Hasta otro vacío |
1 Extremamos
la vivencia y
de una bocanada agotamos
el oxígeno; asfixiados
de tanto, optamos
otra vez por
la soledad.
2 Aún
así hundimos
las manos
en
el pantano y
escarbamos esa
pulpa oscura que
nos separa
del sueño; el
sopor no duerme, amenaza.
3 Cada
miedo equivale
a una historia y
en cada célula el
átomo: chispa
de lava
que consume.
4 Pero
cuánto buscamos y
todo se deshace: resbala
por entre los dedos el
deseo como
un agua
ácida parecida
al olvido.
5 Seguir
hurgando en la sombra para
que en cada suceso acontezca
el recorrido
de su dictado; conversión
de
plano a contorno, versión de
reflejo a espejo.
6 Y
otra vez la sombra, recurrente
espalda
de la luz, siguiendo
nuestro juicio en
las afueras del cuerpo.
7 En
la orfandad del exilio
palpita la sangre y
es que estamos
desterrados hasta
de la continuidad
que somos; y
del otro
que tampoco termina.
8 Perdemos,
recorridos
por la inconsciencia,
en el instante en
que la renuncia
aguanta, como
animal cazado pataleando
a muerte.
9 Sólo
nos quedamos solos en
la cruda sobriedad de
la espera, cuando
todo se hace
más pesado, más
pasado
por ilusiones de
pájaros fallidos al
anochecer.
10 Qué otra oposición ofrece sino la insistencia, que en el desgarro el río imparable que va hacia la muerte.
Desde el mismo origen el dolor, el tacto de eso que carcome. La visión áspera deviene y entre uno y otro se cierra
No hemos ganado el sosiego apenas nos acercamos,
del grito.
Declina lo que parece agrandarse desde dentro, condensado
en su histeria.
Ahora el vuelo no parece deberse al impulso sino al aire que se transmite, a las alas que se regeneran, a la estática que sostiene y lleva.
Incendiada la tarde se derriten sus últimos fuegos; el horizonte del misterio
16 Alcanzamos
en lo estrecho la
fuga hacia el infinito, por
recurrir de
modo inverso
a la escasez de
las cosas.
17 Ahora
que comenzamos en
las orillas encendidas a
vernos en
otro sentido, no
buscamos más la
salida del humo porque
el humo ya no ahoga:
basta.
18 Pasamos
por pasar; el
otro extremo espera
nuestra consciencia y
entre ver y no ver brinca
en giros el
instante, como
pez entre manos de aceite.
19 El
fluir de la noche hacia el día es
la sucesión prevista: antípodas que
para todos son
la encrucijada
y son el tiempo.
20 La
noche está sembrada de
silencios
y se escucha jardín
en vientre oscuro; pero
un hachazo da
su golpe
seco al
despertar.
21 Se
cayeron las plumas
del día en
su descenso. ¿De
cuánta levedad disponemos para
ir desde nosotros al
otro comienzo
del ciclo?
22 Entre
insensatez y realidad la
tensión: flecha que aguanta en el
arco abierto un
trayecto jamás
disparado
jamás recorrido.
23 Ya
borrados los soles de la tierra, oscurecidos
del todo, visitamos
en otra memoria lo
que queda sólo alumbrado
por el recuerdo.
24 Honda
es la sensación de
haber estado al descubierto entre
mitos descarnados y
luces que no dejan ver. Honda
la médula en
los restos que
dejaron las vivencias.
25 La
noción de encierro duplica
el tamaño
de las alas; picoteamos
y picoteamos el
afuera
y somos los
de ambos lados.
26 Anular
un tormento que
a fuerza de espinas
en el entrecejo dio
las punzadas, solo
dejando que
se diluyan una
a
una
las
puntas romas
contrarias.
27 En
un parpadeo se
desordena el mundo:
lo que busca salidas se
incrusta, lo
de afuera se oculta, ¿hacia
qué lado la mirada si
la tiniebla obnubila tanto
como la luz?
28 En
el rostro se advierte la
evidencia: verdad
callada llegando
mucho antes que
la luz.
29 Aturdimiento, suena
a invasión de palomas en
techo bajo; suena
a manos que
no abarcan la
cabeza entre el remolino.
30 Después
de todo ya todo
está dicho, ¿para
que insistir en
la palabra si
el sablazo final lo da el silencio? |
Hasta otro vacío
Juana María Echeverri Escobar
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