–En el circo, la ilusión se supone que es la función. Pero cuando uno está unos días adentro se da cuenta de que la ilusión es lo que está afuera; es una estructura de vida que ya no existe, que nadie puede entender cómo la siguen llevando y que tiene cosas muy duras. Lo único real es que si se caen se matan. La gente que trabaja todo el día para ganar un poco más y de repente, como pasa en Argentina, cambia el gobierno y resulta que ahora todo es mucho más caro y no está ganando más de lo que ganaban... Esa es la ilusión: la ilusión de que uno puede vivir de lo que trabaja y que el trabajo dignifica. La verdad empieza a ser lo que uno lee, lo que uno conversa, las historias que nos cuentan. Eso pasa a ser mucho más real. La ilusión pasa a ser lo que lleva a la vida. Y la verdad comienza a quedar atrás.

–¿Qué significa contar cuentos?

–Contar cuentos es una forma de supervivencia, no sólo económica. Estamos construidos de historias. Si pensáramos en un recipiente humano donde está toda la sabiduría del mundo, el cuentacuentos es el que va a buscar un poquito de esa sabiduría –que a lo mejor está en un cuento de Borges o en una leyenda popular– y la reparte. Ese movimiento es muy democrático porque no toda la gente le gusta leer y no todo el mundo sabe leer. Pero todos pueden escuchar historias. Contar historias es democratizar y compartir cultura.