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Cuidado con esa chica
Por Jorge Fernández Díaz 
Director de adn CULTURA

Hace unas semanas, cuando los editores españoles cerraban el año y hacían por lo bajo sus balances anuales, surgía una y otra vez el mismo nombre: Stieg Larsson. La serie Millennium les había salvado el año a muchos. Vendió sólo en España tres millones de ejemplares y evitó que con la crisis económica cerraran algunas librerías y varias fábricas de papel. Paralelamente, los editores de ficción se rascaban la cabeza tratando de dilucidar las razones de semejante éxito y, sobre todo, cuál era el camino para que el fenómeno no cesara. Lo digo en buen cristiano: cómo crear nuevos Larsson que dieran de comer a la industria. Resultaba muy entretenido escucharlos.  ¿La explosión de Larsson se debe a la novela negra? Se respondían que no: hay muchísimos otros policiales efectivos en el mercado y ninguno le araña los talones. ¿Se debe a Suecia o al thriller sueco? La respuesta seguía siendo negativa: 

Henning Mankell tuvo también buenas ventas en ese nicho pero no se transformó en un tanque de semejantes proporciones. ¿El éxito se debe a que denuncia la corrupción y las mentiras de las grandes corporaciones económicas y políticas, como El Código Da Vinci denunciaba a la Iglesia? Hay miles de libros que denuncian lo mismo y no igualaron la performance de Larsson ni tampoco la de Dan Brown. ¿Será por todos estos elementos combinados al mismo tiempo, tendrá algo de importancia la muerte súbita del autor?

Unos días después le contaba a Tomás Eloy Martínez estos vanos y entretenidos devaneos de los editores desesperados, cuando me dijo algo simple: "El truco es la informática". Tomás seguía, en ese sentido, el hilo argumental de su colega y amigo Mario Vargas Llosa, quien no pudo sustraerse a esa fiebre de lectura y ya señalaba la clave: Lisbeth Salander, la hacker que coprotagoniza esa trilogía.

Bien es cierto que el éxito editorial efectivamente nunca se debe a un solo elemento, sino a muchos de ellos superpuestos. Pero también es verdad que el boom de una serie de detectives siempre se basó en algo que está por encima de la prosa, el argumento y la resolución: la creación de los personajes. Borges y Bioy no admiraban demasiado las ingeniosas vueltas de tuerca y los misterios insondables que había inventado Conan Doyle, pero no lograban sustraerse a las personalidades, los contrapuntos y sobre todo la amistad tan particular de Sherlock Holmes y el doctor Watson.

El gran truco de Larsson es Lisbeth Salander, experta en informática, cara del nuevo feminismo, gótica y punk , bisexual e inadaptada, cargada de tatuajes y piercings , y con graves conflictos emocionales. A esa extravagante detective privada del siglo XXI dedicamos la nota de tapa de esta edición.

Jorge Fernández Díaz 
Director de adn CULTURA 

jdiaz@lanacion.com.ar
http://adncultura.lanacion.com.ar/ 

21 de enero de 2010
Autorizado por el autor

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