“Raíces del pasado”, del Prof. José María Matarrita Mendoza
Lic. Miguel Fajardo Korea, Costa Rica

Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica
minalusa-dra56@hotmail.com

(Guanacaste/Moravia).- Siempre apoyo los esfuerzos editoriales que fortalecen la recuperación de la cultura popular, cuyos filones recobran  cuotas de responsabilidad con la sociedad civil, como una manera de arrebatarle al olvido, el quehacer de los pueblos y sus manifestaciones humanas más auténticas, a lo largo de la historia de vida local.

En esa línea, el libro de relatos de “Raíces del pasado”, del profesor y administrador santacruceño, José María Matarrita Mendoza. (San José: E-Digital, 2017:107 pp.), es un texto, cuya aportación a la cultura popular, significa una grata lectura para comenzar el 2018. El volumen tiene diagramación de Keilor Angulo Blanco; introducción del Prof. Pedro Sánchez Fonseca; una hermosa y expresiva portada del gran artista sin fronteras, entre nosotros,  Jorge Tamayo Cabrera. Fue revisado por Adriana de la Paz Araya.

José María Matarrita Mendoza  (Santa Cruz, 1944) estudió en la escuela de varones de su pueblo natal; alternó sus estudios secundarios en el Seminario Menor en Tres Ríos de Cartago y el Liceo de Santa Cruz. Estudió en el Instituto de Formación Profesional del Magisterio (IFPM). Asimismo, estudió en la UNA y la UCR. Trabajó como educador. Además, ejerció como Administrador, con especialidad en Evaluación.

Se encuentra jubilado, sin embargo, registra un interesante trabajo comunal a favor de  Asociaciones de Desarrollo, Unión cantonal de Desarrollo y Comité Cantonal de Deportes, en Santa Cruz y  Nandayure. Dicho trabajo es un valor agregado a su intensa vida.

Raíces del pasado”, en la madurez de sus 74 años, está dedicado a sus cuatro hijos: Giselle, Hazel, José Jannid y María Lourdes, así como a doña Doris. Disfruta de la compañía de ocho nietos. Su esposa, doña  Nelly María Salas Paniagua, falleció en 1991.

Consta de 13 relatos, 18 citas bibliográficas de apoyo, y un epílogo. La introducción representa una síntesis muy puntual, escrita por el Prof. Pedro Sánchez Fonseca, quien aduce: “El autor nos lega una obra, para reflexionar, de análisis, la brújula para orientar a nuestras nuevas generaciones, a imitar a hombres y mujeres progresistas, quienes dejaron en su caminar, la huella mañanera, el trabajo y el progreso de estos pueblos” (p. 6).

El libro empieza con un gran reconocimiento a sus padres, quienes lucharon en la inmensidad de las dificultades de la vida. En ese recordar selectivo de las raíces, el autor enumera leyendas como la Mica, la Carreta sin bueyes, el Cadejos. Destaca al santacruceño, a quien “Dios le dio el don divino de carácter amable, generoso, cordial, creativo y que no teme manifestar, abiertamente, el amor al Santo Cristo de Esquipulas” (p. 14).

En su estructura textual, el libro inicia con un viaje y en las palabras finales,  establece un recuento de los ejes temáticos abordados: los hombres y las mujeres del pasado, la función social de los boyeros, el desarrollo de las comunidades, el epicentro de Bolsón y Ballena como núcleos de desarrollo y comercio de la época, el desarrollo de Santa Cruz como una comunidad integral, rica en manifestaciones de la cultura popular de siempre.

De hecho, Matarrita Mendoza cierra su libro con una especie de respuesta con el inicio del proyecto de su libro, cuando escribe: “Redescubramos las raíces y conozcamos el tesoro valioso de nuestros antepasados.  Ellos nos dejaron una cultura rica en sabiduría, sacrificio, creatividad, esfuerzo y lucha que, por ahí, están enterradas” (p. 106).

Su libro inicia con el viaje centrífugo (del centro hacia afuera), desde Santa Cruz hasta el barrio Don Bosco en San José. Al final, el regreso tiene un movimiento centrípeto (de afuera hacia el centro), pues significa el retorno desde la capital hasta Santa Cruz. Dicho movimiento es dinámico y reiterativo, a lo largo de la vida y los avatares del autor.

En esa recurrente dinamicidad que ofrece el texto, la construcción verbal “Pronto llegaré” (p.15) opera como un horizonte de expectativas en la línea del retorno al terruño, donde el relator anhela disfrutar de paz y fraternidad, del gran sentido humano, de su gente santacruceña: alegre, amable y chistosa, entre las caracterizaciones que ofrece de ellos.

En su integralidad, el libro de relatos de don José María, realiza una aportación de datos muy interesantes, por ejemplo: el puerto de Puntarenas daba servicio desde 1765, pero fue habilitado para el comercio por orden real en 1814; la primera locomotora data del 25 de julio de 1824; el Dr. Trejos fue el primer médico que llegó a Santa Cruz en 1910; el 22 de febrero de 1918 estalló la primera revuelta contra los Tinoco; la fundación de la Escuela Complementaria de Santa Cruz; la declaratoria de la matrona de las letras de Guanacaste, la recordada maestra y escritora, María Leal de Noguera, como Mujer del Año 1955, o bien, que don Mercedes Ortega fundó la comunidad de Ortega de Santa Cruz.

El libro de relatos del profesor y administrador, José María Matarrita Mendoza, narra la importancia socioeconómica para la provincia del río Tempisque, el único medio de la época para regresar a Guanacaste, cuya cuenca mide 3405 kilómetros cuadrados.

Muy nostálgica su narración relacionada con las pozas que dejaban las grandes crecidas del Diriá.  Enumera las pozas: Los Terrones, El Tendal, La Poza de Marcial, El Obispo, El Espavel, Los Peraza, La Canta Rosa, El Torno, Las Lajitas, El Terciopelo, El Guabo, Las Medinas, La Poza de don Marcos, la Poza de La Pilar.

Las pozas tuvieron la virtud de ser sitios de convergencia de las juventudes de nuestros pueblos, en una sana recreación  de piruetas, volteretas, maromas y ejercicios acrobáticos, desde las ramas de los árboles que las bordeaban, pero con gran respeto a la convivencia con el medioambiente. Hoy, ese cuadro idílico del pasado es todo lo contrario.

Un relato central se dedica a “Bolsón enclavado a orillas del río Tempisque, sitio donde se inició el desarrollo económico, social y cultural de los cantones de Santa Cruz, Carrillo y Liberia.  Con sus puertos de cabotaje Bolsón y Ballena.  Separados por el mismo río que les da vida: río Bolsón (…) En el siglo XIX y principios del siglo XX, Bebedero fue el motor que impulsó nueva vida para la zona occidental de Guanacaste: Cañas, Bagaces y Las Juntas” (p. 49).

El dinamismo comercial durante la época del cabotaje en los puertos de Bolsón, Ballena, Bebedero, Puerto Jesús, Jicaral, Chomes, Manzanillo, San Pablo, Thiel, Canjelito, Humo, San Juanillo, Garza, Bejuco y Punta Islita,    dio vida a figuras emblemáticas, a las cuales se rinde homenaje en este libro, a saber: el boyero, la carreta y los caballos, encargados del transporte de pasajeros, mercancías y productos  agrícolas.

La importante página 48 del libro de don José María, la relaciono, por intertextualidad, con las novelas de dos escritores hispanoamericanos, ambos, Premio Nobel de Literatura: Gabriel García Márquez, en 1982, y  Mario Vargas Llosa, en el 2010.

Don José María refiere que en Bolsón “El correo llegaba por lancha una vez cada semana.  La espera y el anhelo de ese arribo pronto, causaba angustia” (p. 48).

Por su parte, en la novela “El coronel no tiene quien le escriba” (1961), del colombiano García Márquez, el militar va todos los viernes durante quince años a esperar el correo, deseoso de que le entreguen la carta donde aprueban su pensión de guerra, pero esta no llega, por lo cual, se hunde en la desesperación, el pesimismo y las situaciones límite.

En otro orden, Matarrita Mendoza hace ver que, en Bolsón, “Fonseca recorría las comunidades vecinas a pie, en caballos, en bote, como fuera, con tal de hacer la entrega de los mensajes” (p.48).

En la novela “El hablador” (1987), del peruano Vargas Llosa, los habladores eran la memoria de la comunidad, los depositarios de los secretos de las familias; sus correos, les traían y les llevaban noticias, tanto del pasado, como del presente. Hablaba por horas y horas, porque ese era su oficio, mantener actualizados a los pobladores machiguengas. 

Hoy, solo nos imaginamos la tenacidad y el dinamismo humano y mercantil de los guanacastecos de la época del cabotaje, insertos en las raíces del pasado guanacasteco. No nos queda más que recordarles con admiración, porque con su increíble esfuerzo, forjaron el Guanacaste de lucha, que nunca debe convertirse en un Guanacaste ajeno a nuestros intereses raigales más genuinos, para defender los rasgos identitarios que nos han legado.

Recuerdo la canción “Bolsoneña”, del compositor Sacramento Villegas, que simboliza un delicado canto a la mujer de ese lugar. En dicha canción, hay un fresco pictórico, en relación con la mujer guanacasteca: morena, mirada ardiente, risa melodiosa.  Implica, sin duda, la concreción de gratos recuerdos.  Es el tópico del “Beatus ille” –dichoso aquel-, de Horacio. En ese sentido, considero muy apropiada la inclusión del interesante poema de María Nazaria Marchena Villegas, dedicado a Bolsón.

En otra línea, las reiteradas menciones a Ballena, me recuerdan la lectura de “Ballena” (1999), libro de relatos del santacruceño, Arq. Héctor Chavarría Carrillo (1948): “-Ve a Ballena hijo; es principio y fin. Ve y cuéntale al mundo de su existencia y olvido- dijo el viejo Chico antes de morir (…) Ballena principio y fin, la historia tendrá que rectificar su rumbo, colocándote en un mástil de honor y eternizando así tu acto amoroso con la inmensa pampa, por los siglos de los siglos”, así expresa el principio y final del cuento, el narrador Chavarría Carrillo, sobre la importancia de Puerto Ballena, en la memoria histórica  y geográfica del Guanacaste de lucha, que forjaron valerosas generaciones de la provincia.

El libro dedica dos relatos al tema de los trompillales: “Topamos algunas carretas que transportaban enormes quesos, por ahí de cien libras o más cada uno, van a encontrarse con la lancha. / Nos acercábamos a la parte más difícil de nuestro trayecto. Temor, angustia, ansiedad, nos esperan: Los Trompillales. / Da la coincidencia que, en ese mismo momento, iniciaban el ingreso al enorme y profundo charco saturado de barro, palos, sedimentos y basura que las corrientes de las aguas traían y quedaban rezagados” (p. 62).

Ese tema lo aborda también el escritor santacruceño, Rodolfo Solórzano Bonilla (1938-2005) en sus libros “Los trompillales” (2000) y “Campanas del orbe” (2006). De él, el autor incluye el poema “Los trompillales”.  Sin duda, un homenaje a un extinto compañero de letras, con quien compartimos en el Centro Literario de Guanacaste (1974-2018).

El libro de don José María rinde homenaje a la emblemática figura de 34 boyeros santacruceños y a la carreta; así como a los jinetes y a los caballos. “La vida del boyero fue muy dura, peligrosa, mal pagada, y de mucha responsabilidad. Seis horas o más de recorrido entre Santa Cruz y Bolsón, caminos enlodados, enorme charco, zancudos, mal alimentados, sin tener derecho a dormir o descansar bien, la marea daba la orden de llegada  y  entregar  la  carga con suficiente tiempo para zarpar sin contrariedad alguna” (p. 63).

Muy atinada, la inclusión del prosema descriptivo y en movimiento “La carreta vieja” (p. 69), del Prof. Pedro Sánchez Fonseca. Desde el 2005, la UNESCO declaró la tradición del boyeo y la carreta como Patrimonio Intangible de la Humanidad. En nuestro país, la carreta fue declarada símbolo nacional, el 18 de julio de 1988.

Ahora que se habla de las zonas azules de la península de Nicoya, el libro registra el caso de dos centenarias humanistas bolsoneñas: Ubalda Sánchez Sánchez y su hija Anatolia Sánchez Fonseca, quienes fallecieron, respectivamente,  a los 120 y 108 años de edad.

También, se relata la interesante historia del Pbro. José María Velasco y Díaz (Madrid, 1850; Santa Cruz, 1924), quien aparte de sus labores eclesiásticas, se integró a todas las actividades de la vida cotidiana santacruceña.  Procreó cuatro hijos con Elena Rosales Briceño, a saber: Manuel, Alma, Dora y Luis.  Doña Elena fue nieta de Cupertino Briceño, uno de los principales gestores de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, 25-7-1824.

Don José María Matarrita Mendoza se incorpora a la selecta lista de escritores, oriundos de Santa Cruz, integrada por María Leal de Noguera, José Ramírez Sáizar, Allen Pérez Chaverri, Jesús Bonilla, Lía Bonilla, Hamilton Ruiz Cascante, Mario Matarrita Ruiz, Hugo Rivas Ríos, Héctor Chavarría Carrillo, Édgar Leal Arrieta, Rodolfo Núñez Arias, Wilder Sequeira Ruiz, Inocente Gutiérrez, Pedro Sánchez Fonseca, Emel Velásquez Ramírez o Casimiro Guadamuz de la O, cuya obra se sostiene en el tiempo del Guanacaste auténtico, que piensa, lee, escribe y publica, para reconocernos siempre.

Lic. Miguel Fajardo Korea
miguelfajardokorea@hotmail.com
Universidad Nacional de Costa Rica

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