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Violencia intrafamiliar: una interpretación desde la psicología analítico - humanista
por Jesús Dueñas Becerra
jesus@infomed.sld.cu

 

Todo lo que hiere a la víctima,
hiere también al victimario.
Proverbio oriental

 

El objetivo de este artículo no es otro que analizar —desde la estructura filosófico-conceptual y teórico-metodológica en que se sustenta la psicología con orientación analítico-humanista— una de las variantes de la violencia social; flagelo que no sólo amenaza a quienes vivimos en nuestra exuberante plataforma insular, sino también a todos los habitantes del planeta, donde el índice de violencia crece cada día más, convierte —consciente o inconscientemente— al hombre en enemigo acérrimo del prójimo, y en consecuencia, lo compulsa a sustituir la palabra hablada[1] —fuente inagotable de entendimiento humano— por las armas de fuego, las armas blancas, los cañones o todo lo que pueda destruir o lastimar la integridad bio-psico-socio-cultural, moral y espiritual del otro o no yo.

Por lo tanto, decidí desarrollar la línea temática relacionada con la violencia intrafamiliar, la cual he tratado —en reiteradas ocasiones— en mi segmento de Salud Mental que, desde hace más de una década, sale al aire en la Revista Informativa RP-105, que se transmite los domingos por la octogenaria Radio Progreso.


La literatura especializada define la violencia intrafamiliar como un acto intencional que tiene lugar en el contexto de las relaciones interpersonales, ocasiona daño físico, psicológico, moral y espiritual, tanto a víctimas como a victimarios, y vulnera los derechos individuales de los integrantes del núcleo familiar (sobre todo, niños, adolescentes, mujeres y ancianos).

Según el criterio de los especialistas, existen diferentes tipos de violencia intrafamiliar: corporal, verbal, psicológica, sexual
[2]; mientras que, desde la óptica conceptual, se percibe como una conducta humana aprendida en el medio socio-familiar y generada por múltiples factores desencadenantes.

Los hallazgos de investigaciones médico-forenses y socio-psicológicas llevadas a cabo en nuestro medio registran las repercusiones, consecuencias y secuelas bio-psico-socio-culturales y espirituales dejadas por la violencia intrafamiliar en las personas pesquisadas.

El vehículo idóneo de la violencia intrafamiliar es —sin ningún género de duda— la agresividad, que el Pequeño Larousse Ilustrado registra como un «desequilibrio [psíquico] que provoca la hostilidad de una persona hacia las otras que la rodean». Viene del verbo agredir, que es sinónimo de golpear, herir, acometer, embestir, arremeter, atacar y asaltar.

Por consiguiente, la violencia debe percibirse como una reacción emocional negativa, desencadenada por el miedo, el odio, la ira o la envidia, y caracterizada, básicamente, por su marcado efecto boomerang, es decir, se vuelve contra quien la padece, ya que lacera el cuerpo, la mente y el espíritu de la persona que experimenta esa reacción emocional negativa.

Al parecer, la violencia emerge de las estructuras más primitivas del inconsciente freudiano,
[3] o sea, donde se encuentra lo peor del ser humano, lo que lo acerca a la ancestral bestia salvaje que el hombre lleva dentro.

De acuerdo con la línea de pensamiento desarrollada por la psicología con orientación analítico-humanista, la naturaleza humana es buena y sana, no obstante todo lo que pueda argumentarse en contra de esa verdad filosófico-antropológica, [4]  ya que si la naturaleza del homo sapiens fuera realmente violenta o agresiva, jamás hubiéramos alcanzado la categoría excepcional de personas humanas, sólo prisioneros de una oscura emoción que eclipsa nuestro mundo interior,
[5]  y por ende, no nos permite descubrir cuánto amor y felicidad se ocultan en el centro mismo de nuestro yo espiritual.

Maltrato infantil como secuela de la violencia intrafamiliar: secuelas corporales, psíquicas y espirituales.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el vocablo maltratar como tratar mal, hacer daño, y acepta como sinónimos atropellar, lapidar, molestar, vilipendiar, pegar. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud,
[6] el maltrato infanto-juvenil es toda conducta de un adulto con repercusiones desfavorables en el desarrollo físico, psicológico, sexual y espiritual de un niño o adolescente.

El maltrato infanto-juvenil obedece a un problema polifacético y multicausal, cuyo tratamiento debe estructurarse en un enfoque interdisciplinario, así como en los resultados de la investigación científica de sus componentes físicos, psicológicos, socioculturales y espirituales.

Las estadísticas médico-forenses recogen infinidad de variantes del maltrato infanto-juvenil; formas particulares que van desde el atropello corporal, que en ocasiones puede ser letal para el niño o adolescente, hasta el abuso sexual
[7]  y la tortura psicológica.

Ahora bien, habría que destacar el hecho de que maltratar a un niño o adolescente no es más que herir su integridad biopsicosocioespiritual, y por ende, lastimar su inviolable dignidad humana. Dañar física, psicológica, moral o espiritualmente a un niño o adolescente equivale a violar los sagrados derechos humanos
[8] de una personita encantadora, que le es tan necesaria a la familia humana como la luz a las plantas y el aire a las aves.

Pero…, lo que ignoran o desconocen los adultos que abusan de un niño o adolescente es el hecho indiscutible de que todo lo que daña al chico, afecta en igual o mayor medida a quien lo golpea corporalmente o insulta con palabras soeces u ofensivas. Conforme con esa línea de pensamiento ético-humanista, urge tratar con cariño, dulzura y firmeza a nuestros «pequeños príncipes», para que crezcan aptos para vivir en un mundo mejor, caracterizado por el amor, la paz y la solidaridad humana.

Otras aristas del maltrato infanto-juvenil

 

En respuesta al aforismo socrático de que «la ciencia humana consiste más en descubrir errores que en [hallar] verdades»,[9]  he decidido continuar profundizando —desde la óptica psicoanalítica ortodoxa— en un tema tan sensible como el relacionado con el maltrato infanto-juvenil y sus secuelas psicológicas y espirituales.

En el niño pre-escolar, todo lo que acontece a su alrededor —tenga que ver directamente con él o no— queda registrado, con huellas indelebles, en el inconsciente freudiano,[10] la gran «caja negra» del alma humana, donde se «archivan» las caricias de los padres y demás miembros del núcleo familiar... así como los malos tratos (incluidos los golpes físicos y las torturas psicológicas) o humillaciones a su integridad como ser humano único e irrepetible.

En ese gran recipiente, que conserva lo agradable en el componente espiritual[11] y lo desagradable en el componente instintivo,[12] se va «almacenando» poco a poco el cariño y el afecto hacia los mayores que lo tratan con amor y respeto. O por el contrario, odio, resentimiento o deseos de venganza hacia quienes lo maltratan física, psicológica, moral y espiritualmente.


Cuando llega la adolescencia, juventud o adultez es el «momento oportuno» para «vengarse» de todo lo que supuestamente han hecho los progenitores
[13] u otros familiares contra su integridad. No obstante, ya la persona tiene estructurado su súper yo o código ético-moral [14] que mediatiza la conducta del sujeto en su medio socio-familiar, e implacablemente le recrimina cualquier acción material o verbal emprendida contra esas figuras significativas. Y dicha recriminación genera sentimientos de culpa, que debe enfrentarlos con el perdón incondicional[15] a sí mismo por incubarlos, así como a quienes le hicieron «daño» real o imaginariamente durante su infancia.

Si no perdona al otro y se perdona él mismo acabará convirtiéndose, con el discurrir del tiempo, en una persona con un comportamiento neurótico o desadaptado. No olvidemos que la crianza y la educación a un niño o adolescente deben estar basadas, fundamentalmente, en el cariño y la firmeza, para no enseñarlo a albergar sentimientos de venganza, que luego se convertirán en sentimientos de culpa, generadores de ansiedad y depresión.

Los padres deben tener en cuenta el aforismo martiano de que si se violentan « […] las fuerzas nobles de los niños, no se forman hijos fuertes para las conmociones y [la] grandeza de la patria».
[16]

El doble discurso como manifestación de violencia intrafamiliar.

El doble discurso o doble mensaje, el cual se podría ilustrar con un ejemplo que no admite discusión alguna: «haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago». En los spots televisivos, concebidos artística y estéticamente para sugerirle al receptor el daño que genera en el niño el carácter ambivalente del doble discurso, los mensajes son tan elocuentes que no necesitan fundamentación teórica alguna.

Los padres que utilizan ese método educativo erróneo desconocen, al parecer, la alteración psíquica y espiritual que están ocasionándole al pequeño cuando, por ejemplo, le advierten que NO diga mentiras o «malas palabras». Y a los cinco minutos, uno de los progenitores, sin pudor alguno, las dice delante de su hijo con la mayor naturalidad del mundo.

Sin embargo, cuando el infante las repite, porque las oye y las aprende en el seno familiar, los padres quieren castigarlo, y en ocasiones, hasta golpearlo físicamente, lo que atenta de manera flagrante contra la integridad corporal, psíquica, moral y espiritual del niño. Y por otra parte, violan los sagrados derechos de una personita que por ser quien es, y como es, merece amor y respeto a su inviolable dignidad humana.

El doble discurso genera en la esfera cognitivo-afectiva del niño confusión y ambivalencia; en consecuencia, siembra la «semilla de la duda» a la hora de incorporar a su incipiente código ético-moral —o súper yo—
[17] los patrones conductuales que le sirven de paradigma o modelo en su entorno socio-familiar.

El resultado de ese estado de confusión o ambivalencia podría ser la inseguridad, la incertidumbre, la inestabilidad emocional o, sencillamente, la rebeldía ante el discurso de quienes le dicen una cosa, y en la práctica (criterio de la verdad) hacen otra completamente diferente.

No me parece necesario continuar emborronando cuartillas para que usted, estimado lector, acabe de caer en la cuenta de que a su descendencia debe tratarla con cariño, ternura, respeto y firmeza de criterios para que, en un futuro no lejano, sea un adolescente o joven sano de cuerpo, mente y alma, capaz de eliminar la rabia, el resentimiento o la violencia y apto para resolver —de una forma inteligente y civilizada— los problemas existenciales que la vida le plantee; única vía para disfrutar de salud física, psíquica y espiritual.

La violencia intrafamiliar en los medios audiovisuales.

La violencia (incluida la intrafamiliar) es un tema recurrente en los medios audiovisuales (teleseries, telenovelas y filmes, tanto de producción nacional como foránea); por esa razón, ha suscitado —y suscita— encendidos debates en el seno de los eventos teóricos organizados por la Sección de Medios Audiovisuales y Radio de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en el contexto anual de los Premios «Caracol«, que auspicia dicha Asociación presidida por la locutora y periodista, Rosalía Arnáez, Premio Nacional de Televisión.

Los lectores interesados en conocer mis puntos de vista acerca de cómo se maneja la violencia intrafamiliar en los medios audiovisuales, pueden consultar —con provecho— algunos de los materiales periodísticos publicados al respecto en la prensa local.
[18]    

Vías alternativas para combatir la violencia intrafamiliar.

El psicólogo Marciano García, director del Instituto de Espiritualidad del Caribe, define la familia como un «grupo social, formado por parentesco o matrimonio, que —entre otras cosas— proporciona a sus miembros protección, compañía, seguridad y socialización».
[19]

Para la doctora Patricia Arés Muzio,
[20] quien presidiera la Sociedad Cubana de Psicología, esa —y no otra— es la función básica indispensable que debe desempeñar la célula fundamental de la sociedad en el medio geográfico-cultural donde ese colectivo humano vive, crece y se desarrolla como tal.

La también profesora titular de la Universidad de La Habana valora todas y cada una de las situaciones objetivo-subjetivas que influyen en el equilibrio de la estructura familiar; y, a posteriori, reseña los «peligros» que entraña: violencia intrafamiliar, divorcio, pésimas relaciones interpersonales y sociales, entre otros muchos factores, que, como por «arte de la peor magia», convierten a familias supuestamente normales en familias disfuncionales o fracturadas.
[21]  

Con base en el hecho inobjetable de que la familia es fuente nutricia de ética, humanismo y espiritualidad, la doctora Arés Muzio sustenta el criterio de que el «secreto» de una feliz convivencia familiar radica en el amor, el perdón, y el respeto a la dignidad humana del otro o no yo.

Por otra parte, la tolerancia o aceptación de la «diferencia» (sea del tipo que fuere), así como el empleo de la inteligencia emocional
[22]   para resolver los conflictos familiares de forma civilizada, sin apelar a la violencia, desempeñan una función «clave» en la consecución de dicho objetivo.

Para la M.Sc. Mareelén Díaz, especialista del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS),
[23] el mejor antídoto para combatir la violencia intrafamiliar es la prevención, la cual debe estructurarse sobre la base de dos indicadores fundamentales: la educación, basada en el amor y el respeto a la dignidad humana del otro o no yo, y el desarrollo consecuente de habilidades comunicativas forjadas al calor de una cultura de paz.

Por otro lado, el M.Sc. Mario Rodríguez Mena
[24] —miembro del CIPS— sustenta el criterio de que la violencia intrafamiliar es «hija legítima» de la naturaleza social de un conflicto equis, entendido como expresión de deseos e intereses, al parecer diametralmente opuestos, desavenencia entre las partes, interdependencia negativa e incompatibilidad (real o [ficticia] de metas).

Desde otra óptica, el sociólogo cubano percibe el conflicto como fuerza motriz del desarrollo cognoscitivo y espiritual del ser humano, porque es, sin duda alguna, fuente generadora de cambios y de aprendizaje, cuya validez la praxis social se encargará de confirmar o desechar.

El investigador Rodríguez-Mena reseña los estilos de afrontamiento (competencia, evasión, colaboración, acomodación, avenencia), así como los métodos para resolver los conflictos de una forma civilizada, es decir, sin tener que apelar a la violencia.
[25] Sin embargo, el «secreto» para solucionar un conflicto —a cualquier escala— no radica en tratar de ganar… a como dé lugar, sino en el «arte» de que las dos partes ganen… sobre la base del respeto a la dignidad e intereses del prójimo.

No quisiera finalizar esta reflexión sin antes destacar la necesidad imperiosa de prestar atención inmediata al acucioso reclamo dirigido por nuestros niños y adolescentes a los progenitores, los maestros y la sociedad cubana en general, en el libro S.O.S. Ternura, para desterrar de una vez y por todas del vocabulario familiar y escolar la palabra violencia en cualesquiera de sus disímiles manifestaciones.

Notas:

[1] Véase: Dueñas Becerra, Jesús. La narración oral es fuente nutricia de comunicación humana. www.uneac.org.cu (La entrevista) (Entrevista a la locutora y periodista, Lilia Rosa López, Premio Nacional de Radio 2007), y López, Lilia Rosa. La palabra: fuente viva de acercamiento humano. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. 99 (3-4); julio-diciembre de 2008: pp. 148-[157].

[2] Véase: Dueñas Becerra, Jesús. Psicodiagnóstico de Rorschach, método psicoanalítico y psicopatología forense. Revista Cubana de Psicología. 20 (1); 2003: pp. 35-36; Rorschach infantil y ética psicoanalítica. Presentación y discusión de un caso. Revista Cubana de Psicología. 18 (3); 2001: pp. 281-284; y Rorschach y Psicoanálisis. Revista Cubana de Psicología. 18 (2); 2001: pp. 180-183.

[3] Mannoni, Octavio. Freud. El descubrimiento del inconsciente. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1984.

[4] Dueñas Becerra, Jesús. ¿Psicoanalista ortodoxo o humanista? Una opinión muy personal. Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana. 41 (1), enero-abril,  2000: pp. 17-22.

[5] Ídem.

[6] Organización Panamericana de la Salud (OPS). Maltrato infanto-juvenil. Washington, D.C., 2003 (monografía).

[7] Véase: Dueñas Becerra. Psicodiagnóstico de Rorschach…. Ob. Cit.; Rorschach infantil y…. Ob. Cit.; y Rorschach y… Ob. Cit.

[8] Derechos humanos y responsabilidad profesional de los médicos. Citado por R.M. Montenegro (Ed.), en Médicos, pacientes, sociedad. Buenos Aires, Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL), 1998.

[9] Sócrates. En Red. 144: 18 de enero de 2009. [p. 1] (Suplemento científico-técnico [dominical] del periódico Juventud Rebelde).

[10] Véase: Freud, Sigmund. Obras completas. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 1948 (3 Vols.); y Mannoni. Ob. Cit.

[11] Dueñas Becerra, Jesús. La Psicología en el contexto de la municipalización de la enseñanza universitaria. Revista Cubana de Psicología. 21 (1); 2004: pp. 34-36.

[12] Ídem.

[13] García, Marciano. Hogares sin padres. Repercusión psicológica, en La familia y sus raíces en la nación cubana. La Habana: Ediciones Vivarium, 1999: pp. 99-117.

[14] Freud. Ob. Cit. Vol. I: pp. 1213-1219.

[15] Véase: Casarjian, R. Perdonar. Una decisión valiente que nos traerá la paz interior. Buenos Aires: Editorial Urano, 1994; y  Dueñas Becerra, Jesús. El perdón como recurso psicoterapéutico. Revista del Hospital. Psiquiátrico de La Habana. 2006; 3 (3). www.psiquiatricohph.sld.cu;

[16] Valdés Galarraga, Ramiro. Diccionario del pensamiento martiano. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2002: p. 470.

[17] Freud. Ob. Cit. Vol. I: pp. 1213-1219.

[18] Véase: Dueñas Becerra, Jesús. Bajo el mismo sol: aciertos y desaciertos. www.radioprogreso.icrt.cu (Cita con el Arte).
-----.  Los dioses rotos. www.cubaliteraria.cu (En primer plano).
-----. La cara oculta de la luna: una reflexión desde la Psicología Humanista. Vivarium. XXVI; julio, 2008: pp. 68-72.
-----. El niño con el pijama de rayas. www.radioprogreso.cu (Cita con el Arte).
-----. El guardián de la piedra: aventura o farsa. www.cubarte.cult.cu (Cine, Radio y Televisión).
-----. La violencia en la programación infanto-juvenil. www.uneac.org.cu (Columna de Autor).  

[19] García, Marciano. Familia y Antropología, en La familia y… Ob. Cit.: pp. 13-47.

[20] Patricia Arés Muzio. Familia y convivencia. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 2005.

[21] Ídem.

[22] Véase: Dueñas Becerra, Jesús. Inteligencia, inteligencia emocional y espiritualidad. Revista Cubana de Psicología. Supl. No.1; 2003: pp. 54-56; y Goleman, Daniel. Inteligencia emocional. Barcelona: Editorial Kairós, 1996.

[23] Díaz, Mareelén. Citada por Jesús Dueñas Becerra, en Comunicación social y relaciones humanas. Librínsula. 4 (172); 20 de abril de 2007. www.bnjm.cu.

[24] Rodríguez-Mena, Mario. Citado por Jesús Dueñas Becerra, en Comunicación social y…Ob. Cit.

[25] Ídem.

Jesús Dueñas Becerra - Dr. en Psicología, crítico y periodista. Socio Honorario Scuola Romana Rorschach
jesus@infomed.sld.cu
 

Publicado, originalmente, en la web de HERMES - Información-Comunicación desde la izquierda http://auto-hermes.ning.com/

 

Link: http://auto-hermes.ning.com/profiles/blogs/violencia-intrafamiliar-una-interpretaci-n-desde-la-psicolog-a?xg_source=activity  - La Habana, 10 de octubre de 2012
 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 21 de octubre de 2013


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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