Amigos protectores de Letras-Uruguay

La Troya de Homero y el descubrimiento de Heinrich Schliemann
por Jorge Dulitzky 

Hasta mediados del siglo XIX, la arqueología era una ciencia que solamente se dedicaba a deducir y poner por escrito sus conclusiones. Se debe a Heinrich Schliemann que se transformara en la ‘ciencia de la pala’. Desde pequeño había leído a Homero y sabía sus textos de memoria. Tuvo la genial idea de afirmar que semejante epopeya no podía ser imaginación de un escritor. Seguramente había sido una historia real transmitida oralmente durante siglos. Y él estaba dispuesto a encontrar el lugar donde había estado Troya.

La Guerra de Troya sucedió, aproximadamente, en el 1250 aC., Homero, poeta ciego que recitaba sus creaciones, nunca escribió nada, pero la tradición oral llegó hasta el siglo VI, cuando el emperador Pisístrato la hizo poner por escrito en los dos libros: Ilíada y Odisea. Es imaginable las distorsiones ocurridas durante seis siglos respecto de la historia real, pero eso no quitó entusiasmo a Schliemann para comenzar su búsqueda. 

Había sido un exitoso hombre de negocios – posiblemente inescrupuloso – y se retiró a los 41 años con una fortuna inmensa, de la que dedicó una buena parte para financiar su nueva profesión de arqueólogo. Era un autodidacta que había aprendido 15 idiomas por su cuenta. Tuvo una meticulosidad obsesiva típica de los alemanes, país de su nacimiento, mezclada con la energía típica de los norteamericanos, país donde vivió varios años. Tuvo una mala experiencia matrimonial en Rusia, pues su esposa Ekaterina lo despreciaba por ser ‘insuficientemente rico y poco aristocrático’.

Una vez retirado de los negocios, Schliemann buscó una nueva esposa y condicionó que debía ser griega, joven y conocer Homero de memoria. Y la encontró. Se llamaba Sophia Engastromenous, se casó con ella, y consiguió tener una compañera incansable para sus aventuras arqueológicas. Tuvieron dos hijos: Andrómaca y Agamenón.

Su voluntad de triunfar le permitió sortear las dificultades que le plantearon el gobierno turco y el griego para autorizarle las excavaciones, y muy rápidamente logró desenterrar una antigua ciudad y encontrar tesoros de incalculable valor, que él atribuyó a Príamo. Su fama mundial fue inmediata y, pese a los errores cometidos por su apresuramiento, es considerado el padre de la arqueología moderna.

Donó su tesoro al Museo Arqueológico de Berlín, donde estuvo exhibido hasta finales de la Segunda Guerra, cuando Hitler ordenó que fuera escondido, pero el Mariscal Zuvkov logró encontrarlo y lo llevó a Moscú. Recién en 1990 se supo que estaba escondido en el Museo Pushkin y ahora está accesible al público, aunque los rusos se niegan a devolverlo pues es ‘botín de guerra’…

Jorge Dulitzky

dulitzky@sinectis.com.ar 
Gentileza de "Egiptología e historia de las religiones"

http://www.nildayjorge.com.ar  

Enviado por el autor el 18 de agosto de 2010

Ir a índice de América

Ir a índice de Dulitzky, Jorge

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio