Una relación conflictiva
Por Jorge Fernández Díaz 
Director de adn CULTURA

En este país, la música y la política tienen una larga relación de amor y de odio, y también de indiferencias. En plena campaña electoral, el hijo de Hugo del Carril, militante justicialista de la primera hora, acaba de oponerse a que Néstor Kirchner utilice la versión de la marcha peronista que cantó su padre. "El kirchnerismo no es peronista -dijo-. No quiero que el nombre de mi padre se vea involucrado con esta gente."

Jorge Fernández Díaz

Se han escrito muchos ensayos sobre los vínculos del peronismo y la música. Cada fase de ese movimiento político tuvo adeptos legendarios. Desde Manzi y Discépolo hasta Palito Ortega y Litto Nebbia. Muchos músicos que apoyan al kirchnerismo provienen del barrio progresista, como Mercedes Sosa, León Gieco, Teresa Parodi e Ignacio Copani.

En ese mismo barrio ideológico, Osvaldo Pugliese fue leyenda por su adscripción al comunismo, pero se cuidó mucho de no acercarse jamás al poder. Y es ése precisamente uno de los puntos de mayor conflictividad en este tipo de vínculos. El poder suele vampirizar el cariño y la popularidad de los artistas para legitimar sus políticas, cosechar adhesiones e incluso proteger sus pecados. El poder funciona como un sol, que al principio da luz y luego calor, pero al final quema. Quema hasta las mejores intenciones.

En la vereda de enfrente de este concepto, está la histórica y natural necesidad del músico de participar como ciudadano en la vida política. El paroxismo de esa actitud surgió en los años setenta con "el artista comprometido" y siguió luego en la primavera alfonsinista, durante la cual también hubo muchos músicos involucrados con el poder y que formaron la famosa "patota cultural". Los políticos, cuando están en el poder, recompensan de algún modo el acompañamiento de los músicos con programas en medios afines, contrataciones estatales y otras caricias.

Más allá de algunos ejemplos notorios y olvidables, las dictaduras militares y el propio menemismo captaron el interés de algunas figuras musicales, pero la mayoría de los artistas se mantuvo en silencio o en franca posición crítica durante esos períodos.

El rock nacional, que construyó en los subsuelos su propia religión y que recibió su carta de ciudadanía durante la guerra de las Malvinas, tuvo algunos letristas osados que esquivaron la censura y fustigaron al régimen militar. Charly García fue el más excelso de todos ellos. Y fue también quien, en democracia, escribió unos versos significativos: "Pero a la vez existe un transformador/ que te consume lo mejor que tenés./ Te tira atrás, te pide más y más/ y llega un punto en que no querés./ Mamá la libertad, siempre la llevarás/ dentro del corazón./ Te pueden corromper,/ te puedes olvidar,/ pero ella siempre está". La canción se llamaba "Inconsciente colectivo".

En su etapa nihilista, todo eso no le impidió a García tocar en Olivos para Menem, probando si su figura era incombustible. No lo era. Nadie lo es.

La producción de tapa corre por cuenta de dos periodistas: Pablo Gianera y Hugo Caligaris. Verán que, aunque no tienen oído absoluto, nos cuentan con gran pericia las entrañas de este matrimonio desavenido entre poder y música.

Jorge Fernández Díaz 
Director de adn CULTURA 

jdiaz@lanacion.com.ar
http://adncultura.lanacion.com.ar/ 

20 de junio 2009
Autorizado por el autor

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