El feroz encanto de contar una vida
Por Jorge Fernández Díaz 
Director de ADNcultura

Borges era despectivo con el género de las biografías. "Son una ejercicio de la minucia -decía-. Un absurdo. Algunas constan exclusivamente de cambios de domicilio." Sin embargo, escritores a quienes Borges admiraba tenían puntos de vista diferentes. "La biografía es la única y verdadera historia", decía por ejemplo Thomas Carlyle. Se trata de un género noble que viene del principio de los tiempos y que se mixtura y confunde incluso con la mismísima novela. Bernal Díaz del Castillo, gran cronista de Indias, realiza una autobiografía y sin embargo es como si hubiera escrito una de las grandes novelas épicas de todos los tiempos. El Facundo de Sarmiento, en el siglo XIX, y Soy Roca de Luna, en el siglo XX, son dos biografías que a la vez pueden y deben ser leídas como dos novelas grandiosas. Pero luego están las biografías puras y duras, y dentro de ellas las memorias, los diarios, los epistolarios y otras variaciones del simple pero a la vez complejo arte de contar una vida.

Lytton Strachey es reconocido por haber modernizado el género y por haberlo elevado a niveles extraordinarios. Strachey era un inglés que había estudiado en Cambridge y que se había vuelto un especialista en literatura francesa. Extravagante, sufriente, pacifista, homosexual, irónico y trágico, este gran escritor integró en 1907 el denominado Círculo de Bloomsbury. En ese barrio londinense que rodea el Museo Británico, tenía su casa la escritora Virginia Wolf, quien fue la figura aglutinadora de un grupo de intelectuales caracterizados por su severa mirada contra la moral victoriana y contra los dogmas sociales de la religión. Todos eran liberales y humanistas, irredimiblemente individualistas y críticos, y admiradores de Gauguin, Van Gogh y Cézanne.

Strachey y Virginia Wolf compartían noches y tertulias con esa elite secreta donde estaban el economista John Keynes, los filósofos Ludwig Wittgenstein y Bertrand Russell, y los escritores Edgard Morgan Forster y Katherine Mansfield, entre otras mentes brillantes.

También estaba con ellos Dora Carrington, una pintora extraordinaria que siempre estuvo enamorada de Strachey, y que a pesar de que él no podía corresponderle por razones obvias, vivió con él hasta el final. Cuando el gran biógrafo murió por un cáncer de estómago, el 21 de enero de 1932, Carrington (Emma Thompson la interpretó en el cine) cayó en un profunda depresión y terminó pegándose un tiro.

La mayoría de las biografías de los miembros del Círculo de Bloomsbury son igualmente trágicas. Pagaron un alto precio por la libertad sin prejuicios y por la creatividad sin límites. Sus biografías son herederas también del estilo de quien elevó la narración biográfica a la categoría de arte mayor.

Strachey es el protagonista de esta edición porque se publica por primera vez en la Argentina un libro que contiene algunos de sus textos memorables. Uno de ellos, que reproducimos en nuestras páginas, es un breve ensayo sobre el filósofo británico David Hume donde puede apreciarse, en frasco chico, toda su técnica. Ernesto Schoo cuenta además los pormenores de este genio olvidado y de aquel grupo de hombres que discutían en la casa de Virginia Wolf una nueva forma de entender la vida.

Jorge Fernández Díaz 
Director de adn CULTURA 

jdiaz@lanacion.com.ar
http://adncultura.lanacion.com.ar/ 

9 de mayo 2009
Autorizado por el autor

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