La mujer musulmana y la mujer occidental
Berta Lucia Estrada E.

Después de la orgía 

Cuando, llena de su embriaguez, se durmió, y se durmieron los ojos de la ronda.

Me acerqué a ella tímidamente, como el amigo que busca el contacto furtivo con disimulo.

Me arrastré hacia ella insensiblemente como el sueño; me elevé hacia ella dulcemente como el aliento.

Besé el blanco brillante de su cuello; apuré el rojo vivo de su boca.

Y pasé con ella mi noche deliciosamente, hasta que sonrieron las tinieblas, mostrando los blancos dientes de la aurora. 

Ben Suhayd de Córdoba

(992-1.034)

En los orígenes de la literatura castellana encontramos las jarchas, breves poemas mozárabes, salpicados de un dulce y suave erotismo que aún hoy en día nos llenan de regocijo y donde apreciamos un gran valor estético, como en el poema de Ben Suhayd de Córdoba. Estos poemas eróticos nos llevan a reflexionar sobre la condición femenina actual en los países musulmanes, y sobre todo en aquellos países donde los regímenes fundamentalistas, amparados en una interpretación fanática de El Corán, han hecho de la mujer su principal víctima. Si nos remitimos a las jarchas, y a la gran libertad sexual que se respira de ellas, se nos hace difícil entender la crítica situación de las mujeres en el mundo musulmán. Máxime si se tiene en cuenta el rol preponderante que ellas juegan en el desarrollo de una comunidad, de un pueblo, de una nación; lo que nos lleva a pensar en las condiciones infrahumanas en las que viven millones de mujeres, donde palabras como equidad, justicia y libertad, pareciera que no existiesen en el diccionario, al menos cuando de una mujer se trata. Las libertades alcanzadas, léase derechos a la educación superior, al libre ejercicio de una profesión, fueron de pronto borradas por la pluma de un Jhomeini en Irán, donde las mujeres fueron obligadas a llevar el shador permanentemente, como una primera medida para lograr una sumisión absoluta e irredenta. En otros países musulmanes, como en Afganistán fueron obligadas a llevar la burka, cubriéndolas de pies a cabeza, y como único contacto con el mundo una especie de rejilla a la altura de los ojos. La burka impide, además, la mirada colateral por lo que muchas mujeres son atropelladas por los carros al cruzar las calles. En las montañas yemenitas la condición de la mujer ralla con lo inverosímil, en estas aldeas perdidas, donde difícilmente puede llegar un extranjero, las mujeres son equiparadas a animales de carga, puesto que son ellas las que acarrean el agua desde lugares muy apartados de sus hogares, al igual que diversos materiales, como los de construcción. Las casan, la realidad es que son vendidas; a edades muy tempranas, ésto puede suceder a la edad de 9 años, cuando aún no han tenido la menarquia, y sus maridos son igualmente niños, cuyas edades pueden oscilar entre los 14 y 18 años. En estas aldeas la mujer no tiene ninguna posibilidad de mejorar su condición de vida, puesto que la educación le está vedada, su puesto dentro de la sociedad es tan ínfimo que incluso para atravesar el poblado debe utilizar caminos diferentes al de los hombres, y éstos suelen ser detrás de las casas, escondiéndose siempre, evitando “importunar” al hombre. Las labores de la casa son desempeñadas en condiciones extremadamente fuertes, puesto que estas comunidades estarían más cerca de lo que nosotros conocemos hoy en día como medioevo que con el siglo XXI. Por otra parte las recién casadas llegan a vivir con sus familias políticas, y la suegra, cansada de toda una vida de vejaciones y duro trabajo, descarga toda su ira y todos los trabajos en la que considera una advenediza. En Yemen, igualmente, las niñas de origen campesino suelen ser sometidas a torturas indecibles como es la de cercenarle los labios menores antes de ser casadas por la fuerza. En algunos países africanos se realiza una práctica similar a la que se denomina ablación (extirpación del clítoris).   

Pero ¿Porqué estas prácticas que atentan contra la dignidad humana, son aceptadas culturalmente e instituidas, respaldadas y salvaguardadas por los partidos gobernantes? La respuesta estaría en las interpretaciones que se le han dado a los preceptos dictados por Mahoma, y contemplados en El Corán:   

“Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por medio de las cuales Dios ha elevado a éstos por encima de aquellas... Reprenderéis a aquellas cuya desobediencia temáis; las relegaréis en lechos aparte, las azotaréis; pero tan pronto como ellas os obedezcan no les busquéis camorra. Dios es elevado y grande”. Sura IV-38   

En la reseña de este precepto se alude a las mujeres como seres inferiores, y en la reseña de la Sura XLIII-17, como seres imperfectos. Esta visión de superioridad, convierte al hombre en amo y señor y lo faculta para infringirle a la mujer tratos que menoscaban su autoestima y que van en contra de todo postulado que pugne por la dignidad y la justicia humana:   

“Si vuestras mujeres cometen la acción infame (léase adulterio), llamad cuatro testigos. Si sus testimonios concurren contra ellas, encerradlas en casa hasta que la muerte las lleve o hasta que Dios les procure algún medio de salvación”. Sura IV-19 

En los inicios de la fe musulmana el adulterio se castigaba con el encerramiento forzoso, y de por vida, de la mujer; a la cual se la recluía en una habitación casi del tamaño de un ser humano y luego se le emparedaba; dicha práctica, sin embargo, no está contemplada en El Corán. Posteriormente sería reemplazada por la lapidación.   
  
Pero ¿Es que estas prácticas han sido sólo del dominio del mundo musulmán? Los judíos también lapidaban a las mujeres adúlteras, y en la Baja Edad Media, aún en los siglos XV y XVI, muchas mujeres recluidas en los monasterios se emparedaban, bien fuese por su propia voluntad o como castigo por haber violado alguna norma establecida por la orden religiosa a la que perteneciesen, sin que la medida tuviera marcha atrás; no es difícil imaginarse las torturas indecibles por las que deberían haber pasado: miedo, dolor, angustia, hambre, frío y por último la locura, y todo lo que ella conlleva. Por otra parte en los países mediterráneos las mujeres campesinas o de pequeños poblados, sobre todo las que habitan en las islas, literalmente visten de negro de los pies a la cabeza (mientras que las iraníes portan el shador, las mujeres del mediterráneo europeo llevan una pañoleta que les cubre siempre la cabeza) sin importar la estación del año, aún bajo un fuerte verano. En las islas griegas, las mujeres, al igual que sus congéneres afganas, no pueden salir a la calle sin la compañía de una miembro masculino de su familia (el padre, el esposo, el hermano o el hijo). Y estas costumbres están enraizadas en lo más profundo de la historia griega, en una época donde las costumbres patriarcales no le otorgaban ningún valor a las mujeres, como no fuera la procreación y la crianza de los hijos; pero eso sí, siempre y cuando estuviesen recluidas en el gineceo, espacio que comprendía las habitaciones de las mujeres, entre ellas la cocina (es de anotar que esta costumbre aún sobrevive en algunos poblados de Libia, donde las terrazas de las casas son de exclusividad femenina, un mundo secreto vedado al hombre, y desde allí las mujeres pueden observar, más bien espiar, las calles o mundo de los hombres, sin que a su vez puedan ser vistas desde las calles).Por otra parte, en la Grecia antigua las únicas mujeres que tenían acceso a las artes y a la literatura eran las hetairas (conocidas miles de años después como cortesanas), siendo la más conocida Aspasia (s. V a.c), quien llegaría a estar al lado de Pericles por espacio de veinte años; y de quien se dice que no sólo era poseedora de una gran belleza, sino de una gran inteligencia, siendo además una de las mujeres más cultas de su época, lo que le permitía incluso sostener largos diálogos con los filósofos más sobresalientes de su época. En la Isla de Lesbos, en cambio, sería el único lugar de la Heláde donde florecería la creación literaria por parte de mujeres, teniendo como principal exponente a Safo, más conocida como Safo de Lesbos. El machismo imperante desde la antigüedad helénica sigue vigente hoy en día y la visión que se tiene de la mujer es tan pobre, que incluso una griega que emigre a otra isla diferente a la de su origen, es considerada como una extranjera; y ésto si se tiene en cuenta que el idioma y la religión siguen siendo los mismos, en este caso el griego y la religión ortodoxa. Es más, en las islas griegas los hijos varones son criados por las abuelas paternas, la madre carece del más mínimo derecho sobre su pequeño hijo, y le está prohibido interferir en su crianza. Para concluir sólo me restaría decir que la cultura musulmana no puede desligarse de un pasado común que está inmerso en lo más profundo de los pueblos mediterráneos, especialmente en aquellos donde la civilización helénica se impuso a los pueblos avasallados.   
  
Bibliografía: El Corán. Distrobuidora A.L. Mateos, S.A. Madrid.1.992 

Poesía Erótica Castellana. Círculo de Lectores. Barcelona. 1.975 Vendidas. Zana Muhsen

Berta Lucía Estrada E.

Diario La Patria de Manizales (Colombia).
Separata dominical " Papel Salmón"

12 de febrero de 2002
beluesfeminas.blogspot.com

Ir a índice de América

Ir a índice de Estrada E., Berta Lucía

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio