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La mesa de Napoleón

Janet Flanner

 

LOS FRANCESES acaban de ganar un precedente y una importante victoria legal en las escaramuzas con Estados Unidos sobre las antigüedades francesas, un tema que se ha discutido en salones de remate desde el fin de la guerra mundial. Los términos de esa victoria han sido ahora anunciados por el Museo de Malmaison, donde figuran todas las mayores reliquias napoleónicas, excepto las diez mil camas (una por cada aldea francesa) donde se supone que el Emperador durmió alguna vez. La última pelea tuvo como centro la famosa Mesa de Sevres del Emperador, hecha bajo sus órdenes cuando fue coronado y que había pasado a salones de remate cuando se dispersó la colección del Príncipe de la Moskova. Allí el rematador Sir Joseph Duveen vendió la Mesa por 400.000 francos a “un cliente americano”.

Cuando se supo que el cliente era “Monsieur Guillaume Hearst, trusteur de journaux américains” (más conocido como William Randolph Hearst), se hizo muy grave la insatisfacción nacional. Afortunadamente, el curador del Museo Malmaison desenterró entonces la llamada Ley de Diciembre 31, ley que, admitió, "ha sido olvidada durante mucho tiempo".

Pasó tanto tiempo, en verdad, que ya no está claro a qué año corresponde ese diciembre 31, que es fecha habitual para feriados, pero en la cual los legisladores se reunieron a adoptar disposiciones sobre las antigüedades. Sin embargo, la ley existe, como lo prueban los registros, y dice que “es prioritario el derecho del Estado para adjudicarse todo objeto que integre el patrimonio nacional de Francia ”,

Todo ello vale, desde luego, supuesto que el Estado pueda igualar la oferta de Mr. Hearst por esa parte del patrimonio nacional. Pero lamentablemente, ni el Estado francés ni el Museo de Malmaison podían hacerlo y en ese punto intervino Mr. Edward Tuck. A fin de impedir que el rico americano Mr. Hearst se quede con la Mesa de Napoleón, el otro rico americano Mr. Tuck, conocido y querido aquí por su reintegro a Francia de importantes restauraciones, pagó el precio pedido. La comedia de errores terminó sin errores.

La mesa misma, que ahora quedó a la vista del público, está flamante de aspecto y valía la pelea en cuestión. Llevó cuatro años hacerla (1806-1810) con porcelana y bronce. Muestra al Emperador con las ropas de su coronación (1804), rodeado en círculo por sus trece mariscales favoritos.

El número trece no fue auspicioso. Tras la reclusión en la isla de Elba, el mariscal Berthier, que fue Príncipe de Neuchátel y era hijo de una conserje, se tiró de una ventana para escapar de sus enemigos y fue asesinado en el suelo. Duroc, Duque de Friuli, fue herido en el campo de batalla y agonizó durante todo un día, hasta prometer que se encontraría con el Emperador en la eternidad. Tras la caída de su partido, Marmont, Duque de Raguse, se dedicó a criar ovejas Merino, a las que colocaba en formaciones militares, nombrando a cabos y capitanes entre ellas. Esa fantasía beligerante lo arruinó y terminó por morir en la miseria. Murat, que era hijo de un posadero y cuñado del Emperador, llegó a ser Rey de Nápoles y luego fue condenado a muerte y fusilado. Mortier, Duque de Trévise, alcanzado por una bomba destinada al rey Louis-Philippe, murió sobre la mesa de billar de un café parisino. Solamente Ney, a quien el Emperador calificó como “el más valiente de los valientes”, murió noblemente. A los soldados que leían su lista de títulos nobiliarios cuando fue condenado, les dijo “¿Por qué no decir simplemente Michel Ney, que fue soldado francés pronto será polvo?". Uno de esos títulos era Príncipe de la Moskova. Fue a través de la familia del Mariscal Ney, más la generosidad de Mr. Tuck, que la Mesa de Napoleón ha sido devuelta a Francia.

 

Janet Flanner

EN TODA historia sobre la revista New Yorker hay un párrafo o un capítulo sobre su corresponsal Janet Flanner, que firmaba Génet y que durante medio siglo escribió cada dos semanas una celebrada Letter from Paris. Dotada de una amplia cultura, una perspicacia de observación y un fluido estilo donde afloraba a menudo una sutil ironía, Flanner (1892-1978) cubrió la actualidad francesa, incluso durante la crisis de guerra, a lo largo de medio siglo. Sus notas podían ser breves apuntes incidentales o progresar en extensión hasta una jugosa descripción de personalidades y de los grandes temas nacionales (Isadora Duncan, Charles de Gaulle, la guerra civil española), con especial atención a los escritores, pintores y músicos que París concentraba.

En 1972 un pequeño libro de Penguin Books, titulado Paris Was Yesterday, recogió docenas de notas de Flanner, fechadas entre 1925 y 1939. De allí se ha tomado el texto de esta página.

 

Janet Flanner (Traducción de Homero Alsina Thevenet)
Suplemento "El País Cultural" del diario "El País Cultural" de Montevideo, Uruguay

Nº 745 - 13 de febrero del año 2004

Digitalizado por el editor de Letras Uruguay el día 18 de julio de 2016, no estando en la red (ninguna plataforma de internet) hasta este día - https://twitter.com/echinope

 

 

 

 

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