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Juan Carlos Roque Moreno: desde mi infancia me motivó la actuación
por Jesús Dueñas Becerra
jesus@infomed.sld.cu

 

El triunfo es de quien persevera
Aforismo oriental

 

Juan Carlos Roque Moreno (La Habana, 1966) se graduó de doctor en Medicina en la capitalina Universidad de Ciencias Médicas…, pero un buen día, con una profesión exitosa, tres hijos y un futuro, al parecer, promisorio en el sector de la salud pública cubana, decidió —hace algo más de una década— abandonar el ejercicio hipocrático para dedicarse en cuerpo, mente y alma a las artes escénicas.

De esa decisión soy testigo de mayor excepción, ya que conozco a Roque Moreno (su nombre artístico) desde que era un adolescente de 17 años de edad y el hecho de haber sido su mentor y amigo me ha permitido seguir su desarrollo ascendente, primero como profesional de la salud, y posteriormente, como actor; carrera en la que ha alcanzado popularidad y reconocimiento por parte del «respetable».

No obstante, dejemos que sea mi interlocutor quien cuente las alegrías y tristezas, los momentos dulces y amargos, los triunfos y reveses generados por el tránsito de médico a actor.

¿Cómo nació y creció en usted la vocación hacia las artes escénicas?

Que yo recuerde, desde mi infancia me motivó la actuación: mi tía me llevaba al teatro, mientras que, durante mi adolescencia, fui un aficionado a esa manifestación artística en la escuela secundaria básica, donde cursé séptimo, octavo y noveno grados.
Pero, por esas cosas que tiene la vida, cuando concluí el pre-universitario, una llama interior, que todavía no se ha extinguido del todo, despertó en mí la acuciosa necesidad de estudiar Medicina.

Usted conoce muy bien la historia, porque desempeñó una función «clave» en lo que a mi incorporación a los estudios médicos se refiere, pero los lectores la desconocen, y en apretada síntesis, la voy a relatar:

Cuando terminé el pre-universitario se necesitaba tener un promedio de más de 90 puntos para poder aspirar a la especialidad de Medicina, pero yo solo tenía 90. Esa frustración inicial afectó mi estado de ánimo […] hasta que Dios y la vida colocaron en mi camino al comandante, doctor Eduardo Bernabé Ordaz, director fundador del Hospital Psiquiátrico de La Habana, que hoy lleva su ilustre nombre.

El principal artífice del humanismo revolucionario y cristiano en la patria de Félix Varela y José Martí, me asignó una plaza en la emblemática institución que él jerarquizara durante más de cuatro décadas, lo cual me abrió de par en par las puertas para estudiar Enfermería. Como ya era bachiller en Ciencias y Letras, me orientaron que matriculara en el Instituto Politécnico de la Salud que funciona en el Hospital General Docente «Enrique Cabrera». En dos años, me gradué de enfermero general con título de oro y el mayor estímulo que recibí fue matricular directamente la especialidad con que yo —hasta ese momento— había soñado: Medicina, la cual cursé en la Facultad «Enrique Cabrera», donde conocí a la que fuera mi primera esposa y madre de mis dos hijos mayores, y me doctoré en Medicina.

Ejercí dicha profesión en el Centro de Medicina Natural y Tradicional de Santiago de las Vegas y en el Aeropuerto Internacional José Martí. Sin embargo, el «bichito» de la actuación continuaba royendo mi mente y mi alma hasta que un día me presenté ante Fernando Quiñones Posada, hoy director de la cincuentenaria compañía teatral Rita Montaner, y le dije: yo quiero ser actor. Pruébenme. Me dio un papelito insignificante en una obra que estaba montando la compañía […] y parece que di la talla, porque luego me siguió llamando y dándome papeles de mucha más envergadura.

Una vez anclado en el medio artístico, ¿qué otras funciones desempeñó en ese nuevo contexto?        

El impulso decisivo me lo dio el maestro Fernando Pérez cuando me pidió que interpretara un papel en su multipremiado filme Suite Habana: el de un galeno que, en sus ratos libres, trabajaba como payaso.
En la vida real ese fue mi caso, porque, en 1994, le insuflé vida al payaso Chupetín Moroco, primero en el círculo familiar y amistoso, y después, para todo el público, inspirado en el recuerdo imperecedero del maestro Edwin Fernández, así como en el ejemplo de todos los clowns que tenía la posibilidad de ver.

Trabajar con el multilaureado cineasta habanero, a quien admiro como artista y como paradigma de cubanía, me motivó a dar el gran salto: de médico a actor. Mi esposa me apoyó y se encargó de sustentar económicamente a la familia, mientras integraba el colectivo El Estro de Montecallado, de Bejucal, y la compañía Rita Montaner.

Durante el decenio que le he dedicado a la actuación, me agradaría destacar que me ha acompañado mucho la suerte, y sobre todo, la colaboración de colegas con mucha más experiencia que yo en esos menesteres.

En la pantalla grande, he actuado en los largometrajes Diario de Mauricio y Madrigal, de Fernando Pérez; Kangamba, del realizador Rogelio París; y ahora, en las filmaciones de Carmela, del realizador Ernesto Daranas.

En la pequeña pantalla, tuve una participación destacada en los teleplays El lado del velo, de la realizadora Elena Palacios, quien se inspiró en una narración del poeta, escritor y dramaturgo checo Milán Kundera; El cuarto del anticuario, estructurado en cuatro trabajos con el director Delso Aquino; y en la polémica teleserie Diana, del realizador Rudy Mora, de la cual evoco el apoyo incondicional que me ofreciera el carismático actor Fernando Echevarría.

Como usted mencionó en la respuesta anterior, la familia desempeñó una función básica indispensable en su consagración absoluta a las artes escénicas, y concretamente, a la actuación. ¿Podría explicar, con pocas palabras, qué representa para usted la célula fundamental de la sociedad?

Para mí lo esencial es la familia […] lo primero para mí es ser padre y si tuviese que dejar la actuación para beneficiar a los míos […], no lo pensaría dos veces. Puede estar convencido de ello, periodista.

¿Qué huella le dejó en el intelecto y en el espíritu el personaje de Mauricio en la tercera temporada (Desarraigo) de la telenovela cubana Bajo el mismo sol, donde la veterana actriz Amada Morado y usted devinieron punto focal o eje central de esa desgarradora historia?

Mauricio se convirtió, por derecho propio, en uno de los personajes más atractivos para el público y para mí, por la contención con la cual tuve que enfrentarlo, ya que va develando poco a poco su drama interno, así como por la credibilidad que lo signara durante todo el desarrollo de la trama. 

Para esa telenovela, hice casting para interpretar a Saúl u Omar, pero el director Jorge Alonso Padilla me lo propuso cuando casi no tenía apariciones en pantalla durante las dos primeras temporadas; cosa que percibí como algo complejo y complicado. Sin embargo, Padilla sabía lo que quería y el guionista Freddy Domínguez le concedió plena libertad para agregar los textos que considerara pertinentes.

Una vez que acepté el reto, me di a la tarea de prestarle piel y alma a Mauricio. Tanto me involucré en los rasgos personográficos de ese joven arrancado de su tierra natal y adoptado por un matrimonio que residía en la patria de don Pedro Albizu Campos y de doña Lola Rodríguez de Tió, que entrevisté a estudiantes puertorriqueños de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, conversé con turistas de esa ínsula caribeña, e incluso, conseguí que me enviaran una lista de frases utilizadas en la hermana isla antillana, y hasta llegué a cocinar algunos de sus platos típicos.

A mi familia le dije que, desde ese momento, hablaría siempre como un boricua. Para corroborar si el acento era correcto, les pregunté a unos turistas dónde se podía comer uno de los platos típicos, y cuando ellos me respondieron como si se tratara de otro puertorriqueño, supe que ya había captado el acento necesario.

En cuanto a las características psicológicas del personaje, empleé las historias de vida de tres cubanos víctimas de la Operación Peter Pan a principios de la Revolución, cuando muchas familias enviaron a sus hijos solos a Estados Unidos, porque se corrió el falso rumor de que el gobierno cubano les privaría de la patria potestad a los padres para mandar a los pequeños a la antigua Unión Soviética (hoy Rusia) para su «adoctrinamiento»

Si bien no viví esa etapa, es una historia cubana y busqué en el «pequeño príncipe» que llevo dentro. Por esa razón, Mauricio pudo ser cruel y hasta actuar en contra de su propia formación como ser humano, porque llevaba dentro un niño enclaustrado que no había podido salir por los psicotraumas que padeciera durante su infancia.

A propósito de las telenovelas, ¿cómo percibe su estado actual de salud?

Esa pregunta se la voy a contestar, primero como médico, y luego como actor. El estado actual de la novela cubana es grave […], pero no crítico y los amantes del género pueden estar tranquilos, porque no hay peligro de muerte inmediata, no obstante todo lo que se ha hecho —consciente o inconscientemente— contra su integridad […] desde todo punto de vista.

Como actor, le digo que una buena telenovela (y cuando me expreso así, no me refiero a un clásico, El derecho de nacer, de la telenovela hispana y universal, sino a obras contemporáneas como, por ejemplo, La cara oculta de la luna y Aquí estamos (por la polémica que despertaran en el público y en los medios). Dichos audiovisuales proyectaron en la pequeña pantalla un reflejo objetivo-subjetivo de la realidad cubana actual y de nosotros como somos, no como quisiéramos, ni siquiera como  debiéramos ser […]. Para lograr ese tipo de telenovelas —o similares— hace falta, ante todo, cultura, rigor intelectual y profesional, talento artístico, buenos guiones, eficaz dirección de actores y actrices, compromiso con el destino de la nación y el valor de correr todos los riegos que sean necesarios […], menos el facilismo y la conformidad.
      
Para finalizar este ameno diálogo, ¿podría reseñar sus planes futuros en el campo de la actuación?

Como ya le comenté, estoy enfrascado en la filmación de la cinta Carmela, así como en varios proyectos de teleseries y en el policiaco de factura nacional Tras la huella.

No quisiera concluir sin antes agradecerles a mis colegas médicos con quienes laborara durante varios años y a los actores con quienes trabajo actualmente, así como a Dios y a la vida, porque —de una u otra forma— me permitieron hacer realidad dos de mis grandes sueños.

Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y periodista
jesus@infomed.sld.cu
 

Publicado, originalmente, en la web de Cuba Literaria http://www.cubaliteraria.cu

 

Link: http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=16581&idseccion=32  - La Habana, 24 de octubre de 2013
 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 27 de noviembre de 2015


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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