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Los códigos de ética

(Sus condicionamientos)

Autoras:

María de los Milagros Flores Corbelle
Ana Taide Vázquez Díaz
Marizell Benítez Flores

En estos inicios del Tercer Milenio podemos mencionar e incluso reflexionar sobre todo un conjunto de Códigos Éticos  dirigidos y expresiones de la profesión médica, los cuales abarcan un amplio abanico de aspectos y temáticas presentes en dicha forma de actuación.

 

Característica que los definen, es el de responder con mayor o menor grado a determinadas condiciones históricas concretas donde se declaran, dictaminan y actúan con mayor o menor cumplimiento, como  pautas de conductas a seguir y respuestas o reflejos de dichas condiciones de forma directa o indirecta a través de eslabones mediadores, pero que en última instancia son réplica de factores conflictivos o situaciones límites de un contexto epocal  donde se formulan.

 

Lo anterior conduce a la afirmación de que los Códigos de Ética vigentes y aquellos que han actuado milenariamente, en los cuales se destacan el papel del médico o del paciente o la actividad que se realiza o media entre ellos, incluyendo el propio proceso de investigación, responden a las condiciones epocales y los fenómenos más relevantes del devenir histórico.

 

Por ello pacemos a mencionarlos independiente a que nos refiramos a códigos de ética clínicos o de investigación. En específico nos referimos a los siguientes:

 

- El juramento Hipocrático. (500 a.n.e.)  Vigente por muchos siglos.

 

- El dictado en 1931 en el cual se expresa claramente de informar al sujeto (paciente) y solicitar su consentimiento a participar en su investigación. 

 

- Código de Nüremberg. 1946.

 

- Declaración de Ginebra, emitido por la Asociación Médica Mundial ((AMM), a quien le corresponde el establecimiento del Juramento Médico en el Acto de Graduación. 1948. Enmendada por la 22 Asamblea Médica Mundial, Sydney, Australia.  1983 y la 35 Asamblea Médica Mundial. Venecia, Italia. 1986 y la 46 Asamblea General de la AMM. Estocolmo, Suecia. 1994.

 

- Código Internacional de Ética Médica. Adoptado por la 3 Asamblea General de la AMM. Londres, Inglaterra. 1949.

 

- La Declaración de Helsinki (1968) perfeccionado sucesivamente. Declaración de Tokio. Helsinki II. 1975.

 

- Por encargo del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica se elabora el Informe Belmont  emitido por la Asociación Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos en las investigaciones Biomédicas y de la Conducta. 1978. (antecedente de la obra de Potter)

 

- Declaración de Lisboa (1981)[1]  Derechos del Paciente. 34 Asamblea. (AMM)

 

- Proyecto de Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos. Adoptado por unanimidad el 19 de octubre de 2005 por la 33 sesión de la Conferencia General de la UNESCO.

 

En pleno desarrollo científico técnico  y de inicio de las preocupaciones y ocupaciones de los problemas ambientales, en 1971 se produce por parte de un oncólogo, profesor de La Universidad norteamericana de Wisconsin de nombre Rensselear Potter, en su célebre obra: “Bioética: un puente al futuro.” el empleo y fundamentación del término bioética, neologismo que utiliza para argumentar una nueva ética de carácter mucho más amplio (vasto contenido filosófico) que todas las existentes y que es respuesta al contexto que le corresponde vivir y hoy podemos señalar en el antecedente de La Declaración Universal  de Bioética, del cual se inspira..

 

Aunque es asumida rápidamente por los profesionales de la medicina, donde se consolida y fortalece, su concepción era más integradora y transdisciplinaria y con un alto vuelo teórico, lo que condujo a que más tarde tuviera necesidad de esclarecer que su proyecto era erigir una Ética de la vida”, reafirmando en sus declaraciones nuevamente los problemas globales a los cuales se enfrenta la humanidad. Propuesta que constituye una reflexión integradora, no a partir del análisis epistemológico de la relación entre conocimiento y valor o del trabajo filosófico en la reconstrucción de los ideales de conocimiento, sino como resultado de la  alarma ante las consecuencias de la instrumentación del saber científico y tecnológico[2]; es decir, su origen vinculado a reflexiones humanísticas  y a la necesaria solución urgente a las demandas sociales que se desencadenan a partir de la segunda mitad del siglo XX.

 

Se debe aclarar que la Bioética, esencialmente no establece de forma per se, el ser  una ética de determinada profesión  o de perfil estrecho que abarque sólo una rama del conocimiento, sino una reflexione ética de carácter aplicado que engloba una gama de problemas generados y estrechamente vinculados al desarrollo social y  en particular con los procesos científicos-tecnológicos y su aplicación desmedida, tal como se plantea en el articulo “Ética Médica y Bioética: perspectivas filosóficas.[3] independientemente de que se aprobase en 1993, por la Organización de Medicina Mundial las normas internacionales para las investigaciones bioéticas en seres humanos y fuese ratificado en el 2005.

 

Volviendo al objetivo inicial, el análisis de los códigos de ética en la medicina, la enumeración de ellos, realizada con anterioridad, requiere de su examen en vinculo con el contexto histórico en el que se promueven y promulgan, así como de detenernos en sus contenidos, de los cuales son abanderados, para develar el papel y valor que poseen en la práctica médica, docencia, investigación y en específico en el proceso clínico, en relación con los pacientes, familiares y en general con la sociedad que se constituyen en los ojos que valoran, reconocen y en última instancia son los beneficiarios y jueces con plenos poderes sobre los contenidos que defienden dichas reglas, así como  el significado que para los profesionales poseen  al enfrentarse a situaciones  conflictivas y permitir un accionar coherente, tanto en relación con la dignidad del paciente como la suya propia, actuando de esa forma como elementos de defensa.

 

Al ser la Ética el estudio y fundamentación de los principios, pautas de conducta y por ello una reflexión acerca de dichas normas, condiciona que como rama de la filosofía sea considerada de carácter regulativo y su objeto esencial lo constituya el examen racional del proceder moral, y en ese orden, posee función práctica ante las circunstancias de incompatibilidad, desacuerdos, e incluso con la existencia de criterios o situaciones de escisión en las relaciones sociales no solo entre paciente y médicos, sino entre  los galenos.

 

El centrar la atención en la ética de la profesión médica y hacerlo a partir de las condiciones históricas donde surgen y son demandadas por los hombres, así como adentrarse en sus contenidos y preceptos, sobre los que aún se debate, meditan y norman para esclarecer y defender el comportamiento a asumir ante disputas, colisiones de intereses o antagonismos que se establecen por múltiples factores, entre los que se pueden mencionar: costumbres, concepciones religiosas, socio-clasistas, etc., se convierte su promulgación y existencia en un imperativo a cumplir, pero también  a mantener como constante demanda interna de conciencia de los hombres holísticamente concebido en la época actual.

 

Ello explica con creces la relevancia en la reflexión médica a lo largo del devenir social y al paso de los años, y que permite objetivizarla como “cimera” al significar y fundamentar el velar, restituir y mantener normas de conductas que faciliten el fluir de la atención de la salud con el loable objetivo de garantizar una  “Calidad de Vida” que conduzca a la consecución de la actividad humana por derroteros plenos, integrales y enriquecedores.

 

Los códigos de ética remontan sus inicios a etapas tempranas[4] del desarrollo social, la Antigua Grecia, y vinculado estrechamente a la figura de Hipócrates, (el más famoso de los médicos entre el 460-377 A.N.E.) al cual se reconoce como autor del primer código establecido, y  que a pesar del tiempo transcurrido, no entra en contradicción con los postulados predominantes en la contemporaneidad, en cuanto su esencia descansa en los principios de “No dañar” y “Hacer el bien.”.   Además de dejar constancia en sus aforismos, la apreciación de las necesarias virtudes morales que deberían adornar al “Buen Medico”.  

 

Código de carácter deontológico y que como se apunta “(…) marco la pauta de responsabilidad que confirió unidad al pensamiento médico occidental, y contribuyó a su delimitación profesional a lo largo de la historia.”[5]  

           

En realidad los presupuestos hipocráticos se convirtieron en la norma de conducta  prevalecientes durante siglos, estableciendo la forma de actuación de una profesión donde esencialmente prima el más profundo y enraizado humanismo, núcleo fundamental en el que descansa el profesionalismo, honestidad y honradez, soportes sustanciales por el cual el paciente deposita su confianza y su vida en manos que no se estrechan necesariamente por vínculos afectivos, emocionales o familiares.

 

El remontar el análisis a la sociedad Griega en su periodo Clásico tiene como objetivo destacar la peculiaridad de que es la etapa en que se comienza a producir determinada acumulación de conocimientos de carácter empíricos, de gran valor, tales como por ejemplo vinculado a los conocimientos médicos, la observación constante de la anatomía humana y la acumulación de información, así como la inicial fisiología, convirtiéndose algunas acciones en hábito de conducta, que a pesar de la distancia temporal, algunas de ellas subsisten,  por ejemplo, una manifestación  es la costumbre hipocrática  de auscultar el corazón.[6]

 

Se está ante un código que hace un llamado al cuidado del paciente, pero el peso sobre el cual gira dicha invocación es en el papel que ejerce el médico. Por ello al  examinarlo se observa la exaltación del papel del profesional de la medicina, ya que destaca “No hacer daño”, pero ¿a quién?; al paciente; pero ¿Quién es el que no hace daño?, evidentemente el médico. Ocurre lo mismo con el “Hacer el bien”, es cierto que es al paciente, pero ¿quién es el que hace el bien?, sobran las palabras, evidentemente el médico.

 

Se podría incluso preguntar ¿el por qué este código ha perdurado hasta la actualidad y no se opone en nada con las normas que las condiciones epocales, cualitativamente diferentes imponen?  Y la respuesta se encuentra implícita y explícitamente en sus postulados, su amplio grado de generalidad o universalidad. Universalidad que permitió el cumplimiento de su cometido  en el esclavismo, en el Medioevo, del inicio, consolidación y desarrollo del sistema capitalista y de su mantenimiento en la actualidad, incluso tampoco se opone al proceso de consolidación de las profesiones, especializaciones, de la aparición de nuevas instituciones y de su status en dichas condiciones, todo lo contrario, lo santifica, al responder de forma universal a sus contenidos esenciales.

 

Su universalidad no impide la aparición de determinados hechos que se oponen a su esencia y a la necesaria formulación de nuevos códigos en la profesión, que levantándose sobre dicha base, no excluyen sus normas y la amplían ante nuevas condiciones históricas y hechos que entran en plena contradicción con los aforismos hipocráticos que fundamentan las virtudes morales que deben caracterizar al Buen médico”

 

Acontecimientos (que se guardan en la memoria colectiva como casos a destacar por su carga de negatividad, al quedar registrados en blanco y negro) que al inicio no se producen de forma masiva pero que hacen pensar, y que al paso del siglo XX,  al darse como un hecho  de grandes dimensiones, si imponen no sólo pensar y repensar, sino además, preocupación y ocupación por su magnitud y significación. ¿A qué nos referimos?

 

En el Siglo XVIII  (en 1721) se producen casos en plena contraposición a lo declarado desde la antigüedad por la ética médica, cuando el cirujano inglés Charles Maitlan inoculó viruela  a un grupo de prisioneros, en específico a seis, a cambio de la promesa de libertad.

 

Ya durante el siglo XIX, y a todo lo largo del mismo, transitando hasta el XX, en sus primeras décadas, se formula un nuevo código de ética, formulado por Thomas Percival, cuyos contenidos presentan un profundo carácter paternalista (que aún se manifiesta en el comportamiento de algunos galenos) centrando la atención en el aspecto relativo a la comunicación de la verdad al paciente,[7] sumamente debatido y delicado por su connotación psicológica.

 

Aunque a inicio del siglo XX se comienzan a producir nuevas condiciones de existencia y de interpretación sobre el hombre y su valor, ya abonadas con antelación por la Ilustración,  así como concepciones nuevas (un fuerte racionalismo) que se fortalecen ya en esta etapa con el desarrollo de las ciencias (con el paso de la observación  a la experimentación, cuyo antecedente se encuentra en el pensamiento de Descartes (1596-1650 en el siglo XVII) propiciando el empleo de la experimentación y la matematización, y la propugnación por parte de los científicos del divorcio entre conocimiento y valor y a través de ello, la exaltación en la ciencia, de manera absoluta, de un único valor, el de la verdad, y aunque en el caso de la medicina, a diferencia de otras, esta es “(…) una de las primeras profesiones donde las preocupaciones éticas se expresan en códigos de conducta moral“[8] quizás influenciados por dicho espíritu, durante la primera década del 1900 en Alemania, se hicieron varios estudios inoculando enfermedades venéreas, no curables, en individuos inconscientes de esa acción: se trasplantó cáncer: se expuso a sujetos a la Tifoidea (a veces inyectándola); se manipularon cerebros de mujeres con convulsiones y existieron numerosos casos de investigaciones en recién nacidos, embarazadas, pacientes quirúrgicos, subnormales, dementes y moribundos.[9]

 

Por todos es conocido que durante el periodo comprendido entre el inicio de la Segunda Guerra Mundial (incluso previo a ella) y su terminación se llevaron a cabo en la Alemania Hitleriana y en los países ocupados por el nazismo, experimentos médicos bárbaros y criminales a gran escala, o como un periodista catalogo “(…) medicina a la inversa (…)[10]  a luchadores de todas las nacionalidades, antifascistas, prisioneros de guerra, civiles y entre estos últimos judíos, amparados en la ideología de la “Raza Superior” o “Raza Aria” (en sáncrito, noble) o “El Pueblo Superior Alemán”, el cual era considerado de esa forma, por sus ideólogos, tanto por su físico como,  supuestamente, por su carácter e inteligencia.

 

“La Alemania nazi de Adolfo Hitler intentaba mantener una raza alemana “pura” mediante una serie de medidas recogidas bajo la llamada “Higiene  racial”. Entre otras actividades, los nazis realizaron extensivos experimentos en seres humanos vivos para comprobar sus teorías genéticas, yendo desde la simple medida de las características físicas a los horrendos experimentos realizados por Josef Méngüele para Otmar von Verschuer con gemelos en los campos de concentración. Durante los años 1930 y 1940, el régimen nazi esterilizó forzosamente  a cientos de miles de personas a los que consideraba mental y físicamente “No aptas” (se estima que unas 400 000 entre 1934 y 1937.”[11] entre las que se encontraban judíos, gitanos, homosexuales y personas discapacitadas.)

 

Debe puntualizarse que tales experimentos o la aparición de “(…) una rama satánica de la medicina (…)”[12] no fueron acciones aisladas o casuales de médicos y científicos que trabajaban por cuenta propia, sino el resultado de una normativa y planeamiento coordinado al más alto nivel del gobierno hitleriano, del ejercito y del Partido Nazi practicado como parte del esfuerzo de Guerra Total dirigido directamente por Himmler y Kaltenbrunner,[13] incluso entre los documentos rescatados se hallaron los informes secretos de los científicos y médicos participantes en la experimentación con prisioneros en los campos de concentración.

 

Los primeros experimentos fueron dirigidos por los SA (Tropas de Asalto), en 1934 los SS se hicieron cargo de estos realizados en los conocidos Campos de Concentración, siendo los más celebres Dachau, Auschwitz, Buchenwald, Ravensbruch, destinados a los adversarios del régimen hitleriano en toda Europa (en un mapa de la época consultado, sin contar con los ya mencionados, se pudieran señalar once campos de concentración) correspondiendo con las regiones de Alemania, Austria, Polonia, Bélgica, Francia, los países Bálticos  y Ucrania.

 

El nivel de crueldad alcanzado, lo que se traduce en la denominación de “crímenes de guerra” o “genocidio”  o “crímenes de lesa humanidad,”  denominaciones que pueden ser empleadas con plena propiedad, encontró su expresión en las prácticas llevadas a cabo, entre las que se encontraban: inocular enfermedades horrendas a personas sanas,[14] inyecciones de fenol para observar la agonía y su duración, el estudio de la permanencia de organismos vivos (léase, prisioneros de los campos de concentración) en atmósferas enrarecidas para obtener  según ellos, información valiosa, de primera mano, para salvar a los aviadores nazis.

 

Otros experimentos famosos por su sadismo era someter a fríos intensos, para la evaluación del tiempo de resistencia y permanencia en esas condiciones y seguidamente el uso de métodos para revivirlos por diversos medios, aunque su final era su ejecución en las cámaras de gas, de mantenerse con vida, cosa casi imposible.

 

Los testimonios aparecen en la Documentación del Dpto. de Investigaciones del Instituto de Higiene de la SS, como de los pocos prisioneros que quedaron con vida. Incluso en todo este periodo se llevan a cabo actividades que no pueden ni tan siquiera caracterizarse, pues nuestro lenguaje se hace  insuficiente, refiriéndonos al empleo de adornos para el hogar y colecciones de objetos provenientes de restos o parte de seres humanos.

 

‘(...) El SS Husptsturmfurer  Müller  colaboro con el médico de campo Dr. Wagner, (…) buscaron personas con tatuajes y los fotografiaron (…) Pocos después se pudieron ver los mejores ejemplares de piel en el “Departamento de Patología” lugar donde fueron preparados y expuestos (…) El mismo Koch se mando hacer una lámpara de mesa a base de piel y huesos humanos (…) los médicos de las SS (siguiendo los procedimientos de Oceanía) redujeron ellos mismos toda una serie de cabezas(…)[15]

 

Lo anterior es la evidencia más vívida de cómo producto y resultado de los juicios de Nüremberg realizado por un Tribunal Internacional, condujera de forma necesaria e imprescindible, no solo a ser juzgados 23 médicos acusados de haber practicado inhumanos y crueles experimentos en humanos (de los cuales  16 fueron declarados culpables y 7 condenados a muerte)[16]  sino además y este además no es  algo huero, se llevara a cabo y estableciera un código de Ética conocido por el mismo nombre de la región donde se realizaron los juicios, Nüremberg, prescribiendo las regulaciones y normas éticas permitidas a partir de un contenido profunda y esencialmente humanista que se reflejan en los diez aspectos que lo fundamentan.

 

Es importante reiterar como este, promulgado posterior al triunfo sobre el nazismo es causado y respuesta a los genocidios perpetrados por galenos e investigadores que respondían plenamente a los designios de las hordas Nacional Socialistas y a la ideología repetida hasta la saciedad por su máximo exponente, A. Hitler y su camarilla acerca de la supuesta superioridad del pueblo alemán como “raza superior’ y el desprecio, ultraje y vejación a diferentes nacionalidades con especial ensañamiento en los judíos y a todos los que se opusieran a sus doctrinas en todas las regiones europeas, y que en última instancia, no era más que un nuevo reparto territorial del mundo y su intento de convertir a Alemania en un nuevo imperio, en pleno siglo XX..

 

Es la razón por la que se debe mantener intacta la memoria histórica y trasmitir a las actuales generaciones, que no tuvieron la percepción  de los hechos y que por suerte no vivieron dicho terror y que sólo como referencia literaria y cinematográfica o por boca de unos pocos, que ya los años encorvan, tienen conocimiento de dichos hechos y poder mostrar a las futuras generaciones u hornadas, a las que sólo le llegan como legado inmaterial, al estar mucho más alejadas temporalmente, el transmitir, el evocar con rechazo y pavor, lo que fue y aun constituye y constituirán, acciones plenamente deshumanizante, contrarias a la propia esencia del hombre.

 

El centro fundamental de dicho código que aborda la experimentación clínica, fue la defensa al paciente sometido voluntariamente al proceso de experimentación, y es significativo el subrayado, pues tiene como principio rector y principal el “(…) consentimiento voluntario  del sujeto.”[17]  Y además permite la posibilidad, de ser así su deseo, de poner fin a su participación en el experimento; momento sumamente relevante, producto de las tristes experiencias de los años de guerra y de los campos de concentración. Por ello el acento se sitúa en la posibilidad de elección del sujeto, sin “(…) fuerza, engaño, coacción o algún otro factor posterior para obligar a coercer (…).[18]

 

Destaco la idea, el actor esencial de su contenido son las regulaciones que protegen, preservan y defienden la vida del sujeto que accede a participar, y en ese sentido se constituye  en conjunto de reglas, normas de carácter universal, establecidas, determinadas por el contexto, como reflejo y consecuencia de condiciones vivenciadas por la humanidad  en el decursar histórico.

 

A pesar de lo siniestro y repulsivo que resulto toda esta amarga experiencia, así como su resonancia y connotación, aún la historia conoció de otros hechos, de carácter menos masivos como los acaecidos durante la Segunda Guerra Mundial, focalizados en determinadas regiones, pero tan repugnantes y execrables, que constituyen un llamado de alerta acerca de la necesidad de la socialización y profundización en el código anteriormente mencionado.

 

Se hace referencia a los que se producen en los Estados Unidos de Norteamérica, conocidos como el “Experimento Tus Kagea” del Condado Sur de Alabama, el cual se inicia en el año 1932 (coincidente con los del nazismo)  y perdura hasta la década del 60, el cual tuvo como objetivo, según sus autores,  conocer y describir “(…) la historia natural de la enfermedad (…)  en específico la sífilis “Historia que era conocida hacia más de quinientos años, desde el descubrimiento de las Américas.”[19], seleccionando para ello un grupo de 400 afronorteamericanos , a los cuales se les ofrecía servicios de salud gratuitos (paliativos) aunque no se les trataba la enfermedad fundamental: la sífilis.

 

Lo tristemente célebre de esta situación es que desde el año 1928, Alejandro Fleming había descubierto las propiedades del hongo microscópico penicillium notatum y desde el 1940, Horward Walter junto al anterior hallaron la tan salvadora penicilina, por lo cual obtuvieron el Premio Nóbel en el 1945; por tanto se conocía de la efectividad del antibiótico en el tratamiento de la patología que los aquejaba y a pesar de ello no se trató, con la consecuente secuela y mortalidad consustancial a la enfermedad venérea.[20]

 

En el mismo orden fue el caso denunciado  por Henry Beecher en el artículo  “Éticas e investigaciones clínicas.” publicado por la revista “The New Englag Journal of Medicine” en el cual se describe como se inoculaba hepatitis A en un asilo de niños discapacitados con el síndrome Down o con retraso mental, así como también “(…) la inyección de células cancerosas en 22 pacientes internado por otras causas ajenas al cáncer sin ni siquiera hacer referencia a lo que se le estaba haciendo; la omisión de tratamiento en grupos de soldados con angina estreptocócica (estando disponible la penicilina y sin su consentimiento).”[21]

 

Aunque son hechos de carácter aislados, en relación con los anteriormente señalados, son expresiones de una actuación opuesta al contenido esencial de dicha profesión,  y se convierten en antecedentes a tomar en consideración por parte de estos especialistas acerca de la actividad a realizar, y  ello explica, ante el cambio de las condiciones epocales, que la Organización Médica Mundial (OMM) se plantea como exigencia  la alerta constante, que se traduce en la constante reflexión y perfeccionamiento de las normas éticas que orientan su hacer, que aunque no se encuentran condicionados directamente por sucesos de dicha índole, deben prevenirse y no tener que dictarlos como consecuencias de ellos.

 

También la existencia del Comité de Ética, el que se establece en el año de 1952, al que le antecede la “Declaración de Ginebra” en el 1948, donde se reconoce la actualización y modernización del juramento hipocrático, para ser asumido y exigido por las escuelas de Medicina, ante tan significativo acto de graduación e iniciación de una vida entregada al bien de la sociedad. En el mismo se formulan sintéticamente las características esenciales presentes en el ideal ético del médico en la contemporaneidad.

 

Dicho juramento estuvo precedido por el Código de Ética del año 1949, donde se postulan los deberes en general con el individuo y la sociedad y se declaran las normas a asumir  con los pacientes e incluso entre los médicos –este aspecto sumamente novedoso en su época- y que no había sido tenido en cuenta y registrado hasta dicho momento.

 

Si observamos la contenidos de estas regulaciones, en los diferentes aspectos y condiciones en que se realizan, todos tienen como foco de atención al médico y la forma de relación a entablar en su actividad, aunque se amplían y se lleva a cabo en cada uno de ellos valoración de carácter más integral, sin estar signados por la carga negativa que los juicios de Nüremberg les había impuestos, por surgir de prácticas inconcebibles en el ideal elaborado y sancionado socialmente.

 

Otra peculiaridad, es el reconocimiento del principio básico, en cuanto a los valores que ennoblecen per se  a los contenidos que guían a dicha profesión, comprendido como emisario en su ejercicio cotidiano.

 

Es conveniente apuntar que aunque no directamente, pero si a través de eslabones intermedios, los cambios que se producen en las condiciones económicas, en la modernidad, por el  desarrollo científico-tecnológico, van a ser causa y consecuencia a su vez del progreso de ella, como un complejo proceso de acción y reacción sumamente dialéctico y contradictorio, característica que se abre como tendencia a partir de la segunda etapa del siglo XX, las que van a dejar su impronta en las relaciones entre los hombres y en sus formas de pensar.[22] Y dentro de éstas en la ética, expresión teórica de las relaciones humanas en el plano moral.

 

 Lo que denominamos Revolución Científica-Tecnológica, o desarrollo Científico-Tecnológico o comúnmente Tecnociencia, ha transformado todo el proceso de hacer ciencia y tecnología, provocando un cambio de paradigma, al pasar a segundo plano la observación y elevando a primer plano la investigación y creación y recreación, en todos los ámbitos, las cuales abren posibilidades a nuevas formas de interacción, no solo del hombre con relación a la naturaleza, sino a las formas de interacción entre ellos, de carácter a veces radical, las que si bien en el caso de la medicina, no demandan cambios sustanciales pues la interacción médico-paciente sigue siendo la base de su accionar al ser este el principio básico, hágase de forma primitiva o de forma compleja a través de un artefacto tecnológico, fruto de ese proceso investigativo, pero si impone reflexionar en el sentido de mantener y elevar el contenido humano consustancial a dicha actividad. Lo cual reafirma las sucesivas propuestas de la OMM, reflejada inicialmente en la Declaración de Helsinki y sus sucesivas revisiones.

 

Es oportuno destacar, que no es solamente lo que aporta la medicina, sino además un conjunto de especialidades que abonan a la misma y que transforman radicalmente el paradigma establecido a través del paso de los años, así como de criterios y consideraciones valorativas que prevalecen socialmente.

 

Entre los resultados, consecuencias y reflexiones en la práctica Médica y su acción terapéutica y preventiva se encuentran, dejando huecos entre unos y otros e ignorando muchos:

 

1950. Se produce el primer trasplante de riñón, al que le siguen el de hígado (1963), de Pulmón (1964)… 

 

1955. Invención de la píldora anticonceptiva.

 

1961. La Taledomia es prohibida en Europa después de causar más de 2 500 defectos de nacimiento.

 

1968. El Papa Pablo VI hace público el rechazo a la autoconcepción artificial con Humanae Vita.

 

1973. Primer órgano producido por Ingeniería Genética.

 

1978. Primer bebe probeta: la niña Louse Brawn en el Reino Unido, a las que le siguieron muchos más, mediante la tecnología conocida como FIVYTE.

 

1982. Implantación del primer corazón artificial. En el mismo año se autoriza en Estados Unidos y el Reino Unido la venta de Insulina producida por Ingeniería Genética para el Tratamiento de la Diabetes Humana.

 

1987. La firma de patentes norteamericana concede el derecho de patentar animales domésticos Transgénicos (creado por ingeniería genética) aunque prohíbe patentar seres humanos alterados genéticamente sobre la base de una enmienda Antiesclavista (la cual plantea e impide la propiedad de seres humanos).

 

Durante dos décadas se acelera a nivel internacional el Proyecto Genoma Humano con el objetivo de cartografiar y secuenciarlo de forma completa, lo cual se logra, coadyuvando a un creciente proceso de investigación masiva  y la consolidación del paso de “(…) ciencias observacionales a ciencias diseñadoras  y creadoras de vida.[23], rasgo que se impone en la contemporaneidad por la biotecnología y por lo cual abre posibilidades nunca antes imaginadas.

 

De la significación de este proceso, surgen múltiples interpretaciones, algunas sumamente optimistas y otras pesimistas pero lo que sí constituye un requerimiento de la modernidad, es asumir posiciones valorativas e interrogarnos, tal como destaca Savater al plantear:  “Por un lado, del estudio del genoma humano se espera la enmienda  de diversas enfermedades hereditarias y taras fisiológi­cas, pero también se teme una manipulación  que intente configurar seres humanos “de diseño”, monstruos salu­dables y decorativamente dóciles, aptos para la disciplina que produce pero no para la inestabilidad imprevisible capaz de crear. Sin duda estas expectativas ilusionadas o funestas son todavía sumamente conjeturables, aunque plantean el problema muy real de que en tales campos no todo lo que “puede” hacerse “debe” hacerse, ni hay que asumir resignadamente la fatalidad de que se hará a fin de cuentas quiera el conjunto social o no.” [24]  (Subrayado de la Autora)

 

Es de señalar, que aunque mencionamos  descubrimientos científicos y aplicaciones tecnológicas y nos detenemos en la década del 90 del Siglo pasado, otras ciencias van enriqueciendo el arsenal cognoscitivo y las posibilidades de intervención por parte de este profesional, refiriéndonos a la física muy ampliamente utilizado en todas las especialidades médicas, pero no el único sistema de conocimientos significativo y de gran relevancia, que aporta a la medicina, podemos hablar de múltiples disciplinas que abonan, a saber: la química, la biología molecular, etc. que haría interminable la lista en este final e inicio de milenio.

 

“Las nuevas condiciones del siglo XX consistieron, por una parte, en que los pacientes dejaran a un lado la posición tradicional de simples receptores de la atención y que empezaran a intervenir cada vez más activamente en la selección y evaluación de las prácticas médicas. Los principios ancestrales de beneficencia y paternalismo que habían gobernado la moralidad de la medicina fueron cuestionados.”[25]

 

Desarrollo tecnocientífico que imponen cambios sustanciales en la práctica médica y por tanto deja su impronta en las producciones espirituales, que deben, tienen que cambiar al imponerle nuevos retos, nuevas incertidumbres, a el enfrentamiento a problemáticas viejas, elevadas a rango principal por dicho desarrollo y las posibilidades que imponen, como otras inéditas en el pasado, pero no por ello menos significativas y que deben ser abordadas con plena responsabilidad, desde posiciones epistemológicas y valorativas profundamente humanas y ecuménicas.

 

En el plano teórico, como resultado de la aparición de la Bioética, asumida rápidamente por la medicina (Hastings Center y el Instituto Kennedy de Ética, fueron los abanderados) promoviéndola como una ética médica y de esa forma ha sido su mayor divulgación, a pesar de sus contenidos integradores, pero en el plano práctico, la Asamblea Médica Mundial (la  número 34) realiza propuesta de Código Ético, en el año 1981 que refleja las condiciones del desarrollo científico-tecnológico y las condiciones históricas en que se promulga, (hablamos de la Declaración de Lisboa en la cual por primera vez se destacan “Los Derechos del paciente”, adoptada en el mes de octubre de dicho año) donde varía sustancialmente las preocupaciones y los actores, al darse una proclamación inédita en los códigos de la medicina, que no borra los promulgados anteriormente, pero agrega una nueva disposición, que los complementa, los derechos éticos de la actuación del paciente.

 

Es cierto que de hecho los códigos anteriores velaban por el paciente, pero desde la posición privilegiada del médico, con todas las responsabilidades que ello implicaba, y desde una posición paternalista, de poder absoluto, por ello el paciente dependía en las relaciones e interacciones médico-paciente, de la acción del primero y el asumía un rol pasivo, era una práctica enteramente  del médico como actor principal: de ahí el tan señalado corte paternalista del que eran reflejo como consecuencia de una forma de hacer, sancionada por los siglos.

 

Con esta Declaración se reconocen los derechos del paciente y que el médico tiene el deber de velar en su cumplimiento y observancia, como obligación moral en aras de una mejor práctica e interacción médico-paciente.

 

En síntesis, tras cada norma, declaración, reflexión ética sobre la acción y decisión a asumir, buena o mala, por parte del médico, de forma directa o indirectamente se inserta determinadas condiciones en lo social, en lo científico-tecnológico, etc. que en última instancia van a determinar la manera de pensar, repensar y actuar de dicho profesional, por ello olvidarlas y no tomarlas en consideración en el proceso de interacción médico-paciente es un error a evitar en la práctica médica.

 

Notas: 

   

[1] UNESCO. Que establece el Proyecto de Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos.(En el documento se hace referencia a todos los códigos emitidos, constituyendo los de la profesión médica uno de los muchos publicados) Es de señalar que la Asociación Medica Mundial en diferentes declaraciones se ha pronunciado en contra de actitudes que atentan sobre las más elementales  normas que caracterizan a la humanidad, como por ejemplo: los conflictos armados de 1975 en la XXIX Asamblea, así como contra la tortura, tratos crueles e inhumanos y degradantes, castigos a personas detenidas o encarceladas, etc.

 

[2] Delgado,”Hacia un nuevo saber. La bioética en la revolución contemporánea del saber.” Publicaciones Acuario. Centro Félix Varela. La Habana. 2007. p. 117.

 

[3] Pérez Cárdena. 1997. Coordinador. Material en soporte electrónico.  p. 1

 

[4] Armas, A, 2004. Los Códigos de ética de la Medicina.  Del libro “Por una nueva ética. Compilador principal López Bombino. Editorial Félix Varela. La Habana. Resulta interesante mencionar a China en el 600 la cual ya posee un código de ética conocido como “Las mil perfecciones del Oro.” (p. 232), desconocido para el mundo occidental.  El autor deja además esclarecido como el código de ética hipocrático llega a toda la humanidad gracias al cristianismo. Se puede por ello afirmar  que evidentemente no es el único pero llega por la vía de la tradición occidental y por ello el más conocido y que ha prevalecido a través de los siglos independiente de la fundamentación de otros que de hecho recogen su esencia.

 

[5] Delgado Díaz, C. “Hacia un nuevo saber. La bioética en la revolución contemporánea del saber.” Publicaciones Acuario. Centro Félix  Varela. La Habana 2007.  p. 128.

 

[6] Ver a Finley, .M.I. 1973. “Los griegos en la Antigüedad” Editorial de Ciencias Sociales. Historia. Instituto Cubano del Libro. La Habana. Quien señala en la pagina 117 “(…) había sido fundada en la Isla de Cos, la escuela hipocrática de medicina, notabilísima organización  dedicada a la investigación, que en el medio siglo que va del 400 a 390 a.n.e.  hizo prodigios de observación sistemática y de análisis rigurosamente racionales, recogidos en obras como el libro primero de la “Epidémicas” y el “Tratado sobre la Enfermedad Sagrada.” (la epilepsia).

 

[7]Delgado Díaz, C. “Hacia un nuevo saber. La bioética en la revolución contemporánea del saber.”  Publicaciones Acuario. Centro Félix  Varela. La Habana 2007.

 

[8] Idem, a la anterior.

 

[9] Rodríguez Rodríguez. 2007. “La práctica y las investigaciones con seres humanos.” Facultad de Biología. UH. especialidad en Microbiología. p.1 Trabajo de curso.

 

[10] Polevio, Boris. 1980. “A Fin de Cuentas. Diario de Nüremberg.” Editorial Progreso. Moscú. p. 95.

 

[11] Fleitas  y González. P. 2007. “La eugenesia  entre nosotros.” Facultad de Biología. UH. Especialidad de Microbiología. p.1 Trabajo de Curso.

 

[12] Polevio, Boris. 1980. “A Fin de Cuentas. Diario de Nüremberg.” Editorial Progreso. Moscú. p. 94.

 

[13] En su concepción participaron personalidades políticas y científicas, entre ellas el Ministro de Sanidad de Alemania Dr. Leonard Conti, miembro de la Comisión Antimalaria de la Sociedad de Naciones, quien además había recibido Premio por su participación y aporte a la lucha contra la malaria por el fondo norteamericano Rockefeller. El Dr. Schellerg quejándose de la falta de cobayos (conejillos de india, perros) producto de la situación de guerra, se le propone sustituirlos por seres humanos, es decir, realizar la experimentación con prisioneros procedentes de los Campos de Concentración quien no solo aprueba la idea  sino además declara “Que así se mataban dos pájaros de un tiro: se limitaban los gastos para los animales sometidos a experimentos y se justificaban los gastos de manutención de los presos y prisioneros de guerra” Ídem al anterior. p. 94

 

[14] Buchenwald. Guía del Monumento Nacional Funerario de Buchenwal. 1984. “Extracto del Diario del Dpto. de Investigaciones de Tifus y Virus del Instituto de Higiene de la SS.” Y las Notas de Eugen Bogan en “El Estado de las SS. Sistema de ampo de concentración Alemán.” Francfort del Meno. 1959

 

[15] Idem a la anterior.

 

[16] Martínez Sánchez, “La ética en las investigaciones Clínicas. Boletín Epidemiológico Semanal. IPK  Volumen 13. p 28 referenciado en: “El consentimiento informado y la biótica”  2005 Torre Campo, Acosta y Zaldivar. Facultad de Biología. Especialidad de Microbiología.

 

[17] Código de Nüremberg (Tribunal Internacional de Nüremberg. 1946)

 

[18] Idem a la anterior.

 

[19] Mela Cáceres, 2004. “Amor al trabajo y Bioética como filosofía del éxito en las investigaciones farmacéuticas en Cuba.” Trabajo defendido en el proceso de categorización de la UH.  p. 7

 

[20] El escándalo provocado cuando se divulga, repercutió hasta en la propia cinematografía del país, llevándose a la pantalla grande y trascendiendo  las fronteras del país.

 

[21] Ídem a la nota al pie de página # 10.  p. 7.

 

[22] Marx, C. y Engels, F. Obras Escogidas. Correspondencia de Marx y Engels. Carta de Engels a Bloch, 21 sept. 1899. p. 316  Editorial Progreso Moscú.             

 

[23] Delgado Díaz. C. J.  2007. “Hacia un nuevo saber. La bioética en la revolución contemporánea del saber.”,  “Publicaciones Acuario.”  Centro Félix Varela. La Habana.

 

[24] Fernando Savater. Ciencia, Tecnología y Sociedad. En Coloquio de Invierno. Ed, Fondo de Cultura económica; 1992, DF   p.2  (Soporte electrónico.)

 

[25] Ídem a la nota al pie de Pág. 23.  p. 141.

María de los Milagros Flores Corbelle
Ana Taide Vázquez Díaz
Marizell Benítez Flores
Universidad de La Habana

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