La poesía como conocimiento


por Carlos Fajardo Fajardo
carfajardo@hotmail.com

 

El poeta como un arqueólogo escarba y excava en la superficie y la profundidad de su existencia y del mundo social; un hermeneuta que hace que las cosas hablen, se vuelvan misterio, fascinación, milagro. “Todo habla” decía Novalis; todo lleva el acontecimiento poético en tanto que el poeta lo vuelve ánima, develamiento de un enigma. Como un minero, el poeta extrae de la prosa del mundo un mineral resplandeciente; de lo banal y común, de lo supuestamente insignificante, de lo más conocido y de la mudez de las cosas, extrae su maravilla o su terror, en fin, las hace presencia, temporalidad y permanencia, palabra viva. Viaja a las profundas superficies, instaurando un pathos, un ethos y un logos como unidad esencial poética.

 

Dicho encuentro con lo conocido y lo desconocido ubica a la poesía en la condición mítica y mágica de las múltiples realidades. Entonces, poiesis  y hermeneusis, como un corpus lingüístico creador, entran al reino del conocimiento, donde el lenguaje y las metáforas dan qué pensar, desde dónde pensar, cómo pensar. De allí la frase de Alain: “todo pensamiento empieza en un poema”; o bien, es “el lenguaje reflexionándose” de Mallarmé. Eso es. La poesía asume la palabra como galaxia fundante de una pregunta, de una interrogación, es decir, como inicio de un problema, de una creación. El poeta, entonces, se vuelve el custodio del lenguaje, sobre todo cuando el lenguaje ha entrado, en estos tiempos tecno-culturales y del mercado, a una “jerga minimalista” (George Steiner). “El aparente triunfo del liberalismo empresarial, la identificación del progreso y la excelencia humana con la acumulación material, la virtual omnipotencia de los medios de comunicación de masas, trajeron consigo una vulgarización, una mendacidad en palabras y sintaxis, un ‘influjo estadunidense’ en el discurso…”, comenta Steiner.

 

El impacto es soberano, sus repercusiones inmensas. Sin embargo, la poesía asume el reto del caballo de Troya y desde el fondo y adentro del monstruo aprende, estudia, deconstruye, desmonta, reinventa los actuales lenguajes, propone, crea otras presencias, asimilando los tecno-registros comunicativos globales. Sin olvidarse de ser palabra en el tiempo y del tiempo, la poesía como pensamiento y el pensamiento como poesía, es la salvaguarda de la palabra como logos y no de la mera  charlatanería. La condición del poeta consiste en sacar a la luz lo que aún no se ha manifestado, lo que por lo común no se ve ni se escucha, lo todavía no dicho. La poesía aspira e invita a mirar de nuevo, a mirar de veras, mirar y escuchar el mundo una y otra vez en su contradictoria y efímera trágica confusión.

 

“El verdadero poeta, nos dice T.S. Eliot, es el que hace de su lengua una gran lengua”. Se alimenta de su tradición, pero a la vez, la supera enriqueciéndose en  otras fuentes diferentes a su raíz; se renueva en profundidad constante. Poesía para alterar la vida, las palabras; poesía para sabotear las rutinarias frases de su tiempo, para ser críticos en aquellos períodos donde la pobreza imaginativa y existencial nos consume. Poesía para mantenernos creativos, atentos y vigilantes. A contracorriente, desviándose de la estéril costumbre, el poeta invita a ser otro, integrado a la aventura y subvirtiendo las normas de la lengua, poniendo en crisis la homogenización canónica del arte, la estandarización de los gustos. Destrucción-creación, tal es el sentido de esta pluralidad pulsional. En la poesía, “las palabras ya no son concebidas ilusoriamente como simples instrumentos, sino lanzadas como proyecciones, explosiones, vibraciones, maquinarias, sabores; la escritura convierte al saber en una fiesta”(Roland Barthes). En una  fiesta del acto renovador, donde resistencia y re-existencia se unen para instaurar otras formas de desear, otros lenguajes del deseo. 

 

“La poesía es conocimiento, escribió Octavio Paz (…), operación capaz de cambiar el mundo; la actividad poética es revolucionaria por naturaleza (…). La poesía revela este mundo, crea otro (…). El poema es el lugar del encuentro entre la poesía y el hombre. Poema es un organismo verbal que contiene, suscita o emite poesía”. 

 

Esta unidad entre poema y poesía es la que resalta al pensamiento como facultad reflexiva y creadora a través del sonido, el ritmo y el sentido. Allí establece su reino tutelar. Sonido y sentido, música que gravita el mundo inventando, pensando, invitando a ingresar a otro reino, a traspasar puertas a través de la palabra para llegar a esas “otras cosas”, a ese otro de allá que se encuentra en un acá enriquecido, ampliado en su horizonte. Esta inmersión en la esencia vital de las realidades es la gracia suprema de lo poético, su mayor propósito y conquista.

 

Esa es quizás su máxima experiencia: habitar lo otro que es también un Yo mismo. Habitarlo es fundarlo, levantarlo como presencia gracias a mi capacidad de asombro y extrañeza, que lo ha observado como por primera vez, y de la misma manera lo ha instaurado para los otros, como una experiencia de descubrimiento esencial de lo fascinante y sorprendente que habita en lo múltiple. Internarse en ese otro es conocimiento de sí y de las plurales caras de lo real; una aventura hacia el abismo y la cima; el despertar las cosas y escuchar su ritmo, su hermoso o terrorífico canto; es el nacimiento o aparición de una epifanía, de un misterio dentro de las cosas y dentro de mí, dando a luz a un mundo a través de la palabra, y eso es lo que se llama experiencia y revelación poética, poema y poesía en unidad creciente.

 

Acceder a esa experiencia es morar en la imaginación como facultad de edificar la pluralidad del mundo, sus llenuras y vacíos, las fusiones y desgarramientos, muertes y floraciones; facultad de hacernos en lo otro, descubriéndonos en el “revés”, observando tras el espejo otras dimensiones que no habíamos previsto. El poeta escarba y extrae los minerales interiores, dando voz a lo indecible, donde poesía y pensamiento forman un solo tejido, palabra tras palabra hilada en la rueca del tiempo, fuego tras fuego, ceniza tras ceniza.

Carlos Fajardo Fajardo
carfajardo@hotmail.com

Publicado, originalmente, en Con - fabulación -  Periódico virtual (Colombia)

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