. Es un gran honor y una gran alegría”, dijo Carrère desde París, donde vive. “Lamento mucho la situación que existe en México contra los periodistas; en Francia no es similar la situación, los periodistas no reciben amenazas de muerte. Me siento atribulado por la situación de los periodistas en México y admiro que a pesar de estas amenazas sigan haciendo su trabajo”. El jurado reconoció la obra del autor de El adversario, Una novela rusa, De vidas ajenas, Limónov y El Reino, entre otros títulos, por ser un autor que atraviesa  “distintos territorios creativos, con una aparente naturalidad que le ha llevado a erigirse en uno de los autores más leídos e influyentes entre las nuevas generaciones”. El escritor francés subrayó que trabajó treinta años como periodista. “Me parece que los reportajes o practicar esta forma de periodismo desde este punto de vista literario ha sido muy importante para mí. La diferencia entre periodismo y literatura es la extensión: los reportajes suelen ser más breves y cuando se convierten esos textos en novelas suelen alargarse. Es el caso de mi libro Limónov, que nació como un reportaje y después se convirtió en una novela”, recordó Carrère.

El lema del escritor francés podría condensarse en una propuesta: no hay que reducir la literatura a la novela. “En Francia hay una tendencia a pensar que la literatura es solo novela, pero para mí el periodismo es igualmente literario”, aclaró Carrère. “Un escritor que practica la circulación multimedia trabajando, además, en cine y televisión, pero sin separarse de la gran tradición humanista”, lo definió el jurado del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, reconocimiento que han recibido Norman Manea (2016), Enrique Vila-Matas (2015), Claudio Magris (2014), Yves Bonnefoy (2013), Alfredo Bryce Echenique (2012) y Fernando Vallejo (2011), entre otros. “Por un lado, es capaz de releer y comentar la Biblia con la erudición que exhibe en un libro como El Reino; por otro, es autor de una celebrada biografía de Philip K. Dick y un apasionado lector de ciencia ficción y de reportajes periodísticos”, ponderó el jurado.

Hubo un tiempo en que Carrère (París, 9 de diciembre de 1957) era definido como novelista de modesto prestigio que había publicado El bigote (1986) y Una semana en la nieve (1995). Pero su suerte como escritor cambió cuando se cruzó con la historia de Jean-Claude Romand, el protagonista de uno de sus libros más conocidos, El adversario (1999), el hombre que, a principios de los años 90, asesinó a su mujer e hijos, además de a sus padres, e intentó hacer lo mismo con su amante. ¿Cómo entender esta seguidilla de crímenes? La explicación, por más extraña que parezca, es tan real que parece inverosímil. Romand prefirió matar ante el temor de que su familia se enterara de su gran engaño: durante más de veinte años vivió como si fuera un exitoso médico con alto cargo en la OMS y una acomodada vida de clase alta en una tranquila ciudad de provincias cercana a la frontera con Suiza. Todo era falso. 

Después del impacto de este libro, que fue llevado al cine dos veces en Francia y una en España, el escritor francés profundizó este camino que mezcla memoria personal con investigación periodística y ensayo con Una novela rusa (2008), De vidas ajenas (2009) –viaje doloroso por los universos de la enfermedad, la muerte, la pérdida y el duelo, que se abre con el relato del tsunami que asoló Sri Lanka en 2004 y que Carrère vivió en primera persona–, y Limónov (2011), sobre el político y escritor ruso Eduard Limónov, un personaje desmesurado y estrafalario que le permite trazar una especie de retrato de la Rusia de los últimos cincuenta años. El interés por Rusia o todo lo que pueda entrar en el elástico signado por “lo ruso” le viene por su madre: Helène Carrère D’Encausse, francesa de origen georgiano, una sobresaliente escritora e historiadora, miembro de la Academia y experta en Rusia. Su apellido de soltera es Zourabichvili y procede de una familia georgiana con antecedentes nobiliarios, exiliada en París tras la Revolución Soviética y con miembros destacados en la política, la cultura, la ciencia y la industria. 

“En mi paso personal de la ficción a la no ficción no hay nada ideológico –afirmó el escritor francés–. No creo que la ficción esté muriendo ni que sea algo del siglo pasado. Personalmente, como escritor, no es el tipo de cosa que me sienta capaz de escribir ahora. No me sucede tener una gran idea para escribir un libro de ficción. Si un día la tengo, escribiré ese libro con placer”.